¿Una ley constitucional para la peculiar cohabitación de la TC y AN?
Luis Barragán
Suele ocurrir, reducida y agotada como consigna, la tal constituyente (TC) se ha convertido en un inmenso escollo para toda suerte de diálogo, conversatorio, negociación, o encuentro casual e inadvertido, como el de República Dominicana. Los sectores concurrentes la saben una pieza clave para legitimar sus posturas, bregando por su reconocimiento o neutralización.
Trastocada en una mala imitación del parlamento, violenta además la propia Constitución al pretender una rutina de autorizaciones administrativas, incluyendo las diplomáticas, y de sanciones de leyes simplemente cumplimentadas por la junta directiva de conformidad con las órdenes emitidas por Miraflores, sin la libre discusión de los quinientos y tantos agraciados por el fraude electoral que muy pocas veces encuentran cupo para la figuración retórica. Y es que ni siquiera hayan espacio físico suficiente para sus subsidiadas actividades proselitistas, por lo que tomada buena parte del Palacio Legislativo y todo el Museo Boliviano, concedida la Casa Amarilla y el edificio La Francia, esperan por el zarpazo final que los premie con el edificio José María Vargas. No obstante, el problema de la TC es de entero cuño político y constitucional, más allá de las veleidades dizque bolcheviques de una membresía que, sabiéndola un congreso permanente del PSUV, la desea como una suerte del definitivo comité central de sus sueños.
A la TC sólo le quedan dos alternativas: quedarse o desaparecer, acarreándole un alto costo político para el perdedor en la apuesta conversatoria por más que la diga una gesta heroica y sacrificada de elevada inspiración personal. La dictadura urge del apparátchik legislativo, diciéndolo depositario del poder originario para prevenir cualquier eventualidad, mientras que la contraparte está demasiado consciente del incumplido papel que ha jugado la Asamblea Nacional (AN), cuya reivindicación esperan las grandes mayorías que la sufragaron inequívoca, expresa y puntualmente. Por ello, prosperan o pueden prosperar las soluciones híbridas y salomónicas que, al orientarse a una cohabitación, por incómoda que fuere, tendería a administrar el temor de un zarpazo final que, tarde o temprano, llegará.
Absoluta e injustificadamente desinformado el país de las vicisitudes y detalles de la cita caribeña, por la gravedad de la propia convocatoria y sus inmediatas consecuencias, surgen algunas fórmulas de la insólita hibridez de considerar el resultado de la consulta popular del 16 de julio del presente año, por siempre ineludible. Entre las distintas combinaciones, destaca una francamente incomprensible, como la acuñación de la TC cual cámara alta del parlamento, con plenas atribuciones constituyentes, y de la AN cual cámara baja, con la provisionalidad de sus competencias constituidas.
Llámenla de cualquier modo, desesperando por un neologismo que irrumpa exitosamente en los predios rigurosos del derecho constitucional, el pastiche conduciría – contrariada toda maceración doctrinaria de siglos – a un senado que, se supone, representa a las entidades federal, que casi quintuplicará a la cámara de diputados, por cierto, restándole los tres diputados del estado Amazonas. Y, así, sobreviviría – de un lado – la ilegítima curul de la TC y – del otro – la legítima representación de la AN que, empero, sufriría de una insalvable capitis deminutio que igualaría a todos los integrantes del mezclote frente al Ejecutivo Nacional.
El más elemental ejercicio de la razón, consabido todo lo que dispone la Constitución de 1999 respecto al Poder Legislativo, nos orienta al diseño de una nueva bicameralidad y a la redistribución de competencias de ambas cámaras, reservándose una de ellas el poder constituyente en correspondencia con el régimen de facto que encabeza Maduro Moros. Para ello, inaudita parte, los diligenciantes de República Dominicana convendrían en una ley constitucional, por supuesto, dictada por la TC, que podrían someter o no a referéndum, quizá abriendo la senda a unas elecciones parlamentarias y edilicias, pactada la composición numérica de todo cuerpo deliberante, a realizar junto a las presidenciales el primer semestre de 2018, embutiéndonos en unos sobrevenidos comicios generales.
La hipótesis lucirá – precisamente – descabellada al interior del sector oficialista e inaceptable en el opositor, en los que existe una natural conflictividad gracias a los usos autoritarios en boga que desmienten todo sentimiento y vocación unitaria. Ojalá que el ejercicio - reductio ad absurdum - quede sólo en eso, un lícito recurso de especulación, autorizado por la opacidad de las diligencias de República Dominicana. De todos modos, ilustra la complejidad del parto para la transición democrática.
Fotografías: LB (AN, Caracas, 16/10/2017). Planta baja del edificio "José María Vargas", esquina de Pajaritos. Ataque por entonces reciente de los colectivos armados: en una, una cesta metálica de basura casi despegada del suelo; en otra, impacto sobre el vidrio.
10 y 11/02/2017:
https://www.lapatilla.com/site/2017/12/10/una-ley-constitucional-para-la-peculiar-cohabitacion-de-la-tc-y-an-por-luis-barragan
http://www.ventevenezuela.org/ley-constitucional-la-peculiar-cohabitacion-la-tal-constituyente-asamblea-nacional-luis-barragan
http://venezuela.myasalon.com/entertainment/una-ley-constitucional-para-la-peculiar-cohabitacion-de-la-tc-y-an-por-luis-barragan
10 y 11/02/2017:
https://www.lapatilla.com/site/2017/12/10/una-ley-constitucional-para-la-peculiar-cohabitacion-de-la-tc-y-an-por-luis-barragan
http://www.ventevenezuela.org/ley-constitucional-la-peculiar-cohabitacion-la-tal-constituyente-asamblea-nacional-luis-barragan
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