domingo, 1 de julio de 2018

ALEGRÍA DE TÍSICO

Botar  la casa por la ventana (por un instante)
Siul Narragab


La primera vez que la vimos, por esta misma época, fue hace tres años: muchachos encaramados en una caravana corta de vehículos, con globos y grandes cornetas, celebrando su graduación. Nos sorprendió que fuesen adolescentes portadores de una estupenda algarabía que dejaban ver el letrero que notificaba a los viandantes de la conclusión de sus estudios de bachillerato.

La escena, muy antes propia de los universitarios que dejaban constancia del pregrado superado, nos sorprendió, pues, si fuere el caso, los estudios de secundaria fueron siempre un trámite tan normal, como los de la primaria. Y, por siempre nos preguntamos en torno al modesto logro en las aulas y la necesidad de botar la casa por la ventana que a cada hogar parece ahora urgirle, prohibida las celebraciones otrora fastuosas del cumpleaños,  matrimonio,  bautizo o  primera comunión.

Un estudio de las sonoridades de nuestras principales ciudades, por elemental que fuese, revela que los grandes fiestones que tanto irritaban a los vecinos, en horas de la  madrugada, ya concluyeron. Con las excepciones de rigor, nadie tiene para malbaratar los reales con un festejo del cual, a las pocas horas, se arrepentirán por el gasto que acarrea, y, a lo sumo, cualquier esquina de una aldea, pueblo o metrópoli – venida a menos – está autorizada para arriesgar con una cava, hielo y licor del más barato, con la música de rigor, rompiendo la noche.

Una de tres, o las tres: sobre todo, las clases medias festejan el bachillerato, porque  están seguras que no lo harán con el grado universitario de los vástagos que tienen por ilusión una mejor vida en el extranjero, con escasas posibilidades de cursar estudios superiores; derrumbada la opción – precisamente – de las rumbas decembrinas, por algún instante en la vida existe la muy terapéutica de una fiesta que nos saque del creciente deterioro y su correlativa depresión; el título de bachiller, como el certificado de algún diplomado, taller de manualidades, cursillo informático o su equivalente en el ámbito de los automotores, la impermeabilización o el yoga, significa una mejoría así diste de una licenciatura universitaria que reportaba la rápida movilidad social de los mejores tiempos petroleros.

Las caravanas de adolescentes que, por supuesto, no lanzan ni un solo caramelo (hoy, cuesta la unidad 150 millones reales y constantes), apuntan al nuevo costumbrismo urbano y post-rentista. Y, de seguir este socialismo de porra, ya no habrá sino “perreras” para alquilar y celebrar un hecho: el de la mismísima supervivencia personal, en medio del prolongado marasmo.

01/07/2018:http://www.opinionynoticias.com/opinionnacional/32991-narragab
Fotografía: http://www.radiomundial.com.ve/article/graduandos-se-expresan-libremente-en-las-calles-de-caracas-fotos

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