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domingo, 26 de abril de 2020

VICISITUD Y VIVENCIA DE LA PANDEMIA

Del más allá y más acá
Luis Barragán

Extendida la  cuarentena, con todas sus vicisitudes y vivencias, seguramente se integrará a la tradición oral de cada  familia por varias generaciones, aún las más dispersas,  hasta diluirse en la grata e ingrata anécdota de ocasión.  A la postre, solapadas, serán diferentes las versiones que sobrevivan para explicar la suerte que nos ha tocado, como ningún antecesor en cien años a la redonda – sencillamente -  le tocó. 

Más allá, convengamos, al consabido hecho universal todavía de consecuencias impredecibles, sumaremos la muy  particular situación venezolana, bajo el yugo de la hiperinflación y del precio de la gasolina superior al del propio barril petrolero, por ejemplo. Huelga comentar, se evidencia  la ampliación del terrorismo psicológico que convierte al coronavirus en el extraordinario aliado de un régimen de  tan prolongada como asombrosa agonía.

Más acá, advirtamos, el encuentro con la intimidad hogareña quizá olvidada, reajustada por el impacto emocional de un enclaustramiento al que faltamos por las forzadas excusiones para hallar o tratar de hallar los alimentos necesarios y los medicamentos que sean – apenas – posibles.  Excursiones también de alto riesgo, no sólo por el COVID19 que nos apunta imperceptiblemente a todos, sino por la abusiva y brutal respuesta de los elementos represivos del vapuleado Estado ante el menor gesto de inconformidad.

Las inevitables relaciones de vecindad sufren de frecuentes alteraciones y aplacamientos, sobre todo en los condominios que no soportan los costos de mantenimiento, el desahogo estridente de alguna casa o apartamento, las faltas al protocolo mínimo y común de seguridad sanitaria, los atrevimientos del delincuente de la barriada o urbanización. Hay también  testimonios impresionantes de solidaridad con el que nada o muy poco tiene para comer o requiere urgentemente de algunas pastillas,  el anciano archivado en la soledad de sus penurias o  el odontólogo que no puede abrir su consultorio y el vendedor de cigarrillos detallados que tiene la calle vedada.

Cada quien tiene un testimonio  que ofrecer y, además, archivos digitales que preservar, prometiéndose reorientar la vida en la Venezuela aún petrolera en la que se ha querido convertir el asalto al erario público en una virtud revolucionaria. De cuál será el saldo de todas estas amargas experiencias, responderán mejor los poetas, cuentistas y novelistas  que los cientistas sociales, líderes políticos u opinantes que,  como el suscrito, es  incapaz de hallar las palabras necesarias para transmitir sus propias alteraciones y aplacamientos personales. .

lunes, 20 de abril de 2020

CUANDO LA TINTA ESTÁ CARGADA

EL NACIONAL, Caracas, 30/06/1985
Juan Carlos Santaella, Escribir, Literatura, Emoción, Roland Barthes, Lectura, Escritor, Especialidad.

domingo, 12 de abril de 2020

AHORA, AGRIETADA

EL NACIONAL, Caracas, 03/03/1968.
Arturo Uslar Pietri, China, Mao Tse Tung, Muralla china, Revolución cultural, Alberto Moravia, Aislamiento, Literatura.

martes, 10 de marzo de 2020

EXTATERRITORIALIDAD

EL PULSO
George Steiner y la patria real del escritor
Fernando Iwasaki

El gran pensador, crítico y escritor fallecido en Cambridge creó el concepto de “extraterritorialidad” para designar a los autores del exilio y del desarraigo cuya lengua literaria no es la materna.

Uno de los innúmeros legados de George Steiner es el concepto de “extraterritorialidad”, acuñado para analizar la obra de aquellos escritores cuya lengua literaria no es la materna o que carecen de patria como consecuencia del exilio, el desarraigo o el multilingüismo. Así, en el ensayo central de su libro Extraterritorial: ensayos sobre literatura y la revolución lingüística (1971), Steiner reflexionó sobre las obras de Samuel Beckett —quien nació en el inglés y escribió en francés—, Vladímir Nabokov —quien nació en el ruso y escribió en inglés— y Jorge Luis Borges, quien nació en el español y escribió en español pero a través del inglés. Como no se trata de discutir sobre Steiner, sino de inspirarse gracias a Steiner, podríamos zanjar este asunto comparando la educación inglesa de Borges con la educación latina de Michel de Montaigne, quien también habría sido extraterritorial por las mismas razones.

En realidad, aquel maravilloso ensayo de Steiner debería servirnos para pensar si en español disponemos de autores extraterritoriales que hayan elegido nuestro idioma como lengua literaria, tal como el polaco Conrad escogió el inglés o el checo Kundera el francés. Y el caso es que los ejemplos abundan, comenzando por autores como el alemán Máximo José Kahn, el francés Max Aub y el rumano Vintilă Horia, por no hablar del suizo Alejo Carpentier, el italiano Alejandro Rossi o el francés Paul Groussac.

¿Y no serían extraterritoriales también los escritores que nacieron en el seno de familias inmigrantes que hablaban el español en sociedad y una lengua distinta dentro de casa? Pienso en las infancias extraterritoriales de Roberto Arlt, Juan Gelman, Ernesto Sabato, José María Arguedas, José Watanabe o Alejandra Pizarnik, quienes construyeron su identidad literaria mientras enriquecían la lengua española. De hecho, el número de autores que eligen el idioma de Borges y Cervantes para escribir sus poemas, ensayos y narraciones no ha dejado de crecer, pues en castellano escriben la rumana Ioana Gruia, la polaca Aleksandra Lun, la estadounidense Lorraine Ladish, la niponalemana Anna Kazumi Stahl, el italoegipcio Fabio Morábito, el húngaro Kalman Barsy, el checo Mirko Lauer, el marroquí Mohamed El Gheryb, el chino Siu Kam Wen y la francesa Elena Poniatowska, ­premio Cervantes 2013.

La autora de La noche de Tlatelolco (1971) no es la única galardonada con el Cervantes dentro de mi apresurado inventario de escritores extraterritoriales en español, aunque llegados a este punto resultaría conveniente hacer hincapié en que la lengua española es una maravillosa lengua de acogida para hablantes de todo el mundo. América Latina, por ejemplo, ha recibido a tantas familias de origen asiático, africano y europeo que por eso a nadie le extraña que algunos de los grandes nombres de las letras latinoamericanas contemporáneas tengan marchamo “extraterritorial”, como Samanta Schweblin, Valeria Luiselli, Liliana Colanzi, Andrea Jeftanovic, Lina Meruane, Andrés Neuman, Jorge Volpi, Carlos Yushimito, Maximiliano Matayoshi, Eduardo Halfon o Rodrigo Hasbún.

Sin embargo, el fenómeno extraterritorial más conmovedor e interesante lo protagoniza ahora mismo J. M. Coetzee, cuya última obra —Siete cuentos morales (2018)— no sólo se publicó primero en español, sino que el premio Nobel sudafricano ha emprendido una rotunda inmersión literaria y lingüística en Chile y Argentina.

Gracias a Steiner, los hispanohablantes somos capaces de leer a autores de nuestra lengua y saborear —como una epifanía— el eco remoto de Babel. 

Fuente:
https://elpais.com/elpais/2020/02/26/eps/1582737157_819712.html
Fotografía: Borja Hermoso, George Steiner en su casa de Cambridge (2016).

sábado, 28 de diciembre de 2019

domingo, 15 de diciembre de 2019

PERCUSIÓN

José Balza o el ejercicio de sí mismo
Luis Barragán

Gracias a los medios escritos y radiales, su nombre se hizo más familiar en casa que en el aula. Nos atrevimos, a mediados del lejano bachillerato, con “Setecientas palmeras plantadas en el mismo lugar”, por la reiterada recomendación de Napoleón Bravo en la emblemática 710 AM Capital, por cierto,  novela que nos pareció completamente distinta con la adultez.

José Balza se hizo un hábito inadvertido con el tiempo, por sus llamados ejercicios narrativos y frecuentes opiniones, incluso, más allá del ámbito literario. El vistazo a la vieja prensa, sobre todo la de los ’60 del ‘XX, apunta siempre a la entera precisión y grata sencillez de sus planteamientos críticos, trastocado en un taller permanente para acceder a la literatura, añadida su sensibilidad musical.

Disculpándonos por la nota personal, nuestro primer salario significó la compra de su novela “D” en la librería Lectura del CC Chacaíto, por veinte bolívares de los de antes, siguiendo no sólo la recomendación de Napoleón, sino – toda una ratificación – la del mismo Walter, el librero. Y, a principios del presente siglo, lo leímos de nuevo en la biblioteca de un pueblo del litoral central que nos entusiasmó, por entonces, con varios días de absoluta tranquilidad en el desolado salón.

Nos recreamos intensamente con la novela y, tomando cuidadosas notas, evocando las escenas de otras obras, desembocamos en un modesto ensayo sobre el rock que, desde 2004, oportunidad en la que fue publicado por una extinguida revista electrónica de literatura de la Universidad Complutense, ha quedado pendiente de completar o complementar.   De su mano, vendría la intensa etapa lectora sobre Guillermo Meneses que pasó del ámbito recreativo, esta vez, al político en su más generosa acepción, pues, a la vuelta de los años, con motivo del centenario menesiano, logramos plantear y aprobar por consenso en una sesión plenaria de la Asamblea Nacional, el Acuerdo alusivo. Valga acotar, Acuerdo que no se materializó por  obra del oficialismo que, por lo menos, accedió a aprobarlo, como no ocurre ni ocurriría hoy, quedando igualmente pendiente la participación de Balza, como lo aspiramos en su momento, e hizo posible la única conversación – telefónica – sostenida con él.

Setecientas veces plantado en cada uno de sus ochenta instantes, el país le debe y mucho al aporte de José Balza. Y, desde este rincón digital, lo celebramos por ejercerse a sí mismo, ejerciendo a la Venezuela que no perecerá.

16/12/2019:

viernes, 13 de diciembre de 2019

BREVIARIO

Entreclásicos
Octavio Paz y el opio de los intelectuales
El mexicano fue uno de los primeros intelectuales que se atrevió a denunciar sin titubeos los crímenes de las autoridades soviéticas, cuya ortodoxia marxista cautivó a varias generaciones
Rafael Nárbona

¿Cuándo empezó el idilio entre los intelectuales y el marxismo? ¿Quizás en los años veinte del pasado siglo, cuando el capitalismo colapsó por culpa de una descomunal crisis económica? ¿O tal vez antes, cuando se admitió que la violencia era un recurso legítimo para materializar la utopía de una sociedad igualitaria y perfecta? El marxismo incorpora a su filosofía el terror jacobino y la dialéctica de la historia de Hegel, justificando la guerra revolucionaria. El marxismo cautivó a varias generaciones de intelectuales, explotando el mesianismo que ya se había esbozado en el siglo XVIII, cuando se abolieron los dogmas del Antiguo Régimen para reemplazarlos por nuevos mitos como la voluntad general –o popular-, la paz perpetua, la igualdad o la infalibilidad de la razón científica. Durante la posguerra de 1945, los intelectuales se mostraron implacables con las imperfecciones de los países democráticos, pero transigieron con las gravísimas violaciones de los derechos humanos cometidas en la Unión Soviética, alegando que la construcción del socialismo no podría realizarse sin firmeza contrarrevolucionaria. Es decir, sin represión y autoritarismo. Octavio Paz fue uno de los primeros intelectuales que se atrevió a denunciar sin titubeos los crímenes de las autoridades soviéticas. Al igual que George Orwell, experimentó un profundo desengaño en España. Durante su participación en el II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura, descubrió que las milicias populares pasaban por las armas sin juicio a los que consideraban “fascistas”, un término muy amplio que englobaba a todas las formas de disidencia. Las tácticas represivas de socialistas, comunistas y anarquistas apenas diferían de la violencia fascista. El totalitarismo es un monstruo de dos caras, como Jano. El fascismo asesinaba en nombre de la Raza; el socialismo, en nombre del Pueblo. En ambos casos, se utilizaban entelequias para amparar el odio y la intolerancia.

En marzo de 1951, Octavio Paz publicó en la revista Sur, dirigida por la escritora Victoria Ocampo, un artículo titulado “Los campos de concentración soviéticos”. Le inspiró el testimonio de David Rousset, que había sobrevivido a Buchenwald y había narrado sus penalidades en El universo concentracionario, gracias al cual ganó el Prix Renaudot. Cuando descubrió que en la Unión Soviética existían campos de concentración, Rousset levantó su voz para denunciarlo. Fue la primera persona que utilizó en Francia el término “Gulag”. El periódico comunista Les Lettres françaises le acusó de mentir y falsear datos. Rousset presentó cargos contra el periódico y ganó el juicio. Paz aprovechó la polémica para recordar que en la Unión Soviética no había libertad sindical ni derecho de huelga. Las purgas y las deportaciones eran moneda corriente en el paraíso socialista: “La URSS es joven y su aristocracia todavía no ha tenido el tiempo histórico necesario para consolidar su poder. De ahí su ferocidad”. Octavio Paz finalizaba su artículo salvando al socialismo, una ideología que aún contaba con su simpatía: “La planificación de la economía y la expropiación de capitalistas y latifundistas no engendran automáticamente el socialismo, pero tampoco producen inexorablemente los campos de trabajos forzados, la esclavitud y la deificación en vida del jefe. Los crímenes del régimen burocrático son suyos y bien suyos, no del socialismo”.

En 1973, Octavio Paz dio un paso más, escribiendo un artículo sobre el caso Heberto Padilla, represaliado por la dictadura castrista. Obligado a incriminarse en público y a repudiar su obra, el encarcelamiento de Padilla por atreverse a disentir corroboraba la deriva autoritaria del castrismo: “En Cuba ya está en marcha el fatal proceso que convierte al partido revolucionario en casta burocrática y al dirigente en césar”. Octavio Paz no había compartido el entusiasmo inicial de otros escritores hacia la Revolución cubana. No asistió al famoso Congreso de La Habana en 1967 y si bien aplaudió la caída de Batista, prefirió mantener las distancias. El tiempo le dio la razón. La revolución de los barbudos de Sierra Maestra siguió los mismos pasos que otras revoluciones comunistas: represión de la disidencia, supresión de las libertades, dictadura de partido.También en 1973, Paz publica en Plural una severa crítica contra Jean-Paul Sartre, que titula “El parlón y la parleta”. Sartre ha cultivado el estilo hermético de Husserl y Heidegger, pero con el tiempo ha adoptado la prosa airada del panfleto. Es una especie de Diógenes furioso, que vive en un tonel de palabras: “Hoy habla a chorros sobre lo que ocurre, ocurrirá o no ocurrirá en los seis continentes y el porqué de cada acontecimiento”. Tras criticar el reformismo de Salvador Allende, Sartre se ha mostrado partidario de coordinar la acción armada de las guerrillas campesinas y urbanas. Elogia a los tupamaros, que ya han adoptado esa estrategia, y celebra la clarividencia de Mao, que ha vencido la tentación burocrática mediante el Libro Rojo, suficientemente abierto y flexible para garantizar la libertad de pensamiento. Mao fomenta el culto a su persona, pero no es tan sanguinario como Stalin. Sartre no se muestran tan indulgente con los escritores “burgueses” como Baudelaire y Flaubert. El intelectual debe estar al servicio del obrero y ser él mismo un obrero. Algo perplejo, Paz se pregunta si el intelectual podría entonces desempeñar su papel como voz crítica e independiente. Sartre no se inquieta ante las paradojas o contradicciones. Tampoco rectifica sus errores. No entiende por qué la clase obrera no apoya la revuelta estudiantil de Mayo del 68, que propone como modelo político y social la China de Mao.

En 1974, Octavio Paz publica en Plural “Polvos de aquellos lodos”, un vigoroso ejercicio de autocrítica sobre los escritores que se adhirieron al comunismo, desviando la mirada hacia otro lado cuando los hechos cuestionaban las exaltaciones utópicas. En esas fechas, muchos intelectuales consideraban que la violencia revolucionaria y la dictadura del proletariado eran fases inevitables en el camino hacia el edén socialista. Sartre acusaba a los que denunciaban el sistema represivo de la URSS de proporcionar argumentos al imperialismo capitalista. En el contexto de la guerra fría, había que ser beligerante, tomar partido. La equidistancia solo favorecía a los enemigos de la clase trabajadora. Paz responde que la publicación en 1968 de El Gran Terror, del historiador británico Robert Conquest, había dejado muy claro que el furor homicida de Stalin apenas diferiría de las políticas genocidas de Hitler. El objetivo del Gulag no era reeducar, ni explotar mano de obra barata. Se perseguía castigar, intimidar y atemorizar, silenciando cualquier protesta. La insistencia en las confesiones públicas y en las delaciones era una maniobra para desacreditar a los opositores, convirtiéndolos en cómplices de sus verdugos. El Gulag era “una institución de terror preventivo. La población entera, incluso bajo el dominio relativamente más humano de Jruschov y sus sucesores, vive bajo la amenaza de internación. Asombrosa transposición del dogma del pecado original: todo ciudadano soviético puede ser enviado a un campo de trabajos forzados. La socialización de la culpa entraña la socialización de la pena”.

Octavio Paz descarta responsabilizar a Stalin de una supuesta desviación de la filosofía marxista.El terror apareció con Lenin y los bolcheviques. Lenin fundó la Checa con el pretexto de combatir a los contrarrevolucionarios, pero su propósito real era utilizar la tortura y los campos de trabajos forzados para asegurarse un control absoluto del poder político. Lenin instauró la dictadura del Comité Central sobre el partido, liquidando cualquier atisbo de democracia interna. Octavio Paz reproduce dos citas de Lenin que despejan cualquier duda. En 1921, escribe: “El lugar de los mencheviques y de los socialistas revolucionarios, lo mismo los que confiesan serlo que los que lo disimulan, es la prisión…”. En una carta dirigida a Kámenev con fecha de 3 de noviembre de 1922, añade: “Es un error muy grande pensar que la NEP [Nueva Política Económica, una especie de capitalismo de Estado] ha puesto fin al terror. Vamos a recurrir otra vez al terror y también al terror económico”. Lenin cuestiona que la clase obrera pueda acabar por sí sola con el capitalismo. Es necesario un partido. No solo para hacer la revolución, sino para evitar cualquier retroceso o desviación. Trotski comparte ese punto de vista, descartando cualquier concesión al diálogo: “El partido está obligado a mantener su dictadura sin tener en cuenta las fluctuaciones transitorias de las masas y aun las vacilaciones momentáneas de la clase obrera”.

El marxismo propiciaba el despotismo con su exaltación de la violencia y su desprecio de la democracia burguesa. Una ideología “socialista, progresista, científica y popular” esconde mejor su barbarie que el racismo hitleriano, pero lo cierto es que el régimen soviético se cobró al menos quince millones de vidas. Al igual que la Alemania nazi, la URSS retrocedió a las peores épocas de la Edad Media con sus grandes matanzas. Las indudables injusticias de la economía de mercado empujaron a muchos intelectuales a suscribir las tesis del marxismo. En América Latina, la tradición del cesarismo golpista añadió un motivo más para soñar con el paraíso socialista. El ser humano suele oponer una feroz resistencia a los procesos de desmitificación que destrozan sus sueños. Quizás esa es la razón del apoyo a Stalin por parte de figuras como Aragon, Éluard, Neruda y Alberti: “Empezaron de buena fe, sin duda, […] pero insensiblemente, de compromiso en compromiso, se vieron envueltos en una malla de mentiras, falsedades, engaños y perjurios hasta que perdieron el alma. Se volvieron, literalmente, unos desalmados”. Octavio Paz se incluye entre los que caminaron por el lado equivocado de la historia, dejándose deslumbrar por los mitos del comunismo: “Nuestras opiniones en esta materia no han sido meros errores o fallas en nuestra facultad de juzgar. Han sido un pecado, en el antiguo sentido religioso de la palabra: algo que afecta al ser entero. […] Digo esto con tristeza y con humildad”.

La clarividente denuncia del comunismo de Octavio Paz le acarreó un elevado coste personal, que incluyó las acusaciones más disparatadas. “Los adjetivos cambian, no el vituperio –apunta el escritor mexicano-: he sido sucesivamente cosmopolita, formalista, trotskista, agente de la CIA, ‘intelectual liberal’ y hasta ¡estructuralista al servicio de la burguesía!”. En “Gulag: entre Isaías y Job”, un artículo de 1975 publicado en Plural, Paz salió en defensa de Solzhenitsyn, descalificado por sus convicciones ortodoxas y su paneslavismo. Solzhenitsyn no es un intelectual progresista, sino un tradicionalista que repudia la modernidad surgida de la Ilustración y las revoluciones románticas. No es liberal ni capitalista. Cree en la libertad, la caridad y la dignidad humana, pero no en la democracia representativa: “Aceptaría que Rusia fuese gobernada por un autócrata, si este autócrata fuese asimismo un cristiano auténtico: alguien que creyese en la santidad de la persona humana, en el misterio cotidiano del otro que es nuestro semejante”. Su cristianismo no es intransigente ni inquisitorial. Octavio Paz destaca su pasión moral: “La pasión moral es pasión por la verdad y provoca la aparición de la verdad”. Su voz es profética, bíblica. Nos hace pensar en Job e Isaías: “Nos habla de la actualidad desde la otra orilla, esa orilla –confiesa Paz- que no me atrevo a llamar eterna porque no creo en la eternidad”.

Solzhenitsyn “toca la historia desde la doble perspectiva del ahora mismo y del más allá”. Su Archipiélago Gulag no reveló nada nuevo, pero logró que el fervor por la Unión Soviética se apagara definitivamente:“Los intelectuales de izquierdas por fin aceptaron que el paraíso era el infierno”. Octavio Paz señala que Solzhenitsyn tiene todas las virtudes y todos los vicios del genio ruso: valeroso, compasivo y humilde, pero también arrogante, insensible y brutal. La combinación de estos rasgos antitéticos ha alumbrado escritores como Dostoievski, donde la piedad convive con la brutalidad. Como hombre, Solzhenitsyn puede inspirar mayor o menor simpatía, pero nadie puede negar que Archipiélago Gulag sea un extraordinario testimonio del sufrimiento padecido por los pueblos de la URSS bajo el totalitarismo soviético. “Nuestra civilización ha tocado el límite del mal (Hitler, Stalin)”. Archipiélago Gulag es uno de los relatos esenciales de esa abominación. En eso reside su “grandeza”. Nos muestra a Job en el fango, incapaz de saber si aún es posible hundirse más. Solzhenitsyn nos refiere conductas bestiales, pero también gestos de santidad. La violencia totalitaria no logra borrar la dimensión espiritual del ser humano, donde alientan el sacrificio, el amor a la libertad y el heroísmo.

En 1983, Octavio Paz publica “Crónica de la libertad”, un artículo sobre la lucha de Polonia contra la dictadura comunista. Es una bella pieza literaria que combina magistralmente periodismo, historia y política. Paz afirma que Polonia ha logrado preservar su identidad cultural gracias al catolicismo. La constitución polaca de 1791 es la primera redactada y aprobada en Europa desde la época grecorromana. Establecía la separación de poderes, la soberanía popular y la responsabilidad de los ministros ante el parlamento. Catalina de Rusia acabó con la joven democracia polaca, enviando al ejército para abortar una iniciativa que consideró subversiva. Hasta 1918, Polonia no recuperó su independencia. Durante la Segunda Guerra Mundial, su sufrimiento fue inenarrable: Auschwitz, las fosas de Katyn, el levantamiento del gueto de Varsovia, la sublevación posterior de la ciudad contra los nazis ante la mirada impasible del Ejército Rojo. Abandonada por Roosevelt y Churchill en la Conferencia de Yalta, Polonia quedó atrapada en el otro lado del telón de acero. Desde entonces, se han producido varios levantamientos populares para pedir pan, libertad e independencia. En 1956, el ejército acalló las protestas con una represión que costó cincuenta vidas, cientos de heridos y miles de detenidos.

Paradójicamente, los obreros pedían libertad de asociación y derecho de huelga en un país comunista. Entre 1967 y 1970 surgieron nuevas revueltas que se resolvieron con centenares de muertos. El liderazgo de Lech Walesa y Juan Pablo II puso al gobierno comunista contra las cuerdas. Octavio Paz señala que Walesa no es un intelectual, sino “un hombre salido del pueblo”. En 1981, el general Wojciech Jaruzelski proclamó la ley marcial. De nuevo, se perdieron muchas vidas inocentes. El artículo de Octavio Paz finaliza mucho antes de que la lucha de Solidaridad y la caída del Muro de Berlín libraran a Polonia del comunismo. Paz nos recuerda que en los años ochenta los obreros polacos luchaban por derechos que los trabajadores de casi todo el planeta habían conquistado cien años atrás. En un entrevista realizada diez años más tarde por Komsomólskaya Pravda, Octavio Paz intentó explicar el éxito del comunismo por medio de las insuficiencias de las sociedades libres y plurales: “La gran ausente de nuestro mundo es la palabra fraternidad”. Al margen de esa importante carencia, “las sociedades democráticas liberales no ofrecen un proyecto de futuro. Carecen de lo que podría llamarse metahistoria, es decir, de una visión del hombre que englobe su pasado, su presente y su futuro. Una visión en la que todos se reconozcan” (“Un escritor mexicano ante la Unión Soviética”).
En su ya clásico ensayo El opio de los intelectuales (1955) Raymond Aron afirmó que expresiones como “revolución”, “proletariado” o “lucha de clases” se habían convertido en iconos sagrados. La izquierda se inclina ante ellas con reverencia, reprimiendo cualquier indicio de crítica o titubeo. Ya no son ideas, sino dogmas y se considera herejes a todos los que se atreven a cuestionarlas. El comunismo se ha convertido en el opio de los intelectuales. Por eso son tan necesarios los escépticos. La duda es la herramienta más eficaz contra los fanáticos. Octavio Paz, con su espíritu crítico y su desconfianza hacia las ideologías, realizó una significativa aportación en la lucha contra esa nueva forma de inquisición que fue el comunismo. No cito al Santo Oficio por capricho, sino por la semejanza en los procedimientos: denuncias anónimas, interrogatorios brutales, imposibilidad de ejercer ninguna clase de defensa, confesiones públicas bajo coacciones, castigos ejemplarizantes.  Ahora que vuelven los ídolos y surgen intentos de blanquear los totalitarismos de distinto signo, conviene releer los artículos y ensayos de Octavio Paz. Por sus páginas circula el inconfundible viento de la libertad.

Fuente:
https://elcultural.com/octavio-paz-y-el-opio-de-los-intelectuales?fbclid=IwAR3SuX3mOWcPyu6HBMgku0XG7oZPxTUzoVR8JJvHNxCUVtL4rOVzln07Ib4
Fotografías:
Octavio Paz
http://leedor.com/2018/03/31/octavio-paz-la-renovacion-de-la-poesia-latinoamericana/
https://www.britannica.com/topic/Bajo-tu-clara-sombra-y-otros-poemas
Pedro Yanez, Heberto Padilla y Reinaldo Arenas, en la librería 'Las Américas', en New York
https://www.creatividadinternacional.com/profiles/blogs/a-quince-a-os-de-la-desaparici-n-f-sica-de-heberto-padilla
Alexander Solzhenitsyn
https://www.radiotelevisionmarti.com/a/solzhenitsyn-en-el-aniversario-de-su-muerte/13416.html
Andreu Nin
Fotograma de la película polaca ‘Katyn’ (2007) que muestra la masacre de 22.000 oficiales, policías, funcionarios, sacerdotes e intelectuales polacos a manos de los soviéticos en abril y mayo de 1940

ITINERARIO DE LETRAS

VIAJES DE AUTOR
Ocho novelas para ocho viajes entre lo real y lo imaginario
Del Estocolmo de ‘Millennium’ al desierto jordano de ‘Los siete pilares de la sabiduría’ y la Comala mexicana de ‘Pedro Páramo’, grandes rutas inspiradas por la literatura
Paco Nadal

1.- Thomas E. Lawrence en Wadi Rum
Es un desierto de piedra de Jordania, fronterizo con Arabia Saudí. Es el desierto de Lawrence de Arabia, quien lo recorrió muchas veces durante sus correrías con la Revolución Árabe de 1916-1918. Lawrence estaba enamorado de este lugar del que escribió en su libro autobiográfico Los siete pilares de la sabiduría (1926) frases halagadoras: “Los paisajes, en los sueños infantiles, tenían aquel mismo aspecto vasto y silente”. Wadi Rum es un lugar mágico. Las grandes montañas de piedra arenisca han sido talladas por la erosión con formas extravagantes. Los gigantescos afloramientos de roca emergen de la llanura como ciudades misteriosas de un planeta lejano. Las grandes columnas de arena fosilizada quedan rematadas por cúpulas de aires bizantinos y los colores de la roca y la arena, que van del rojo intenso al nácar acaramelado, parecen incendiarse cada tarde con las tonalidades del ocaso.

Del libro de Thomas E. Lawrence sorprende el preciosismo de los detalles con los que dibuja la luz y las texturas del desierto, la exactitud en el dato más nimio… cuando difícilmente pudo tomar notas de todo a lomos de un camello, con un rifle en la mano y disparando a los turcos. Pero para sus fans y los enamorados de este desierto, ¡qué más da si esos relatos eran reales o inventados! Es uno de los destinos obligados en todo viaje a Jordania. Un sitio al que peregrinar con Los siete pilares de la sabiduría debajo del brazo.
Wadi Rum se localiza al sur de Jordania, a unas dos horas en coche de Wadi Musa (Petra) y Aqaba. Desde estas dos localidades se puede llegar en taxi compartido hasta el Centro de Visitantes, donde se paga la tasa de acceso (unos 6,20 euros). Numerosas agencias locales organizan excursiones, con o sin alojamiento en el desierto.

2.-  La Comala de Pedro Páramo

“Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo”. Así empieza la novela magistral (y única) de Juan Rulfo, una de las obras cumbres de la literatura latinoamericana. Descubrí Comala de forma casual en un mapa de México durante un viaje por ese país, y apenas podía dar crédito. La aldea misteriosa y atávica de la novela no era una invención, existía de verdad. Así que cambié mi itinerario y fui en busca de Comala, esperando encontrar esa ciudad fantasmal, retrato de un México profundo que todos creemos pasivo, estático y resignado, lleno de atavismos y encadenado a la superstición, pero que en el fondo es sabio y se adapta como un guante a cada vaivén de la historia. Pero encontré una ciudad armoniosa y alegre, rodeada de arroyos e inmensas arboledas sobre las que despuntan las gigantescas parotas, el árbol emblemático del México húmedo, además de enormes hules, higueras, obeliscos, mameyes, aguacates, pitajayas y galianas. Vamos, un vergel. Un hermoso pueblo encalado —“El pueblo blanco de América”, como dicen las guías turísticas— de urbanismo colonial, repartido por una cuadrícula de calles rectilíneas a las que se asoman magníficas casas de origen virreinal. Las autoridades locales no han aprovechado mucho el tirón que supone aparecer en la obra Pedro Páramo (1955) de Rulfo para promocionar Comala. Lo cual no quita para que si uno es un mitómano literario se deje caer por este bello pueblo cuya vida gira en torno al Zócalo, la plaza de Armas en la que se escenifica a diario la comedia social de la ciudad.

Comala está situada a 200 kilómetros al sur de Guadalajara (Jalisco) y a 10 de Colima, la capital del Estado homónimo, al que pertenece la localidad. De las centrales camioneras tanto de Guadalajara como de Colima salen a diario numerosos autobuses a Comala.
3.-  Praga y ‘La insoportable levedad del ser’

Es difícil encontrar hoy entre los turistas que colapsan el puente de Carlos aquella Praga de la década de 1960, en plena Guerra Fría, en la que Milan Kundera hace progresar a los personajes de una de sus grandes novelas. La insoportable levedad del ser (1984) es un estudio antropológico y filosófico de las debilidades del ser humano, de sus dudas existenciales, de las complicadas relaciones de pareja y del amor y el sexo. Pero es también el retrato de una ciudad gris y taciturna silenciada tras el Telón de Acero que sirve de escenario a las relaciones entre Tomás, Sabina y Teresa, los protagonistas.

Esa Praga de la Primavera del 68 parece increíble que una vez existiera cuando ahora te paseas por la plaza de Stare Mesto y la ves llena de visitantes, tiendas globalizadas y banalidades consumistas. Sin embargo, apenas uno se aleja del centro y busca las calles más anónimas, donde viven los praguenses, todavía quedan rincones en los que es fácil imaginar la ciudad cuando era la capital de Checos- lovaquia. Praga es bella en cualquier época del año, pero a mí cuando más me gusta es en invierno, cuando Stare Mesto o la plaza de Wenceslao se llenan de casetas de madera que venden adornos navideños, salchichas, el dulce trdelník, figuritas de cristal de Bohemia, ropa de temporada, vino caliente o licor de miel. Y un gigantesco árbol de Navidad preside la plaza Vieja, recortado sobre la soberbia fachada de la iglesia de Tyn, mientras que en todos los templos se programan conciertos de música clásica por orquestas soberbias a precios de risa. Pues no olvidemos que esta es también la ciudad de Mozart, de Dvorak y de Smetana.

4.  Ystad, con Henning Mankell

Ystad, una apacible localidad de la región sueca de Escania, tiene un centro histórico de calles medievales peatonales, una plaza mayor llena de terrazas en verano, una torre de la iglesia exageradamente alta porque desde allí vigilaban a los daneses por si volvían a invadirlos y un puerto desde donde salen ferris a Polonia. Y es también el decorado en el que el escritor sueco Henning Mankell sitúa al protagonista de su saga, el inspector Kurt Wallander. Un personaje clásico de la novela negra que trabaja y bebe en exceso, tiene problemas sentimentales y resuelve complejos casos. Lo bueno es que Mankell no se inventó ningún decorado para la acción. Se limitó a usar los elementos reales de su pueblo. Así que nada más llegar, te sientes como en casa… como en casa de Kurt Wallander, por supuesto. Existe la calle de Mariagatan, donde vive el personaje. Existe el hotel Continental, donde solía comer (el dueño tiene una mesa reservada para él con un cartel que así lo avisa). Existe la floristería entre Pottmakaregränd y Västra Vallgatan, la comisaría, la estación de tren… La oficina de turismo organiza rutas siguiendo el hilo argumental de las novelas.
Ystad se encuenta en la punta sur de Suecia. La mejor manera de llegar es volar a Copenhague y de allí ir en tren —por el puente de Oresund— a Malmoe. Desde la estación de Malmoe salen trenes continuamente hacia Ystad (45 minutos).
5.-  El Tokio de Murakami

Hay pocas cosas con un poder evocador tan fuerte como la música. Eso le pasa a Toru Watanabe, un ejecutivo japonés que aterriza en Tokio mientras escucha Norwegian Wood, la canción de los Beatles que da título original al best seller de Haruki Murakami. Al protagonista del libro se le desatan los recuerdos de una adolescencia universitaria en el Tokio de los años sesenta marcada por la amistad con un reducido grupo: Kizuki, cuyo suicidio condicionó la juventud de Watanabe; Naoko, la novia de Kizuki, y la sociable Midori Kobayashi. El Tokio actual que encontrarán los fans del escritor que visiten la capital japonesa en busca de las huellas de su novela no se parece en nada. Barrios repletos de neones como Shibuya o Shinjuku, las tiendas de lujo de Ginza o el edificio de ocho plantas de Akihabara atestadas de manga, smartphones y aparatos electrónicos la han convertido en una de las ciudades más vibrantes de Asia. Pero los adolescentes japoneses se debaten en las mismas dudas y miedos que atenazaban a Toru Watanabe, Naoko y Kizuki hace décadas: la búsqueda de la identidad sexual, su encaje entre la modernidad y una sociedad tremendamente tradicional, la atracción por todo lo occidental y un sentimiento de no encajar en ninguna parte. El decorado que envuelve esta novela que habla de la soledad, de las relaciones humanas y de la sexualidad es una urbe gigantesca como Tokio, siempre presente como paisaje en la novela.
Iberia y Jal operan vuelos directos en código compartido entre Madrid y Tokio. Finnair es una de las compañías que vuela con una escala.

6.-  Los paisajes de Jane Austen

A cualquier lector asiduo de Jane Austen hay un viaje que le encantaría: recorrer los escenarios donde residió y escribió en el sur de Inglaterra. El periplo puede empezar en Steventon, donde nació y vivió hasta los 25 años. Su casa ya no existe, pero el pueblo aún conserva algo de aquel cándido mundo rural en el que creció. Allí escribió La abadía de Northanger, Orgullo y prejuicio y Sentido y sensibilidad. Sí conserva casi el mismo ambiente georgiano de su época la siguiente parada, el balneario de Bath. Jane Austen se trasladó aquí con su familia, pero nunca le gustó. En esos cinco años se mudaron varias veces de casa; lo que ahora es el The Jane Austen Centre, en el 40 de Gay Street, es una recreación con mobiliario de la época y vestuario de algunas de las exitosas adaptaciones para televisión de sus obras (incluido todo el merchandising kitsch que te puedas imaginar de Orgullo y prejuicio), pero la escritora nunca habitó allí. Donde sí vivió y se respira la sencillez de su existencia fue en lo que hoy es su casa-museo en Chawton, donde volvió a ser feliz. Allí se mudó con su hermana Cassandra, su madre y la amiga de la familia Martha Lloyd tras la muerte de su padre. Las estancias muestran muebles, cartas y objetos que pertenecieron a la autora, incluida la pequeña mesa donde escribió Mansfield Park, Emma y Persuasión. Vivió los últimos meses de su vida en Winchester, donde murió el 18 de julio de 1817 a los 41 años. Está enterrada bajo una lápida en el interior de la catedral gótica de esa ciudad.

El País Viajes organiza viajes a la campiña inglesa en busca de los lugares donde vivió y escribió Jane Austen, guiados por Espido Freire, escritora y gran conocedora de su obra. Próxima salida: el 10 de octubre de 2019.
7 Estocolmo, con Millennium

La capital sueca está presente en todo momento en la obra de Stieg Larsson, tanto que se ha convertido en un lugar de peregrinación para los amantes de la saga y muchas agencias de viaje locales ofrecen el tour guiado. Hasta el museo de la ciudad organiza la Gira Millennium. La mayoría de las localizaciones están en Södermalm, un antiguo barrio obrero al sur que en un par de décadas se reconvirtió en la zona más moderna, joven y alternativa de Estocolmo. Larsson sitúa allí Götgatan, donde están el despacho de Mikael Blomkvist, la casa de la hacker Lisbeth Salander y el café Mellqvist, donde los dos protagonistas se citaban y que era uno de los favoritos de Larsson en la vida real. También verás el restaurante sirio donde los redactores de Millennium solían cenar y Kvarnen, el pub que frecuentaba Salander.

Más allá de Millennium, Estocolmo es una de las capitales escandinavas más bellas. Si la visitas con los tres libros debajo del brazo, una vez satisfechas las curiosidades de gruppie, no hay que perderse Gamla Stan, el barrio antiguo y un buen sitio para ir a cenar y pasear, ni el museo del Vasa, el sorprendente galeón del siglo XVI que ha llegado casi intacto a nuestros días.
Iberia y Norwegian tienen vuelos directos entre Madrid y Estocolmo. Norwegian y Vueling viajan sin escalas desde Barcelona.
8 El Cairo de ‘El callejón de los milagros

El premio Nobel egipcio Naguib Mahfuz ambientó una de sus novelas más famosas en Midaq, un decrépito callejón del centro de El Cairo, como los cientos que aún existen hoy en el Viejo Cairo. El callejón de los milagros (1947) es una novela coral en la que sus personajes —Kamil, el vendedor de dulces; su amigo Abbas, el barbero; la bella y ambiciosa Hamida; Salim Alwan, el vendedor del bazar; Husniya, l panadera— van desgranado el día a día de sus sueños y miserias.
Quien viaje hoy a El Cairo y deambule por el barrio de Khan al Khalili descubrirá cientos de callejones Midaq, tan costumbristas, decrépitos y llenos de vida como el de la novela.

De hecho, Mahfuz solía sentarse a escribir en el café Al Fishawi, en pleno zoco de Khan al Khalili, que localizarás fácilmente por la primera bocacalle que sale de la plaza Al Hussein. A esta plaza hay que ir al atardecer para sentarse en uno de los cafetines contiguos a la mezquita homónima y dejar que el teatrillo mundano de El Cairo actúe delante de ti, mientras el aire fresco del crepúsculo alivia la cargada atmósfera y la plaza estalla de vida. Los fieles entran en la mezquita, los niños que venden baratijas y souvenirs parecen más activos; las palmeras se mecen en la suave brisa en competencia con la rectitud de los minaretes de la cercana mezquita de Al Azhar, que parecen forrados de bronce a estas horas. Hay familias enteras sentadas al fresco. Las luces de neón de los cafés mandan destellos fluorescentes. A estas horas, la plaza es una radiografía del gozo de vivir en estado puro. Y uno se siente parte de ella, mientras endulza sus sentidos con un té a la menta y sueña con estar dentro de ese callejón de los milagros.
Agencias como Logitravel, Edreams o Atrápalo tienen interesantes ofertas de vuelo más hotel para viajar a El Cairo.

Fuente:
Fotografía de cabecera: Paul hompson, Plaza principal de Comala, México.

PRIMERA INSTANCIA

Teoría totalitaria de la literatura
Philip Roth fue acusado de ser desleal con los demás judíos o de presentar personajes femeninos negativos
Daniel Gascón

"Hay algo muy atractivo en decir a los demás lo que tienen que hacer”, escribió Doris Lessing, que en octubre habría cumplido 100 años. Para la autora de El cuaderno dorado,la corrección política tiene sus virtudes: en primer lugar, “obliga a reexaminar posturas”. Pero también presenta peligros: “el sector lunático enseguida deja de ser un mero sector; el rabo empieza a menear el perro. Por cada persona que recurre con sensatez a la idea de lo políticamente correcto para analizar las cosas que damos por supuestas, hay 20 agitadores a quienes lo que los mueve es el ansia de poder”. Temía que no tardarían en aparecer “grupos y conciliábulos de cazadores de brujas”, que “acusan a sus víctimas de racistas o de ser más o menos reaccionarias”.

“El totalitarismo no es solo el infierno, sino también el sueño del paraíso: el antiquísimo sueño de un mundo en el que todos vivimos en armonía, unidos en una sola voluntad y una sola fe comunes, sin guardarnos ningún secreto unos a otros”, le decía Milan Kundera a Philip Roth.

Roth fue criticado por lo que ocurría en sus ficciones: le acusaban de ser desleal con los demás judíos o de presentar personajes femeninos negativos. Al autor de La mancha humana le gustaba hablar del juicio a Yuli Daniel y Andrei Sinyavsky, que fueron condenados a prisión por “difamar” al régimen soviético con sus obras literarias. En su alegato, Sinyavsky dijo: “Quiero repetir unos argumentos sobre la naturaleza de la literatura. Lo más rudimentario de la literatura —aquí empieza todo— es que las palabras no son hechos”.

El poeta Charles Simic ha bosquejado una “teoría totalitaria de la literatura desde Platón hasta la Inquisición, Stalin y todos sus seguidores”. Entre sus características están la “separación entre contenido y forma, ideas y experiencia. La literatura es en primera instancia contenido”. Para los seguidores de esta teoría, “el contenido necesita ser desenmascarado y expuesto como lo que es en realidad”, y “la literatura es una forma inteligente de propaganda al servicio de una causa determinada”. Según esa visión, “la literatura en sus propios términos es socialmente peligrosa. El arte puro es una blasfemia contra la autoridad”. Por eso, “no se debe confiar jamás en el poeta y el escritor. Sí en el crítico y el censor por su vigilancia constante”: ellos saben más que nosotros y nos protegen de las palabras peligrosas. @gascondaniel

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miércoles, 27 de marzo de 2019

LEER ES JUGAR

Literatura y goce
Alirio Pérez Lo Presti 

Mario Vargas Llosa hubiese ganado la presidencia de Perú, hubiésemos tenido una pérdida irreparable.

Su papel protagónico como hombre de ideas y genio creativo, estaría malogrado por la sombre que acompaña a quien incursiona en la lucha por el poder. Platón, genio de genios, fracasa en sus intentos de hacer carrera política, hasta el punto de que casi le cuesta la vida. Esa tendencia por parte del hombre de pensamiento de coquetear con el poder no es nueva, pero es una diada extremadamente peligrosa que tienta a quienes son aventajados intelectualmente.

Por haber perdido las elecciones para la presidencia de Perú, Vargas Llosa sigue escribiendo y contribuyendo al quehacer intelectual de occidente. Es el más conspicuo representante del hombre de inventiva y constituye una suerte de inteligencia, de carácter total, que inusualmente aparece y que particularmente en el siglo XXI se hace cada vez más escaso. Pero Vargas Llosa tiene un elemento que muy de vez en cuando se conjuga en un mismo genio y es:La risa. Este Suramericano invita a la carcajada y al placer por leer.

La relación entre lectores y escritores es inusualmente particular. Tengo un amigo lingüista y suele sufrir cada vez que lee. Obsesionado por la posibilidad de que exista un texto tan bien escrito que alcance la perfección estilística, padece con la lectura. Contrario a lo que podría pensarse, a mi amigo no le gusta lo que lee porque casi todo y últimamente “todo” lo considera mal escrito. Para él lo literario dejó de ser la travesura propia de quien se divierte al acercarse a los libros para transformarse en una especie de castigo. –“¡Alirio!” -Me dice sobresaltado: -“Todo está mal, no saben colocar la coma en los textos y el dequeísmo es una peste. Los conectores se encuentran en los espacios más inadecuados y existe un abuso generalizado de adjetivos. La literatura ha muerto para mí.” Mi amigo ve con ojos torcidos a Mario Vargas Llosa y sufre cuando lo lee.

Fiel a la consigna de quienes creemos en las maravillas de los mundos de las palabras, trato de explicarle que él pertenece a una clase particular de lectores; es un lector “sufriente” porque ya no lee por goce sino para ver lo mal escrito que están los textos de los demás. Incluso le sugerí que cultive otra afición, como la música de cámara o la caligrafía japonesa, que necesariamente se apegan al ideal de perfección, mas él insiste en que quiere seguir leyendo, a pesar de que le cae mal la lectura. Mi amigo sufre cuando lee a Mario Vargas Llosa. Doblemente fiel a la consigna le sigo la corriente y le digo que siento pesar por su condición de “lector sufriente”.

El asunto de los temas sobre los cuales se escribe suele ser tan diverso como posibilidades tiene el universo de que se combinen sus elementos conocidos. De ahí deriva la tradicional y clásica relación que se establece entre el escritor y el lector que más que ubicarlo en el contexto de la pureza estilística es en realidad un asunto de doble complicidad. Por una parte, la complicidad del lector que se siente identificado con lo que lee y por otro con la complicidad del escritor que trata de escribir para que lo lean. Se lee lo escrito por alguien. Se escribe para ser leído por alguien. Parece obvio si no fuese por el lazo que se establece entre dos para que estalle el cuasi milagro que ocurre cuando lector y escritor terminan desarrollando un vínculo que va desde lo afectivo hasta la animadversión. 

El otro grupo de lectores que mencionaré en este escrito es aquel en el cual el goce estético, deleite por la palabra escrita y placer por la lectura se impone como la razón de ser del acto de vincularse con los textos. Son los verdaderos lectores en el sentido amable del término, sin los cuales la literatura hubiese desaparecido hace ya un montón de tiempo. Es el lector que goza y se embriaga por el placer de leer porque consigue en los libros desde la resolución de enigmas hasta la posibilidad de soltar una espléndida carcajada. En el lector gozoso, la literatura vive y sobrevive. Es el punto desde el cual se traza la posibilidad de trascendencia de una obra porque el amor hacia la palabra está por encima de la posibilidad de desvincularse de ella. Para escritores gozosos, entre los cuales me encuentro, la existencia de Mario Vargas Llosa en el siglo XXI nos da sosiego.

El arte de la literatura despierta apasionamientos, pues es arte al fin. Más disfruto de aquellos que defienden hasta rasgarse las vestiduras a un autor que a mí me parece que por más que trate de escribir, siempre escribe mal, pero que a fin de cuentas tiene quien lo ampare como si leer fuese lo que en realidad es: “Leer es jugar”. Es divertirse, reírse, burlarse, llorar y ponerse serio para terminar soñando con aquello que nos gustaría vivir pero no se nos permite y la literatura le da vida.

El lector gozoso es el niño agradecido que ha consentido que la palabra escrita en su forma artística siga existiendo.

27/03/2019:
http://www.opinionynoticias.com/opinioncultura/34607-literatura-y-goce
Fotografía:
https://www.vanitatis.elconfidencial.com/famosos/2019-03-26/vargas-llosa-fiesta-reyes-macri-argentina_1903894/

miércoles, 27 de diciembre de 2017

ESPESORES DEL RIESGO CELEBRADO

EL UNIVERSAL, Caracas, 27 de diciembre de 2017
La palabra perdida
Teódulo López Méndez
 
La palabra está devaluada, ha perdido su condición de apertura. La palabra como riesgo ha sido abandonada. La palabra se hizo tejné, es decir, técnica y cedió su espacio a la imagen. Tecnología y palabra han sido alzadas una frente a la otra; la primera es el futuro, la segunda es inútil. El desvalimiento de la palabra conduce a un pensamiento comprimido. Estamos llegando a la pérdida de la memoria y sin memoria no hay lenguaje.

La literatura, aun conviviendo con la realidad, debe dejarnos visiones proféticas de cómo ese mundo podría ser. Es obvio que cuando hablamos de literatura realista no estamos condenando la existencia de una que nos dé una visión de la realidad del mundo, no, lo que condenamos es una desprovista de fantasía, de absurdo, de profetismo. La literatura debe ser un  escenario del choque entre el ser y el deber ser. No estamos defendiendo tesis de evasión, sino proclamando que si la literatura no es inconforme no es literatura. La literatura construye anticipadamente y eso no excluye que la realidad pueda convertirse en metáfora social. Esa metáfora puede reflejar perfectamente la quiebra de un país. La proclama de que en América Latina la realidad es superior a la fantasía es una falacia que le ha hecho mucho daño a la palabra.

La literatura es, en esencia, un cuestionamiento. Ha quedado claro que si escribimos es por inconformidad con el mundo como es. Una literatura que se dedique a respaldar, resguardar y sostener las ideas ortodoxas predominantes en el mundo en que ella se produce es anticipadamente sospechosa. La literatura debe preguntar y cuestionar. El escritor es un  permanente inconforme.

La literatura inventa y señala al hombre posibilidades de futuro. La literatura chata, sin imaginación y prospección, no es tal. La literatura debe decir del mundo y de su habitante inteligente. La literatura debe inmiscuirse en la naturaleza humana sin corromperse. La literatura es hábitat de experiencias y contra-experiencias.

Recomponer la palabra implica escucharla más allá de la utilidad humana de la comunicación, escucharla en su interior. Debemos develar (aletheia) la palabra y devolverle el espesor. Más allá de la literatura en Venezuela la palabra está perdida.

Fuente:

domingo, 15 de octubre de 2017

DEL JEFEMILITARISMO EDITORIAL

La amabilidad del sarcasmo
Luis Barragán

Pocos dudan de la extraordinaria pluma que fue Aníbal Nazoa, cuyo buen sentido de humor, varias veces sutil y, otras, lapidario, nos hizo tempranamente asiduos a sus libros y crónicas semanales. Vivenciándola, amaba intensamente la ciudad que buen espacio ocupaba en su tintero y, mortificado, desplegaba también un sectarismo político que llevó la impronta de una vieja militancia ideológica, cebándose – en uno de sus períodos culminantes – en la dupla adeco-copeyana, fuente de toda maldad.

Diferencias aparte, respecto a la interpretación que daba del momento político, nos satisfizo el espléndido juego de la ironía que, en definitiva, lo era del lenguaje. Por ello,   el mejor aporte de toda reedición está en salvaguardar algo más que la simple jerga cotidiana que supo rescatar para abordar los hechos o situaciones que lo ocuparon.

Olvidado el aniversario en medio de los duros y consabidos acontecimientos que todavía nos estremecen, circula una importante compilación: “Puerta de Caracas. Edición homenaje a los 450 años de Caracas” (Alcaldía de Caracas/ Fondo Editorial Fundarte/ Gobierno del Distrito Capital, 2º edición corregida y disminuida, Caracas, 2017).  Confesamente rebajada, versamos sobre una reedición de mediana calidad que, por un parte, no se compadece con el patrocinio de tres muy bien presupuestadas entidades públicas, y, por la otra, contrasta con la magnífica entrega digital de Mirelis  Morales Tovar -  “Caracas-en-450” - promovida por una entidad bancaria.

Inevitable, tomamos una pequeña muestra de los artículos originales de Nazoa y constatamos aciertos y errores de la nueva edición.  Por ejemplo,  respecto a las gratas expresiones que reflejan toda una época, el libro en cuestión refiere “jefecilismo” (97), mientras que el artículo originalmente publicado dice “jefecivilismo” (“La jaula de King Kong”: El Nacional, Caracas, 10/03/1978), perdiendo el dato de lo que significó esta autoridad pública décadas atrás;  dice “tarabeteando” (119), en lugar de “tabarateando” (Ibidem: 18/06/1981), traicionando un verbo que aludía a las incursiones venezolanas en el extranjero, aunque es fiel el vocablo “catajarria” (117), a su original (Ibid.: 18/06/1981).

Presumíamos que tales errores de alto octanaje que afecta el pulcro neologismo de Nazoa, se debía a los que recurrentemente propinan los programas informáticos, aunque las dudas recaen sobre la corrección misma. Simplemente, no la hubo, porque son los mismos yerros de la primera edición de 2007, siendo comprobable gracias a la sección de libros de Google y su magnífico dispositivo de búsqueda interna (https://books.google.co.ve/books/about/Puerta_de_Caracas.html?id=UhofAQAAIAAJ&redir_esc=y).

No tenemos ánimo alguno de descalificar la iniciativa oficial, una de las pocas que puede ostentar, pero es necesario recalcar la inmensa responsabilidad de un Estado que, en el siglo anterior, hizo sus mejores esfuerzos por ediciones muy cuidadosas de obras que importaron y todavía importan a las sucesivas generaciones de venezolanos. Más aún, una  materia delicada, cuando se trata del habla susceptible de posteriores distorsiones que tienden a desdibujarnos social e históricamente.

Por lo demás, un régimen que, en más de una década, acumuló importantes recursos para publicar hasta veinte millones de libros, beneficiado por mil millonarios créditos adicionales para adquirir imprentas, tinta y papel, nada más en un lustro,  exhibe muy pocos títulos que prontamente ingresan al “basurero ideológico”, por citar una feliz sentencia del entonces diputado Homero Ruíz al ventilar el asunto dos o tres años atrás en la Asamblea Nacional. Quizá esa maquinaria de impresión está en ruinas, quizá se encuentra agotada tras los gigantescos tirajes de propaganda monopartidista, pero lo cierto es que ni una comisión parlamentaria puede chequearlo y ya no está Aníbal Nazoa para comentarlo, como seguramente lo hubiese hecho con la amabilidad del sarcasmo.

(*) Textos referidos de Aníbal Nazoa: https://lbarragan.blogspot.com/2017/10/nazoadas.html
Fotografía: Puerta de Caracas, La  Pastora, 1930. Tomada de: http://mariafsigillo.blogspot.com/2012/08/las-puertas-de-caracas.html
15/10/2017:
https://www.lapatilla.com/site/2017/10/15/la-amabilidad-del-sarcasmo-por-luis-barragan https://noticiasvenezuela.info/2017/10/la-amabilidad-del-sarcasmo-por-luis-barragan

viernes, 29 de septiembre de 2017

ESPIRITUALIDAD Y LITERATURA

El Nacional, Caracas, 07/10/1977 (!Por vez primera, logramos cuadrar los textos! LB)

lunes, 28 de agosto de 2017

DOUBLETHINK

DIARIO, México, 25 de abril de 2017
La literatura y la política
Sixto Duarte

El pasado domingo 23 de abril, se celebró –como cada año– el “Día Internacional del Libro”, conmemoración instituida por la UNESCO con el fin de promover la lectura en el mundo. A su vez, en Cataluña celebraron la “Diada de Sant Jordi”, una de las tradiciones más bonitas en la cual los hombres regalan a las mujeres flores y las mujeres a su vez regalan libros a los hombres.

La literatura y la política han estado ligadas por diversas circunstancias. Los intelectuales mucho han escrito sobre política, y sobre la “cosa pública”. Igualmente, muchos escritores a través de la historia han participado directamente en política. Un ejemplo de ello en el continente puede ser el escritor peruano Mario Vargas Llosa quien fue candidato a la presidencia de Perú en 1990, cuando ya era un escritor consolidado.  Años atrás, Octavio Paz había sido embajador de México en India.

El vínculo entre literatura y política parece ser indisoluble. Existen dentro de la literatura géneros dedicados a la narrativa de la política. De manera muy particular, en Latinoamérica, tenemos lo que se conoce como “Novela del Dictador”. García Márquez (El otoño del Patriarca), Vargas Llosa (La fiesta del Chivo), Alejo Carpentier (El recurso del método), han plasmado para la posteridad esta narrativa y visión en sus obras.

Lo que se ha escrito en diversas obras literarias parece repetirse de manera cíclica, a circunstancias tanto globales como locales, del pasado o del presente, pues la naturaleza humana parece no cambiar con los siglos. Las frases recogidas de “El Quijote” parecen estar tan vigentes ahora como hace más de cuatrocientos años.

El escritor irlandés Bram Stoker nos legó una de las más grandes obras literiarias de la historia, “Drácula”. Escrita en forma de novela epistolar, “Drácula” es el principal referente de literatura de vampiros. Recuerdo una parte de dicha obra, en que Jonathan Harker viaja a Transilvania a encontrarse con Drácula. El camino en los Cárpatos se encuentra en pésimas condiciones. No se le ha dado mantenimiento porque era tradición no hacerlo. El hacerlo haría pensar a los vecinos turcos que se preparaba el camino para traer tropas e invadirlos. Por ello, para evitar una tensión entre ambos pueblos, no se le daba mantenimiento. Probablemente lo mismo ocurra en Juárez, y para evitar tensiones con Estados Unidos, el alcalde ha determinado no dar suficiente mantenimiento a las deplorables condiciones en que se encuentra la infraestructura vial de la ciudad.

En “La hojarasca” de García Márquez, el médico del pueblo muere. Es el hombre más odiado, y las masas en conjunto rechazan el otorgarle algo a lo que tiene derecho: recibir cristiana sepultura. El propio alcalde del Macondo se resiste a otorgar el permiso para poder enterrarlo. Un claro ejemplo de lo que en ciencia política se conoce como “tiranía de las mayorías”. Analógicamente pudiéramos comparar esta situación con la situación de varios ex gobernadores acusados penalmente en sus Estados. Por impopulares que éstos sean, tienen el inalienable derecho a defenderse.

Uno de mis autores favoritos es George Orwell. Recurrentemente lo cito en mis textos, probablemente por la influencia de la que he sido objeto. En “1984”, Orwell creó la figura del “doblepiensa” (doublethink), que es la capacidad de sostener dos posturas contradictorias al mismo tiempo. Albergar dos creencias contradictorias a la vez. Por otro lado, en “Rebelión en la granja” también de Orwell, los cerdos (quienes representaban a los comunistas rusos) acceden al poder con una serie de promesas para acabar con los privilegios de quienes gobernaban antes que ellos. Incluso escriben sus normas en una pared. Una vez que llegan al poder, se olvidan y empiezan a incurrir en los mismos vicios de aquellos que antaño criticaban y hogaño emulan, y modifican sus promesas (promesas del corazón).

Estas situaciones son perfectamente comparables al nuevo amanecer. Deuda pública fue una crítica de quienes hoy gobiernan a quienes gobernaban. La intromisión en las instituciones y poderes es otra crítica de quienes hoy gobiernan hacia quienes gobernaban. En ambos casos, estamos ante un ejemplo perfecto de “doblepiensa” y se repite el patrón contenido en “Rebelión en la granja” pues estaba mal lo que hacían los de antes, pero no está mal si lo hacen los de ahora.

En fin, por lo pronto me dispongo a leer “El primer día” de Luis Spota, recomendación de un dilecto amigo mío, escrito en los 70, pero aplicable a la situación política actual.
Fuente:
http://diario.mx/Opinion/2017-04-24_a0bde5fe/la-literatura-y-la-politica/
Fotografía:
http://www.nacion.com/ocio/teatro/escarba-recuerdos-profetico-Teatro-Universiario_0_1630836952.html

jueves, 25 de agosto de 2016

INTERFASE

EL UNIVERSAL, Caracas, 25 de agosto de 2016
Historia e historiografía
Ricardo Gil Otaiza

La historiografía y la literatura hallan en el contexto filosófico y epistemológico interesantes puntos de confluencia. Muchos historiadores caen en el género literario y son sorprendidos en una interfase en cuyos sutiles intersticios se genera una obra, que por real no puede ser -paradójicamente- verificable. Realidad y ficción funden sus senderos a menudo y en ese espacio que se abre ante el investigador y el novelista crece la incertidumbre. En el primero, una incertidumbre atávica de quien se halla en un terreno difícil de elucidar sin la tentación de caer en el desvarío; en el segundo, la certeza de una realidad que por “real” es imposible de recrear sin la tentación de pretender escribir historia. Para el primero es fundamental el cotejo “realidad-ficción” y así poder sacar sus propias conclusiones; para el segundo, tal dilucidación es innecesaria, puesto de que no necesita ser fiel a lo real. “Es su intrínseco poder de persuasión, no su interés documental, lo que determina el valor artístico de una ficción” (Vargas Llosa, en La verdad de las mentiras, 2003). El historiador pretende contar “la historia”, mientras que el novelista pretende contar “una historia”. Eh allí la clave de ambas circunstancias divergentes, transigimos, pero profundamente hermanadas en el tiempo.
La historiografía no debe mentir y la narrativa está obligada a ello, de allí la existencia de la crónica, que busca puntos de encuentro entre el ayer y el presente, sin la rigurosidad de la fuente primaria ni del método. No obstante, la historiografía como método entra muchas veces en el terreno de lo histórico, con determinismos, con prejuicios, con falsas premisas, olvidándose con frecuencia de la vieja conseja que nos recuerda que la historiografía debe propender a la ciencia mientras que la narrativa al mero arte. Una y otra cuentan hechos y circunstancias y se pasean de la mano de “tiempos” y de personajes, sólo que el historiador anhela contar stricto sensu lo hallado, mientras que el escritor aspira al deleite y al disfrute estético de lo narrado. Si la historiografía miente o falsea la fuente cae en el terreno de la obra literaria y pierde la rigurosidad científica; mientras que la narrativa al mentir expresa su propia y necesaria verdad.
En esa dialógica de la que habláramos al comienzo, entre la historia y la historiografía, es posible dilucidar puntos de convergencia, siendo el principal de ellos la experiencia. La historiografía está obligada a echar mano del método científico a los fines de intentar (por lo menos) explicarse desde lo fenoménico; es decir, como expresión de ese algo “real” que está frente a nuestros ojos y tenemos que entender para luego contar. La historiografía en todo caso es una manera científica de describir una verdad anidada en hechos vividos de manera personal (o por otros), o trasvasados a soportes que buscan la permanencia en el tiempo de lo acaecido. En ese “salto” cualitativo dado desde lo disjunto (representado por episodios fragmentados de un mismo hecho histórico), a la conjunción de las partes en ese todo llamado “investigación historiográfica”, subyace un punto crucial en el que muchas veces se pierde el carácter objetivo de lo hallado, y se pasa a lo conjetural como respuesta a nuestra propia experiencia de vida. 
En otras palabras: se salta de lo real-vivido a lo artificioso, impregnándose lo “hallado” de una subjetividad tan evidente, que se hace imposible de sortear en una suerte de mixtura, transformándose en aquello que Carlos Pacheco y Luis Barrera Linares califican en Del cuento y sus alrededores (1992) como “objetual” o como mero “artefacto” (un objeto

Fuente: http://www.eluniversal.com/noticias/opinion/historia-historiografia_432988
Gráfica: https://undiario.pe/2016/03/17/inician-proyecto-para-restaurar-templo-de-jequetepeque

domingo, 27 de abril de 2014

RESPIRACIÓN

EL PAÍS, Madrid, 25 de abril de 2014
L&L (Lengua y Literatura)
Grandes enigmas de la respiración
Hoy: palabras que pesan
Luis Magrinyà 

Entre las acepciones del adjetivo pesado y del adverbio pesadamente no encontramos en el DRAE ninguna referida a la respiración. Y, sin embargo, llevamos toda la vida leyendo en las novelas y otras partes que alguien tiene una respiración pesada o que respira pesadamente. Hay, en las acepciones del adjetivo, algunas referidas al sueño (“intenso, profundo”), al tiempo o a la atmósfera (“bochornoso”), a la cabeza (“aturdido”) y tres sin especificar a qué se aplican (“que pesa mucho”, “obeso”, “tardo o muy lento”), aunque entre estas últimas sospechamos que la de “tardo o muy lento” debe de referirse a movimientos.
Uno tiende a relacionar la respiración con el sueño (tal vez porque en ese estado la respiración es notable para el observador), por lo que se pregunta si ese “intenso, profundo” no es lo que cabe considerar cuando intenta entender el significado de respiración pesada en los textos. Le parece que “respiración intensa” o “profunda” tiene sentido y es verosímil.
Uno, también, en un exceso de confianza, daba por hecho que estas expresiones eran calcos tremendos y recientes del inglés (heavy breath); pero ha descubierto que la cosa no está tan clara. En la base de datos de la RAE el primer testimonio de respiración pesada es de 1951, del chileno Manuel Rojas, y está, en efecto, ligado al sueño:
Entre las acepciones del adjetivo ‘pesado’ hay algunas referidas al sueño y otras, al tiempo o a la atmósfera
“Oí cerca de mí una respiración pesada y regular: un hombre, seguramente tendido en el suelo, [… ] se entregaba al sueño” (Manuel Rojas, Hijo de ladrón (1951), Cátedra, Madrid, 2001, p. 192).
La primera documentación de respirar pesadamente, en la misma base de datos, es de 1960, del cubano Matías Montes Huidobro, y está también ligada al sueño:
“Caridad respiraba pesadamente y a eso de las tres comenzó a gritar. Tenía una pesadilla” (Matías Montes Huidobro, La sal de los muertos (1960), Escelicer, Madrid, 1970, p. 177).
Pero uno, en sus pesquisas, ha encontrado usos bastante anteriores, de principios del siglo XX, y, como preveía, en traducciones. Sin embargo, al contrario de lo que preveía, no en traducciones del inglés, sino del ruso. Primera sorpresa.
“Según parecía, el piano era bastante pesado, porque la madera sobre la cual fue colocada crujió y los trabajadores respiraron pesadamente” (Vladímir G. Korolenko, El músico ciego (1886), L. González y Cía., Barcelona, 1902, no consta traductor, p. 31).
“Parecía que el barco respiraba pesadamente como un monstruo” (Aleksandr I. Kuprín, Hacia la gloria, Calpe, Madrid, 1919, trad. de Tatiana Enco de Valero, p. 86).
En los primeros testimonios, el significado se refiere al tipo de respiración que se observa cuando uno duerme
Consultamos a nuestro amigo el eslavista y traductor Fernando Otero y nos confirma que en ruso existe un adjetivo, tiazholy (con su correspondiente adverbio tiazheló), que es muy frecuente y, ay, muy polisémico, y que, en efecto, se aplica a la respiración. Es parecido al inglés heavy y también –pero mucho menos, como nos gustaría acabar demostrando– al español pesado.
Volvamos ahora al significado, que es lo que aquí nos trae de cabeza. De los primeros testimonios escritos en español, el de Manuel Rojas se refiere claramente al tipo de respiración que se observa cuando uno duerme: regular, acompasada, sonora, profunda, lenta. El de Matías Montes Huidobro, también en las circunstancias del sueño, parece, sin embargo, anteceder a una pesadilla: quizá –solo quizá– aquí la respiración pesada, si bien igualmente sonora, no sea tan regular ni tan profunda ni tan lenta, sino más bien lo contrario. Y fijémonos luego en los ejemplos “rusos”: uno de ellos, como es una imagen, no nos atrevemos a certificar qué significa, pero se podría aventurar que los barcos y los monstruos, si respiran pesadamente, será por similitud a la respiración de un sueño profundo. No sabemos. Pero en el otro ejemplo, ay, unos trabajadores cargan con un piano que pesa mucho y el tipo de respiración que acompaña a este esfuerzo uno la imagina más bien trabajosa, acelerada, entrecortada, irregular. Algo así como un jadeo.
Entonces ¿en qué quedamos? ¿Es rápida o lenta la respiración pesada? ¿Agitada o calmada? ¿Su sonoridad es la de un jadeo o la de un suspiro? ¡No nos asustemos! Parece que en inglés ocurre lo mismo. Veamos estos dos ejemplos de traducciones:
“… un leve ruido […], seguido de una respiración pesada. […] Luego vi a mi padre tendido en el suelo […], como si hubiesen tirado su cuerpo. Debajo de él había un pequeño charco de sangre” (Bram Stoker, La joya de las siete estrellas (1903), Montesinos, Barcelona, 1987, trad. de Javier Gómez Mompou, p. 18).
“Podía oír la respiración pesada y desigual de la criatura. Parecía que llevara un gran peso, con gran esfuerzo, mientras ascendía una larga colina. […] La respiración se detenía, se ahogaba, volvía a empezar con un esfuerzo terrible” (Graham Greene, El revés de la trama (1948), Andrés Bello, Santiago de Chile, 1991, no consta traductor, p. 150).
El traductor ha pensado sin duda que ‘pesada’ ya incorporaba la lentitud y que no era necesario recalcarla
El primer pasaje traduce slow, heavy breathing: el traductor se ha comido el slow (‘lento’) pero es significativo que lo haya hecho, porque sin duda ha pensado que pesada ya incorporaba la lentitud y no era necesario recalcarla (al fin y al cabo estamos hablando de un moribundo). El segundo traduce heavy uneven breathing y ahí está claramente manifestada la irregularidad (uneven); por si fuera poco, las líneas siguientes describen muy bien de qué clase de respiración dramática se trata.
¿Pueden el ruso tiazholy, el inglés heavy y el español pesado tener, al aplicarse a la respiración, significados contrarios que solo el contexto permite descifrar? ¿No se trata de un caso claro de malos tratos, de explotación abusiva del contexto? ¿Puede un adjetivo –un idioma– permitirse semejante inducción a la confusión en un uso ya especializado? ¿Por qué se especializa entonces dicho uso, si al final no va a ser capaz de distinguir una respiración de otra? Es como si, por ejemplo, sueño pesado pudiera significar a la vez sueño ‘profundo’ y sueño ‘ligero’.
Si no estamos seguros de que lo que queremos expresar quede bien expresado y sea inteligible, ¿por qué insistimos en semejantes ambivalencias? (Cierto es que en la lengua no faltan casos: “Yo le alquilo el piso a Bernardo” puede significar tanto que yo soy el dueño del piso y se lo alquilo a Bernardo como que es Bernardo el dueño del piso y me lo alquila a mí.) Fijémonos, por otro lado, en que, de todos los rasgos de significado en español, estos dos pesados aplicados a la respiración solo comparten uno: la sonoridad. ¿Y si realmente no hubiera oposición entre ellos y significaran simplemente ‘sonoro’? ¿Y si hoy, al cabo del tiempo –afrontemos con valentía la catástrofe–, no significaran nada?
Llevamos toda la vida en este sinvivir.
Si no estamos seguros de lo que queremos expresar, ¿por qué insistimos en semejantes ambivalencias?
Ha habido momentos, en nuestra paciente búsqueda de casos, en que hemos creído que, en español, cuando alguien respiraba pesadamente, lo hacía de un modo u otro según se tratara de un original o de una traducción. Pues en las traducciones, ciertamente, suele predominar el aspecto esforzado y agónico:
“Rickards respiraba pesadamente, como si hubiera venido corriendo” (P. D. James, Intrigas y deseos, Javier Vergara, Buenos Aires, 1991, trad. de César Aira, p. 171).
“Mi promotor se atragantaba y respiraba pesadamente” (Lauren Lawrence, La llave de los sueños, Edaf, Madrid, 2001, trad. de Raquel Torrent, p. 81).
“La respiración se hace entonces pesada y dificultosa, y con esa respiración pesada, ¿cómo esperamos que pueda fluir la energía pránica?” (B. K. S. Iyengar, La esencia del yoga IV, Kairós, Barcelona, 2001, trad. de Elsa Gómez, p. 184).
En cambio, en los textos originales en español, parecía predominar lo contrario, la respiración pausada y profunda:
“La vería como el médico a la criatura que duerme, que respira pesadamente” (Eduardo Mallea, Simbad, Sudamericana, Buenos Aires, 1957, p. 560).
“Paula resoplaba por las noches. No era que roncase, sino que a veces respiraba pesadamente. Sonoramente” (Rosa Montero, Amado amo, Debate, Madrid, 1988, p. 108).
“Santiago dormido boca abajo […]. Su respiración pesada y su inmovilidad casi continua, idéntica a la muerte” (Arturo Pérez Reverte, La reina del Sur, Alfaguara, Madrid, 2002, pp. 113-114).
Sin embargo, cuando ya nos las prometíamos felices con esta conclusión, que le daba a cada idioma lo suyo, vamos y nos encontramos con este otro paquete hispánico:
¡Resulta que en español, da igual que duermas como una criatura o como un muerto!
“Otra vez se sumergió en un delgado sueño y ahora ocurrió que le estaban sumergiendo en agua helada, transparente, y se estaba ahogando. Respiraba pesadamente. Se moría” (Pablo García, Jinete en la lluvia, Andrés Bello, Santiago de Chile, 1983, p. 66).
“Oyó la respiración pesada, sorda, de la señora que estaba detrás del biombo. Era una respiración ronca, como si tuviera una máquina encima del pecho” (Montserrat Roig, “El canto de la juventud”, El País, 5/IV/88).
“La respiración se hace muy pesada, los alpinistas no cesan de toser y se palpa la extrema dureza de la altitud” (“Misión imposible, en el Annapurna”, La Vanguardia, 6/10/12).
“Necesitará […] una botella de spray con agua fría para rociar ligeramente la cara y el cuerpo si nota que su Bulldog inglés está jadeando o respira pesadamente» (web Cachorros de Bulldog inglés).
¡Todas las esperanzas al traste! ¡Resulta que en español, da igual que duermas como una criatura o como un muerto, que subas al Annapurna casi sin oxígeno o jadees como un bulldog! ¡En todos los casos respiras pesadamente! ¡E incluso puede tratarse de una respiración sorda!
Y ¿qué decir cuando nos adentramos en el proceloso mundo de las metáforas?
“El bosque respira pesadamente. Parece que me pesa en las espaldas” (José Luis Martín Vigil, Cierto olor a podrido (1962), Juventud, Barcelona, 1965, p. 96).
“El caserón sórdido, con múltiples agujeros y cuarteaduras, respiraba pesadamente por las ventanas enrejadas” (Manuel Andújar, Vísperas: trilogía, Ed. Andorra, Andorra, 1970, p. 462).
“Fuera, el viento agitaba los árboles y el océano respiraba pesadamente en la cala” (Kate Morton, El jardín olvidado, Suma de Letras, Madrid, 2010, trad. de Carlos Schroeder, p. 380).
Bosques, caserones, océanos… todos ellos respirando pesadamente. Claudicamos. Así como con otras fluctuaciones del aire que nos han salido de camino (más por América que por España), no menos misteriosas:
“Te ruego que no me des excusas –dijo Marta, con voz pesada” (Estela Canto, Ronda nocturna, Emecé, Buenos Aires, 1980, p. 122).
“… los ojos turbios y el aliento pesado, con un vaso en la mano” (Isabel Allende, La casa de los espíritus (1982), Plaza y Janés, Barcelona, 1995, p. 32).
“… seguido de un suspiro pesado, apenas unos segundos: yo sé que él se masturbaba...” (Carlos Fuentes, Gringo viejo (1985), Leer-e, Pamplona, 2013, Google Libros).
“… el aroma pesado de los cirios amarillos” (César Vidal, Artorius (2006), DeBolsillo, Barcelona, 2011, Google Libros).
“… con un bostezo pesado en el que el coñac tenía algo de culpa” (Jorge Eduardo Benavides, La noche de Morgana, Alfaguara, Madrid, 2005, p. 20).
El bostezo pesado nos ha dejado exhaustos. Nos vamos a dormir. Cuando despertemos seguiremos con otras cosas que pesan.