NOTITARDE, Valencia, 2 de junio de 2013
El Cuerpo y la Sangre de Cristo (Lc. 9, 11-17)
Pbro. Lic Joel de Jesús Núnez (Notitarde / )
El domingo pasado los cristianos católicos celebramos litúrgicamente el misterio del que parte la revelación cristiana, como es el misterio de la Santísima Trinidad; hoy celebramos el misterio central, la cumbre de nuestra fe que está en la Eucaristía, en el Sacramento del altar, donde se hace presente el Cuerpo y La Sangre de Nuestro Señor, Jesucristo. Es decir, la persona entera, viva, real, en Cuerpo y alma, en Sangre y divinidad porque así el mismo Señor lo estableció en su vida pública y de manera especial en la Última Cena y en el Sacrificio de la Cruz. La Santa Misa, no ha sido un invento de la Iglesia Católica, sino que ha sido un sacramento, un signo de su presencia viva que ha querido dejar Jesús para el provecho espiritual de todos los fieles.
Como lo leemos en el evangelio de hoy, se nos recuerda el pasaje de la multiplicación de los cinco panes y dos pescados, con lo cual Jesús sació el hambre de la multitud que lo seguía y escuchaba sus enseñanzas. Éste milagro fue prefiguración de lo que sucedería en la última Cena y del nuevo milagro de la Eucaristía que Jesús dejaría en su Iglesia para ser alimento y fortaleza en el camino del creyente. Esto fue lo que Él mismo nos dejó en la noche en que cenando celebraba la Pascua con sus discípulos y allí les dijo estas palabras: “Tomen esto es mi Cuerpo, beban esta es mi Sangre, hagan esto en memoria (conmemoración) mía” y los que estudian seriamente las Escrituras saben que la palabra “memoria” y “conmemoración” significa actualización, presencia actuante; es decir, cada vez que se celebra allí se actualiza; lo que se celebró en el pasado, como el Sacrificio de Cristo en la Cruz, llega a nosotros y se actualiza ahora por el único sacrificio de la Misa donde Cristo se nos da como alimento bajo las apariencias de pan y vino, que por las palabras de la Consagración, dichas por el sacerdote se convierten en el Cuerpo y Sangre de Cristo. Comer su carne y beber su sangre es garantía de vida eterna, de resurrección futura; no es un comer en sentido figurado, es comer realmente el pan y el vino consagrado como en la Última Cena que tienen identidad con el Cuerpo y la Sangre del Señor. San Pablo en su primera Carta a los Corintios nos habla de la Eucaristía y cómo las primeras comunidades cristianas la celebraban en el domingo para cumplir el mandato del Señor y así hasta el presente. (1Cor. 10, 16-17; 11, 17-27). Por tanto, en cada Eucaristía, en cada Misa que se celebra está Jesús realmente presente, vivo, actuante y desde allí bendice, fortalece, nutre, sustenta y guía al cristiano que se acerca con fe y por la fe en sus palabras, a recibir la Comunión, se hace uno con Jesucristo y es invitado a vivir la comunión con los hermanos.
El día de Corpus Christi, como se conoce este día que litúrgicamente celebramos los cristianos católicos, tiene algo que lo distingue, porque aparte de profesar la fe en la presencia de Jesús en la Eucaristía (como se hace el Jueves Santo), se hace una procesión pública, para que la gente sepa que los católicos tenemos como núcleo y culmen de nuestra fe la Sagrada Eucaristía, donde creemos, por la palabras del evangelio que Cristo está allí presente; su persona entera, aunque no lo podamos ver con los ojos físicos, con los ojos de la fe lo contemplamos, lo adoramos y permanecemos unidos a Él. La procesión que se hace después de la Misa, expresa esta fe de nosotros los cristianos católicos y de la cual tenemos que tomar mayor conciencia; porque Jesús está con nosotros, camina con nosotros y es el alimento que nos nutre y sostiene nuestras vidas que peregrinan hacia la casa del Padre.
El Cuerpo de Cristo se hace presente por, en y para la Iglesia; porque también la Comunidad de fe es el Cuerpo de Cristo. El pan consagrado es el Cuerpo de Cristo y la Iglesia es su Cuerpo Místico (como lo dice San Pablo en una de sus cartas). Así, quien comulga el Cuerpo y Sangre de Cristo está llamado a la fraternidad y unión con sus hermanos de fe, a romper las barreras del odio, de la indiferencia, de la indolencia y a comprometerse con el otro; especialmente con el que sufre y pasa hambre. Así la Eucaristía hace la Iglesia y la Iglesia en sus sacerdotes y fieles hacen la Eucaristía, pues no sólo la celebran, sino que de ella salen impulsados a vivir la comunión, la unidad y fraternidad.
Ida y retorno: estamos en el mes de junio, dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, pidámosle la gracia de tener los mismos sentimientos de su corazón, que seamos testigos de su amor en medio de un mundo cargado de violencia, odios, rencores, maldad y guerras. Que aprendamos a ser mansos y humildes de corazón como Él. Que en este mes dedicado a Cristo, podamos recibir muchas bendiciones y estemos abiertos a recibir sus dones en nuestras vidas y que Carabobo y Venezuela entera sean custodiados por su poder y su bondad. Que el mal sea vencido con su fuerza y vivamos en paz.
Estamos también a la mitad de este año 2013, propicio para evaluar el camino recorrido, rectificar o proyectar el futuro.
EL UNIVERSAL, Caracas, 2 de junio de 2013
Cinco razones para creer en Dios
La primera de las Hiperinfinitudes -la más "sencillita"- es la del Universo en el Espacio
EMETERIO GÓMEZ
Hay dos Nociones de Dios claramente distintas y cuya diferencia conviene enfatizar. Porque basta con que una de ellas sea absolutamente incontrovertible, para que nuestras vidas tengan sentido y, sobre todo, para que nuestro Espíritu pueda encontrar algún asidero. Sentido o asidero que no son nada fáciles de lograr en esta Tragedia Profunda que es Lo Humano.
Una de esas dos Nociones es la de Dios como Creador del Hombre, del Universo y de todo lo que existe. Respecto de ella es perfectamente planteable la posibilidad y aun la más plena libertad de Creer o no. Es (sólo) respecto de esta primera Noción de Dios que puede tener igual sentido el Creer o no, el ser Creyente o Ateo. Y cada uno de los dos bandos -con la misma fuerza- puede juzgar inconsistentes las posiciones del otro. Y cada uno puede reforzar sus convicciones cuanto desee... ¡¡que para eso, precisamente, es el Libre Albedrío!! Pero no es esa la Noción de Dios a la que yo quiero referirme.
La que me interesa es la otra, ¡¡aquella ante la cual no tenemos el más mínimo margen de Libertad!! y que se nos impone de manera indiscutible: Dios como el Misterio Absoluto, radicalmente inescrutable, que rodea nuestra Existencia y en el que ésta se incrusta. Un Misterio quíntuple que -con toda seguridad- ninguna ciencia podrá resolver jamás (dicho esto con una certeza cercana al fanatismo, pero ferozmente ajena a él). Un "Misterio Quíntuple", digo, porque hay cinco razones poderosas, cinco esferas en las que Dios se manifiesta de manera contundente y que nos eliminan la disyuntiva de Creer o no. Cinco Razones que convierten a Dios, no en un Dogma de Fe, ni en una Creencia, sino en una Realidad, una Realidad Incontrovertible ¡¡que está mucho Más Allá de cualquier Ciencia, Lógica o Pensamiento Racional!!
Esas cinco Razones (con un pequeño Crescendo entre ellas en cuanto a la fuerza o la profundidad insondable que cada una tiene), esos Cinco Motivos para creer en Dios, decíamos, son: 1) La Infinitud Absoluta del Universo en el espacio. 2) La Infinitud Absoluta del Universo en el tiempo. 3) La Infinitud Absoluta de cada uno de los Espíritus Individuales. Mas (referida a estas primeras tres Razones) nuestra radical imposibilidad de captar el Sentido Último ni del Universo ni de nuestro Espíritu, por más que todas la Ciencias -las del Cosmos y las de la Psiquis- puedan desarrollarse. "Razón" por la cual hablaremos, más que de Infinitudes Absolutas, de Hiperinfinitudes Radicales. 4) Nuestra indudable posibilidad de Crear el Bien; de imponérnoslo volitivamente a nosotros mismos. Y, 5) la incuestionable capacidad del Espíritu Humano para trascender esas cuatro limitaciones y acceder a la Esfera de lo Absoluto.
La primera de estas Hiperinfinitudes -y la más "sencillita"- es la del Universo en el Espacio. Basta llegarle a esa Hiperinfinitud "Simplona", a esa Inacababilidad Material Radical, basta acceder a la certeza de que el Universo no se acaba jamás, que podemos estar viajando en la misma dirección, a una velocidad trillones de veces superior a la de la luz, durante cuatrillones de años, con la certeza infalible de que el Universo ¡¡jamás se nos acabará!! Pero, sobre todo, basta imaginarse la Nada Aterradora que vendrá después, la que se aparecerá ante nosotros, si por fin -mil novecientos quintillones de milenios más tarde, repito, a la velocidad de la luz- lográsemos llegar a los confines del Universo; bastaría con ello, con la visión de esa Nada Infernal, decíamos, para empezar a Creer en Dios. Se acabó el artículo con sólo una de las Razones. Continuaremos.
Ilustración: Sigfredo Chacon
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