sábado, 8 de febrero de 2020

AL MENOS, DEBEN TENER EN MENTE A LAS VÍCTIMAS DEL RÉGIMEN

De la universidad y sus razones
Luis Barragán

La universidad venezolana atraviesa una crisis existencial, sin precedente alguno. Algo más que  una dictadura, pretenden – en última instancia – militarizarla, conatelizarla y pedevalizarla, siendo apenas un  dato el propósito de reducirla a un fraude electoral que remite  – es necesario reiterarlo – a un fraude constitucional. 

Todavía nos imaginamos, cultivándola, una crisis convencional en la que los crisipetas, feliz término de Juan Nuño,  procuran un reacomodo a cualquier precio, mientras cursa la realidad sublimada. Confrontamos una gravísima situación a la que también contribuyeron quienes estuvieron por siempre llamados a defender nuestras casas de estudios, pretendiendo  postergar ad infinitum el desenlace. Por lo pronto, enunciándolas, hubo y hay razones que explican parcialmente las posturas decididas al lado de otras vacilantes, por no decir entreguistas, respecto a una institución que igualmente  explicó el advenimiento y sostenimiento de la República, ahora severamente en peligro.

Digamos, persiste una explicación de la universidad, apartando los consabidos y más elaborados enfoques, como agencia de las movilidades sociales, tan afín a la evolución de la renta  petrolera, al lado de aquélla que sólo la concibe como vanguardia complementaria de un proceso revolucionario, propio del imaginario social de los celebérrimos ´60 del ´XX.  Para unos, divorciándola del país, lo importante es salvaguardarla gracias a una exclusiva dimensión académica, aspirando a la propia supervivencia que deviene burocrática, mientras el proceso consumado, o en vías de hacerlo, teóricamente la  relega  a un centro superior y forzado de adiestramiento y de producción que implica eliminar la noción de la misma universidad.

Operando como un poderoso mito, la completa gratuidad de la enseñanza superior autorizó el ingreso de aquellos que, incluso, no tienen vocación por ella, olvidando el reclamo de opciones tanto o más legítimas para la realización personal,  a la vez que se convirtió en trinchera de fracasadas organizaciones políticas que subsistieron gracias al presupuesto público, generando grupos clientelares diversos de los cuales, no pocos, ejercen hoy el poder en Venezuela. Lumpemproletarizado el país, demolido el referente principal de las clases medias, socialmente el proceso la identifica como una amenaza de mediano y largo plazo para sus afanes continuistas, por todo lo que representa de valores y principios que chocan con la realización criminal del Estado que ha dejado de serlo, simplificado en las mafias que pugnan por dirigirlo definitivamente.

Por menos de lo que ahora acontece, años atrás, la autonomía universitaria se integró a la agenda nacional de los problemas y, además, hábilmente,  fue confundida y personificada a través de Jesús María Bianco, útil símbolo que ya no tiene equivalentes, huérfanos de la mística universitaria que alcanzó sus más altos decibeles hacia 1958, deshilachándose luego en ecos que tardaron en apagarse.  Salvo honrosas excepciones, está en cuestión el liderazgo de las autoridades y gremios universitarios que suelen apostar por la cohabitación con el régimen, aunque no aparezcan en Noruega o Barbados,  procurando un tratamiento absolutamente silencioso de las vicisitudes que padece la universidad y, a veces, esperando por un hecho fortuito, no hacen las diligencias que se asemejen un poco a las de Juan Guaidó, por decir lo menos, por mucho que cautelosamente lo respalden. 

Cfr.
Fotografía: Homenaje a las víctimas de las jornadas de 2014. Plaza Altamira, Caracas (¿2015?).
11/02/2020:
https://www.caraotadigital.net/opinion-1/de-la-universidad-y-sus-razones?fbclid=IwAR30qq3Qhi_ToZTAJe5SA-j1ap2lVNAS_NCPwIp6makc9cxtYDEsKhdAsDY

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