Las cejas de Groucho
Siul Narragab
Forzados al empleo del metro, entre los violentos empujones y sudoríficos apretones, nos hemos distraído de estación en estación observando la vestimenta de los pasajeros, intentando clasificarlos y adivinar el descenso social experimentado. Delincuencia aparte, obligados también a desprenderse preventivamente de cualquier objeto llamativo, preferiblemente electrónico, quizá oculto en la intimidad incómoda del viaje, el grueso de los viandantes exhibe viejas telas y zapatos que no atisban un reemplazo inmediato. Sin embargo, como si de un corte sociológico se tratara, pasamos de este juego – reflexión, a la estética de los rostros femeninos que, por sus elevados costos, más que por la moda, ahorran el maquillaje.
Nos percatamos, sobre todo entre las adolescentes, por muy delgadas que sean al detallarlas, las cejas suelen llevar la marca de un grueso brochazo a lo Groucho Marx. De trazos casi perfectamente geométricos, los dos paraguas negros sobre la mirada, parecían sostener la cara flotante de una jovencita que nada debe saber del célebre comediante.
Quedó la duda sobre la hazaña pictórica y, al navegar por la red, constatamos que se trata de una moda que ya está pasando en las principales capitales o pasarelas del mundo. Nos dijimos que no es semejante la estética femenina de otras décadas, a la del presente, pero, a la vez, tratamos de adivinar que inadvertidamente estamos anclados en los años de la última bonanza petrolera, la más grande de la historia con el innombrable, cuando hubo divisas para importar los cosméticos que, hoy, como los automóviles, ya no podemos sufragar para el empleo masivo que se hizo hábito saudita.
Probablemente, ya están cerrando aquellas franquicias especializadas en la delineación o creación de las gruesas cejas y, dejando a un personal adiestrado, los o las habrá que buscan el sustento realizando el trabajo a destajo. Imaginamos, una técnica sencilla que requiere de paciencia, insiste en una versión facial poco a poco superada, por lo que el registro fotográfico o el selfie de cada día, dará cuenta de una convicción estética, simplemente superada de acuerdo al survey de la moda.
Por lo demás, a contrapelo de las viejas generaciones que se burlaban de los aborígenes de cualquier parte del mundo que “rayaban” su cuerpo, el tatuaje es una credencial de la contemporaneidad, la que creen que – así - jamás perderán. Pocos, los hay muy elaborados y llamativos, reclamando mayores espacios en la piel; y, muchos, los hay mal trazados, de coloración perdida, llevándonos a dos convicciones: la una, la clara diferenciación de los precios del estampado; y, la otra, los motivos suelen ser convencionales, figurativos o góticos, cercanos a la cursilería que una vez denunció la consabida canción de Desorden Público.
13/05/2018:
http://www.opinionynoticias.com/opinioncultura/32585-narragab
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