- S/f. "Surgió enorme isla en el Lago de Maracaibo". 2001, Caracas, 21/07/1987.
- Laureano Torrealba. "Derecho de ejercicio de huelga". Tribuna Popular, Caracas, 31/07/69.
- Juan Nuño. "El año de Orwell o dos más dos son cinco". El Nacional, Caracas, 06/05/84. Papel Literario.
- Gustavo Linares Benzo. "La biblioteca de la Procuraduría". Economía Hoy, Caracas, 17/12/98.
- Ludovico Silva. "Guaire" (poesía). El Nacional, 16/01/82. Papel Literario.
Reproducción: "Los ingenieros del año 28 celebran las bodas de plata". El Nacional, Caracas, 10/08/1953. Universidad Central de Venezuela.
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jueves, 28 de marzo de 2019
sábado, 9 de junio de 2018
REALIDAD QUE BROTA
Encuestador omnisciente
Luis Barragán
Donde el régimen dijo “liberación”, la oposición (social) expresó “excarcelación”, cuando finalmente salió a la calle un modesto porcentaje de los presos políticos que hay en Venezuela. Convengamos, la rápida distinción nos remite a un penoso aprendizaje sobre el lenguaje de la tiranía que todo lo tergiversa, falsea y destruye.
Días atrás, escuchamos en el metro la explicación que una joven le daba a su presunto compañero de aulas, respecto a “1984” de Orwell. Versó sobre la neolengua, aunque nos llamó aún más la atención una acertada observación.
En efecto, alegó, no se trata de sustituir una palabra por otra, cosa que ocurre, sino de alcanzar otro sentido común. Antes de bajarnos en la estación correspondiente, él balbuceó “eso lo llaman eufemismo” y ella, tenuemente, le dijo que “eso es otro modo de pensar las vainas”.
Nos satisfizo el diálogo, cual encuestador omnisciente. Comprobamos que, por muchos dislates discursivos que propine el poder establecido, las realidades brotan en su exacto significado.
Inadvertidamente, hay una mayor consciencia de esta amarga experiencia de lo que solemos creer. Y, probablemente, cuando todo esto pase, no será – ojalá – posible embaucar a la ciudadanía con los abalorios de un lenguaje urgido de limpiar y reivindicar.
Fotografía: LB, metro de Caracas (31/07/2016).
10/06/2018:
http://radiowebinformativa.com/archivos/6371
Luis Barragán
Donde el régimen dijo “liberación”, la oposición (social) expresó “excarcelación”, cuando finalmente salió a la calle un modesto porcentaje de los presos políticos que hay en Venezuela. Convengamos, la rápida distinción nos remite a un penoso aprendizaje sobre el lenguaje de la tiranía que todo lo tergiversa, falsea y destruye.
Días atrás, escuchamos en el metro la explicación que una joven le daba a su presunto compañero de aulas, respecto a “1984” de Orwell. Versó sobre la neolengua, aunque nos llamó aún más la atención una acertada observación.
En efecto, alegó, no se trata de sustituir una palabra por otra, cosa que ocurre, sino de alcanzar otro sentido común. Antes de bajarnos en la estación correspondiente, él balbuceó “eso lo llaman eufemismo” y ella, tenuemente, le dijo que “eso es otro modo de pensar las vainas”.
Nos satisfizo el diálogo, cual encuestador omnisciente. Comprobamos que, por muchos dislates discursivos que propine el poder establecido, las realidades brotan en su exacto significado.
Inadvertidamente, hay una mayor consciencia de esta amarga experiencia de lo que solemos creer. Y, probablemente, cuando todo esto pase, no será – ojalá – posible embaucar a la ciudadanía con los abalorios de un lenguaje urgido de limpiar y reivindicar.
Fotografía: LB, metro de Caracas (31/07/2016).
10/06/2018:
http://radiowebinformativa.com/archivos/6371
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lunes, 28 de agosto de 2017
DOUBLETHINK
DIARIO, México, 25 de abril de 2017
La literatura y la política
Sixto Duarte
El pasado domingo 23 de abril, se celebró –como cada año– el “Día Internacional del Libro”, conmemoración instituida por la UNESCO con el fin de promover la lectura en el mundo. A su vez, en Cataluña celebraron la “Diada de Sant Jordi”, una de las tradiciones más bonitas en la cual los hombres regalan a las mujeres flores y las mujeres a su vez regalan libros a los hombres.
La literatura y la política han estado ligadas por diversas circunstancias. Los intelectuales mucho han escrito sobre política, y sobre la “cosa pública”. Igualmente, muchos escritores a través de la historia han participado directamente en política. Un ejemplo de ello en el continente puede ser el escritor peruano Mario Vargas Llosa quien fue candidato a la presidencia de Perú en 1990, cuando ya era un escritor consolidado. Años atrás, Octavio Paz había sido embajador de México en India.
El vínculo entre literatura y política parece ser indisoluble. Existen dentro de la literatura géneros dedicados a la narrativa de la política. De manera muy particular, en Latinoamérica, tenemos lo que se conoce como “Novela del Dictador”. García Márquez (El otoño del Patriarca), Vargas Llosa (La fiesta del Chivo), Alejo Carpentier (El recurso del método), han plasmado para la posteridad esta narrativa y visión en sus obras.
Lo que se ha escrito en diversas obras literarias parece repetirse de manera cíclica, a circunstancias tanto globales como locales, del pasado o del presente, pues la naturaleza humana parece no cambiar con los siglos. Las frases recogidas de “El Quijote” parecen estar tan vigentes ahora como hace más de cuatrocientos años.
El escritor irlandés Bram Stoker nos legó una de las más grandes obras literiarias de la historia, “Drácula”. Escrita en forma de novela epistolar, “Drácula” es el principal referente de literatura de vampiros. Recuerdo una parte de dicha obra, en que Jonathan Harker viaja a Transilvania a encontrarse con Drácula. El camino en los Cárpatos se encuentra en pésimas condiciones. No se le ha dado mantenimiento porque era tradición no hacerlo. El hacerlo haría pensar a los vecinos turcos que se preparaba el camino para traer tropas e invadirlos. Por ello, para evitar una tensión entre ambos pueblos, no se le daba mantenimiento. Probablemente lo mismo ocurra en Juárez, y para evitar tensiones con Estados Unidos, el alcalde ha determinado no dar suficiente mantenimiento a las deplorables condiciones en que se encuentra la infraestructura vial de la ciudad.
En “La hojarasca” de García Márquez, el médico del pueblo muere. Es el hombre más odiado, y las masas en conjunto rechazan el otorgarle algo a lo que tiene derecho: recibir cristiana sepultura. El propio alcalde del Macondo se resiste a otorgar el permiso para poder enterrarlo. Un claro ejemplo de lo que en ciencia política se conoce como “tiranía de las mayorías”. Analógicamente pudiéramos comparar esta situación con la situación de varios ex gobernadores acusados penalmente en sus Estados. Por impopulares que éstos sean, tienen el inalienable derecho a defenderse.
Uno de mis autores favoritos es George Orwell. Recurrentemente lo cito en mis textos, probablemente por la influencia de la que he sido objeto. En “1984”, Orwell creó la figura del “doblepiensa” (doublethink), que es la capacidad de sostener dos posturas contradictorias al mismo tiempo. Albergar dos creencias contradictorias a la vez. Por otro lado, en “Rebelión en la granja” también de Orwell, los cerdos (quienes representaban a los comunistas rusos) acceden al poder con una serie de promesas para acabar con los privilegios de quienes gobernaban antes que ellos. Incluso escriben sus normas en una pared. Una vez que llegan al poder, se olvidan y empiezan a incurrir en los mismos vicios de aquellos que antaño criticaban y hogaño emulan, y modifican sus promesas (promesas del corazón).
Estas situaciones son perfectamente comparables al nuevo amanecer. Deuda pública fue una crítica de quienes hoy gobiernan a quienes gobernaban. La intromisión en las instituciones y poderes es otra crítica de quienes hoy gobiernan hacia quienes gobernaban. En ambos casos, estamos ante un ejemplo perfecto de “doblepiensa” y se repite el patrón contenido en “Rebelión en la granja” pues estaba mal lo que hacían los de antes, pero no está mal si lo hacen los de ahora.
En fin, por lo pronto me dispongo a leer “El primer día” de Luis Spota, recomendación de un dilecto amigo mío, escrito en los 70, pero aplicable a la situación política actual.
Fuente:
http://diario.mx/Opinion/2017-04-24_a0bde5fe/la-literatura-y-la-politica/
Fotografía:
http://www.nacion.com/ocio/teatro/escarba-recuerdos-profetico-Teatro-Universiario_0_1630836952.html
La literatura y la política
Sixto Duarte
El pasado domingo 23 de abril, se celebró –como cada año– el “Día Internacional del Libro”, conmemoración instituida por la UNESCO con el fin de promover la lectura en el mundo. A su vez, en Cataluña celebraron la “Diada de Sant Jordi”, una de las tradiciones más bonitas en la cual los hombres regalan a las mujeres flores y las mujeres a su vez regalan libros a los hombres.
La literatura y la política han estado ligadas por diversas circunstancias. Los intelectuales mucho han escrito sobre política, y sobre la “cosa pública”. Igualmente, muchos escritores a través de la historia han participado directamente en política. Un ejemplo de ello en el continente puede ser el escritor peruano Mario Vargas Llosa quien fue candidato a la presidencia de Perú en 1990, cuando ya era un escritor consolidado. Años atrás, Octavio Paz había sido embajador de México en India.
El vínculo entre literatura y política parece ser indisoluble. Existen dentro de la literatura géneros dedicados a la narrativa de la política. De manera muy particular, en Latinoamérica, tenemos lo que se conoce como “Novela del Dictador”. García Márquez (El otoño del Patriarca), Vargas Llosa (La fiesta del Chivo), Alejo Carpentier (El recurso del método), han plasmado para la posteridad esta narrativa y visión en sus obras.
Lo que se ha escrito en diversas obras literarias parece repetirse de manera cíclica, a circunstancias tanto globales como locales, del pasado o del presente, pues la naturaleza humana parece no cambiar con los siglos. Las frases recogidas de “El Quijote” parecen estar tan vigentes ahora como hace más de cuatrocientos años.
El escritor irlandés Bram Stoker nos legó una de las más grandes obras literiarias de la historia, “Drácula”. Escrita en forma de novela epistolar, “Drácula” es el principal referente de literatura de vampiros. Recuerdo una parte de dicha obra, en que Jonathan Harker viaja a Transilvania a encontrarse con Drácula. El camino en los Cárpatos se encuentra en pésimas condiciones. No se le ha dado mantenimiento porque era tradición no hacerlo. El hacerlo haría pensar a los vecinos turcos que se preparaba el camino para traer tropas e invadirlos. Por ello, para evitar una tensión entre ambos pueblos, no se le daba mantenimiento. Probablemente lo mismo ocurra en Juárez, y para evitar tensiones con Estados Unidos, el alcalde ha determinado no dar suficiente mantenimiento a las deplorables condiciones en que se encuentra la infraestructura vial de la ciudad.
En “La hojarasca” de García Márquez, el médico del pueblo muere. Es el hombre más odiado, y las masas en conjunto rechazan el otorgarle algo a lo que tiene derecho: recibir cristiana sepultura. El propio alcalde del Macondo se resiste a otorgar el permiso para poder enterrarlo. Un claro ejemplo de lo que en ciencia política se conoce como “tiranía de las mayorías”. Analógicamente pudiéramos comparar esta situación con la situación de varios ex gobernadores acusados penalmente en sus Estados. Por impopulares que éstos sean, tienen el inalienable derecho a defenderse.
Uno de mis autores favoritos es George Orwell. Recurrentemente lo cito en mis textos, probablemente por la influencia de la que he sido objeto. En “1984”, Orwell creó la figura del “doblepiensa” (doublethink), que es la capacidad de sostener dos posturas contradictorias al mismo tiempo. Albergar dos creencias contradictorias a la vez. Por otro lado, en “Rebelión en la granja” también de Orwell, los cerdos (quienes representaban a los comunistas rusos) acceden al poder con una serie de promesas para acabar con los privilegios de quienes gobernaban antes que ellos. Incluso escriben sus normas en una pared. Una vez que llegan al poder, se olvidan y empiezan a incurrir en los mismos vicios de aquellos que antaño criticaban y hogaño emulan, y modifican sus promesas (promesas del corazón).
Estas situaciones son perfectamente comparables al nuevo amanecer. Deuda pública fue una crítica de quienes hoy gobiernan a quienes gobernaban. La intromisión en las instituciones y poderes es otra crítica de quienes hoy gobiernan hacia quienes gobernaban. En ambos casos, estamos ante un ejemplo perfecto de “doblepiensa” y se repite el patrón contenido en “Rebelión en la granja” pues estaba mal lo que hacían los de antes, pero no está mal si lo hacen los de ahora.
En fin, por lo pronto me dispongo a leer “El primer día” de Luis Spota, recomendación de un dilecto amigo mío, escrito en los 70, pero aplicable a la situación política actual.
Fuente:
http://diario.mx/Opinion/2017-04-24_a0bde5fe/la-literatura-y-la-politica/
Fotografía:
http://www.nacion.com/ocio/teatro/escarba-recuerdos-profetico-Teatro-Universiario_0_1630836952.html
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Sixto Duarte
martes, 13 de junio de 2017
REVISITACIÓN
EL UNIVERSAL, Caracas, 13 de junio de 2017
De 1984 al siglo XXI
Alirio Pérez Lo Presti
A lo largo de la historia de la civilización hay obras literarias que han logrado dejar una huella en las generaciones que las han leído. Uno de esos textos excepcionales, que se sigue estudiando con interés y ha marcado el discurso desde los distintos escenarios de las interacciones humanas es 1984, escrito por Eric Blair bajo el seudónimo de George Orwell.
Un día, Winston Smith, el personaje central de 1984, sometido y vigilado constantemente por la estructura de poder, desarrolla la necesidad latente de establecer contacto con la resistencia y rebelarse ante el monstruoso aparato del Estado que todo lo controla. Ese sentir es indicativo de varias cosas, pero particularmente habla del carácter del ser humano, sus vínculos con todo lo que representa el poder y la inexorable tendencia de mostrarse desafiante a sabiendas de las repercusiones que eso trae, siendo “el individuo” la máxima representación de la posibilidad de tomar conciencia ante lo que no está bien, mientras las grandes masas humanas siguen viviendo y adaptándose a las escasas dádivas que el Estado totalitario les da.
Esa exaltación del ansia del hombre a rebelarse, parte del desarrollo de una conciencia individual que se halla presente en gran cantidad de personas. No pudo ser más trágico el siglo XX cuando los totalitarismos y las trastabilladas ideologías terminaron por cometer las injusticias más atroces, con la altísima posibilidad de que se vuelvan a repetir. Por eso el nombre de 1984 es usado en la obra como un tiempo cualquiera, porque entre otras razones el Estado totalitario ha trastocado la historiografía hasta el punto de que el año en que se vive probablemente ni siquiera sea el correcto, pudiendo ser cualquier otro.
Winston Smith precisamente trabaja como funcionario público en el Ministerio de la Verdad, modificando los hechos pasados y reconstruyendo una historia nueva cada día, que sea conveniente para el poder. Pero en esa necesidad de trastocar la historia, el plan es mucho más ambicioso y se pretende crear una “neolengua”, una nueva manera de comunicarse que se apodere de la mente de los ciudadanos.
En la fachada del Ministerio de la Verdad -que en neolengua se llamaba miniver- podía leerse con letras elegantes, las tres consignas del partido: La guerra es la paz. La libertad es la esclavitud. La ignorancia es la fuerza. Este ministerio, que se dedicaba a las noticias, a los espectáculos, la educación y las bellas artes, junto con el Ministerio de la Paz, para los asuntos de guerra; el Ministerio del Amor, encargado de mantener la ley y el orden, y el Ministerio de la Abundancia, al que correspondía los asuntos económicos, conformaban la estructura de base del sistema totalitario descrito en 1984.
El asunto de la esperanza es tratado de manera implacable, pues Winston Smith cree que las grandes masas populares, que viven una realidad muy distinta a la de él, se incorporarán a la lucha contra el Estado totalitario, asunto que, por supuesto, no ocurre en la obra. De ahí que 1984 haya sido tema de interés para los estudiosos de los fenómenos sociales, siendo una especie de brújula literaria para sociólogos y politólogos que hacen grandes esfuerzos para tratar de entender los distintos fenómenos humanos. George Orwell, al igual que tantos genios, hace uso del arte, particularmente el de la escritura para plantear problemas universales.
Pero la obra no hubiese sido tan trascendente de no haber tratado el gran problema de la ética en la forma como lo hace. En la vida del personaje principal aparece Julia, quien tomando todos los riesgos y asumiendo las consecuencias más inimaginables, da pie a una relación que comienza con un escueto y contundente mensaje que de manera secreta le entrega ella a él en una nota. La expresión es conocida y el contenido da sentido de vida y lucha al protagonista: “-Te quiero”.
Después de haber cultivado el enamoramiento, no podía sino ocurrir lo inevitable: ser acusado por el Estado totalitario de ser un transgresor de conciencia. Eso lleva al fin último que plantea este texto: tratar de hacer de un hombre con conciencia crítica, esperanza y amor, en una ficha del partido. La única manera posible es la peor de todas: arrebatar lo más elevado de la escala valorativa del ser humano: el amor.
La vida solitaria puede ser insoportable para muchos, pero la vida sin amor es ridícula, carente de sentido presente y sin connotación de trascendencia. Por eso desde la estructura totalitaria no basta con mutilar la esperanza ni someter al individuo a los dictámenes del partido, sino desmembrar el amor al punto de transformarlo, sea en odio o en indiferencia.
Como las grandes obras, su influencia no se restringe a una cosa en particular, sino que sobrepasa los linderos de asuntos puntuales para volverse un clásico de carácter inmortal y atemporal. Puede ser leído en cualquier tiempo y por cualquier grupo sin perder vigencia en relación a los asuntos planteados.
Fuente:
http://www.eluniversal.com/noticias/opinion/1984-siglo-xxi_656358
Fotografía: Orwell en Cuba http://polemon.mx/destape-en-cuba-publican-1984-george-orwell-68-anos-despues
Brevísima nota LB: Magnífica portada (hasta la fuente del título, motivo gráfico).
De 1984 al siglo XXI
Alirio Pérez Lo Presti
A lo largo de la historia de la civilización hay obras literarias que han logrado dejar una huella en las generaciones que las han leído. Uno de esos textos excepcionales, que se sigue estudiando con interés y ha marcado el discurso desde los distintos escenarios de las interacciones humanas es 1984, escrito por Eric Blair bajo el seudónimo de George Orwell.
Un día, Winston Smith, el personaje central de 1984, sometido y vigilado constantemente por la estructura de poder, desarrolla la necesidad latente de establecer contacto con la resistencia y rebelarse ante el monstruoso aparato del Estado que todo lo controla. Ese sentir es indicativo de varias cosas, pero particularmente habla del carácter del ser humano, sus vínculos con todo lo que representa el poder y la inexorable tendencia de mostrarse desafiante a sabiendas de las repercusiones que eso trae, siendo “el individuo” la máxima representación de la posibilidad de tomar conciencia ante lo que no está bien, mientras las grandes masas humanas siguen viviendo y adaptándose a las escasas dádivas que el Estado totalitario les da.
Esa exaltación del ansia del hombre a rebelarse, parte del desarrollo de una conciencia individual que se halla presente en gran cantidad de personas. No pudo ser más trágico el siglo XX cuando los totalitarismos y las trastabilladas ideologías terminaron por cometer las injusticias más atroces, con la altísima posibilidad de que se vuelvan a repetir. Por eso el nombre de 1984 es usado en la obra como un tiempo cualquiera, porque entre otras razones el Estado totalitario ha trastocado la historiografía hasta el punto de que el año en que se vive probablemente ni siquiera sea el correcto, pudiendo ser cualquier otro.
Winston Smith precisamente trabaja como funcionario público en el Ministerio de la Verdad, modificando los hechos pasados y reconstruyendo una historia nueva cada día, que sea conveniente para el poder. Pero en esa necesidad de trastocar la historia, el plan es mucho más ambicioso y se pretende crear una “neolengua”, una nueva manera de comunicarse que se apodere de la mente de los ciudadanos.
En la fachada del Ministerio de la Verdad -que en neolengua se llamaba miniver- podía leerse con letras elegantes, las tres consignas del partido: La guerra es la paz. La libertad es la esclavitud. La ignorancia es la fuerza. Este ministerio, que se dedicaba a las noticias, a los espectáculos, la educación y las bellas artes, junto con el Ministerio de la Paz, para los asuntos de guerra; el Ministerio del Amor, encargado de mantener la ley y el orden, y el Ministerio de la Abundancia, al que correspondía los asuntos económicos, conformaban la estructura de base del sistema totalitario descrito en 1984.
El asunto de la esperanza es tratado de manera implacable, pues Winston Smith cree que las grandes masas populares, que viven una realidad muy distinta a la de él, se incorporarán a la lucha contra el Estado totalitario, asunto que, por supuesto, no ocurre en la obra. De ahí que 1984 haya sido tema de interés para los estudiosos de los fenómenos sociales, siendo una especie de brújula literaria para sociólogos y politólogos que hacen grandes esfuerzos para tratar de entender los distintos fenómenos humanos. George Orwell, al igual que tantos genios, hace uso del arte, particularmente el de la escritura para plantear problemas universales.
Pero la obra no hubiese sido tan trascendente de no haber tratado el gran problema de la ética en la forma como lo hace. En la vida del personaje principal aparece Julia, quien tomando todos los riesgos y asumiendo las consecuencias más inimaginables, da pie a una relación que comienza con un escueto y contundente mensaje que de manera secreta le entrega ella a él en una nota. La expresión es conocida y el contenido da sentido de vida y lucha al protagonista: “-Te quiero”.
Después de haber cultivado el enamoramiento, no podía sino ocurrir lo inevitable: ser acusado por el Estado totalitario de ser un transgresor de conciencia. Eso lleva al fin último que plantea este texto: tratar de hacer de un hombre con conciencia crítica, esperanza y amor, en una ficha del partido. La única manera posible es la peor de todas: arrebatar lo más elevado de la escala valorativa del ser humano: el amor.
La vida solitaria puede ser insoportable para muchos, pero la vida sin amor es ridícula, carente de sentido presente y sin connotación de trascendencia. Por eso desde la estructura totalitaria no basta con mutilar la esperanza ni someter al individuo a los dictámenes del partido, sino desmembrar el amor al punto de transformarlo, sea en odio o en indiferencia.
Como las grandes obras, su influencia no se restringe a una cosa en particular, sino que sobrepasa los linderos de asuntos puntuales para volverse un clásico de carácter inmortal y atemporal. Puede ser leído en cualquier tiempo y por cualquier grupo sin perder vigencia en relación a los asuntos planteados.
Fuente:
http://www.eluniversal.com/noticias/opinion/1984-siglo-xxi_656358
Fotografía: Orwell en Cuba http://polemon.mx/destape-en-cuba-publican-1984-george-orwell-68-anos-despues
Brevísima nota LB: Magnífica portada (hasta la fuente del título, motivo gráfico).
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viernes, 28 de octubre de 2016
GUASAPEADOS
EL PAÍS, Madrid, 28 de octure de 2016
TRIBUNA
La erosión de la verdad
Carles Casajuana
En 1928, George Orwell alertó en un artículo sobre el peligro de una prensa barata, supuestamente popular. El artículo se titulaba A Farthing Newspaper (“Un diario de un cuarto de penique”) y hablaba de un periódico de París, el Ami du peuple,que costaba unos pocos céntimos y se presentaba como amigo de las clases populares, pero que en realidad defendía los intereses de su propietario, un industrial poderoso, con una línea editorial conservadora.
Orwell se preguntaba si un periódico se podía mantener únicamente con los ingresos de la publicidad, especulaba sobre los oscuros beneficios no monetarios que el Ami du peuple proporcionaba a su dueño y concluía diciendo que aquel diario supuestamente amigo del pueblo era un peligro para la libertad de prensa, porque podía dejar fuera del mercado a otros rotativos más serios que se veían obligados a rebajar el rigor informativo para competir en un terreno que no era el suyo.
Ignoro si en vida de Orwell, que murió prematuramente en 1950, The Sun o el Daily Mail, que son baratos y también combinan el sensacionalismo con el conservadurismo, tenían tantos lectores como ahora. Supongo que no, supongo que este espacio lo ocupaban entonces otros periódicos como el Evening Standard, enemigo a muerte del laborismo. Pero me pregunto qué habría dicho el autor de Rebelión en la granja de la proliferación actual de periódicos digitales gratuitos, del protagonismo de las redes sociales y de la caída del nivel de calidad de la información periodística a caballo de las nuevas tecnologías.
La tecnología encierra a los ciudadanos en burbujas informativas que reafirman lo que piensan
Antes, la letra impresa de los diarios dibujaba una frontera clara entre el rumor y la noticia. La noticia publicada podía ser cierta o no serlo, pero si no lo era se desmentía, y mientras tanto todo el mundo la consideraba cierta. Esto creaba una base común de debate. Ahora la Red acoge medias verdades, suposiciones, calumnias, bulos, cotilleos, hechos sin contrastar y noticias contrastadas, en una mezcolanza que pugna por captar la atención de los lectores sin una jerarquía clara ni ningún control de veracidad.
Publicar información falsa es fácil y hacerla circular, aún más. La tecnología no distingue entre los rumores, los infundios y los hechos confirmados, ni frena los contenidos racistas o sexistas: todos pueden llegar en cuestión de segundos a millones de móviles y ordenadores. La verdad —lo escribió Oscar Wilde— raramente es pura y nunca es simple. Las mentiras suelen serlo y por eso se difunden con más celeridad.
La directora de The Guardian, Catherine Viner, ha alertado recientemente sobre el carácter nocivo que pueden tener las nuevas tecnologías, en un artículo que ha merecido una gran atención (How technology disrupted the truth). Estamos atrapados en una confusa batalla entre la verdad y la mentira, entre los hechos y los rumores, entre los ciudadanos conectados y los desconectados, entre la plataforma abierta de la Red tal como fue originariamente concebida y las comunidades cerradas de Facebook y de otras redes sociales, entre una minoría bien informada y una muchedumbre desorientada.
Las redes sociales se han convertido en el principal medio para acceder a las noticias en Internet. El lector puede enviar a sus allegados las informaciones y los artículos de opinión que le gustan y poner en marcha una cascada informativa imparable. Los directores de los diarios y de los programas informativos de la radio y la televisión han perdido el control de la jerarquía y difusión de las noticias, que ahora llegan a muchos lectores a través de unos algoritmos opacos que las personalizan y hacen que cada lector reciba en primer lugar las que se supone que le pueden interesar más, que suelen ser las que coinciden con sus ideas. En vez de ensanchar el campo de visión de los ciudadanos, esto les encierra en burbujas informativas que reafirman lo que piensan.
Antes, el mundo de la información era vertical: la autoridad de los grandes medios de comunicación marcaba la pauta. Ahora, es horizontal. Se ha democratizado, y los lectores, armados con sus móviles y sus ordenadores portátiles, pueden hacer frente al poder de los medios de comunicación. Sobre el papel, esto es positivo —como parecía positivo el bajo precio del Ami du peuple—, pero el resultado práctico es que la calidad de la información se deteriora y que la prensa cada vez tiene más dificultades para desempeñar el papel de fiscalización de los poderes establecidos y de articulación del debate público que le corresponde en una sociedad democrática. Sin una información fiable, sin unos hechos básicos que no sean objeto de distorsión y de disputa, la libertad de opinión opera en falso y la democracia se degrada.
Que una noticia sea o no cierta es secundario; lo que cuenta es que sea retuiteada y guasapeada
Desde hace años vemos que los ingresos de los diarios serios caen y los de las redes sociales suben. En Estados Unidos, de cada nuevo dólar gastado en publicidad en 2016, 85 centavos fueron a los grandes de la Red como Facebook y Google. La caza del clic de los periódicos digitales, la pugna por aumentar las visitas, está empujando a muchas redacciones a prodigar las noticias-basura con títulos atractivos y con contenidos sensacionalistas, con la esperanza de atraer publicidad o financiación, en una carrera hacia las alcantarillas en la que pocos medios pueden permitirse no participar.
Para muchos, la viralidad se ha convertido en el valor supremo. Que una noticia sea o no cierta es secundario; lo que cuenta es que sea retuiteada y guasapeada velozmente por los lectores, que corra como un relámpago de pantalla en pantalla, y ya se sabe que, en el tiempo que la verdad se pone los zapatos, una patraña puede dar media vuelta al mundo. Los medios de comunicación han perdido el control de lo que es aceptable decir o publicar y las mentiras circulan sin que nadie las pueda desmentir, haciendo buena la afirmación leninista de que una mentira contada muchas veces se convierte en verdad.
El daño que esto puede causar lo vimos en la campaña del referéndum sobre la salida de Reino Unido de la Unión Europea, lo estamos viendo en la campaña de las elecciones norteamericanas y me temo que lo vamos a ver con frecuencia a partir de ahora. Tal vez nos tendremos que acostumbrar y los políticos honestos tendrán que tomárselo con buen humor y hacer como Adlai Stevenson, que en la campaña electoral norteamericana de 1952 ofreció un trato a sus oponentes: si dejaban de decir mentiras sobre él, él dejaría de decir la verdad sobre todos ellos.
(*) Carles Casajuana, escritor y diplomático, fue embajador en Reino Unido. Su último libro publicado es Las leyes del castillo (notas sobre el poder).
Fuente:
http://elpais.com/elpais/2016/10/11/opinion/1476180358_189684.html
Cfr.
https://www.theguardian.com/media/2016/jul/12/how-technology-disrupted-the-truth
Traducción:
https://translate.google.co.ve/translate?hl=es&sl=en&u=https://www.theguardian.com/profile/katharineviner&prev=search
Citada obra de C. Casajuana:
http://hayderecho.com/2015/02/05/recomendaciones-de-lectura-carles-casajuana-las-leyes-del-castillo-notas-sobre-el-poder/
http://www.novagob.org/blog/view/113095/carles-casajuana-%E2%80%9Clas-leyes-del-castillo-nota-sobre-el-poder%E2%80%9D-peninsula-barcelona-2014
http://www.forodeforos.org/uploads/notepierdas/f4d4fce3dfa73f40281f4ebb83d7f74d2c63e040.pdf
TRIBUNA
La erosión de la verdad
Carles Casajuana
En 1928, George Orwell alertó en un artículo sobre el peligro de una prensa barata, supuestamente popular. El artículo se titulaba A Farthing Newspaper (“Un diario de un cuarto de penique”) y hablaba de un periódico de París, el Ami du peuple,que costaba unos pocos céntimos y se presentaba como amigo de las clases populares, pero que en realidad defendía los intereses de su propietario, un industrial poderoso, con una línea editorial conservadora.
Orwell se preguntaba si un periódico se podía mantener únicamente con los ingresos de la publicidad, especulaba sobre los oscuros beneficios no monetarios que el Ami du peuple proporcionaba a su dueño y concluía diciendo que aquel diario supuestamente amigo del pueblo era un peligro para la libertad de prensa, porque podía dejar fuera del mercado a otros rotativos más serios que se veían obligados a rebajar el rigor informativo para competir en un terreno que no era el suyo.
Ignoro si en vida de Orwell, que murió prematuramente en 1950, The Sun o el Daily Mail, que son baratos y también combinan el sensacionalismo con el conservadurismo, tenían tantos lectores como ahora. Supongo que no, supongo que este espacio lo ocupaban entonces otros periódicos como el Evening Standard, enemigo a muerte del laborismo. Pero me pregunto qué habría dicho el autor de Rebelión en la granja de la proliferación actual de periódicos digitales gratuitos, del protagonismo de las redes sociales y de la caída del nivel de calidad de la información periodística a caballo de las nuevas tecnologías.
La tecnología encierra a los ciudadanos en burbujas informativas que reafirman lo que piensan
Antes, la letra impresa de los diarios dibujaba una frontera clara entre el rumor y la noticia. La noticia publicada podía ser cierta o no serlo, pero si no lo era se desmentía, y mientras tanto todo el mundo la consideraba cierta. Esto creaba una base común de debate. Ahora la Red acoge medias verdades, suposiciones, calumnias, bulos, cotilleos, hechos sin contrastar y noticias contrastadas, en una mezcolanza que pugna por captar la atención de los lectores sin una jerarquía clara ni ningún control de veracidad.
Publicar información falsa es fácil y hacerla circular, aún más. La tecnología no distingue entre los rumores, los infundios y los hechos confirmados, ni frena los contenidos racistas o sexistas: todos pueden llegar en cuestión de segundos a millones de móviles y ordenadores. La verdad —lo escribió Oscar Wilde— raramente es pura y nunca es simple. Las mentiras suelen serlo y por eso se difunden con más celeridad.
La directora de The Guardian, Catherine Viner, ha alertado recientemente sobre el carácter nocivo que pueden tener las nuevas tecnologías, en un artículo que ha merecido una gran atención (How technology disrupted the truth). Estamos atrapados en una confusa batalla entre la verdad y la mentira, entre los hechos y los rumores, entre los ciudadanos conectados y los desconectados, entre la plataforma abierta de la Red tal como fue originariamente concebida y las comunidades cerradas de Facebook y de otras redes sociales, entre una minoría bien informada y una muchedumbre desorientada.
Las redes sociales se han convertido en el principal medio para acceder a las noticias en Internet. El lector puede enviar a sus allegados las informaciones y los artículos de opinión que le gustan y poner en marcha una cascada informativa imparable. Los directores de los diarios y de los programas informativos de la radio y la televisión han perdido el control de la jerarquía y difusión de las noticias, que ahora llegan a muchos lectores a través de unos algoritmos opacos que las personalizan y hacen que cada lector reciba en primer lugar las que se supone que le pueden interesar más, que suelen ser las que coinciden con sus ideas. En vez de ensanchar el campo de visión de los ciudadanos, esto les encierra en burbujas informativas que reafirman lo que piensan.
Antes, el mundo de la información era vertical: la autoridad de los grandes medios de comunicación marcaba la pauta. Ahora, es horizontal. Se ha democratizado, y los lectores, armados con sus móviles y sus ordenadores portátiles, pueden hacer frente al poder de los medios de comunicación. Sobre el papel, esto es positivo —como parecía positivo el bajo precio del Ami du peuple—, pero el resultado práctico es que la calidad de la información se deteriora y que la prensa cada vez tiene más dificultades para desempeñar el papel de fiscalización de los poderes establecidos y de articulación del debate público que le corresponde en una sociedad democrática. Sin una información fiable, sin unos hechos básicos que no sean objeto de distorsión y de disputa, la libertad de opinión opera en falso y la democracia se degrada.
Que una noticia sea o no cierta es secundario; lo que cuenta es que sea retuiteada y guasapeada
Desde hace años vemos que los ingresos de los diarios serios caen y los de las redes sociales suben. En Estados Unidos, de cada nuevo dólar gastado en publicidad en 2016, 85 centavos fueron a los grandes de la Red como Facebook y Google. La caza del clic de los periódicos digitales, la pugna por aumentar las visitas, está empujando a muchas redacciones a prodigar las noticias-basura con títulos atractivos y con contenidos sensacionalistas, con la esperanza de atraer publicidad o financiación, en una carrera hacia las alcantarillas en la que pocos medios pueden permitirse no participar.

El daño que esto puede causar lo vimos en la campaña del referéndum sobre la salida de Reino Unido de la Unión Europea, lo estamos viendo en la campaña de las elecciones norteamericanas y me temo que lo vamos a ver con frecuencia a partir de ahora. Tal vez nos tendremos que acostumbrar y los políticos honestos tendrán que tomárselo con buen humor y hacer como Adlai Stevenson, que en la campaña electoral norteamericana de 1952 ofreció un trato a sus oponentes: si dejaban de decir mentiras sobre él, él dejaría de decir la verdad sobre todos ellos.
(*) Carles Casajuana, escritor y diplomático, fue embajador en Reino Unido. Su último libro publicado es Las leyes del castillo (notas sobre el poder).
Fuente:
http://elpais.com/elpais/2016/10/11/opinion/1476180358_189684.html
Cfr.
https://www.theguardian.com/media/2016/jul/12/how-technology-disrupted-the-truth
Traducción:
https://translate.google.co.ve/translate?hl=es&sl=en&u=https://www.theguardian.com/profile/katharineviner&prev=search
Citada obra de C. Casajuana:
http://hayderecho.com/2015/02/05/recomendaciones-de-lectura-carles-casajuana-las-leyes-del-castillo-notas-sobre-el-poder/
http://www.novagob.org/blog/view/113095/carles-casajuana-%E2%80%9Clas-leyes-del-castillo-nota-sobre-el-poder%E2%80%9D-peninsula-barcelona-2014
http://www.forodeforos.org/uploads/notepierdas/f4d4fce3dfa73f40281f4ebb83d7f74d2c63e040.pdf
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domingo, 13 de septiembre de 2015
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La neolengua del poder en Venezuela (y la sentenciadora)
Luis Barragán
Frecuentemente inadvertido, la corrupción del lenguaje constituye el mejor testimonio del proyecto totalitario que se realiza descomponiendo a sus propios agentes. Refuerzo indispensable éste, funda constantemente la vida cotidiana, legitimando la descomposición de los más elementales pareceres que hacen del destino compartido una hazaña de la supervivencia.
Antonio Canova González, Carlos Leáñez Aristimuño, Giuseppe Graterol Stefanelli, Luis A. Herrera Orellana y Marjuli Matheus Hidalgo, aportan sus esfuerzos de desenmascaramiento a través de un título de necesaria consulta, cuidadosamente editado, diseñado y diagramado: “La neolengua del poder en Venezuela. Dominación política y destrucción de la democracia” (Editorial Galipán, Caracas, 2015). Trabajos bien fundamentados, concisos y eficaces que apuntan al irresponsable ejercicio de una dirección del Estado confiscado por una secta que, empeñada en prolongarse, ha dinamitado las instituciones, comenzando por la lengua.
Una dirección que compite deslealmente con sus adversarios, descalificados y criminalizados, inmediatamente auxiliada por el equipaje que tiene a la mano: significaciones, actitudes y expresiones que intentan subvertir las propias realidades, dislocándolas. Por ello, la célebre novela de George Orwell representa algo más que una remota noticia literaria, actualizándose en un país que jamás lo sospechó como resultado de sus dramáticas anticipaciones.
La “tribu postmoderna” en el poder, como podrán llamarla otros aventurados analistas, exponen una formación y una convicción personales insuficientemente hoy ponderadas, capaces de emplear las herramientas políticas que monopolizan, generando los estragos, con el auxilio – siempre complementario - de los especialistas en psicología social, por ejemplo. Donde hay víctimas de las epidemias, Nicolás Maduro dice guerra bacteriológica ocasionada por la derecha fascista (135), y será después la bien aceitada maquinaria publicitaria y propagandística la que perfeccionará la ocurrencia, agraciándola sistémicamente.
El proyecto político mismo, por esas acrobacias antes impensables en la democracia – mal que bien – que tuvimos, ha cuidado de esconder su esencia marxista-guevarista, inventándose todos los eufemismos posibles que pasan, incluso, por las sentencias del Tribunal Supremo de Justicia (46 s.). El empeño de la otra normalidad (72, 91), enfermizamente bifurcados, persigue masificarnos y atrofiarnos hasta extinguirnos como seres libres (155), abaratados los costos con el descuido deliberado del sistema educativo (76), obteniendo una elevada rentabilidad política con la programación de lo que pomposamente llaman sistema nacional de medios públicos: a guisa de ilustración, sublimándola, a Chávez Frías se le antojó llamarla guerrilla comunicacional y, luego, los más informados, como Jorge Giordani, apelaron – ornamentalizada - a la hegemonía gramsciana.
Los autores en cuestión, dejan paciente constancia de los insultos que prodiga el poder en Venezuela, acuñando términos alternos (56, 32), otro ejemplo, pero también destacan – orientándonos – las respuestas necesarias para superar tamaño accidente histórica (102 ss., 168 ss.). Constatado el problema, procuran una orientación para recobrar el lenguaje que tiene su más exacta dimensión en la libertad y, agregaríamos, en la libertad liberadora.
Valdrá la pena darle continuidad a la tarea de desenmascaramiento y, si algún día la Asamblea Nacional los publica, dictaminar sobre los Diarios de Debates que ilustran o deben ilustrar la descomposición. Por cierto, disculpen la personal digresión, luego de la sesión plenaria que se refirió a un proyecto de acuerdo a propósito de la muerte de Alexis Márquez Rodríguez, dudamos en proponer otra denominación para Internet, habida cuenta de la discusión pendiente del Proyecto de Ley de Comercio Electrónico, pues, un término alternativo que surgió veinte años atrás, como la Infopista, pudiera dar ocasión para la promoción oficialista de palabrejas que sacralicen a la superautopista de la información como su obra, así nos encontremos en un país de una gigantesca brecha digital.
La sentenciadora
Lejos nos encontramos de la estigmatización estrafalaria de Susana Barreiros, quien sentenció recientemente a Leopoldo López, a quien – por cierto – llama “Monstruo de Ramo Verde” un régimen que es el responsable de la represión y muerte de 43 jóvenes por 2014, además de las veinte y tantas mil muertes anuales. Únicamente deseamos constatar que la juez no tiene la trayectoria profesional ni una calificada carrera judicial para semejante responsabilidad y, por ello, se ha dicho, el consulado en Chile se ofrece como la inmoral premiación por su felonía.
Cabe exactamente la comparación, pues, antes, buena parte de los jueces, aún los penales de tan arriesgadas funciones (de instrucción, instancia, superiores, magistrados), eran conocidos y reconocidos, comenzando porque informaban pública y libremente de sus decisiones autónomas. La opinión pública los seguía, avalados por esa trayectoria que también exponían para los ascensos, titulares de sus tribunales, con un ejercicio académico convincente, incluyendo a muchos de los que afrontaron los peligros de juzgar a quienes decidieron la insurrección armada. ¿Y ahora? Revisemos la prédica del “reformador judicial” por excelencia, Manuel Quijada, y de todas las promesas del constituyente de 1999 en el campo de la administración de justicia y en el de los establecimientos penitenciarios.
Fuentes:
http://www.lapatilla.com/site/2015/09/14/luis-barragan-la-neolengua-del-poder-en-venezuela-y-la-sentenciadora/
http://www.noticierodigital.com/2015/09/la-neolengua-del-poder-en-venezuela-y-la-sentenciadora/
http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=1106287
Luis Barragán
Frecuentemente inadvertido, la corrupción del lenguaje constituye el mejor testimonio del proyecto totalitario que se realiza descomponiendo a sus propios agentes. Refuerzo indispensable éste, funda constantemente la vida cotidiana, legitimando la descomposición de los más elementales pareceres que hacen del destino compartido una hazaña de la supervivencia.
Antonio Canova González, Carlos Leáñez Aristimuño, Giuseppe Graterol Stefanelli, Luis A. Herrera Orellana y Marjuli Matheus Hidalgo, aportan sus esfuerzos de desenmascaramiento a través de un título de necesaria consulta, cuidadosamente editado, diseñado y diagramado: “La neolengua del poder en Venezuela. Dominación política y destrucción de la democracia” (Editorial Galipán, Caracas, 2015). Trabajos bien fundamentados, concisos y eficaces que apuntan al irresponsable ejercicio de una dirección del Estado confiscado por una secta que, empeñada en prolongarse, ha dinamitado las instituciones, comenzando por la lengua.
Una dirección que compite deslealmente con sus adversarios, descalificados y criminalizados, inmediatamente auxiliada por el equipaje que tiene a la mano: significaciones, actitudes y expresiones que intentan subvertir las propias realidades, dislocándolas. Por ello, la célebre novela de George Orwell representa algo más que una remota noticia literaria, actualizándose en un país que jamás lo sospechó como resultado de sus dramáticas anticipaciones.
La “tribu postmoderna” en el poder, como podrán llamarla otros aventurados analistas, exponen una formación y una convicción personales insuficientemente hoy ponderadas, capaces de emplear las herramientas políticas que monopolizan, generando los estragos, con el auxilio – siempre complementario - de los especialistas en psicología social, por ejemplo. Donde hay víctimas de las epidemias, Nicolás Maduro dice guerra bacteriológica ocasionada por la derecha fascista (135), y será después la bien aceitada maquinaria publicitaria y propagandística la que perfeccionará la ocurrencia, agraciándola sistémicamente.
El proyecto político mismo, por esas acrobacias antes impensables en la democracia – mal que bien – que tuvimos, ha cuidado de esconder su esencia marxista-guevarista, inventándose todos los eufemismos posibles que pasan, incluso, por las sentencias del Tribunal Supremo de Justicia (46 s.). El empeño de la otra normalidad (72, 91), enfermizamente bifurcados, persigue masificarnos y atrofiarnos hasta extinguirnos como seres libres (155), abaratados los costos con el descuido deliberado del sistema educativo (76), obteniendo una elevada rentabilidad política con la programación de lo que pomposamente llaman sistema nacional de medios públicos: a guisa de ilustración, sublimándola, a Chávez Frías se le antojó llamarla guerrilla comunicacional y, luego, los más informados, como Jorge Giordani, apelaron – ornamentalizada - a la hegemonía gramsciana.
Los autores en cuestión, dejan paciente constancia de los insultos que prodiga el poder en Venezuela, acuñando términos alternos (56, 32), otro ejemplo, pero también destacan – orientándonos – las respuestas necesarias para superar tamaño accidente histórica (102 ss., 168 ss.). Constatado el problema, procuran una orientación para recobrar el lenguaje que tiene su más exacta dimensión en la libertad y, agregaríamos, en la libertad liberadora.
Valdrá la pena darle continuidad a la tarea de desenmascaramiento y, si algún día la Asamblea Nacional los publica, dictaminar sobre los Diarios de Debates que ilustran o deben ilustrar la descomposición. Por cierto, disculpen la personal digresión, luego de la sesión plenaria que se refirió a un proyecto de acuerdo a propósito de la muerte de Alexis Márquez Rodríguez, dudamos en proponer otra denominación para Internet, habida cuenta de la discusión pendiente del Proyecto de Ley de Comercio Electrónico, pues, un término alternativo que surgió veinte años atrás, como la Infopista, pudiera dar ocasión para la promoción oficialista de palabrejas que sacralicen a la superautopista de la información como su obra, así nos encontremos en un país de una gigantesca brecha digital.

Lejos nos encontramos de la estigmatización estrafalaria de Susana Barreiros, quien sentenció recientemente a Leopoldo López, a quien – por cierto – llama “Monstruo de Ramo Verde” un régimen que es el responsable de la represión y muerte de 43 jóvenes por 2014, además de las veinte y tantas mil muertes anuales. Únicamente deseamos constatar que la juez no tiene la trayectoria profesional ni una calificada carrera judicial para semejante responsabilidad y, por ello, se ha dicho, el consulado en Chile se ofrece como la inmoral premiación por su felonía.
Cabe exactamente la comparación, pues, antes, buena parte de los jueces, aún los penales de tan arriesgadas funciones (de instrucción, instancia, superiores, magistrados), eran conocidos y reconocidos, comenzando porque informaban pública y libremente de sus decisiones autónomas. La opinión pública los seguía, avalados por esa trayectoria que también exponían para los ascensos, titulares de sus tribunales, con un ejercicio académico convincente, incluyendo a muchos de los que afrontaron los peligros de juzgar a quienes decidieron la insurrección armada. ¿Y ahora? Revisemos la prédica del “reformador judicial” por excelencia, Manuel Quijada, y de todas las promesas del constituyente de 1999 en el campo de la administración de justicia y en el de los establecimientos penitenciarios.
Fuentes:
http://www.lapatilla.com/site/2015/09/14/luis-barragan-la-neolengua-del-poder-en-venezuela-y-la-sentenciadora/
http://www.noticierodigital.com/2015/09/la-neolengua-del-poder-en-venezuela-y-la-sentenciadora/
http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=1106287
martes, 23 de septiembre de 2014
ORGÜELIZARSE
Verdadanos de Malezas
Ox Armand
Poco antes de concluir el receso ucevista, un inteligente profesor instruyó por vía electrónica sus alumnos del todavía primer semestre: leer e interpretar a George Orwell y su “1984”, obra que se encuentra con facilidad en la red de redes, aunque lucen escasos los ensayos actualizados, pues, resulta casi imposible explorar el extenso cementerio webeano. El docente no está prefabricando una postura política determinada, sino – algo que se agradece – remitiendo a la muchachada a una literatura capaz de moverla a la reflexión o, puede decirse, forzarla a ella. Curiosamente, la novela inundaba décadas atrás nuestro pequeño mercado editorial y se la hallaba apenas con uno o tres años de reedición (¿el Club de Lectores?), en los remates más concurridos de libros. Ahora, mientras haya la libre interconectividad, única ventana disponible, es posible saber hasta del propio autor como no ocurre con la Cuba fosilizada.
Enterándome de la tarea puesta a la distancia, recordé el estropicio del ingenuo cuento que envié a un concurso de Pro-Venezuela. Finalizando la adolescencia, una persona amiga me estimuló para escribirlo. Por supuesto, muy lejos de ganarlo, me lo devolvieron con un gigantesco signo de interrogación y, una profesora de literatura del bachillerato, mostrando su gentileza, me comentó de las influencias de un García Márquez o un Cortázar (aunque no sabía aún del argentino). El protagonista del relato que debe estar en algún rincón de mis viejos papeles, era Verdadano de Malezas. Tenía por ciudadanía la verdad y por patria, el estrago. Y, sí, por entonces, me había atragantado a Orwell y debieron pasar los incontables años para tomar consciencia de ello.
Fueron muchísimos los testimonios de sufrimiento bajo el socialismo real que recibieron por respuesta el escepticismo de sectores ideológicamente alucinados, por decir lo menos. La CIA y otras agencias propagandísticas, se decía para levantar el rechazo, se había encargado de la gran mentira. Después, vino la caída del muro de Berlín, la que simbolizó la implosión del modelo soviético, y nunca más ocurriría algo semejante. Así lo juramos y así quedó como verdad establecida. Pero bastó el talento literario, la eficacia de una ficción creadora, el milagro del lenguaje que versionó cabalmente una realidad inocultable, permaneciendo la extraordinaria lección de “1984”. Con una dramática diferencia: la vivimos en la Venezuela del siglo XXI. Jamás habíamos pensado en algo semejante. Nunca quisimos sospechar que nos molería una situación tan parecida a la orwelliana. Porque el Big Brother va más allá de las largas cadenas radiotelevisivas, deseándose un chequeador existencialmente biométrico. Esto es, monitoreándonos constantemente a través de lo más avanzado de la tecnología que el gobierno y sólo el gobierno es capaz de importar. Falsificador de billetes (elaborados inorgánicamente en la maquinilla del Banco Central), lo es de la realidad toda, ya que donde hay una rara enfermedad dice salud y de la buena, incluida la persecución de los más valientes galenos. Esgrime una completísima antología de eufemismos para nombrarnos y nombrarse, convertida la felicidad en una instancia ministerial. Y, campeón de los índices inflacionarios, propalador de la inaudita escasez, mienta el crecimiento económico con el talento estafador de unas cifras que únicamente se sienten en la pérdida absurda de las vidas humana. Pérdida que retrata una guerra de baja intensidad, como la llamaban los analistas estadounidenses en los ochenta.
Hay que acudir, mientras lo haya en Internet, a la obra de Orwell, a su testimonio de Catalunya que sirvió para edificar resueltamente su total desencanto, como a La rebelión de la granja. Puede decirse, “orgüelizarnos” urgentemente, porque lo que ocurre en Venezuela era un strike y un ponche suficientemente cantado. Y ojalá nos aproximemos a Andréi Amalrik, quien tempranamente se preguntó si la URSS sobreviviría a los ochenta.
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sábado, 30 de noviembre de 2013
RIELES
Falso cuaderno
Neoliberal
ANA NUÑO
Toda una distopía tuvo que imaginar George Orwell para darle sentido al retorcimiento del lenguaje llevado más allá del límite de la lógica esto es, allí donde las palabras pueden significar A y a la vez dan a entender lo contrario que A que Eric Blair observó y cuyas consecuencias padeció en carne propia. Pero con todo y ser angustiosa, la fantasía de 1984 tiene un punto optimista: que para que la humanidad se someta al relativismo caprichoso del poder absoluto, ha de vivir permanentemente bajo observación y amenaza de castigo.
Las pantallas siempre encendidas para escrutar el mínimo gesto cotidiano y transmitir oportunamente las órdenes del Gran Hermano, en realidad son ahora es fácil advertirlo un rayo de esperanza. Postulan, por más que improbable, una futura rebelión de las masas, que tal vez por qué no fabular la fábula adquiera un día la forma de un sabotaje que aborte el flujo eléctrico que alimenta los ojos y la boca catódicos.
Y digo catódicos para no añadir más anacronismos a la ya anacrónica (¡y optimista!) distopía orwelliana.
He puesto ahora y optimista entre paréntesis, pero es una prevención retórica. Porque lo cierto (no me atrevo ya a escribir la verdad) es que casi 30 años después de la fecha marcada con bola negra por Eric Blair, nuestra realidad ha superado su utopía negativa. Por ejemplo, lo de las pantallas y el Gran Hermano vigilándonos y controlándonos con ellas, ahora ha alcanzado la innegable perfección del autocontrol: día y noche conectados a nuestros smartphones, pendientes de enviar o recibir un nuevo mensaje de Twitter o en WhatsApp, de la última noticia del día (o la noche)... Gran Hermano, ¿para qué? Si cada uno de nosotros ha aceptado el más humilde pero mucho más eficaz papel de pequeño hermano de sí mismo.
En cuanto a los usos y abusos de la neolengua. Ya normalizado el hábito de insultar al discrepante tildándole de fascista, oligarca o escuálido, emborronando el sentido de esas palabras, la neoizquierda ultrairredenta lleva unos cuantos años retorciéndole el cuello a "neoliberal" para hacerle significar lo mismo que los anteriores despojos lingüísticos, más el bonus-track de "capitalista desalmado".
Estos manoseos con la lengua son lo esperable de parte de unas gentes que, como se decía de los partidarios de los Borbones después de la Revolución Francesa, "no han olvidado nada y no han aprendido nada". Ah, pero resulta que en el bando de los supuestamente ilustrados también crecen enanos y los opositores de los ultrairredentos han decidido sumarse al jolgorio del retorcimiento lingüístico. Lo digo porque un aproximado politólogo, que alejándose de su supuesto oficio se ha puesto a cantarle loas al principal político opositor de la dictadura postchavista, ha acuñado un marchamo digno de aquel orwelliano Ministerio de la Verdad: la política económica del petroestado venezolano, que siempre, es decir antes, durante y ya después de Chávez, ha sido y es todo lo contrario del neoliberalismo, ahora resulta que conviene llamarla "neoliberalismo de Estado".
Vuelve, por favor, Eric, que se han vuelto más locos todavía.
Pieza: Emily Weiskopf.
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jueves, 26 de septiembre de 2013
UN SOLO OJO
EL NACIONAL - Jueves 26 de Septiembre de 2013 Opinión/7
Miradas de poder
COLETTE CAPRILES
Cuando los "ojos de Chávez" aparecieron durante la campaña electoral de 2012 estampados en franelas y paredes (con esa estética del street art con que el régimen ha querido fingir una vocación juvenil urbana tan contraria a su naturaleza estalinista y rural) no cabe duda de que resultó ser una gran jugada de branding , una marca evocadora o fetiche que aludía a la presencia/ausencia del propio candidato, imposibilitado de mostrarse como antes. Pero luego el signo salió de ese contexto para adquirir otros atributos. Hoy se recorre Caracas -el país entero, seguramente- tropezándose continuamente con una mirada insidiosa. Los versos de Antonio Machado retumban: "El ojo que ves/ no es ojo porque tú lo veas/ es ojo porque te ve": los de Chávez han sido convertidos en talismán y señal del poder, en una marca de la vigilancia que desde el más allá se le quiere imponer a una sociedad de súbditos.
Lo notable es, en todo caso, la resurrección en pleno siglo XXI de tan antiguo símbolo del poder. La mirada es apropiación; todas las culturas humanas tienen un concepto para lo que en el Mediterráneo se llama el "mal de ojo", una forma de apropiarse, dañándolo, de lo que no es de uno, o mejor dicho, de lo que no puede ser de uno. Los nazar turcos (un ojo azul que protege de las miradas del mal) dan testimonio además de aquella antigua forma de justicia que es el "ojo por ojo". Cuando Lorenzetti, en su impresionante alegoría sobre el buen y mal gobierno, representa al tirano como un individuo de mirada torcida, dirigida hacia sí mismo, sintetiza el concepto clásico de la tiranía: el régimen del que gobierna para satisfacer su propia voluntad envilecida. El ojo habla.
Los ojos de aquí aparecen en cualquier parte pero tienen preferencia por la perspectiva vertical. Los edificios de los programas de construcción del Gobierno los exhiben, junto al jeroglífico de la firma, como verdaderos monumentos funerarios, repetición de un imaginario faraónico. Los masones también enmarcaban el ojo ilustrado en una geometría piramidal, pero esta, la que está estampada en esos edificios, no es la mirada que alude a la sabiduría y a la providencia, sino a la "elevación" o apoteosis de su dueño. Los ojos funcionan como una estratagema para la deificación o la idolatría y para marcar una permanencia difusa e insidiosa que crea un "arriba" y un "abajo" y secuestra la memoria para convertirla en mera conmemoración.
Orwell encarnó el poder en la cara del Gran Hermano: y no es que el poder sea visible, sino que la figura de poder convoca al espectador a una comunión (como aparece en el monólogo final de Winston Smith, rendido ante la belleza de ese rostro que antes temía: "Contempló el enorme rostro... ¡Qué cruel e inútil incomprensión! ¡Qué tozudez la suya exilándose a sí mismo de aquel corazón amante! Dos lágrimas, perfumadas de ginebra, le resbalaron por las mejillas. Pero ya todo estaba arreglado, todo alcanzaba la perfección, la lucha había terminado. Se había vencido a sí mismo definitivamente. Amaba al Gran Hermano"). En el mundo totalitario, no es la vigilancia lo que importa, ni el miedo: es el amor absoluto lo que se pretende, la identificación total, la fusión del individuo con el líder en una sola voluntad.
Y aunque evoca el dispositivo panóptico del que hablaba Foucault como estructurador de la relación de vigilancia que toda sociedad moderna propone, es otra cosa. La "función panóptica" es por definición impersonal, el vigilante nunca es visto y el poder proviene, por así decirlo, de las instituciones.
En Orwell, y aquí, el poder visible es el poder personal mitificado, un trofeo, una reliquia, un patrimonio de uno solo.
http://www.ultimasnoticias.com.ve/opinion/firmas/firma--margarita-lopez-maya/mar-de-fondo.aspx
Miradas de poder
COLETTE CAPRILES
Cuando los "ojos de Chávez" aparecieron durante la campaña electoral de 2012 estampados en franelas y paredes (con esa estética del street art con que el régimen ha querido fingir una vocación juvenil urbana tan contraria a su naturaleza estalinista y rural) no cabe duda de que resultó ser una gran jugada de branding , una marca evocadora o fetiche que aludía a la presencia/ausencia del propio candidato, imposibilitado de mostrarse como antes. Pero luego el signo salió de ese contexto para adquirir otros atributos. Hoy se recorre Caracas -el país entero, seguramente- tropezándose continuamente con una mirada insidiosa. Los versos de Antonio Machado retumban: "El ojo que ves/ no es ojo porque tú lo veas/ es ojo porque te ve": los de Chávez han sido convertidos en talismán y señal del poder, en una marca de la vigilancia que desde el más allá se le quiere imponer a una sociedad de súbditos.
Lo notable es, en todo caso, la resurrección en pleno siglo XXI de tan antiguo símbolo del poder. La mirada es apropiación; todas las culturas humanas tienen un concepto para lo que en el Mediterráneo se llama el "mal de ojo", una forma de apropiarse, dañándolo, de lo que no es de uno, o mejor dicho, de lo que no puede ser de uno. Los nazar turcos (un ojo azul que protege de las miradas del mal) dan testimonio además de aquella antigua forma de justicia que es el "ojo por ojo". Cuando Lorenzetti, en su impresionante alegoría sobre el buen y mal gobierno, representa al tirano como un individuo de mirada torcida, dirigida hacia sí mismo, sintetiza el concepto clásico de la tiranía: el régimen del que gobierna para satisfacer su propia voluntad envilecida. El ojo habla.
Los ojos de aquí aparecen en cualquier parte pero tienen preferencia por la perspectiva vertical. Los edificios de los programas de construcción del Gobierno los exhiben, junto al jeroglífico de la firma, como verdaderos monumentos funerarios, repetición de un imaginario faraónico. Los masones también enmarcaban el ojo ilustrado en una geometría piramidal, pero esta, la que está estampada en esos edificios, no es la mirada que alude a la sabiduría y a la providencia, sino a la "elevación" o apoteosis de su dueño. Los ojos funcionan como una estratagema para la deificación o la idolatría y para marcar una permanencia difusa e insidiosa que crea un "arriba" y un "abajo" y secuestra la memoria para convertirla en mera conmemoración.
Orwell encarnó el poder en la cara del Gran Hermano: y no es que el poder sea visible, sino que la figura de poder convoca al espectador a una comunión (como aparece en el monólogo final de Winston Smith, rendido ante la belleza de ese rostro que antes temía: "Contempló el enorme rostro... ¡Qué cruel e inútil incomprensión! ¡Qué tozudez la suya exilándose a sí mismo de aquel corazón amante! Dos lágrimas, perfumadas de ginebra, le resbalaron por las mejillas. Pero ya todo estaba arreglado, todo alcanzaba la perfección, la lucha había terminado. Se había vencido a sí mismo definitivamente. Amaba al Gran Hermano"). En el mundo totalitario, no es la vigilancia lo que importa, ni el miedo: es el amor absoluto lo que se pretende, la identificación total, la fusión del individuo con el líder en una sola voluntad.
Y aunque evoca el dispositivo panóptico del que hablaba Foucault como estructurador de la relación de vigilancia que toda sociedad moderna propone, es otra cosa. La "función panóptica" es por definición impersonal, el vigilante nunca es visto y el poder proviene, por así decirlo, de las instituciones.
En Orwell, y aquí, el poder visible es el poder personal mitificado, un trofeo, una reliquia, un patrimonio de uno solo.
http://www.ultimasnoticias.com.ve/opinion/firmas/firma--margarita-lopez-maya/mar-de-fondo.aspx
domingo, 23 de junio de 2013
VELÓDROMO
EL NACIONAL - Domingo 23 de Junio de 2013 Papel Literario/2
Falso Falso cuaderno cuaderno
Mundo feliz
ANA NUÑO
Publicada 17 años antes que 1984 , la distopía de Un mundo feliz quedó opacada por la sombría visión de Orwell. Y eso que el libro de Huxley postula también la pesadilla del control social omnímodo, salvo que impuesto no con la panoplia clásica de las dictaduras totalitarias (adoctrinamiento y censura de Estado, torturas y desaparición física, delirios belicistas y conspiranoicos), sino mediante la más dulce de las armas: la hedonista dicha de saberse uno más, felizmente fundido en las balantes masas.
Que 1984 ofrezca una certera y clara descripción de los regímenes comunistas, empezando por el matricial: el de la URSS, y que su lucidez no haya perdido filo cuando se piensa, hoy, en lugares como Corea del Norte o Cuba, no quiere decir, por otro lado, que sea inútil o estéril la otra antiutopía, la de Huxley, tan aparente como realmente de signo opuesto a la orwelliana. De hecho, ahora mismo vivimos en un mundo en el que coexisten las dos pesadillas, y hasta alguna más: la de 1984 , en los restos, cada vez más degradados pero igual de mortíferos que antaño, del "socialismo real"; la del Mundo feliz , en las afluentes democracias occidentales. La tercera pesadilla encarna en las teocracias islámicas, pero son tan premodernas que ni siquiera han inspirado una elaboración distópica.
Un año después de la fatídica fecha de 1984, un sociólogo discípulo de McLuhan, Neil Postman, publicó un librito, Divertirse hasta morir: el discurso público en la era del espectáculo , que es el primero y, hasta donde sé, el único en el que se razona esa idea, la de que la profecía negativa de Huxley se ha hecho realidad en las sociedades democráticas de los países occidentales, gracias al hiperdesarrollo tecnológico de los medios de comunicación y con los mismos efectos descritos en Un mundo feliz . ¡Y eso que en 1985 aún no había Internet ni smartphones ni redes sociales! En el prólogo resume Postman su tesis: "Lo que Orwell temía era a aquellos que prohibirían los libros; lo que temió Huxley era que no hubiera ninguna razón para prohibir los libros, porque no habría nadie que quisiera leerlos. Orwell pensó que se nos privaría de la información; Huxley, que sería tan abundante que nos reduciría a la pasividad y el egoísmo.
Orwell profetizó que la verdad nos sería ocultada; Huxley, que sería ahogada en un mar de superficialidad. Como dijo el propio Huxley en Nueva visita a Un mundo feliz , los luchadores civiles y los racionalistas que están siempre alerta para oponerse a la tiranía "se equivocaron al no tomar en consideración el apetito casi infinito del hombre por la diversión". En 1984 , añadía Huxley, la gente era controlada mediante el dolor. En Un mundo feliz , lo era mediante el placer. En definitiva, mientras que Orwell temió que aquello que odiamos sería nuestra ruina, Huxley temió que nos arruinaría lo que amamos".
Como puede verse, no tiene sentido quejarse: si hasta podemos escoger entre dos rebaños.
Falso Falso cuaderno cuaderno
Mundo feliz
ANA NUÑO
Publicada 17 años antes que 1984 , la distopía de Un mundo feliz quedó opacada por la sombría visión de Orwell. Y eso que el libro de Huxley postula también la pesadilla del control social omnímodo, salvo que impuesto no con la panoplia clásica de las dictaduras totalitarias (adoctrinamiento y censura de Estado, torturas y desaparición física, delirios belicistas y conspiranoicos), sino mediante la más dulce de las armas: la hedonista dicha de saberse uno más, felizmente fundido en las balantes masas.
Que 1984 ofrezca una certera y clara descripción de los regímenes comunistas, empezando por el matricial: el de la URSS, y que su lucidez no haya perdido filo cuando se piensa, hoy, en lugares como Corea del Norte o Cuba, no quiere decir, por otro lado, que sea inútil o estéril la otra antiutopía, la de Huxley, tan aparente como realmente de signo opuesto a la orwelliana. De hecho, ahora mismo vivimos en un mundo en el que coexisten las dos pesadillas, y hasta alguna más: la de 1984 , en los restos, cada vez más degradados pero igual de mortíferos que antaño, del "socialismo real"; la del Mundo feliz , en las afluentes democracias occidentales. La tercera pesadilla encarna en las teocracias islámicas, pero son tan premodernas que ni siquiera han inspirado una elaboración distópica.
Un año después de la fatídica fecha de 1984, un sociólogo discípulo de McLuhan, Neil Postman, publicó un librito, Divertirse hasta morir: el discurso público en la era del espectáculo , que es el primero y, hasta donde sé, el único en el que se razona esa idea, la de que la profecía negativa de Huxley se ha hecho realidad en las sociedades democráticas de los países occidentales, gracias al hiperdesarrollo tecnológico de los medios de comunicación y con los mismos efectos descritos en Un mundo feliz . ¡Y eso que en 1985 aún no había Internet ni smartphones ni redes sociales! En el prólogo resume Postman su tesis: "Lo que Orwell temía era a aquellos que prohibirían los libros; lo que temió Huxley era que no hubiera ninguna razón para prohibir los libros, porque no habría nadie que quisiera leerlos. Orwell pensó que se nos privaría de la información; Huxley, que sería tan abundante que nos reduciría a la pasividad y el egoísmo.
Orwell profetizó que la verdad nos sería ocultada; Huxley, que sería ahogada en un mar de superficialidad. Como dijo el propio Huxley en Nueva visita a Un mundo feliz , los luchadores civiles y los racionalistas que están siempre alerta para oponerse a la tiranía "se equivocaron al no tomar en consideración el apetito casi infinito del hombre por la diversión". En 1984 , añadía Huxley, la gente era controlada mediante el dolor. En Un mundo feliz , lo era mediante el placer. En definitiva, mientras que Orwell temió que aquello que odiamos sería nuestra ruina, Huxley temió que nos arruinaría lo que amamos".
Como puede verse, no tiene sentido quejarse: si hasta podemos escoger entre dos rebaños.
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Aldous Huxley,
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George Orwell
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