1.- EL AMIGO DEL PROGRESO, Caracas, 1865: Debemos estar pendientes de los días fijados por el Colegio del Ávila para los exámenes. A las doce en punto del mediodía, impelable, esperan los profesores. Puede apreciarse el pensum y, porque faltan algunos años para el decreto de instrucción pública y gratuita del guzmancismo insospechado (faltando más años aún para materializar el propósito), hay que pagar en pesos constantes y sonantes el privilegio del aula.. Mal haríamos en perder esos reales por pereza.
Prebandado José María Ávila presidirá el acto de premiación, teniendo por orador al licenciado Miguel Arroyo. Todavía no sabemos si Ávila tiene por nombre Prebandado, o el término obedece a una distinción académica o de otra naturaleza. No estamos tampoco al cabo de saber a cuáles “planas” se refiere. Lo cierto es que, a pesar de la llamada Guerra Federal, todavía hay colegio para asistir con un año lectivo que, para mitad de año, finaliza.
Cual cartel, el novísimo Colegio Bolívar también avisa de sus exámenes. El doctor Rafael Domínguez pronunciará el discurso correspondiente.
2.- EL TRABAJO, Caracas, 1890: Hay una particularidad en la pieza de la que ojalá el amable lector pueda percatarse. Respecto a lo demás, estamos hablando del centro comercial de la ciudad. ¿Qué no encuentra o están muy caros los cigarrillos? Ahí los tiene non plus ultra, “elaborados con exquisito gusto”, en lugar de aventurarse con los contrabandeados que, por cierto, sostienen en última instancia a la economía informal en la plenitud de sus naufragios. ¿Un buen traje? En el centro está el sastre ideal para el trato y el encargo personalizado. Quincallería y sombrerería a la mano. Por supuesto, en el sitio no hallará gorra alguna. No faltaba más. Y, menos, la del Magallanes por muy de Catia que se digan.
La casa de las novedades lo puede sorprender. Quizá un local llamado “La Linda” traiga reminiscencia de hilos y tejidos, pero no hemos tenido tiempo de constatar el rubro que trabaja. Como vemos, la denominación comercial tiene sus cuantos años. Esto no fue óbice para que el registrador reconociese otras empresas de semejante nombre en el siglo siguiente y, ahora, menos.
Claro está, corre un riesgo al llevar su automóvil a la latonería, porque el aluminio debió esperar más para masificarse y, finalizando el XIX, estamos habituados a metales más rudos y capas de pinturas efímeras. Ésta es otra latonería, sin dudas, propia de una faena de herrero desconocedor de la energía eléctrica. Apuntemos, hace poco, el SENIAT cerró el “Mielantine” que, fíjese usted, tiene que ver más con hilos y tejidos que con las mieles. Dos posadas devienen hoteles, por lo que quizá sean confiables. No lo sabemos. Nos hemos llevado cada fiasco al recomendar la hotelería de la ciudad.
3.- EL DEMÓCRATA, Caracas, 1900: Podrán quejarse de toda
esta sección, pero no del pitazo que acostumbramos a dar. Tiene la ocasión de departir con doña Zoila de
Castro en la Casa Amarilla los miércoles
y los viernes, por dos horas. Sólo debe cumplir con un par de requisitos
mínimos: tener amistad con ella, es uno y de los más esenciales. Sin embargo,
si tiene algún familiar o relacionado en Ramo Verde , La Tumba o El Helicoide,
quizá pueda diligenciar la audiencia. Esto tiene que ver con el otro requisito:
gestionar su inclusión en la lista. El
llamado Círculo de Valencia puede ayudar pero no se afane tanto. Esos presos de
los que habla, serán verdaderos presos políticos un poquito más adelante, pues,
todavía está la luna de miel con el recién investido y muy presidencial andino
al que muchos apuestan que no durara en el cargo. Todavía Gómez no es el amigo
y confidente de la señora Zoila que no sabe que, a la vuelta de la esquina, se
mudará de la Casa Amarilla por algo más que un tembleque. Además, el agasajado
marido, dicen las buenas lenguas, todavía es tímido y las farras legendarias
tardaran. En todo caso, a los panas los atiende en cualquier momento y, a los
menos panas, deben contentarse con hacer la cola para la lista obligada, ya que
la asedian demasiado. Así que paciencia para el selfie. Por cierto, ¿qué tal estos versos finales de Federico Villena?
4.- EL UNIVERSAL, Caracas, 1972: De nuevo nos piden información en torno al Sr. Casimiro Soleares, quien puede resolver el problema del insomnio a corto plazo. O el del mal dormir que es algo diferente. Quizá por ello, expresamente, lo aclara. No deposite el dinero en banco alguno, porque – aunque no lo crea – el correo postal es confiable para la remisión de los cincuenta bolívaritos.
Todavía no tenemos información fidedigna de las habilidades y técnicas para el buen dormir que, no insomnio. ¿Alguna manobra psicológica de calado? ¿Una revisión concienzuda de las condiciones para pernoctar, como la calidad de la cama o de la almohada? ¿Ayudará a solventar algún problema personal que no permite descansar adecuadamente? ¿Quizá se limitará a recomendar una buena compañía para las noches largas? ¿Una compañía que deje dormir para más señas? ¿O todo concluirá en aconsejar una apropiada y aislante cortina, por supuesto, lavada en Madrid?
5.- EL COLIBRÍ,
Caracas, 1827: Josefa Machado, la que
vive frente a la casa del Sr. Chipi, en la calle Salvador de León, para que no
haya confusión, está en posesión de unas tierritas en un lugar de Guaracarumbo y oye
ofertas para venderlas. No da más noticias. No sabemos si están invadidas o si,
creyéndose la legítima propietaria,
algún caudillo de ocasión ya las tiene registradas como suyas. ¿Total, las
escrituras no aguantan todo?
Presumimos su ubicación en Miranda en lugar de Vargas (que
no, estado de La Guaira), aunque falta un tiempito todavía para la toponimia harto
conocida. Al igual que pedirá el pago en divisas. Acotemos, El Colibrí adelantó un número, gracias al entusiasmo de
sus seguidores. Sólo, eso. Que después no lo consigan, es porque quebró. Sólo, eso.
6.- LA BANDERA ESPAÑOLA, Caracas, 1898: No nos entusiasma mucho publicitar la hotelería citadina, pero necesitamos los reales para sostener el blog y, además, se trata de una posada. Muy orondos, recomendamos acá el Club Cataluña y, después, porque no era precisamente de familia, aunque quizá le diera origen a algunas, nos reclamaron por el lupanar.
Nicolás Gravina está entre las esquinas de San Pablo y La Gorda. Búsquelas que las encontrará. Dos cosas atraen, aunque otra debe darla por entendida el posadero: “una comida exquisita” y “a precios de situación” (finalizando el siglo, todo está apretado), pero eso sí, pide más, paga más: nada es gratis.
7.- EL TRUENO, Caracas, 1905: ¿ Quién duda del carácter
oficioso del diario? Además, no es sólo que están confeccionado una lista
de la “caterva de individuos”, sino que lo dice a viva voz o letra. Imaginamos
que, antes de concluirla o de publicarla, ya la policía de El Cabito le ha
caído encima a la caterva. O, suficientemente intimidada, ss miembros se abstienen de
andar por ahí exhibiéndose. Lo cierto es que la advertencia apunta a la
importancia que tuvo la Plaza Bolívar, como epicentro de todas las comidillas,
intrigas y maniobras políticas que, por lo general, zanjaban sus reales diferencias en
el campo de batalla. Y, ni siquiera eso, porque nadie podía adivinar por
entonces cuán decisiva fue la batalla de Ciudad Bolívar de 1903, exaltada hasta
el hastío por Manuel Caballero.
¿Sólo comentarios de un mero proselitismo, o encendidos
discursos que también conocerían otras plazas públicas de la ciudad
capital? Además, la siguiente nota se
refiere a un curruña (viejo término, como hemos
visto), quien acusa de gallina a Nicolás II. ¿Le llegaría la noticia al zar? Y el diario que está pendiente de los malos
comentarios (bueno, dijo de mentiras políticas), no se atreve a completar la
obscenidad: ¿será el cara de …, hoy empleado?
(tampoco nos atrevemos a escribirlo, aunque acusamos al régimen de
farsante).
En verdad, no es un aviso pagado, pero "Boleros" se acerca.
(LB)
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