miércoles, 27 de diciembre de 2017

ESPESORES DEL RIESGO CELEBRADO

EL UNIVERSAL, Caracas, 27 de diciembre de 2017
La palabra perdida
Teódulo López Méndez
 
La palabra está devaluada, ha perdido su condición de apertura. La palabra como riesgo ha sido abandonada. La palabra se hizo tejné, es decir, técnica y cedió su espacio a la imagen. Tecnología y palabra han sido alzadas una frente a la otra; la primera es el futuro, la segunda es inútil. El desvalimiento de la palabra conduce a un pensamiento comprimido. Estamos llegando a la pérdida de la memoria y sin memoria no hay lenguaje.

La literatura, aun conviviendo con la realidad, debe dejarnos visiones proféticas de cómo ese mundo podría ser. Es obvio que cuando hablamos de literatura realista no estamos condenando la existencia de una que nos dé una visión de la realidad del mundo, no, lo que condenamos es una desprovista de fantasía, de absurdo, de profetismo. La literatura debe ser un  escenario del choque entre el ser y el deber ser. No estamos defendiendo tesis de evasión, sino proclamando que si la literatura no es inconforme no es literatura. La literatura construye anticipadamente y eso no excluye que la realidad pueda convertirse en metáfora social. Esa metáfora puede reflejar perfectamente la quiebra de un país. La proclama de que en América Latina la realidad es superior a la fantasía es una falacia que le ha hecho mucho daño a la palabra.

La literatura es, en esencia, un cuestionamiento. Ha quedado claro que si escribimos es por inconformidad con el mundo como es. Una literatura que se dedique a respaldar, resguardar y sostener las ideas ortodoxas predominantes en el mundo en que ella se produce es anticipadamente sospechosa. La literatura debe preguntar y cuestionar. El escritor es un  permanente inconforme.

La literatura inventa y señala al hombre posibilidades de futuro. La literatura chata, sin imaginación y prospección, no es tal. La literatura debe decir del mundo y de su habitante inteligente. La literatura debe inmiscuirse en la naturaleza humana sin corromperse. La literatura es hábitat de experiencias y contra-experiencias.

Recomponer la palabra implica escucharla más allá de la utilidad humana de la comunicación, escucharla en su interior. Debemos develar (aletheia) la palabra y devolverle el espesor. Más allá de la literatura en Venezuela la palabra está perdida.

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