viernes, 29 de diciembre de 2017

RECONOCER AL MESÍAS

Evangelio Dominical: La Sagrada Familia
José Martínez de Toda, S.J.

Comentario dialogado al Evangelio que se proclama en la solemnidad de la Sagrada Familia (Domingo Infraoctava de Navidad B), correspondiente al domingo 31 diciembre 2017.  La lectura es tomada del Evangelio según San Lucas 2, 22-40.

“La familia: comunidad de vida y de amor”

 ¿Cómo es la familia modelo?

La Sagrada Familia cumplió con sus deberes religiosos yendo al Templo: María para su Purificación, y el Niño para su Presentación en él.

María y José cumplieron con el Niño Jesús alimentándolo, cuidándolo y educándolo. Y así dice el Evangelio que “el niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría: y la gracia de Dios lo acompañaba”. Es decir, fue ‘haciéndose’.

¿Cómo fue eso de la Purificación de María?

La ley judía consideraba impura a toda madre por haber dado a luz. Quedaba impura por cuarenta días después del nacimiento de un hijo o por ochenta días después del nacimiento de una hija. Durante ese tiempo se le prohibía ir al templo o tomar objetos santos con sus manos.

Después de los 40 días María fue al Templo de Jerusalén con José y Jesús. Debían llevar un cordero o una paloma, pero a los pobres se les permitía traer sólo dos tórtolas o palominos (Levítico 12:8). Es lo que ofrecieron María y José, como pobres. Jesús comienza así su vida siendo uno de los pobres. Pero parte de su misión será defenderlos. 

¿Y después vino la Presentación del Niño Jesús en el templo?

Sí. Jesús era primogénito (Éxodo 13:1-2, 11-16), y como tal debía, en primer lugar, consagrarse al Señor, pues “Todo varón que abriere la matriz, será llamado santo para el Señor”.

Después debía ser redimido por cinco siclos de plata (Números 18:15-16). El propósito de esta ceremonia era recordar que el Señor los salvó de la última plaga: la muerte de los primogénitos, y los sacó de Egipto (Éxodo 13:16).

Y así como los primogénitos judíos en Egipto fueron redimidos y no murieron, los primogénitos judíos del tiempo de Jesús debían ser redimidos pagando los cinco siclos de plata.

¿Cómo deben cumplir los padres de hoy con sus hijos?

Igual que María y José.

Primero, cumpliendo sus deberes religiosos: llevándolos a bautizar, a la catequesis, a hacer la Primera Comunión, rezando antes de comer, antes de acostarse, al salir de casa en la mañana, al comenzar alguna actividad importante…

Y segundo, educándolos y, sobre todo, dándoles buen ejemplo.

¿Por qué aparece Simeón en ese momento?

En el mismo momento en que María y José ofrecen y presentan al Niño, entra en el templo el anciano Simeón. Él era justo y piadoso. El Espíritu Santo le había revelado que no moriría hasta que hubiera visto al Mesías (vv. 25-26). Por eso el Espíritu lo guía al templo para encontrarse con Jesús, María y José (v. 27).

De inmediato, él reconoce al Niño como el Mesías prometido, lo toma en sus brazos y canta: “Ahora, Señor, puedes dejar a tu siervo partir en paz…” Dios ha cumplido su promesa, y Simeón ha visto al Salvador.

En latín “Ahora puedes dejar”, se dice “Nunc dimittis”. Muchos sacerdotes, religiosos, religiosas y seglares rezan esta oración en la parte del Breviario, llamada “Completas”, que es la última oración antes de acostarse.

¿Se alegraron María y José de lo que les decía el anciano Simeón?

No del todo. Lo que les dijo es también una profecía, que contiene elementos perturbadores. Les dice a José y María: “Miren, este niño está puesto para ser signo de contradicción”. Efectivamente, Jesús será amigo de cobradores de impuestos y pecadores, predicará la verdad y la justicia. Por ello, las autoridades religiosas se le opondrán y finalmente lo mandarán matar.

Y luego dice a María: “y una espada atravesará tu alma también”. Y todo el que esté estrechamente ligado a él, igual que lo está su madre, conocerá en su propia carne los mismos sufrimientos y penalidades.

Pero también apareció por allá una viejita. ¿Dijo cosas tremendas, como Simeón?

Todo lo contrario.

Ana, la profetisa, una viejita simpática, apareció como una sonrisa. Su perfil es radiante y gozoso: pertenece a la tribu de Aser, nombre que significa “felicidad, bendición” (Gn 30, 13). Su Padre se llama Fanuel, que en hebreo significa “rostro de Dios”, señal de bendición, de felicidad (Num 6, 24-26). Ana es, pues, el modelo de una gozosa, esperanzada y pacífica ancianidad; es una de los pobres del Señor que sirven al Señor día y noche con oración y ayuno (Lc 2, 37).

¿Es importante lo que dicen estos dos ancianos sobre Jesús?

Aparte de sus alabanzas y profecías, los dos son importantes desde el punto de vista legal judío. La Ley judío exigía que hubiera dos testigos (Dt 19, 15) para que el testimonio fuera válido y creíble. En este caso son los dos testigos, Simeón y Ana, de la revelación de Jesús como el Mesías, no sólo ante Israel, sino ¡ante todas las naciones! (Lc 2, 32).

Hoy es la Fiesta de la Sagrada Familia. ¿Qué consejos les daría a las familias?

La 1ª lectura de hoy (Libro del Eclesiástico 3, 2-6.12.14) presenta los consejos de Ben Sirac, que vivió varios siglos antes de Jesucristo:


El respeto de los hijos a sus padres es cosa agradable a los ojos de Dios, y éste no los dejará sin recompensa. Los hijos que veneren a sus padres serán venerados a su vez por sus propios hijos.

Fuente:
Gráficas:
Arqº Luis Barragán: Capilla de las Capuchinas, Méx.
Mosaico tomado de la red.

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