EL NACIONAL - Miércoles 29 de Mayo de 2013 Opinión/7
Ética del petróleo
CARLOS RASQUIN
Recientemente, este diario (28-4-2013) jerarquizó en primera página una noticia que no recibió la resonancia que merecía. Las disidentes cubanas Damas de Blanco, en gira internacional, pidieron a Venezuela que no regalara más petróleo a Cuba: ¡Estremecedor! La insólita noticia del audio de Silva, le dan más relevancia al tema de nuestra patética relación con el régimen castrista.
Inevitables beneficiarias de ese regalo que permite que tengan más electricidad, movilidad de vehículos, etc., en su país, sin embargo optan por denunciar esa dadiva del gobierno chavista. Son contundentes en declarar que eso representa oxígeno para una dictadura que impone dominación y retraso para su país.
Esto plantea considerar una ética del uso del petróleo que también nos concierne profunda y sustancialmente. Los venezolanos también deberíamos reclamar y exigir que no se regale el petróleo, ni fuera ni dentro del país. El petróleo no es para regalarlo sino para utilizarlo como palanca de desarrollo colectivo.
Muchos especialistas divagan cuando se discuten los perversos efectos de la renta petrolera y se distancian de la famosa sentencia de Juan Pablo Pérez Alfonso al denominarlo "estiércol del diablo". No era ajeno el fundador de la OPEP de la obvia palanca de desarrollo que el petróleo significó para Venezuela, pero tenía muy buenas razones para escandalizarse por los usos ajenos a su siembra generadora de progreso y modernidad.
Nunca como en estos 14 años se había visto un uso más perverso y dañino de la renta petrolera. Hemos sido testigos de cómo ha sido utilizada para subordinar, chantajear y someter electoralmente a una gran parte del país, sin interés en hacerlos parte de una entidad trabajadora y productiva, sino indigentes crónicos, dependientes de una misión de subsistencia.
Cada día la renta petrolera es menos una palanca de desarrollo y más una palanca de manipulación para perpetuarse en el poder. Se regala la gasolina y la construcción y mantenimiento de infraestructura, pero, además, se asfixia a los restantes sectores productivos y empleadores del país. Lo que denuncian las Damas de Blanco es escandaloso. Se concede una parte de la producción petrolera para uso de la oligarquía de los Castro.
El regalo petrolero a Cuba es un caso insólito de seducción política, en razón de retorcidas condiciones de la personalidad de Chávez (requerido de instrumental de omnipotencia, que Fidel le proveía), que además del costo económico ha lesionado la soberanía nacional y nos ha dejado en un vergonzoso capítulo histórico de colonialismo "revolucionario".
Para los venezolanos todos, ciudadanos, así como son sencillas ciudadanas las Damas de Blanco, está planteado concientizar y exigir un uso ético del petróleo, que diferencie la manipulación politiquera de los afectados de pobreza y la persecución de todo aquel que tenga algo, pues de esa manera se degrada la convivencia, el trabajo, los servicios sociales en manos del Estado, el desarrollo y la democracia.
Para las aspiraciones de este gobierno populista salvaje es suficiente con que sólo exista el dominio de la renta petrolera que percibe (muy disminuida por la ineficiencia técnica y el reparto "estratégico"). Lo demás le estorba. Para lograr este propósito se generan otros eventos perversos, como el control de cambio permanente y la terrible cadena de corrupción que lo acompaña.
Tenemos el reto de desarrollar colectivamente un código ético del uso del petróleo, con el cual confrontar y medir a la dirigencia política que esté en escena, pues del ejercicio de este buen sentido común dependerá que esa inevitable y determinante realidad que es ser un país petrolero nos conduzca a progresar o corrompernos en el uso político y de borrachera asistencialista de charlatanes simpaticones que manipulan la necesidad.
Quizás este sea el punto crucial de nuestras diferencias, hoy tan polarizadas: cómo disponer y usar la renta petrolera; el voraz saqueo manipulador y demagógico, ajeno e ignorante del desarrollo, pero con rentabilidad electoral o la inversión en infraestructura, capacitación y aliento a la productividad. El bochinche petrolero o la ética sensata del desarrollo.
Ya basta de tanta locura.
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