Justicia a la diplomacia y a sus causahabientes
Luis Marcano Salazar
No se puede empezar un amor sobre ruinas y tumbas y esperar que florezca un jardín de rosas.
La Tiranía militarista que ha destruido la esencia del trabajo y las instituciones en Venezuela va a caer de una manera memorable y el títere bobalicón deberá asumir la responsabilidad de responder a la familia venezolana por tanta muerte, por tantas lágrimas y actos delictivos, destruyendo la bandera de la izquierda que ha servido de mampara para el establecimiento de una corporación delincuencial que secuestró a una nación. Los venezolanos saldremos, a la hora que conozcamos la noticia en cualquier lugar del mundo, a vitorear el desplome de la impiedad, del crimen organizado y la victoria del deseo que tenemos de construir un país nuevo, sobre estructuras que permitan el desarrollo de una democracia estable y duradera sobre la base de la honestidad, el deber de mayordomía pública y la justicia social.
El órgano que por excelencia dirige la política exterior de Venezuela no escapa de la destrucción y maledicencia que durante 21 años ha desmontado el sistema de vida de los venezolanos. Lo peor de esta maldición que se enquistó en los asuntos públicos venezolanos ha sido el engaño. Un clamor de la academia durante los años 80s y 90s fue la profesionalización del servicio exterior. Desde el inicio del régimen político democrático en 1959, se tomó muy en cuenta a los profesionales de la escuela de Estudios Internacionales, tanto, que el gobierno de Rómulo Betancourt (1959-1964), asimiló al servicio diplomático a toda una promoción de brillantes estudiantes que luego, serían los dignos embajadores de una democracia pujante que, entre errores y aciertos, se enorgullecía de llevar la bandera de la libertad en toda América. En efecto, el desarrollo de concursos de oposición para legitimar el ingreso al servicio exterior no se detuvo y sólo cuando se suspendió por 5 años (1979-1984), ingresarían a la cancillería hombres y mujeres con suficientes credenciales de méritos académicos que ilustrarían la función pública con brillo y honorabilidad.
Una de las promesas del mitómano de Barinas en la campaña presidencial de 1998, fue hacer énfasis en la profesionalización del servicio exterior, tema que llamó la atención de muchos jóvenes académicos que confiaron en esa promesa dirigida en ampliar las oportunidades de concurso a profesionales de otras disciplinas: el Derecho, Historia, Geografía, Comunicación Social, Ciencias Políticas, extendiéndose la edad para participar más allá de los 30 años.
Oferta atractiva para quienes, desde la academia en el área de las relaciones internacionales, apostaban en iniciar una carrera de servicio público en la más noble de las funciones de un Estado: la diplomacia. Sin embargo, el diseño malévolo estaba consumado. No se trataba de permitir que profesionales de varias disciplinas pudieran concursar, la grosera y vil intención era ideologizar, lavar cerebros para “crear cuadros diplomáticos” de una “supuesta revolución humanista” sobre la base de la preparación de 3 concursos de oposición, jugando con el proyecto de vida de gente joven, cuya única aspiración era servir a Venezuela.
Parte importante de esos postulantes estaban alineados con las macabras intenciones preparadas en Cuba, evidenciado luego de un año cuando, un grupo selecto de esos “terceros secretarios” fueron enviados a Cuba para ser adoctrinados y adiestrados por las huestes fidelistas para servir de manera radical, a la mal denominada revolución.
Para algunos de los nuevos terceros secretarios, previamente identificados en un laboratorio de “limpieza ideológica” en donde participaron sus compañeros como sapos y soplones, su destino final en la función pública estaba determinado. Concluyó la voraz tarea de extirpación un macabro personaje, como traído de una novela de Kafka, o de la serie “Barnabas Collins” o el peor de las figuras de Vargas Llosa en “la Fiesta del Chivo”, de nombre José Luis Perisse Seoane, mal recordado arquitecto postrado a los pies del comunismo cubano que invadía a Venezuela, usurpador de un rango de embajador, que aún hoy crispa la piel cuando es recordado por sus víctimas. Ejerció las funciones de verdugo de los sueños y el proyecto de vida de un grupo importante de jóvenes venezolanos. Muy lamentable, para su memoria final como ser humano, se sentó en silla de escarnecedores y lo hizo con eficiencia, usó el poder para dañar la vida de profesionales honestos y se convirtió en bufón de la tiranía. La historia y la justicia, sabrá cobrarle a este individuo, en la oportunidad que corresponda, en sus bienes y su libertad, el daño generado. No habrá impunidad.
El desmontaje y destrucción de la cancillería lo reforzaría de manera contundente el mismo Tirano que ha destruido a Venezuela. Bastaron pocos años para que nada de lo que la democracia hizo en recursos de formación profesional y tantos esfuerzos, quedara de pié. Es muy lamentable que hoy, profesionales de carrera que aún quedan, hayan convalidado a la Tiranía que hoy mata a las familias venezolanas, aceptando ascensos y traslados. No crean que no se les contará su cuota de responsabilidad como cómplices y cohabitadores con la Tiranía. No será venganza, será justicia y vendrá ciega.
En este triste camino de 21 años de destrucción quedaron la vida y las profesiones de honorables embajadores de carrera, de funcionarios diplomáticos de todos los rangos que no bajaron su cabeza ante la embestida de un poder diabólico y ajeno a la nobleza y a la virtud. Honrosos diplomáticos, hombres y mujeres de alta calificación pública, que fueron desechados por estos delincuentes no deberían ser olvidados. Por justicia y honor, cuando esta Tiranía grosera de Maduro se desplome, será meritorio y honesto que, en un acto de resarcimiento público, encabezado por el primer canciller de la nueva democracia, se les confiera los rangos y funciones que les correspondan, asignándole los destinos que como servidores públicos merecen desempeñar, al servicio de una nueva etapa democrática de amplio espectro de vida, si la honestidad se convierte en el faro que nos guie y se abandona la triste tendencia de nombrar en los cargos a adeptos de los partidos y compañeros de la política.
Nombramientos a dedo, sin la previa precalificación profesional y por motivaciones partidistas, sería la otra cara de la misma moneda de lodo desgastada en lo que han convertido a Venezuela estos delincuentes. Iniciar una “nueva cancillería” con gente “nueva”, sin tomar en consideración a hombres y mujeres lastimados por 21 años de oprobio, sería como iniciar un amor sobre tumbas y llantos. La lista no es corta, y afortunadamente, la juventud y la experiencia los acompaña, para que, en una entrada triunfal a su casa amarilla, después de tantos años, tengan un reencuentro memorable con la diplomacia de la que fueron arrancados u obligados a marcharse, de manera soez. Por justicia y honor, la diplomacia que viene, tiene causahabientes.
Fuente:
http://www.opinionynoticias.com/opinionpolitica/36511-diplomacia
Ilustración: Jordi Jové Viñes.
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