domingo, 17 de diciembre de 2017

UN LLANTO A VECES INAUDIBLE

La Navidad de las víctimas directas de la represión
Luis Barragán

Luego de las consabidas y feroces jornadas represivas de una dictadura cínica y descarada, nos acercamos a la primera Navidad que afrontarán los padres y demás familiares de las víctimas fatales. Debemos añadir a los centenares de prisioneros políticos de un régimen que, por mucho incienso que queme o diga quemar en los altares, no puede ocultar – además - su gravísima responsabilidad en el marasmo de hambre, censura y miseria que ha acuñado.

No será posible elevar nuestras oraciones desde la insólita precariedad de nuestros hogares, los de un incomprensible país petrolero que también nos ha relegado al establo, sin hacerlo por el alma de aquellos que fatigaron las más pacíficas de sus protestas ciudadanas. E, incluso, por la suerte y templanza de los familiares que se sentaran al lado de una silla vacía para compartir lo poco que se pueda tener en una fecha de tan extraordinaria y trascendente significación.

Existen demasiadas evidencias de una ferocidad perversa de las faenas represivas que dio alcance a personas inocentes, solitarias y distraídas con las que se encaprichó el represor,  a discapacitados vapuleados y burlados por aquellos que hicieron ostentación de las armas, cuya superioridad numérica se cebó contra la adolescente humillada a la que literalmente cazaron en un recodo de la autopista o al muchacho que secuestraron al violentar un apartamento en horas de la madrugada. Vocero oficial alguno puede justificar los hechos, pretendiendo victimizar a un gobierno que es el victimario inequívoco al violentar pública y abiertamente los derechos humanos, concibiendo el ejercicio simultáneo de la defensoría y de la fiscalía en una misma persona.

Excesiva temeridad hay de acusar a las víctimas por atravesarse a una bala u otro artefacto mortal, como si lo hubiese deseado. El discurso del poder establecido está poblado de falacias semejantes a sabiendas que lo enfrentó y enfrenta una ciudadanía desarmada y de propósitos limpios y transparentes que, por cierto, distan demasiado de la demencial insurrección armada de las décadas anteriores y de la que se reclama como heredero ese poder de una inaudita y campante inmoralidad.

La Navidad de las víctimas directas de la represión, en este inmenso pesebre que es Venezuela, marca un nuevo precedente.  Ellos están y estarán por siempre en nuestras oraciones, las de todo un país que sigue su recorrido inevitable por la senda de la libertad y de su definitiva liberación, inspirado en la enseñanza de San Pablo al pelear el buen combate con la fuerza que da la fe y la buena conciencia.

Fotografía: María Cecilia Peña (Mace).

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