De la caminata betlemita
Luis Barragán
Navidades particulares las nuestras, nos hemos deslizado lentamente desde los festejos sauditas, los que se resisten fieramente en el inconsciente colectivo, autorizados sólo para los elencos del poder, a los de una tregua inaudita bajo el imperio de la escasez, con la pretensión de chantajear y sojuzgar a las grandes mayorías. No obstante, antes dizque inaudible, el redescubrimiento es el del llamado de Jesús para los creyentes y aún no creyentes que anhelan la paz que no se entiende, ni se entenderá, sin la libertad, la justicia y la solidaridad que la acrediten.
No parece fácil transmitir un mensaje de salutación, cuando – consabido – ha sido un año de desgracias, dolores y amarguras igualmente insólitas que, por cierto, bastará la más somera indagación, nuestros más remotos antepasados sencillamente no padecieron. Sólo reavivando la fe, la esperanza y el amor, la conocida trilogía paulina, nos sorprenderá la alegría que podemos experimentar en medio de la tristeza generalizada, pues, la Buena Noticia esperada, es y será capaz de relanzarnos por el camino necesario e ineludible de reconstrucción o transformación radical del desorden hoy establecido, en la perspectiva de la superación y de la trascendencia que una vez perdimos en el fondo de un engañoso barril petrolero que, faltando poco, ya lo robaron a esta altura del siglo con todo y vitrina.
El nuestro es un regreso arrepentido a los más genuinos sentimientos hacia el otro y los otros que son los que permiten reedificarnos como personas, aún en medio del más feroz y pestilente vendaval. De un modo u otro, a pesar de los pesares, hemos hecho un aprendizaje intenso alrededor de nuestras más infelices deserciones, en procura de aquellos principios y valores que reivindican nuestra propia existencia y la de los demás. Por ello, no debemos flaquear en las más penosas circunstancias, abriendo caminos desde la intimidad del hogar hasta la amplitud de la República misma, ahora – todos – en peligro.
Pelear el buen combate con la fuerza que da la fe y la buena conciencia, escribía Timoteo. Lo estamos librando y, así lo sentimos, siendo la Navidad un motivo más importante que el año nuevo, en el que no se sentirá el tradicional cañonazo, sino el eco enfermizo de las balas y los artefactos lacrimógenos de meses atrás: nuestro abrazo se sentirá en todos y cada uno de los poros de una Venezuela trastocada en un inmenso pesebre que gozará del llanto que anuncia el nacimiento del futuro vivo y generoso que esperamos con ansiedad.
Los tres reyes magos llegarán con la estrella que dará aviso de una extraordinaria novedad y sabrán rectificar el itinerario al volver a sus casas, difundiendo la noticia perenne cuales reporteros que no requerirán de las redes sociales para conmovernos en la más profunda de nuestras fibras. Caminemos con estos magníficos reporteros, corrigiendo lo necesario, volviendo de Belén a nuestro hogar – Venezuela entera – con esa alegría indispensable que diluye la tristeza que muy pronto convertiremos en un ingrato y aleccionador recuerdo.
Reproducción: Ilustración de Pedro León Zapata (El Nacional, Caracas, 25/11/1980).
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