Luis Barragán
Nada varió para la segunda discusión del proyecto habilitante, excepto la luz dominical. Desde temprano, los partidarios del gobierno ocuparon los palcos con la única responsabilidad de corear las consignas, fustigar a la oposición y completar el escenario para transmitir un mensaje al país desde la importante instancia parlamentaria, redondeando la faena logística.
Extraordinaria producción televisiva de apabullamiento al disenso e interminables aplausos para un oficialismo que tampoco les dio razones a los ciegos partidarios que, exacerbados los ánimos, no reparan que ellos o sus hijos podrían ir a una guerra incomprensible, injustificada y definitivamente gratuita para mantener a los actuales elencos del poder. La dirección de debates, lejos de moderar, acentuó el ambiente que, simplemente, lo relevó de toda explicación medianamente sensata, seria y paciente.
Además, demostrando la predisposición a la sordidez, agotando toda descalificación personal, un diputado del Partido Comunista arremetió injustamente contra Ángel Medina, creyéndolo Tomás Guanipa, para avalar todo el extravío de una bancada desesperada. La irracionalidad llega a la estratósfera y, faltando poco, no dejan hablar al orador opositor con la venia y complacencia de a dirección de debates: en un monitor que se encontraba en el hemiciclo protocolar, notamos que únicamente se escuchaba al parlamentario que enmudecía, dibujando una escena absurda, pues deliberadamente le quitaban el ruido ambiental, aunque no evitaban las tomas del enardecimiento de las barras.
El insólito y continuo espectáculo está orientado a consagrar el enemigo común, externo e interno como Diosdado Cabello lo reconoció en sus palabras de clausura. No constituye una novedad para la literatura especializada, pues, a modo de ejemplo, Juan Carlos Rey ha ponderado su papel desde muchos años atrás, en los populismos de agitada movilización, en procura de una aglutinación que está vedada por otros caminos para la brutal supervivencia del poder.
Poco le importó al “tercer diputado”, como pueden llamarse a quienes asisten y hacen la faena circense, que un tal Chaderton celebrase el rápido disparo sobre la ahuecada y sonora cabeza de un opositor, o que Rodolfo González muriese en un calabozo del SEBIN en extrañas circunstancias, amenazados los más corajudos jóvenes presos por enteras razones políticas con el traslado a un centro penitenciario para delincuentes comunes. El espectáculo se traga todo y ojalá no sea tarde para cuando les toque el turno a esos incautos partidarios del gobierno, aunque pueblan las colas para los insumos básicos y temen por sus vidas en las calles.
Hoy, domingo 15, preámbulo de la sesión de la Asamblea Nacional para la segunda discusión del proyecto habilitante. Ocupados los palcos exclusivamente por los partidarios del gobierno, desde muy temprano comenzaron a fustigar a la oposición.
Apabullamiento sistemático. Celebración de un oficialismo irresponsable. Perversa producción televisiva.
Sesión habilitante. Apabullamiento del orador opositor. Si al suscrito le pareció muy duro hablar a la casi medianoche del martes próximo pasado, después de una larga sesión para la primera discusión, la segunda no fue menos difícil. Incluso, advertimos por un monitor externo, la manipulación que quizá fue la que llegó al país vía ANTV. Simple, quitaban el ruido ambiental (aunque no ocultaban los gestos enardecidos de las barras) y dejaban únicamente la voz del orador que, interrumpido, debía esperar, enmudecer, tomar fuerzas y hablar. Escenas perseversas, sin lugar a dudas.
Fuentes:
No hay comentarios:
Publicar un comentario