sábado, 30 de junio de 2018

AVISOS

1.- EL INDEPENDIENTE, Caracas, 1883: No sabíamos de una calle Lindo, cerca de la del Comercio. Pero, !en fin!, ardor con brillo vale para quien ahora no tenga gas, ni electricidad en casa. Goleta de La Guaira, con escala en Puerto Cabello, luce como una buena alternativa a falta de avión y de bus. Y hay que ocurrir al sitio para enterarse bien de una venta en la esquina de Mira-Cielos, así como se lee. Habrá que indagar sobre el motivo toponímico.

2.- EL NACIONAL, Caracas, 1953: ¿Para qué insistir en la actual situación? Para todo hay solución. En el centro histórico de Caracas, se encuentra una librería capaz de poner al día a los cursantes de la carrera médica. Además, muy gentil, se permite felicitar a una nueva promoción de galenos.
Cerca de la sede universitaria, la presumimos una librería pujante, capaz de actualizarse a diario. Todavía no sabemos de precios, pero el catálogo debe ser extenso y proclive a abaratar la oferta.

3.- BILLIKEN, Caracas, 1921: Convengamos, corren días muy difíciles para el fumador. Moralmente autorizado cualquier aumento de impuestos y, por supuesto de precios, parece que la hiperinflación ha llegado para una limpieza de los pulmones, aunque nunca con la fuerza que emplea para limpiar los bolsillos, agujereándolo con extrema facilidad. Pocos o nadie se queja públicamente del asunto. Ni siquira los vendedoes al detal, antes con una mejor promesa de la jornada callejera,  pueden colocar con facilidad un cigarrillo que exige dinero en efectivo (ya los kiosqueros y locales con puntos de venta, se empinan para vender la unidad). Quizá por primera vez en décadas, el margen de rentabilidad es considerable, por cajetilla. Empero, la idea no es elogiar o ejercer una defensa del cigarrillo y de sus víctimas, añadido el que esto escribre.

 No deja de sorprender la vieja importación de tabaco, a juzgar por la vieja prensa. Y faltando poco, tres circunstancias: por un lado, que se ofrezca hasta 30 tipos de cigarrillos de una misma marca, sin que logremos imaginar toda esa variedad; 2) la amplitud del mercado local, así fuese modesto el número de los pobladores; y 3) la misma falsificación del producto que de tan lejos llegaba, en desafío al sr. Rohl, su distribuidor exclusivo.

Por cierto, ¿qué se fumaba más por la época? El cigarrillo era infaltable en la mejor fotografía, pero - obvio - resulta difícil distinguir la marca del cilindro y, por lo general, no aparecen las cajetillas cerca del fotografiado.  Quien hoy no pueda comprar los cigarrillos de siempre, tiene en Dimitrino una opción válida.

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