José Martínez de Toda, S.J.
Comentario dialogado al Evangelio que se proclama el Quinto Domingo del Tiempo Ordinario A, para el domingo 9 de febrero. El texto corresponde al Evangelio de San Mateo 5, 13-16.
"Ustedes son la luz del mundo"
¿Cómo ser más eficientes?
- "Yo haré el trabajo". Y comenzó a golpear con fuerza el hierro, pero a cada golpe que daba, su filo se iba dañando hasta que quedó sin nada de él.
- "Déjame a mi", dijo la sierra. Y comenzó a trabajar la superficie del hierro hasta que sus dientes se gastaron y se rompieron. Y se dio por vencida.
- "Ah", dijo el martillo, "ya sabía yo que no lo iban a conseguir. Mírenme a mí". Y después del primer golpe, el martillo voló por el aire y la viga de hierro seguía igual.
- "¿Me dejan intentarlo?", preguntó tímidamente la llama de fuego.
- "Ni lo intentes", le contestaron el martillo, la sierra y el hacha. "¿Qué puedes hacer tú?"
Pero la llama rodeó el hierro, lo abrazó, lo calentó y no lo dejó hasta que se fundió bajo su influencia poderosa. La persistencia de la pequeña llama rompió la viga de hierro.> (Félix Jiménez, Escolapio)
Así ocurre también con la gota de agua. Una detrás de otra es capaz de perforar una roca. Y "caen más moscas en una cucharada de miel que en un tonel de vinagre" (S. Francisco de Sales).
Jesús utiliza otra comparación: "Vds. son la sal de la tierra y la luz del mundo"
¿Por qué nos llama Jesús "sal de la tierra".
En esta gran olla, que es nuestro mundo, hay toda clase de ingredientes: droga, violencia, abuso sexual, explotación, esclavitud, avaricia, escándalos...
Y el Señor nos dice: "Ustedes son la sal".
La sal sirve para preservar los alimentos, la sal es fuente de vida. Da sabor a la comida, la preserva. La sal no es egoísta, se diluye, no se ve, es simplemente para los demás.
La sal se parece a los lentes en que ambos son pequeños, pero su utilidad es muy grande.
Esta es nuestra misión: ser sal, dar sabor a esta enorme olla, dar el sabor del bien, del servicio, de la generosidad, del evangelio, de la cruz de Cristo y de su resurrección; preservar nuestro ambiente, nuestro barrio, nuestra comunidad para que no se corrompa, para que la vida florezca, para que la paz y la justicia sean para todos, para que la salvación de Cristo llegue a todos, para que el mal y el maligno no triunfen.
La sal es la metáfora perfecta para el pueblo de Dios, pues debe actuar como factor activo de preservación y debe clamar al mundo para que obedezca las indicaciones de Dios. No podemos aislarnos y dividirnos en grupos, a quienes el mundo no presta atención. Debemos ser una fuerza organizada y hacernos sentir. Unidos podemos más.
¿Por qué nos llama Jesús 'luz del mundo'?
Dios es nuestra luz (1 Jn 1,5). Jesús nos dice: "Yo soy la luz del mundo"
Pero añade que nosotros también somos 'luz del mundo', ciertamente no por méritos propios, sino por la luz que nos da Cristo. Nuestra luz viene de nuestra relación con Cristo. Nuestra luz no es nuestra, sino es el reflejo de la luz de Jesús.
Dios habita en nosotros en la medida en que somos luz para nuestros hermanos; si andamos en la compañía del Señor, la luz se irradiará.
El tiempo de Jesús en la tierra era limitado, y ésta era demasiado grande para Él como hombre. Por eso encarga a sus discípulos que iluminen el mundo.
Cristo quiere que cada uno de nosotros sea una luz – unos más pequeños otros más grandes, pero todos brillando – ¡mil puntos de luz – un cielo estrellado! Si cada cristiano encendiera su luz, el mundo sería muy diferente. Cristo quiere que vayamos a sembrar e irradiar luz.
En la vida humana hay valores importantes por los cuales luchar y comprometernos: el pueblo, la familia, la educación cristiana, la formación de criterios de vida y de acción, la justicia, la libertad...
En un mundo de tinieblas estamos llamados a trabajar por el triunfo de la luz, desde las pequeñas actividades de cada día. La luz es también símbolo del conocimiento intelectual.
No podemos ser invisibles. Dice Jesús:
"No se enciende una lámpara para dejarla escondida, sino que se pone sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en casa" (v. 15).
¿Cómo podemos llegar a ser 'luz del mundo'?
A través del testimonio. Dice Jesús: "Así alumbre la luz de Ustedes, para que vean sus buenas obras, y glorifiquen a su Padre que está en los cielos" (v. 16).
Jesús pide no sólo hablar de Él, sino que vean nuestras obras de servir a los demás.
San Ignacio de Antioquia escribió en una de sus cartas: "Así como el árbol se conoce por sus frutos, así también los que se llaman cristianos se conocen por lo que hacen."
El servicio, acompañado del sacrificio, acerca a la gente más a Cristo.
La Madre Teresa de Calcuta es un ejemplo perfecto, pero toda comunidad tiene sus santos dedicados a servir silenciosa y poderosamente a los necesitados. Los santos, de verdad, son la luz del mundo.
Si nos amamos los unos a los otros, nuestro amor se manifestará en obras de caridad.
¿Cuáles son las fuentes de la luz?
Dios nos ofrece dos fuentes de luz: La Palabra y la Eucaristía. Dice el Salmo 119:
- "Tu Palabra es una lámpara para mis pasos, luz en mi sendero" (Sal 119, 105).
Y en la Eucaristía podemos encontrar toda la luz que necesitamos para nuestra vida.
¿Basta con iluminar?
Debemos ser no sólo luz, sino llama que calienta y cambia el mundo,
Debemos ser termostatos, no simplemente termómetros.
Eso debemos ser nosotros: un fuego que enciende otros fuegos.
Fuente:
https://radioevangelizacion.org/noticia/reflexion-al-evangelio-dominical-luz-sal
Ilustración: Melita Denaro,
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