lunes, 17 de junio de 2013

SOMBRAS NADA MÁS

EL NACIONAL - Domingo 16 de Junio de 2013     Papel Literario/
Falso cuaderno
Nuestro
ANA NUÑO

A quien no vaya por la vida con anteojeras nacionalistas, el discurso público en Venezuela puede producirle efectos lisérgicos. Un país que visiblemente se cae a pedazos, que ha dejado de producir lo básico para garantizar la subsistencia de sus habitantes, gobernado por mafias, entregado a todas las formas de violencia, no puede ser ­se frota los ojos ese hipotético cuan infrecuente observador­ que sea el mismo del que se perora día y noche en los medios de comunicación y las redes sociales. Que si en algo coinciden todas esas voces, esa plétora de opiniones, esas proclamas machaconamente proferidas, es en su talante esquizoide: cuanto más degradada la realidad, más orgullo patrio exhiben; cuanto menos preciada la vida individual de los venezolanos, más alto cacarean sobre "lo nuestro". "Nuestro comandante", "nuestra América" ("Nuestramérica", en versión protagónica y participativa), chillan los unos; "nuestra Venezuela", "nuestro pueblo", se ufanan los otros. Hay hasta quienes juegan a "nuestrear" en plural mayestático, como reyes de opereta, creyendo que con tan casposo recurso sentarán mejor cátedra.
Tal maraña de plurales y posesivos para envanecerse de una realidad que es pura privación y penalidades, no hace falta ser psicoanalista para desentrañarla en clave de negación: de manera propiamente psicótica, se escamotea una realidad de mengua y menoscabo y se la sustituye por un espejismo alucinatorio de grandeza. Estos delirios son lo propio de los nacionalismos, que derivan todo su atractivo del cultivo irresponsable de la fantasía narcisista de que "lo nuestro es lo mejor del mundo". Con ello, sus adeptos no sólo se engañan, al mentirse sobre su verdadera condición y posibilidades, sino que se empobrecen y empobrecen a "los suyos", los que han aceptado envolverse en el manto de "lo nuestro". Es decir, en una bandera. Utilísimo trapo, por otro lado, en la medida en que facilita la ocultación de alguna que otra incoherencia; verbigracia, esa tan frecuente entre los adoradores de lo nuestro, que consiste en llamar con voz de tribuno al rescate de la nación de las rapaces garras de traidores o apátridas, según, para acto seguido hacer pingües negocios con el tan denostado enemigo. (A esto lo llaman algunos "viveza criolla", de lo que también se ufanan, por supuesto, ya que es rasgo, más que "nuestro", nostrísimo .) El nacionalista, antes que disentir de la tribu y arriesgarse a salir del cocuyo de lo nuestro, preferirá mil veces engañarse sobre la pobreza de los suyos. Y eso que bastaría, por ejemplo, como dice el peruano mas no nacionalista Fernando Iwasaki, "detenerse un momento en el concepto políticamente correcto de literatura nacional ­aquella que apenas reconoce como propios a esos autores que sólo leen a los poetas y narradores de su misma tradición­ para descubrir cómo en aras de la riqueza cultural se fomenta una cultura de la pobreza".
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