domingo, 6 de mayo de 2018

AGRAFISMO ESTRUCTURAL

Bibliocidio
Siul Nagarrab

Cierto, demasiado ocioso, lamentar la quiebra de librerías y celebrar la supervivencia de las muy pocas que quedan, añadidas las papelerías como algo exótico. Sin embargo, hay nostalgia cada vez que sabemos de un cierre, pues, al bajar la santamaría, pareciera devorar los recuerdos, las vivencias, los momentos que,  las generaciones siguientes, nunca comprenderán. 

Asomados los síntomas, la Suma de Sabana Grande comenzó a languidecer desde mediados de la década pasada. En los tiempos que los contrabandistas tomaron como propio el boulevard, tupiéndolo de estridentes buhoneros que justificarían las muy posteriores obras de remodelación, llegamos a la librería sorprendidos por el agujero de la vitrina de entrada y, palabras más, palabras menos, Raúl Vethencourt, nos dijo: ya saben lo que cuesta un libro.

El hurto, antes impensable, resumió muy bien el camino que tomaba el país. Pasaron los años y el cada vez más de vez en cuando, nos llenaba de tristeza al visitar una librería de estantes y mesas desnutridos, de un irrespirable desaliento atmosférico, con el distraído empleado que postraba su hastío en la máquina registradora, sin sospechar que el punto de venta – el solo aparatico – valdría más que el local en los días que corren.

Desde la temprana juventud, la Suma era parte de nuestro acostumbrado y selecto recorrido y son numerosos los ejemplares en casa que llevan su sello.  Nuestra costumbre era, al llegar, en el largo pasillo, dar el vistazo inicial a las dos o tres mesas iniciales de novedades, avanzar al fondo para otear el estante de la izquierda y sus letras venezolanas, regresar por esa vía sin mucho interés por las revistas ni por las mejores novelas que la vitrina de la calle había anunciado, como la primera plana de un periódico y los costos predecibles de las importaciones, y – ahora sí – comenzar a hurgar títulos, buscar buenos precios, llevar unos y dejar pendientes otros si el bolsillo no daba para más.

Por bastante tiempo, la quincena permitía que coincidiésemos y, antes de unas cervezas, quizá en el Gran Café, Felipe compraba sus víniles de jazz y, el suscrito,  uno o dos libros, todos embolsados bajo la marca de las tiendas. La Suma, junto a la Lectura, como la A-4 de El Nacional, fueron referentes que ella asumió y también disfrutó en la larga relación que evocamos al escuchar “Statue of Justice” de Rick Wakeman, la pieza introductoria del insigne programa “Síntesis” del canal cinco.

Días atrás, descubrimos, al pasar frente al local de Librerías del Sur en la estación Altamira del metro, los dos tomos de Rafael Ramón Castellanos sobre las librerías venezolanas, editados por la dictadura, a 250 millones de bolívares reales (¿o 250 mil millones de los soberanísimos.  Lamentablemente, llega hasta 1900 en tan magnífica obra que le agradecemos, aunque nunca esa complicidad, ese regusto de identidad, esa devoción absurda hacia los criminales del libro en Venezuela.

Sepelio anunciado, el de la Suma, las cifras sobre la comercialización del libro y  la propia pérdida de su noción y necesidad en la vida cotidiana, no impide la remembranza de lo que fue la ciudad de librerías confiables, respetables, afables, atrayentes. El régimen bibliocida, el que nos fuerza hacia la sociedad de la supervivencia y de los ágrafos, jamás dejará de facturarnos, aunque la devoción sea mucha.

Fotografía: LB, ya las letras "Suma" no se encuentran en la fachada del local (Caracas, 18/04/2018).
Brevísima nota LB: Lo olvidamos, esta semana cerró también la librería Lugar Común, en Altamira, comolo recordó Iván Méndez.
Post-data: Pasamos ayer por la Lugar Común y estaba abierta. No obstante, antes, lo hicimos cerca de la librería Élite y nos asomamos por curiosidad, en las inmediaciones de Plaza Venezuela. Recordarán, fue una librería prestigiosa añales atrás, amplia (en verdad con mucho fondo), repleta de grandes títulos. Con los años se redujo para darle cabida a no recordamos ya qué (¿bisutería, servicio teefónico, etc.?), coexistiendo con los pocos libros sobre la mesa. Ahora, es prácticamente un cuartucho de venta penosa de perolitos y lo que queda es el nombre: Librería Élite (09/05/2018).
06/05/2018:

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