Fascismo vernáculo
Ox Armand
Alguien dijo por ahí que resulta inevitable la explicación de las personas, el mundo y las cosas, partiendo de nuestras inmediatas circunstancias, entornos y vicisitudes. La gracia está en descubrir, desde la escolaridad, que hay algo más allá de nosotros. Informarnos, conocer y sentir, sería el triángulo inicial que forma nuestras convicciones y nos ayudan a interpretar nuestras experiencias personales y colectivas. A lo sumo, muy influidos por la versión que Umberto Eco tiene de lo que llama el “Ur-fascismo”, introducida en Venezuela por Manuel Caballero en “La gestación de Hugo Chávez” (descargable en: http://books.google.co.ve/books?id=QcjVOvd2eZAC&printsec=frontcover&hl=es&source=gbs_ge_summary_r&cad=0#v=onepage&q&f=false), nos negamos a meditar el fenómeno, desde nuestra mismísima realidad. Por ejemplo, hay un sentimiento militarista profundamente arraigado que facilita una cierta devoción, no hacia la institución castrense, sino a favor del “caudillo” que ha logrado jefaturarla; nuestros relatos cotidianos de supervivencia y de viveza, se inscriben con facilidad en las epopeyas históricas (y las del presente), por sospechosamente falsas que fueren; e, irremediablemente mestizos, por etnicidad y cultura, nos atrevemos a discriminar al que es diferente por su procedencia racial y hasta por obesidad, estrato social o formación académica, banalizando las enseñanzas – por lo menos fílmicas – anglosajonas. Por consiguiente, hay un caldo de cultivo para el fascismo vernáculo que el gobierno y sus antropólogos, comunicadores, sociólogos e historiadores, adivinan al ritmo de los incansables estudios de opinión para el trabajo de supervivencia, alcanzando una insospechada vertiente de lo que Michael Foucault llamó el “poder pastoral” (capítulo también descargable: http://books.google.co.ve/books?id=nNdnA-rgObgC&pg=PA84&dq=Poder+pastoral+foucault&hl=es&sa=X&ei=XwWqUY-iG47U9ATT-YGgBA&ved=0CC8Q6AEwAA#v=onepage&q=Poder%20pastoral%20foucault&f=false). Valga complementar, para que haya fascismo, siendo tan escasa esta comunidad en Venezuela, distinto a lo que ocurre en países como Argentina, no necesariamente ha de existir judíos a los cuales combatir. Bastará el desprecio de cualquier “minoría”, por su única existencia, para esbozar los síntomas. Sin embargo, revisando un poco la historia, mejor retratada en la prensa, hemos contado con algunas manifestaciones contemporáneas del fascismo clásico.
A guisa de ilustración, recomendamos la lectura de la edición nr. 28 de la revista “El desafío de la historia” (Caracas), dedicada a la presencia y agresión nazi en la Venezuela de la II guerra mundial (antes y durante), o el capítulo correspondiente de “Venezuela, política y petróleo” de Rómulo Betancourt que versa sobre la decidida postura de la minoría unificada de la oposición en torno a las actividades conspirativas de cuño hitleriano en Venezuela. Nos permitimos citar, revelando que la materia no estuvo definitivamente superada en nuestro país, aunque sin la jerarquía de las denuncias noveladas por Abel Posse hacia el sur del continente, algunos apuntes de prensa: Grupos neonazis operan en Venezuela (El Globo, Caracas,19/03/1994); Paco Ortega, "¿Martin Bormann en Caracas?" (Élite, Caracas, nr. 2045 del 05/12/64); extraño secuestro de estudiante de la UCV, quien dice estar en manos de una organización nazi (El Nacional, Caracas, 01/06/65); Juan Carlos Palenzuela: la minoría unificada denuncia al nazismo en Venezuela. (El Nacional, 07/10/79); Alicia Briceño comenta el brote nazi-fascista en Caracas. (Momento, Caracas, nr. 481 del 03/10/65); o, relacionante, Ligia Montañéz y la discriminación racial. (SIC, Caracas, nr, 500 de 12/85); y Manuel Moreno, "El caballete: Entre Borges, los negros y Tomás Eloy". (El Nacional, 10/11/82).
Sobre nuestro fascismo histórico, habría que plantearse tres problemas. Por una parte, la supervivencia de la escuela positivista en Venezuela que, casi desapercibidamente, todavía nos explica como patria, nación, país o colectivo. Sobre todo enganchados (hoy diríamos: enchufados) con los regímenes de Gómez, López Contreras, Medina Angarita (aunque a Nora Bustamante lo esquivó muy bien en su conocida obra sobre esta presidencia), Pérez Jiménez o, de haber ganado las elecciones en los años ’60, eventualmente Uslar Pietri, ya son clásicas las decisivas contribuciones al pensamiento venezolano de Laureano Vallenilla Lanz, César Zumeta, Pedro Manuel Arcaya o Luis Razzetti. Características importantes del positivismo: la raza, siendo nuestra mezcla contraproducente y necesitada de una mayor pureza europea para reivindicar valores como el ingenio y el trabajo (nada gratuita es la conseja de “mejorar la raza”, como consigna muy venezolana, ni extraña la denuncia de Laureano Vallenilla Planchart sobre la maldición de la sangre aborigen); la transformación del medio físico, que equivale a una violenta urbanización modernizadora; entre otros detalles, como la adscripción a los procesos evolutivos, la preparación para la libertad o la confianza en un “césar”. Al respecto, el extinto Congreso de la República editó las magníficas colecciones del pensamiento político venezolano de los siglos XIX y XX, donde se extiende sobre el tema, pero creo que “El pensamiento político positivista venezolano” de Arturo Sosa Abascal (1985) arroja suficientes luces en la materia. Huelga comentar cuán fácil es saltar del positivismo al fascismo, incluso, una variante del nazismo, porque – aún no arios – daría ocasión para plantearnos una especie de raza superior a la venezolana.
Por otra parte, la historia revela pequeñas o fuertes simpatías hacia el nazi-fascismo, como la fiesta alusiva que se hizo en el Liceo de Aplicación en Caracas, hacia 1970, combatida la probable aparición de un movimiento juvenil afín por la presencia y el combate, necesario es reconocerlo, de las corrientes demócrata-cristianas y marxistas que no le daban cuartel. Más atrás, al lado de las convicciones, lucen importantes la desinformación y las circunstancias políticas, propensas a favorecer la política vaticana a las puertas del tratado de Letrán, que nos inclinaron a admirar a Mussolini. Jesús Eloy Gutiérrez examinó, por ejemplo, las reseñas del diario “La Religión” entre 1923-1935, en una obra editada por la Contraloría General de la República (1999), que tendía a convertir casi en un ideal la dictadura del Duce. Digamos que, entre nosotros, dada la supervivencia de la Iglesia Católica y el duro gomecismo, quizás puedan comprenderse tales posiciones. Empero, a las puertas de la II guerra mundial, hubo corrientes simpatizantes con los aliados y los países del eje. Puede afirmarse que, por convencimiento, algunos positivistas miraron con agrado la alternativa nazi-fascista, frente a la comunista que los atormentaba, desconocidos los dramáticos acontecimientos del holocausto, pero también – en funciones de gobierno – que les inquietaba y tomaban precauciones ante una probable victoria hitlero-mussoliniana, siendo Japón el gran desconocido. En su infaltable “Venezuela-Estados Unidos, 1939-1945” (1993), Freddy Vivas Gallardo ensaya una lista de nuestros simpatizantes por el eje, destacando: Tulio Chiossone, Arturo Uslar Pietri, Rafael Alfonzo, Luis Gerónimo Pietri, Gustavo Zingg y Enrique Blohn. Petróleo por delante, Venezuela jugó una posición de neutralidad que, finalizando el conflicto, zanjó Medina Angarita declarándole formalmente la guerra a los países del eje para entrar – además – a las Naciones Unidas. Por lo menos, la prensa caraqueña de entonces hizo más de espectadora, salvo los órganos de las izquierdas de entonces, inequívocamente firmes contra el nazi-fascismo. Los magazines de temas generales, o más ligeros, progresivamente se endurecieron hasta extremar sus demandas de castigo a los líderes derrotados, experimentando una inmensa tristeza por la muerte del apóstol Roosevelt.
Por último, me preocupa que la debilidad doctrinaria e ideológica de los actuales partidos de la oposición, vista la peligrosidad totalitaria que representa el chavismo aliado a los hermanos Castro (y probables sucesores), ayuden a alimentar a una ultraderecha que expone sus simplicidades como un mandato cuasi histórico. Peña Esclusa, el más notable, está descartado por la consabida situación que atravesó y quizás todavía atraviesa. Pero dirijo mi mirada a un conato de movimiento juvenil que tuvo el coraje de intentar el sabotaje del acto de la MUD de enero próximo pasado, como no lo tuvo con los actos del gobierno que juran combatir. Neoperejimenistas, comenzaron con algunas actividades de propaganda en la UCV, pero fue el oficialista Movimiento 28-M el que los replegó y acobardó. Se dice que hay figuras acaudaladas que los estimula y financia, añadido un experto petrolero, adulto-contemporáneo, que se hizo sus mejores galas retóricas cuando ocurrió la conocida “toma militar” de Plaza Altamira, después del paro, pocos años atrás. Lo cierto es que esos muchachos dicen encontrar razones para una posición – además – cómoda contra el chavismo y su negraje; se han distraído con internet a través de una página que, iniciada con el saqueo de las fotografías ajenas, se dedica a recordar el pasado y a exaltar a Pérez Jiménez; y que, entre ellos, según fuentes confiables, los hay declaradamente neo-nazis. Y, ya vimos, cómo es fácil saltar del positivismo al fascismo.
Fuente: http://opinionynoticias.com/opinionpolitica/15397-fascismo-vernaculo
Fotografía: Billiken, Caracas, nr. 984 de 1945.
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