Variaciones
Luis Barragán
Agudizada la maldición discursiva
a finales de los ’90 del ‘XX, independientemente de toda apreciación y
discusión objetiva en torno a sus éxitos y fracasos, el puntofijismo constituyó
la principal bandera de quienes ideológicamente supieron encapucharse en su
ascenso – por lo demás – electoral al poder. La sola premisa, contiene elementos para un debate
actualizador sobre la estafa política que se acuerpó en el presente siglo y, hoy,
al descubierto, apela – irremediablemente – a la fuerza bruta para sostenerse:
la crítica bienintencionada – en la que destacaron ciertos sectores liberales –
se convirtió en una poderosa arma revanchista en manos del marxismo más
retrógrado que todavía abusa del poder, enmascarándose hábilmente con el
pretorianismo que terminó por afectarlo y condicionarlo, configurando el Estado
Cuartel; neutralizó y deslegitimó asombrosamente, toda posibilidad de
entendimiento entre las diferentes corrientes sociales y políticas del país,
prescindiendo de un acuerdo histórico, estable y estabilizador; y, por
consiguiente, visada la concentración creciente de poderes en Chávez Frías que
actos – precisamente – de significación castrense avalaron, como el unilateral e
impune ascenso de numerosos oficiales por julio de 1999, contrario a la por
entonces vigente Constitución de 1961, sufrimos de la conversión y comprensión
de una victoria comicial en un triunfo diferido de la intentona golpista de
febrero de 1992, estelarizándose ante los consabidos hechos de noviembre del
mismo año.
La tarea discursiva será,
inaugurando la nueva centuria, la de manipular y versionar cualesquiera de los
resentimientos que arrojaban los sondeos
de opinión y, a falta de una propuesta político-cultural alternativa y real,
apelar al interesado romanticismo
guerrillero de los sesenta. Entendemos, la Venezuela que se resistía a
la pérdida irreparable de sus mejores épocas, indispuesta para comprender los
motivos de sus reveses, agotado el programa de 1958, acogió al novísimo y
desconocido liderazgo que sólo le prometió el aprovechamiento de los últimos
resquicios del país petrolero.
La propuesta o el proceso
chavista, adjetivo que perderá vigencia con los años al manifestarse un
fenómeno que fue y es superior al barinés,
no tocará las fibras más íntimas y peligrosas del “nuevo-riquismo”, sino
que obtendrá provecho de sus secuelas de superficialidad, facilismo,
ostentación y derroche. Descartada la posibilidad de una sobreabundancia
inmediata de recursos, la cual llegará tarde, a mediados del decenio de un XXI
de sorprendente comportamiento del mercado petrolero internacional, en provecho
exclusivo de las camarillas del poder, persistirá – agravándose – la realidad
de una sociedad que no contó con un sistema racional y compartido de premios y castigos,
trastocada la solidaridad en simple asistencialismo paternal, indiferente al
desfalco de un banco, al cobro de peaje en una barriada, al hacerse justicia
por mano propia, añadido el linchamiento popular (*).
En su discurso inaugural, Chávez
Frías comenzará a construir la otra épica del voluntarismo, profundizando en el
gesto moralizador. Enfatizará la herencia de una podredumbre ética y material,
aguijoneando el asistencialismo de un Estado que no soportará su
agigantamiento, aunque aún no lo reconozca.
Dirá, en una u otra ocasión de
1999: “Yo llamo a los venezolanos todos a luchar para que tengamos Patria, para
que tengamos una Venezuela verdadera” o, al referirse a la fundación del
partido MVR, que “nunca nos dio el
Estado un bolívar ni le pedimos tampoco. Al contrario, nos quitaron cosas”
(**).
La “Venezuela verdadera” es la
del presente, tras veinte años de una asombrosa devastación del país petrolero
que fuimos. Y huelga comentar que el principal partido de gobierno o, mejor,
sus más aventajados clanes que demolieron al Estado para convertirlo en un
emporio de las mafias, es el legado que ha perfeccionado Maduro Moros.
Frases tan trilladas, se impone
la necesidad de otros paradigmas en correspondencia con un liderazgo político
de oposición, distinto al que, importa expresarlo, ayudó – voluntaria e
involuntariamente – al desarrollo de un régimen que lo utiliza o desecha, a
menos que tenga por vana ilusión la de ser la oposición ornamental de una Unión
Soviética o Europa Oriental que la confinó a pocas curules de animación. Son otras las fibras más íntimas, otros los
nervios más sensibles de una emoción y emocionalidad del venezolano que debe
empinarse por encima de estas fatales circunstancias, y descubrir o insistir en
os principios y valores capaces de mantenerlo en pie.
No sobra el tiempo para las
disquisiciones históricas, sociológicas, psicológicas, politológicas o de otro
cuño científico, pero resulta y resultará inevitable hacerlas y canalizarlas a
través de un debate muy diferente al comentario, circunstancial, anecdótico y
efímero. Urge que la reflexión creadora explique la acción política de los días
por venir y, por ello, importa la recuperación de un capital intelectual, como
el que tuvo Venezuela aún en sus viejas y aciagas horas, porque debemos
reiventarnos de aspirar a un país de plenas libertades públicas, rico de
verdad, socialmente equitativo y, aunque parezca irónico, que tenga un
territorio físico donde asentarse.
La razón es un poderoso
instrumento para la discusión y la realización de la empresa de reconstrucción
de la propia República. Y, por más que nos empeñemos, no es asunto que
concierna a la literatura de la auto-ayuda, con el respeto que nos merecen
quienes la cultivan.
Superar las condiciones que
hicieron posible este socialismo de las demoliciones, es el mandato de los
próximos años. No se trata de cambiar un elenco de poder por otro, ni de
pretender que un Tweed sea el vehículo para conquistar un futuro alternativo.
No apostamos por gobierno alguno
de filósofos, pero nos espanta que la transición pueda estar manos de otros
improvisados, fruto de la sociedad de ágrafos en la que se ha empeñado la
dictadura. Por fortuna, hay manifestaciones novedosas en las filas del
liderazgo opositor que deben macerarse con la mayor prontitud posible, porque
será inmensa la tarea que todos los venezolanos afrontaremos.
(*)
Distintas voces advirtieron las consecuencias de una sociedad dineraria e
improductiva que consagró el discurso moralizante, a propósito de las denuncias
que efectivamente se hacía sobre la corrupción administrativa. Valga la
humorada de ZAPATA, recordamos una ilustración de una leyenda tan ingeniosa,
como elocuente: “Aquél remoto país estaba tan mal administrado que llamar
administrativa a su corrupción era excederse en el elogio, Coromotico”. Vid.
ZAPATA, Pedro León (1978) “Zapatazos”, El Nacional, Caracas,
09/08. Cfr. CASTILLO S., Ignacio (1977) “Sociedad y moral”, SIC, Caracas, nr.
392 de febrero; y ORTEGA, G. (1979) “Encuesta: ¿Es nuevo rico el venezolano?”,
El Nacional, Caracas, 04/02.
(**) CHÄVEZ FRÍAS, Hugo (2000) “Seis
discursos del Presidente Constitucional de Venezuela”. Ediciones de la
Presidencia de la República: 17, 105.
24/06/2018:
http://guayoyoenletras.net/2018/06/24/variaciones/
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