Reaprender
a leer (o la necesidad y el placer de hacerlo)
Luis
Barragán
Signo
de una aparente redención social, al principiar el régimen hubo una intensa y bulliciosa campaña que dijo desterrar definitivamente el
analfabetismo en Venezuela; por cierto, en contraste con las cruzadas del siglo anterior, la del presente prontamente devino misión que no fue, no ha
sido ni será, siquiera una política pública de acuerdo al canon . E, irremediable, agravamos la situación de analfabetismo
funcional, siendo más importante la dádiva o prebenda económica asociada al aprendizaje que la adquisición de
capacidades en los términos consabidos de Amartya Sen, por ejemplo.
Importante para toda propuesta totalitaria en curso,
luce decisivo alcanzar y condicionar un mínimo nivel de comunicación con la
población sojuzgada y, por ello, la pronta y delimitada re-escolarización de
sectores que puedan recibir y acoger el mensaje escrito, fuere por la vía convencional, fuere por la digital, por
lo menos, hasta que convenga. Y tratándose de una lectura ajena al ejercicio de
la libertad, poco o ningún valor tiene las respuestas que suscite, excepto la de
obediencia, despuntando la deseada sociedad de ágrafos.
Brecha
digital aparte, una modalidad de resistencia la ofrecen los internautas capaces
de leer y de responder libremente a una mensajería que compite con los
abundantes y fáciles motivos gráficos, prefiriendo simplificar las palabras
para evitar la delación de sus errores
ortográficos. Reivindican también al guerrero del teclado para
diferenciarlo de las piezas de laboratorio en auge, ensayando frecuentes
telegramas que rompen con las viralidades de ocasión para la
probable angustia de los órganos de
(contra) inteligencia.
Luego,
las redes sociales obligan a un ejercicio
mínimo de cotidiana lectura, por imperfecta que sea, y, al observar a distintos
grupos de discusión en las aplicaciones
telefónicas, podemos contrastar una
cierta profundidad del intercambio con la pusilanimidad de aquellos que sólo
confían en la viralidad para dejar constancia de su presencia, celebrando la indiscriminada
profusión noticiosa en tiempos del coronavirus. Empero, aunque no tengamos
conocimiento ni trato personal con otros, facilita la consulta directa y
respetuosa de quienes, desde su esperticia, arrojan luces en torno a asuntos
más específicos. Por ello, al hacerlo con la profesora universitaria Yajaira
Cabrera, especialista en la materia,
quien amablemente contestó a nuestras preguntas, concluimos sobre las inmensas
posibilidades que se asoman para el reaprendizaje de la lectura; acotemos,
conclusión que no necesariamente la compromete.
Entre
varios de los aspectos tocados telegráficamente por la profesora @YcabrerabB,
destaca el acto de leer como un placer
que depende de la transacción que se dé con el texto, subrayando el gusto
estético adquirido desde la infancia que, al perfeccionarse, garantiza el
hábito por el resto de la vida. Así, a
nuestro juicio, las redes que fuerzan al canje permanente de pareceres para la
debida contextualización del momento del que nadie escapa, más allá de la
política, fuerzan – en propiedad – a toda la sensatez posible y necesaria, pero
– igualmente – a recrear una estética del mensaje que la suponemos heredera de
la cultura pop con mucho de lo kitsch: insuficiente la noticia, hay
grupos virtuales y espontáneos que no
sólo inducen al mejoramiento de la ortografía o a la consulta de un libro
indispensable, sino – caracterizándose - también a expresarnos con la relativa
novedad, sobriedad y hasta sarcasmo
frente a lo confortable y
asfixiantemente viral.
13/04/2020:
http://guayoyoenletras.net/2020/04/13/reaprender-leer-la-necesidad-placer-hacerlo/
Breve nota LB: La profesora Cabrera se convirtió, una semana antes, en nuestra seguidora de Twitter. Su cuenta destaca: "Profesora universitaria (UPEL/UCAB). Desarrolladora de contenidos web (Link gerencial). Especialista en Lectura y Escritura. Maestría en Educación a Distancia". En ciernes otro texto sobre la lectura rutinaria de las redes, nos animamos seguirla y a preguntarle a través de la mensajería aplicada del sistema. De nuevo, comprobamos la utilidad del intercambio preciso y también selectivo, en un medio tan masivo, sucedáneo y efímero, así no haya trato personal alguno. Esta es la tercera vez que lo hacemos, siendo las otras oportunidades a través de Facebook. Por ejemplo, tiempo atrás o muy atrás, tuvimos dudas sobre algunos aspectos propios de la arquitectura y de la psicología para un par de artículos y, recordándolas, le escribimos a la arquitecto María Fernanda Jaua y a la psicólogo Clara Márquez Ávila, recibiendo la generosa orientación esperada. Empero, convengamos, que el ejercicio depende de un triple compromiso previo, tácito o sobreentendido: por una parte, la debida consideración y respeto de una petición que genera el mínimo de confianza necesaria, convertida en credibilidad; por otra, la indispensable autorización paa citar el nombre de la persona consultada que, en un caso, no se dio, quedando sólo constancia de un dato, sin la acreditación, según el compromiso contraído; y, luego, dejar a salvo a la orientadora de la opinión política del consultante.
13/04/2020:
http://guayoyoenletras.net/2020/04/13/reaprender-leer-la-necesidad-placer-hacerlo/
Breve nota LB: La profesora Cabrera se convirtió, una semana antes, en nuestra seguidora de Twitter. Su cuenta destaca: "Profesora universitaria (UPEL/UCAB). Desarrolladora de contenidos web (Link gerencial). Especialista en Lectura y Escritura. Maestría en Educación a Distancia". En ciernes otro texto sobre la lectura rutinaria de las redes, nos animamos seguirla y a preguntarle a través de la mensajería aplicada del sistema. De nuevo, comprobamos la utilidad del intercambio preciso y también selectivo, en un medio tan masivo, sucedáneo y efímero, así no haya trato personal alguno. Esta es la tercera vez que lo hacemos, siendo las otras oportunidades a través de Facebook. Por ejemplo, tiempo atrás o muy atrás, tuvimos dudas sobre algunos aspectos propios de la arquitectura y de la psicología para un par de artículos y, recordándolas, le escribimos a la arquitecto María Fernanda Jaua y a la psicólogo Clara Márquez Ávila, recibiendo la generosa orientación esperada. Empero, convengamos, que el ejercicio depende de un triple compromiso previo, tácito o sobreentendido: por una parte, la debida consideración y respeto de una petición que genera el mínimo de confianza necesaria, convertida en credibilidad; por otra, la indispensable autorización paa citar el nombre de la persona consultada que, en un caso, no se dio, quedando sólo constancia de un dato, sin la acreditación, según el compromiso contraído; y, luego, dejar a salvo a la orientadora de la opinión política del consultante.
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