sábado, 8 de febrero de 2020

EVASIÓN

De las amables generalizaciones
Luis Barragán 

Simplificándola, la política  es pensamiento, acción y emoción. Hacerla es generarla, intentando ampliar el compromiso que acarrea para afrontar los problemas reales e imaginarios que tejen la realidad.

Nada farmacéutica la fórmula, lo enunciado  ayuda a remediar un asunto que, en el fondo,  lo explica el retroceso alcanzado en términos de cultura política, porque las generalizaciones se han convertido en un terco hábito que, a  veces, concede un incomprensible prestigio. Hablar paja, afortunado y pertinente venezolanismo, goza también de audiencia, sobre todo por el pacto tácito de no arriesgar por  alguna opinión  emitida.

La universidad constituye un magnífico ejemplo, porque está atiborrada de dificultades que esconden o dicen esconder una clara determinación de ultimarla.  Al referirnos a los actores y sus intérpretes, destacamos tres notas, con las excepciones de rigor: aún con el agua al cuello, los actores universitarios públicamente no plantean el drama, procurando privadamente aliviarlo; los actores políticos, creyéndose completamente ajenos,  dejan a la deriva a los universitarios, so pretexto de otras gravedades; e, infaltables, sobran los intérpretes ex post facto de los grandes o pequeños acontecimientos, capaces de pedir lo que jamás concederán.

Al iniciarse diciembre próximo pasado, tuvimos oportunidad de compartir un foro con el estudiantado de una universidad  privada, cuyas autoridades presuntamente solicitaron no divulgarlo, compartiendo el panel con un destacado profesor de derecho: expusimos nuestra perspectiva, sorprendidos por el tono tan contundente y hasta radical del docente, quien se ofreció para ayudar en el trabajo parlamentario por un proyecto de Ley de Defensa de la Autonomía. Por supuesto, sólo dedicó su aplicación telefónica a descalificar a propios y extraños, sin asomo de un aporte específico y concreto; por ello, nos sorprendió de nuevo, dictando cátedra en torno a  la universidad, una semana y media atrás, en otro foro más modesto que nos tuvo entre el público, negado después a lanzar un Tweed tan encendido como su intervención frente a  quince personas.

Muchos profesores y dirigentes estudiantiles prefieren – otro venezolanismo – pasar agachaos, excesivamente sigilosos ante la peligrosa coyuntura que puede acabar con el oficio de la enseñanza, prefiriendo las generalizaciones.  No realizan el menor esfuerzo y, a lo sumo, desde su experticia, balbucean alguna abstracción que no los comprometa: justamente, generar la política es comprometerse desde el ámbito inmediato de actuación, pendientes de los asuntos verdaderos en lugar de los ficticios. Y, seguramente, cuando superemos al régimen, se dirán héroes de una gesta que cuidarán de inflar para que  quepan todas las medallas de sus inocuidades.

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