LA RAZÓN, Caracas
Rafael Tomás Caldera: “La política exterior cubana es imperialista”
Enrique Meléndez
El filósofo Rafael Tomás Caldera considera que el sistema político venezolano, además de ser proconsular, a propósito de la presencia cubana entre nosotros, se caracteriza por estar en una etapa previa a la política, un Estado prepolítico, tomando en cuenta que en Venezuela no se observa esa concepción, vista por algunos politólogos, de que el fin de la política es la vida conforme a razón.
En ese sentido, no duda en calificar de imperialista la política exterior cubana, ya que, a su juicio, su régimen ha procurado siempre extender su poder y su influencia a distintas regiones del planeta y, en particular, a la América del Sur.
¿Qué piensa de la actual situación venezolana?
En el futuro inmediato, la gran tarea será reconstruir el país. Quisiera comenzar por ahí puesto que todo lo que podamos conversar hoy, debe estar situado de algún modo en ese marco de referencia. Ante todo, resulta evidente la destrucción que padecemos. Lo que se muestra, desde la basura y quienes escarban en ella, para saciar su hambre, hasta el éxodo indetenible, o la masacre en una cárcel, todo anuncia en voz alta el fracaso de un Estado; o peor aún, de una sociedad. Porque, como dice Benedicto XVI en su Caritas in Veritatis: “Las situaciones que vivimos no son fruto de la casualidad o de una necesidad histórica, sino que dependen de la responsabilidad humana”[1].
Lo que se da a los ojos muestra lo que no se ve: nuestro país perdió su orden constituyente y, por ello, más que un grupo humano articulado que intenta lograr un bien común, somos como una masa de gente que busca resolverse, aquí o fuera del país. Esa primacía de la necesidad y el interés individual marca bien la destrucción del orden en que se concreta la existencia de una sociedad.
Hemos perdido el uso y la costumbre del Estado de derecho. Se manda arbitrariamente y para beneficio de un grupo. Pero —nos recuerda Raymond Aron en su obra “Dimensiones de la Conciencia histórica”: “el fin de la política es la vida conforme a razón. Ahora bien, esta vida solo es posible en el interior de la ciudad, bajo el imperio de la ley. Si uno manda arbitrariamente y otro debe obedecer, sean cuales fueren la orden del jefe y los sentimientos del subordinado, el primero será esclavo de sus pasiones y el segundo se encontrará privado de la libertad, incapaz de ser virtuoso. La virtud política implica unas leyes; por tanto, la ciudad y la paz”.
Desde el primer momento, es importante situarse en la consideración de ese orden invisible; porque sin ello no podremos entender lo que nos ocurre ni cómo hacer para poner remedio a los males que padecemos.
¿Qué opinión le merecen las elecciones del 20 de mayo?
El problema, más que político —en el sentido ordinario de lucha por el poder o determinación de programas para la ciudadanía—, es existencial. Prepolítico, podemos decir, usando un término de Eliot y de Havel para referirse a ese nivel de la vida donde se fundamenta la política.
En tal sentido, las elecciones anunciadas no son un remedio, sino síntoma y parte de la enfermedad. El régimen que se implantó en Venezuela merece el calificativo acuñado por Havel: postotalitario. Acuñó la palabra para designar estas formas de totalitarismo que, sin embargo, no tienen la apariencia exterior que asociamos con los regímenes totalitarios: campos de concentración, alambradas, militarización extrema. Resultan de una combinación de dictadura más sociedad de consumo.
Así, jugando con la inclinación al consumo, potenciada por la propaganda, se fue consolidando la dictadura en nuestro país. Fallecido el líder carismático que inició el proceso y tomó el poder, ahora la dictadura se acentúa y recurre a una represión cada vez más evidente. Pero la sociedad de consumo entró en crisis por el equivocado manejo de los inmensos recursos de la economía petrolera.
Ahora hay un choque cotidiano con la realidad. Es un proceso indetenible. No hay vuelta atrás. Han intentado sostenerlo, con propaganda, medidas descabelladas, y sobre todo buscando “compañeros de juego”: una oposición que se preste al juego como si existiera un verdadero orden político, con algunas deficiencias subsanables.
¿Admite, en consecuencia, que estamos ante una dictadura?
Para entenderlo, volvamos un momento a la noción de lo prepolítico. En la base de todo orden político, como en la vida de cada persona, hay una combinación de sueño y realidad: interpretación de la vida, de la realidad humana, con aquello que debe hacerse para mantenerla y mejorarla. Al mismo tiempo, una aspiración constante a la felicidad, a un futuro mejor, cuyo contorno nunca está (ni puede estar) muy claramente delimitado. Es la ilusión que alienta en el ser humano y lo lleva a intentar progresar siempre.
Eso fundamenta el orden político: la comprensión compartida de ese bien que se busca (y, correlativamente, de los males que han de evitarse). Es aquí donde se instaló nuestro postotalitarismo: el discurso (nunca fue otra cosa) de una revolución bolivariana que permitía cubrir la toma del poder, esa imposición creciente por parte de un grupo al conjunto de la población.
El choque con la realidad, al quebrarse la imagen proyectada del gran país, que estaba en construcción, ha despertado a la gente del sueño. Los primeros en despertar fueron los jóvenes, aunque —como se repite con verdad— no habían conocido otro régimen. Pero tocaron en sus vidas lo falso del discurso impuesto. Y salieron a marchar, y comprobaron en su propia carne lo inhumano de la dictadura.
¿Está de acuerdo con las posiciones, que ha asumido la Conferencia Episcopal Venezolana?
Una y otra vez, los obispos de Venezuela han elevado su voz de pastores, sin fatiga, sin temor. Como los antiguos profetas, han denunciado el sufrimiento del pueblo, el menosprecio de la condición humana, la injusticia patente. No son políticos ni proponen fórmulas políticas. Están en lo prepolítico y procuran —como su maestro Jesucristo— hacer presente la verdad de lo humano.
Su voz se nutre de la luz de la fe y de la cercanía de Dios en la Eucaristía. Su corazón se conmueve ante el dolor y la miseria, con ese amor misericordioso de Dios que devuelve su fuerza al amor en el corazón del hombre, como nos recordó Juan Pablo II.
El padre Ugalde ha procurado despertar las conciencias. Habla desde la conciencia y para sacudir nuestras conciencias, perdidas en la confusión de tantos discursos o adormecidas por la necesidad de resolverse.
¿Qué opinión le merece el papel de las fuerzas armadas en estas circunstancias?
Ante el choque con la realidad que ha despertado a la gente, el régimen no podrá sostenerse de manera indefinida. Los detentadores de la fuerza de las armas, como todo otro ciudadano, despiertan también. No hay privilegio circunstancial que cambie, que pueda cambiar lo que se ha hecho presente y antes no se veía. Tendrán que asumir el papel que les corresponde en la restitución del orden.
¿Usted no cree que esta gente, asesorada por el régimen cubano, se puede mantener por unos cincuenta años en el poder?
El régimen intentó apoderarse de la esperanza. Su errado desempeño ha demostrado que no hay camino para la esperanza en la situación que han producido. Le han cerrado el cauce natural en la vida humana, ese orden político de una sociedad que busca el progreso en la paz. Es ello lo que provoca el éxodo indetenible, al igual que incrementa cada día la delincuencia.
Pero la esperanza alienta aún en el corazón de cada uno, de cada una. Rómulo Gallegos escribió aquellas célebres frases a propósito de la llanura venezolana: toda horizontes como la esperanza, toda caminos como la voluntad. En verdad, son un retrato del alma del venezolano. Ha llegado el momento de reencontrarnos con nosotros mismos y retomar el rumbo de nuestro país hacia el desarrollo en la justicia.
¿Cómo llamar la presencia cubana en Venezuela: un protectorado, una ocupación, un imperialismo?
Cuando comenzó a gobernar el señor Maduro, un amigo me dijo: este es un gobierno proconsular. A diferencia de lo que ocurría con el líder carismático, el actual presidente debe su gobierno a Cuba. El líder carismático había sido electo por el pueblo de Venezuela, y no debía su gobierno a Cuba. Lamentablemente esta dependencia no es una unión nuestra con el pueblo cubano en la lucha por la libertad, sino es el sometimiento al grupo que desde hace años tiene sojuzgada la población de la isla, y que ha procurado siempre extender su poder y su influencia a distintas regiones del planeta y, en particular, a la América del Sur.
Se trata de una presencia, podríamos llamar, imperialista. Desgraciadamente, nos hemos transformado en un problema para toda la región. La calamidad de lo que vivimos en Venezuela, no nos afecta sólo a nosotros. Afecta a todos los vecinos, por una parte. Las actividades ilícitas, por otra parte, que se realizan desde Venezuela preocupan también a otros países de la región. En ese sentido, estamos expuestos a una intervención externa. Yo pienso que nuestros problemas debemos resolverlos nosotros, y creo que las cosas van en esa dirección.
De todas maneras, el hecho de constituir un problema para los demás, hace pensar en que habrá presiones de distinto tipo sobre nuestro país.
Ya que estamos en plena campaña electoral, ¿qué juicio le merece esa promesa de Maduro, que dice que ahora si se va a ocupar de la economía?
Yo no quisiera hablar mucho sobre eso, porque me parece muy grotesco el asunto. Además, es difícil de responder; porque si a ti te preguntan qué quiere decir, que ahora sí se va a ocupar de la economía. ¿Significa que va a cambiar totalmente la orientación? No me parece. Francisco Rodríguez lleva años diseñándoles planes económicos a ellos (ahora está con Falcón), y no le han hecho caso, que es un signo, que lo hace decir a uno: bueno, no parece que tengan intención de cambiar la orientación, salvo que la orientación vaya a ser peor, una especie de régimen cubano completo. De modo que no sé, como es difícil desentrañar, lo que quiere decir, y, por otra parte, resulta muy extravagante, que diga: tengo un paciente aquí en terapia intensiva, y exprese: bueno, yo dentro de un mes me voy a ocupar de la salud del paciente. Una cosa tan extraña; que uno se pregunta: ¿qué será esto?
La intervención militar
¿Qué piensa usted de la intervención de una fuerza militar multinacional, que es algo incluso que ha sido asomado por algunos venezolanos?
Me parece que eso sería un recurso extremo, que generaría tantas dificultades, como las que resuelve. Pienso, como te he dicho, que los venezolanos deberíamos actuar primero en Venezuela, y que en esa dirección va el desafecto creciente que hay, respecto del régimen.
Fuente:
https://www.larazon.net/2018/05/rafael-caldera-pietri-politica-exterior-cuba/
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