domingo, 15 de julio de 2018

RUTINA SOCIALISTA

La calle es libre, no la malgastes
Siul Narragab


Muy pocas o inexistentes las alternativas, el citadino promedio no encuentra una fórmula distinta de distracción. Las deficientes redes sociales o la televisión por cable o satelital, suplen las carencias recreativas de toda familia que sabe de una ida al cine, un almuerzo fuera de casa o la asistencia a un evento deportivo, como una excepción y hazaña que agujerea cualquier bolsillo inocente.

En un extremo, por lo general, los comederos más exigentes y quizá lujosos, están reservados para la prole que intuye, pero no pregunta, sufragada por el capo que goza de la posibilidad de saciarlos con demasiada frecuencia, en un país sumergido  en la catástrofe humanitaria. Y, en el otro, ya no hay siquiera un autobús de los que llamaban de circunvalación que permita encaramar a los muchachos, bajarse en la última parada y, antes de devolverse, compartir con ellos, un perro-caliente o un raspado de granadina; menos, llenar la cava de sardina enlatada, algunas cervezas y, aguantando la cola de ida y vuelta, mojar al sol a los carajitos -  por dos o tres horas -  hasta que se sequen a solas en la unidad de transporte.

Los jóvenes no sospechan de los sitios bailables que antes los tenían por especialidad, añadiendo conciertos en vivo de los ídolos, propios o forasteros, disponibles. Otros vicios aparte, costosos y arriesgados, cuando la policía era seria, sobraban los bebederos de caña, unos apacibles y, otros, bulliciosos, en la generosa oferta de las barras para todas las edades.

Por supuesto, toda una universalidad, contábamos con sitios apartados y seguros, para la reunión de varios automóviles portadores de grandes cornetas, donde cada quien brincaba y libaba, sin molestar a los extraños.  Empero, el panorama hoy luce radicalmente diferente y, si de consumo etílico se trata, forzosamente razonable, por los precios, ya no hay taguara metropolitana que se respete, que no pruebe la dura supervivencia al atender a la clientela a sus puertas, al menos, los viernes y sábados.

Existen locales de un viejo prestigio, rodeados de casas o edificios, que se mantienen con el despacho de los licores más baratos, otrora despreciados. La cocina es un ornamento y los mesoneros perfectamente prescindibles,  logran satisfacer  el pedido con pago inmediato, obviamente electrónico,  hasta la media noche en la calle semi-obscura, de la muchachada que no se percata que sus risas y conversaciones, la música, el encendido de una motocicleta con rauda tosferina, como el basurero consiguiente, afecta a la comunidad que ya no ensaya siquiera con el lanzamiento anónimo de un botellazo de aviso. Además, se puede fumar libremente, como no ocurriría en las interioridades de un local empegostado de avisos que lo prohíben, así como las armas de fuego, la segregación racial, el respeto a los discapacitados y a las mujeres, o cualesquiera otras de las expresas  e inmorales  advertencias de un Estado que ya ni puede sostenerse con petróleo.

Mientras que el alboroto no sea de cuño político, oloroso a la güarimba que caprichosamente tipifican, a las autoridades les importa un bledo que se haga con la calle, lo que venga en gana; presumimos, por cierto, que algún “alquiler” cobrarán por ello. El resto, obedece al “ritmo estructural” que va imponiendo el socialismo, pues,   sólo él es y será el único capaz de divertirnos, bien porque  sus prohombres queman y quemarán sumas atrevidas de divisas para algún festival a cielo abierto, bien porque las televisoras oficiales hacen y seguirán haciendo de los informes de (contra) inteligencia, un motivo para el cumplido linchamiento moral de sus adversarios.

Ya no está comercialmente departamentalizada la recreación, porque los comederos y los bebederos aptos tienen por destino a boliburgueses y relacionados  que, en sus constantes visitas de negocios al país, predecibles, extrañan los mejores lugares de Nueva York o París. Y quien deseé divertirse por su cuenta, asume los riesgos de rutinario asalto a mano armada, entre otros riesgos, malgastando la calle que, hoy, más que nunca, debe tener por hábito la protesta.

15/07/2018:
http://www.opinionynoticias.com/opinionnacional/33093-narragab-s

No hay comentarios:

Publicar un comentario