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1.- EL LIBERAL, Caracas, 1837: La edición nr. 69 del martes 5 de septiembre, trae una oferta envidiable. Por ejemplo, el alquiler incluye un mobiliario decente, aunque el "si se quiere" levante alguna suspicacia. Además, el nombre de la calle genera respeto. Empero, quedan en el aire las máquinas de café. Se encuentran ahí, nada más. ¿Estarían contempladas en el contrato seguramente verbal? ¿Se alquilarían también? Además, cuentan con un exclusivo técnico de mantenimiento, dispuesto a prestar sus servicios. Aficionado a la mecánica, pero agrónomo al fin y al cabo. Por lo visto, es la oferta principal. Valga acotar, luce plancentero y cómodo armar y desarmar el "venteador" hecho con madera criolla.
Siendo varias las máquinas, el local parece ideal para un referente comercial. ¿Sería de numeroso tránsito la calle de Cují, en el caso de vender café venteado al detal? El potencial inquilino de hoy, debe buscar un mapa o croquis de la época, pues, la Caracas de aquél entonces, quizá tuvo la esquina y la calle por lejana.
Por cierto, hay palabras de buena sonoridad: por ejemplo, "ventear" y habría que indagar en qué consistía uno de los procedimientos previos para moler el café. No había electricidad y, en consecuencia, no era un simple ventilador como ahora lo concebimos. Otro ejemplo, "contrata" que todavía se oye en el lejano interior de la República. Finalmente, nos permitimos observar que "local" se refiere a un lugar cerrado y cubierto, pero los usos y costumbres venezolanos del anterior y presente siglo, lo remiten rápidamente a un local comercial para distinguirlo de casa o apartamento, el local por excelencia para la vida familiar o doméstica.
2.- EL ECO VENEZOLANO, Caracas, 1911: El extravío es de un perro de caza, nada más y nada menos. Además, dintinguido por el rabo recortado. Admitimos no saber el por qué del recorte todavía vigente que le dá cierto estatus a las mascostas. ¿Sólo ornamental?
A los efectos de la nada despreciable oferta, se entiende que informar (y verazmente) equivale a recuperarlo y entregarlo. Probablemente, fue a fundar familia en otro lar. Puede decirse también de una ciudad pequeña, pero de intrincadas calles y callejuelas prestas al extravío de personas, animales y cosas. La principal pérdida, por aquelos y estos tiempos, fue y es la libertad aunque no arriesguemos un comentario que tiene mejor asidero en otro sitio.
¿Si apareció una burra ya en depósito de la Jefatura Civil, por qué no puede aparecer Jolí? Lo que si no apareció fue "El Noticiero", el periódico publicitado en el ángulo derecho de "El Eco Venezolano".
3.- ÉLITE, Caracas, 1963: Los actuales cursos de idiomas, o los que fueren, por "on line", tienen por meritorísimo antecedente el empleo del correo postal. Y Federico C., atento siempre a la otra demanda, ofrecía los suyos, "único en su tipo en Latino-América". Ciertamente especial, porque hablabla del corte italiano. Además, conveniente para la ciudad sin el servicio del Metro, con un Chacao distante para la mayortaria población que tenía a Plaza Venezolana también por remota. Por ello, la corresondencia ahora incomprensible para las nuevas generacioes.
Creemos que está de anteojito la pregunta: ¿Cuán efectivo fue un curso de peluquería por correspondencia? Sería algo doblemente costoso, por el precio que se agregaba a la folletería gratuitamente distribuida y por el ejercicio práctico. Es de suponer que para la novel peluquera (por la época quizá era un insulto el término peluquero), resulta indispensable el voluntario o el cliente desprevenido para perfeccionarse en las artes del pelo o cabellera.
Otra cosa, hoy ya no hay las opciones antiguas para estudiar y adiestrarse. Las academias comerciales y las instituciones oficiales era muy numerosas y competitivas.
4.- EL UNIVERSAL, Caracas, 1929: Ovidio J., ofrece sus propios bombillos, además de los "Osram", a real y medio. Entre las esquinas de Pajaritos y Las Palmas, al parecer, el lugar afamado para el comercio al detal, con cuatro dígitos telefónicos, lleva las piezas a las puertas de la casa. ¿Los fabricaba el propio Gásperi, o no? En cualesquiera dos casos, llama la atención por su interés precursor. La misma ciudad capital no gozaba de un masivo servicio eléctrico, pero el fabricante o comerciante a lo mejor trató de echar los cimientos de una empresa que creciera al ritmo de una industria promisoria, como la eléctrica. ¿Tuvo éxito? ¿Fue barrido por los más poderosos empresarios importadores de una bombillería de prestigiosas marcas? ¿Resultó absorbido? ¿O se trato de un pequeño local comercial, nada más?
5.- LA RELIGIÓN, Caracas, 1915: La entrega sabatina del 2 de enero, trae el anuncio comercial. Con dirección provisional de Veroes a Jesuitas, y telefónos de cuatro y tres dígitos, la oficina de abogacía (denominación que muy luego se perdería, a favor de bufete y, ahora, escritorio jurídico), contaba con un socio notable. Podemos apreciar la disposición y variedad de ámbitos atendidos y el alcance nacional del despacho. Ignoramos las causas y cuántas personalmente llevó el ilustre historiador, reservándole quizá las más intrincadas en las altas esferas gubernamentales, o si, por el solo nombre dispensado, devengó sendos honoraios, sabiéndolo ocupado por otros oficios. Dos impresiones suscita: a una, que fuera del gobierno, diligenciaba su supervivencia; y, la otra, no había Ley Orgánica de Salvaguarda (más precisa, por cierto, que la equivalnte de ahora), capaz de tipificar determinadas situaciones del funcioariado público y de su relación con los administrados.
(LB)
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