domingo, 26 de abril de 2020

VICISITUD Y VIVENCIA DE LA PANDEMIA

Del más allá y más acá
Luis Barragán

Extendida la  cuarentena, con todas sus vicisitudes y vivencias, seguramente se integrará a la tradición oral de cada  familia por varias generaciones, aún las más dispersas,  hasta diluirse en la grata e ingrata anécdota de ocasión.  A la postre, solapadas, serán diferentes las versiones que sobrevivan para explicar la suerte que nos ha tocado, como ningún antecesor en cien años a la redonda – sencillamente -  le tocó. 

Más allá, convengamos, al consabido hecho universal todavía de consecuencias impredecibles, sumaremos la muy  particular situación venezolana, bajo el yugo de la hiperinflación y del precio de la gasolina superior al del propio barril petrolero, por ejemplo. Huelga comentar, se evidencia  la ampliación del terrorismo psicológico que convierte al coronavirus en el extraordinario aliado de un régimen de  tan prolongada como asombrosa agonía.

Más acá, advirtamos, el encuentro con la intimidad hogareña quizá olvidada, reajustada por el impacto emocional de un enclaustramiento al que faltamos por las forzadas excusiones para hallar o tratar de hallar los alimentos necesarios y los medicamentos que sean – apenas – posibles.  Excursiones también de alto riesgo, no sólo por el COVID19 que nos apunta imperceptiblemente a todos, sino por la abusiva y brutal respuesta de los elementos represivos del vapuleado Estado ante el menor gesto de inconformidad.

Las inevitables relaciones de vecindad sufren de frecuentes alteraciones y aplacamientos, sobre todo en los condominios que no soportan los costos de mantenimiento, el desahogo estridente de alguna casa o apartamento, las faltas al protocolo mínimo y común de seguridad sanitaria, los atrevimientos del delincuente de la barriada o urbanización. Hay también  testimonios impresionantes de solidaridad con el que nada o muy poco tiene para comer o requiere urgentemente de algunas pastillas,  el anciano archivado en la soledad de sus penurias o  el odontólogo que no puede abrir su consultorio y el vendedor de cigarrillos detallados que tiene la calle vedada.

Cada quien tiene un testimonio  que ofrecer y, además, archivos digitales que preservar, prometiéndose reorientar la vida en la Venezuela aún petrolera en la que se ha querido convertir el asalto al erario público en una virtud revolucionaria. De cuál será el saldo de todas estas amargas experiencias, responderán mejor los poetas, cuentistas y novelistas  que los cientistas sociales, líderes políticos u opinantes que,  como el suscrito, es  incapaz de hallar las palabras necesarias para transmitir sus propias alteraciones y aplacamientos personales. .

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