sábado, 26 de mayo de 2018

ETAPAS

La formación de los militares argentinos en democracia: panorama y desafíos futuros
Sabina Frederic

En los últimos 30 años la formación de los militares argentinos sufrió importantes cambios. El concepto de esta reforma fue integrar la formación universitaria con la militar, buscando generar un nuevo perfil del militar en democracia como ciudadano, funcionario y profesional. Si bien el saldo de este proceso es positivo, quedan todavía varios desafíos pendientes, entre ellos, avanzar en una mayor capacitación o adiestramiento conjunto en los niveles subalternos.

¿Cuáles han sido los principales cambios atravesados por la educación de los militares en democracia? ¿Qué orientaciones tomaron a partir de la conducción civil efectiva de la educación para la Defensa? ¿De qué manera las huellas de esta transformación se encuentran moldeadas además por el período más prolongado de paz de la historia del Estado argentino? Hace escasos 30 años que las Fuerzas Armadas quedaron excluidas de toda intervención al interior del territorio nacional. Esta fase inédita de la historia contemporánea del país le debe mucho a la responsabilidad de las Fuerzas Armadas –de entonces– en el terrorismo de Estado de los años ’70, la derrota militar en la guerra de Malvinas y la fuerza de la democratización encarnada en una corriente de reivindicación y expansión de los derechos humanos.

En este escenario, nos interesa poner en perspectiva aquellas preguntas para identificar tanto los trazos de la renovación educativa, los instrumentos para producirla y los principales obstáculos y dilemas. Destacaremos el plexo normativo, las modificaciones organizacionales, los cambios de contenido curricular y de los regímenes disciplinarios de los institutos de formación de oficiales y suboficiales. Por último, se enfatizarán las asignaturas pendientes de este derrotero para avanzar en una respuesta acerca de cómo podría continuar en el futuro.
De la autonomía castrense a la conducción política de la educación militar

Un conjunto de principios orientaron los cambios en la formación de los militares argentinos en los últimos 30 años. Sin embargo, a lo largo de este período existieron diferencias, algunas plenamente visibles y otras más sutiles, que nos gustaría destacar. Hay en esos principios instancias de decisión y contenidos cuyos contrastes nos permiten definir, a grandes rasgos, dos grandes etapas.

La primera de esas etapas se extiende desde comienzos de los años ’90 del siglo pasado hasta hace una década. Los principios que orientaron los cambios durante este período dependieron de una gran autonomía decisoria de las autoridades militares, convalidada por distintas instancias de la burocracia pública y los poderes legislativos. Es decir que no hubo en este período iniciativas de cambio de parte de los gobernantes políticos, aunque algunas fueron por supuesto consensuadas por estos. Respecto del contenido específico que caracterizó esta batería de cambios existen algunos de tipo normativo y otros de orden práctico.

Los cambios normativos buscaron el reconocimiento legal de sus estructuras de gestión y titulaciones académicas en el ámbito de la educación pública para civiles. Durante este primer período la educación militar consiguió que sus estructuras organizativas fueran reconocidas como institutos universitarios adecuándose a la ley de educación superior sancionada en 1995. Dado este paso, consiguieron dar otro crucial, tramitar los trayectos curriculares con los cuales los oficiales adquirían su grado y especialización militar, para que de este modo tuvieran un título acreditado por el Ministerio de Educación. Es así como el Colegio Militar de la Nación, la Escuela Naval Militar y la Escuela de Aviación Militar, durante la década de los ’90 del siglo XX y primeros años del siglo XXI, se convirtieron a ritmos descompasados en unidades académicas de sus respectivos institutos universitarios, entregando a sus egresados un título de licenciatura y el grado militar inicial de sus carreras de oficiales.

Cambios análogos a los anteriormente descriptos ocurrieron con la formación de los suboficiales de las Fuerzas Armadas. Aunque este proceso fue más tardío, también aquí se adecuaron los trayectos curriculares a la normativa que regía en el ámbito de la educación pública civil para las titulaciones técnicas tanto de nivel secundario como terciario no universitario. Es que las especializaciones de este cuerpo subalterno de militares responden en la mayoría de los casos a las de la aplicación de saberes técnicos.

Las condiciones generales que contribuyen a comprender el impulso tomado por las propias autoridades militares a la hora de introducir cambios en su formación son de diverso orden. Para sopesar tales decisiones, hay que recordar la importancia radical que para los militares tiene su formación básica en la actualización de lo que consideran su identidad; en rigor las instituciones educativas fueron tradicionalmente concebidas como santuarios de su esencia. Así, entre las principales condiciones que los llevó a mutar este ámbito dependiendo de las regulaciones educativas civiles cabe destacar, entre otras, cierta mirada crítica de las nuevas generaciones, en particular egresados en los años ’80 del siglo XX hacia la conducción ejercida por las viejas generaciones de militares; la necesidad de contrarrestar el desprestigio público de las Fuerzas Armadas adquirido sobre todo en las grandes ciudades argentinas; la importancia de incrementar los interesados en incorporarse a las Fuerzas Armadas; la suspensión del servicio militar obligatorio y el cambio que produjo en la relación de mando la disminución de una tropa no obligada a permanecer en las filas castrenses; así como la valoración social de las titulaciones universitarias y el conocimiento en los años ’90.

Contrariamente a la anterior, la segunda etapa, iniciada hace una década, estuvo signada por un ritmo intenso de nuevas orientaciones introducidas por la conducción política de la educación militar con asiento en el Ministerio de Defensa, desarticulando de este modo la tradicional autonomía militar en esta área. Desde el 2006 las iniciativas de cambio fueron tomadas por los gobernantes civiles de las Fuerzas Armadas, hecho que se tradujo, por un lado, en el fortalecimiento del conocimiento y supervisión de las políticas educativas por parte de ellos, y del otro, por una rearticulación de la relación con las autoridades militares para buscar acuerdos y consensos.

Por consiguiente, en el campo de la educación castrense la gestión de los procesos de transformación destinados a democratizar, profesionalizar y modernizar las Fuerzas Armadas exigieron un profundo y extenso diagnóstico de lo existente. Para ello, en el 2006 la ministra de Defensa Nilda Garré crea un consejo consultivo de expertos civiles y autoridades militares con el propósito de definir el rumbo a seguir a partir del análisis de planes de estudio, contenidos curriculares, esquemas de transmisión de conocimiento teórico y práctico, normativa, problemas registrados y principales tendencias. Entre las decisiones tomadas a partir de esta evaluación estuvieron la creación de una dependencia con rango de subsecretaría destinada a la gestión de todos los espacios de la educación militar y civil para la Defensa.

En 2007, creada la subsecretaría de formación, se introdujeron una serie de medidas orientadas por la definición de un perfil del militar en democracia como ciudadano, funcionario y profesional, junto con el principio de integrar la formación y capacitación militar al sistema de educación civil pública. Estas inspiraron la determinación sobre aquellos conocimientos ausentes o desactualizados para el perfil de un cuerpo de funcionarios públicos encargados del uso de una parte de la fuerza pública en un Estado de derecho. Entonces se diseñaron e implementaron una serie de asignaturas obligatorias para las escuelas de formación de oficiales y ejes de contenido para las de suboficiales. Las asignaturas introducidas a partir del 2008 fueron: 1) Estado, Sociedad y Mercado; 2) Historia Argentina 1810/1990; 3) Nuevos Escenarios de la Relaciones Internacionales, Globalización y Regionalización; 4) Sociología de las Organizaciones; 5) Derecho Constitucional y Derecho Administrativo; 6) Derecho Militar, Código de Justicia Militar y Derecho aplicado a cada Fuerza; 7) Derecho Internacional Público, Derechos Humanos (DD.HH.), Derecho Internacional Humanitario; y 8) Derecho Internacional de los Conflictos Armados (DICA). En cuanto a la formación de los aspirantes a suboficiales se fortalecieron los contenidos de algunas materias con el propósito de promover el perfil del ciudadano militar como funcionario público y profesional. En este orden esos contenidos se integraron en tres grandes núcleos: jurídico, humanístico e histórico nacional.

Al mismo tiempo se creó la Escuela Superior de Guerra Conjunta para la formación de los oficiales superiores de las tres fuerzas, resultado en parte de las lecciones aprendidas en Malvinas y las nuevas exigencias operativas que imponen por ejemplo las operaciones de paz. También se aprobó la resolución para la creación del Centro Educativo de las Fuerzas Armadas finalmente inaugurado en 2012 donde se concentraron las escuelas superiores de guerra de cada fuerza creando un espacio de sociabilidad y articulación curricular de los trayectos de perfeccionamiento superior específico de cada fuerza con el perfeccionamiento conjunto.

Posteriormente a esta primera generación de reformas el ministerio consideró necesario analizar y supervisar la eficacia de las medidas tomadas. Este monitoreo no debía ser externo, sino parte del ejercicio de la conducción. Para ello, a fines de 2008 se realizaron entrevistas y reuniones de diagnóstico con autoridades militares, jefes de cuerpo de cadetes y aspirantes y profesores. Al año siguiente se implementaron cursos de actualización curricular con los docentes de las escuelas encargados de dictar las asignaturas antes mencionadas.

Al mismo tiempo se puso en marcha el primer Curso Conjunto de Formación de Instructores Militares, que reunió a los instructores de los siete establecimientos educativos que forman oficiales y suboficiales en talleres periódicos de análisis de casos provistos por los mismos instructores. Entre ellos podemos mencionar: consumo de drogas ilegales, abuso de poder, aborto, discriminación por género, entre otros. Esta experiencia inédita permitió discutir con los jóvenes instructores los regímenes disciplinarios (manuales del cadete) y el perfil del militar en democracia. Fundamentalmente, se debían poner en perspectiva las restricciones impuestas por los derechos y garantías de las personas a cierta manera de practicar la formación en la obediencia y el mando. Allí pudimos apreciar tendencias contrapuestas al interior de un universo falsamente considerado uniforme. Por ejemplo se observaron posiciones como la de aquellos instructores que rechazaban la manera abusiva y discrecional en la que se habían formado, reclamaban la importancia de convencer al subalterno con órdenes sensatas, defendían la independencia entre el comportamiento privado y el realizado en la escuela para la aplicación de las sanciones disciplinarias, y justificaban su posición y la necesidad de un cambio en este sentido en la realidad de las unidades militares. Otros defendían también abiertamente una posición basada en el valor de sostener las formas más tradicionales de la enseñanza del mando, en las que ellos se habían formado, y argumentaban sobre un ideal de conflicto bélico que las escuelas debían defender. Curiosamente, no podía trazarse un corte generacional entre estas posturas, con frecuencia los instructores más jóvenes, formados en el cambio de planes de estudio hacia el modelo universitario, a veces eran los más refractarios a formas del mando que se alejaban de la obediencia debida.

El conocimiento adquirido por los funcionarios de Defensa acerca de las tensiones generadas por estos modelos de mando militar, su coexistencia con el modelo universitario de formación, y la identificación del bajísimo rendimiento tanto académico como militar de los cadetes producido por esta encrucijada, llevó al Ministerio de Defensa durante el 2010 a diseñar una batería de reformas de segunda generación. Estas fueron ideadas junto con las autoridades militares educativas argentinas a instancias de un seminario internacional del cual participaron sus pares de Alemania, Brasil, España, Estados Unidos y Francia, así como especialistas y académicos argentinos. Allí se contrastaron sus modelos de formación de oficiales, todos convertidos a la formación universitaria con excepción de Brasil, con los modelos de cada fuerza en la Argentina. La reforma de los planes de estudio y regímenes disciplinarios se diseñó y aprobó en 2011 para implementarse con los ingresantes 2012.

El concepto de esta reforma fue integrar la formación universitaria con la militar, para modernizar efectiva y no nominalmente la formación profesional. Se actualizaron las asignaturas aprobadas en el 2008 y se introdujo la problemática de género transversalmente a una serie de materias. Al mismo tiempo, se redujo la cantidad de asignaturas al promedio dictado por las licenciaturas que habilitan a profesiones civiles, y fundamentalmente se moduló la enseñanza teórica y la enseñanza teórico-práctica en períodos diferenciados para que las semanas de instrucción o capacitación profesional sean más extensas e independientes de las semanas de enseñanza teórica en aulas. Además se introdujo un régimen de evaluación acorde con las metodologías de transmisión de conocimiento universitario para preservar su calidad y adaptarla a los requerimientos de la formación castrense. La resolución del ministerio mediante la cual se diseñaron los nuevos planes de estudio y regímenes disciplinarios contiene los siguientes criterios: 1) integrar contenidos teóricos y prácticos específicos, combinando la educación académica, la formación profesional y la instrucción militar; 2) profundizar los criterios propios de la educación universitaria tales como el pensamiento creativo, reflexivo, analítico y autónomo con el fin de promover la resolución creativa y eficiente de problemas impredecibles, propios de escenarios inciertos en los que se desempeña un militar (como la guerra y/o situaciones de catástrofes); y 3) promover la calidad del proceso de enseñanza/aprendizaje basada en el desarrollo de la responsabilidad del cadete sobre su desempeño y rendimiento, hasta en los niveles menores de liderazgo.

Los sucesivos cambios de ministro producidos con la asunción de Arturo Puricelli en 2010 y Agustín Rossi en 2013 no atentaron en lo sustantivo con la continuidad de las medidas tomadas en el intenso período que va desde 2005 a 2011. Los funcionarios del área educativa sostuvieron las políticas diseñadas e implementadas más allá de sus estilos y su necesidad de darles una impronta particular.

Sin embargo, en esta segunda etapa, donde la conducción política por primera vez en la historia argentina toma las riendas de la educación militar, sí encontramos discrepancias en cuanto al estilo de la gestión de los militares y las concepciones sobre cómo se gobierna eficazmente esta área. Esta diferencia queda subrayada en los vaivenes de una idea: la conversión de todos los institutos universitarios en una universidad nacional, que peregrinó la gestión de Garré y fue retirada de la agenda hasta que finalmente la gestión de Rossi la tomó como uno de los temas centrales de su agenda.

Es así como a fines de 2014 el Congreso de la Nación sancionó la ley que creó la Universidad de la Defensa Nacional (UNDEF). Su promulgación despertó cierta polémica aunque sólo en la trastienda de la opinión pública, más ocupada en la creación de la Universidad de las Madres de Plaza de Mayo. Dicha polémica tuvo como telón de fondo dos cuestiones: la primera fue si esa inversión en la ampliación de la estructura organizacional realmente resolvía los problemas estructurales de la formación, como por ejemplo la cuestión docente, o si por el contrario solo desviaba esfuerzos respecto del eje de la modernización y profesionalización de la educación de los militares; la segunda cuestión fue si la conversión de los institutos universitarios a una universidad no ampliaría finalmente su autonomía respecto de la conducción civil. En cualquier caso la sanción de la ley ha puesto a las estructuras de gestión militar y civil de la educación en el camino de, como allí se ordena, redactar el proyecto institucional y proyecto de estatuto provisorio.
Desafíos pendientes

Al cabo de una década de transitar esta nueva etapa de fortalecimiento de la formación militar integrando a ella esquemas de transmisión y contenidos que eleven la calidad educativa y fortalezcan al mismo tiempo los principios democráticos de gobierno, cabe destacar algunos temas pendientes.

En primer lugar, parece fundamental retomar el principio de integración efectiva del ámbito civil y militar –y no sólo de complementariedad establecido por la ley de reestructuración de las Fuerzas Armadas– en cuanto a la formación y producción de conocimiento del sistema universitario y científico especialmente en el campo de las ciencias sociales y humanas. Realmente no es posible llevar este objetivo adelante si las universidades nacionales no abren sus puertas a la posibilidad, como lo hacen en otros lugares del mundo occidental, de que militares –en tanto tales– desarrollen una parte de su trayecto curricular. Pero tampoco es posible sostener un elevado nivel académico si las carreras docentes de los profesores que dictan clases en las academias militares que otorgan títulos universitarios no cuentan con análogas condiciones a las que rigen el ámbito civil. ¿Cómo retener jóvenes profesores bien formados sin una carrera académica como la que se ofrece en otras universidades? ¿Cómo fortalecer la investigación exigida para la acreditación por parte de la CONEAU si los docentes cobran bajo un sistema de horas cátedra como lo hacen en los niveles de enseñanza secundaria o terciaria? Deberá realizarse un esfuerzo sustantivo para que la UNDEF resuelva este problema medular de la formación y la democratización del conocimiento en el ámbito militar.

En segundo lugar, respecto de los trayectos curriculares y su conexión con los planes de carrera queda una revisión integral de la formación de suboficiales y su actualización con vistas a redefinir tal vez los niveles de responsabilidad que efectivamente tienen o debieran tener. También analizar cómo el perfeccionamiento en el nivel de las escuelas de guerra, ya acreditadas como carreras de posgrado, se articula con la formación de grado y hacia adelante con la capacitación conjunta. A la luz de los estudios realizados, todo parece indicar que hace falta mayor capacitación o adiestramiento conjunto en los niveles subalternos.

Por último, la trayectoria descripta da cuenta de la experiencia acumulada por varias camadas de funcionarios y asesores civiles respecto de las especificidades que conlleva conducir la educación militar. Las diferencias señaladas obligan también a una reflexión sobre el peso de la producción de políticas que articulen tanto la perspectiva de aquellos como de sus beneficiarios: las próximas generaciones de militares argentinos.

Fuente:
http://www.vocesenelfenix.com/content/la-formaci%C3%B3n-de-los-militares-argentinos-en-democracia-panorama-y-desaf%C3%ADos-futuros

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