lunes, 9 de marzo de 2015

LA TIENDA DEL ENCUENTRO

NOTITARDE, 8 de marzo de 2015
“Caminando con Cristo”
Jesús es el nuevo y definitivo Templo (Jn. 2, 13-25)
Pbro. Lic. Joel de Jesús Núñez Flautes

El evangelio de este domingo nos presenta a Jesús que va a Jerusalén, cercana ya la pascua de los judíos, a dar cumplimiento definitivo al proyecto del Padre eterno. Jesús, acompañado por sus discípulos va al Templo, lugar de culto por excelencia para los judíos. Ese templo que desde el Antiguo Testamento representa o simboliza el lugar de encuentro con Dios y donde el pueblo de Israel acude para tributarle honor y alabanza, donde se encuentra el arca de la Alianza que contiene las tablas de la ley o los mandamientos divinos. Ese templo que en el pasado fue sitiado y destruido y que como se lo dicen los jefes religiosos a Jesús para ese momento llevaba ya 46 años reconstruido. Era el segundo Templo de Israel y de lo cual los judíos se sentían orgullosos.
Jesús va al Templo para orar y enseñar y en esta ocasión como lo narra el evangelista San Juan, se consigue que la Casa de su Padre la han convertido en una cueva de ladrones y bandidos, lugar para comerciar, enriquecerse y se perdía con este el sentido cultual y espiritual que representaba. Jesús siente rabia por esto y tomando un látigo empieza a correr a los mercaderes (los vendedores de animales para el sacrificio y los cambistas) del Templo y así sus discípulos se recuerdan de aquel pasaje de la Escritura que dice “el celo por tu casa me devora” (Salmo 69,10). Los jefes religiosos y encargados del Templo le piden cuentas a Jesús por su conducta y la respuesta de Jesús es desafiante: “Destruyan este Templo y en tres días lo reconstruiré”. Él hablaba del templo de su cuerpo y se refería a su Resurrección. Él sabía que se acercaba su Pasión, Muerte y Resurrección y que tenía que inmolarse para lograr la salvación del mundo, para destruir las cadenas del pecado y de la muerte eterna, para liberar al hombre del mal y abrirle de nuevo las puertas del paraíso. Todo esto lo entendieron sus discípulos y lo entendemos hoy también nosotros, después que el murió y resucitó.
Con todo lo anterior, Cristo inaugura un nuevo culto, una nueva y definitiva Alianza que supera al Templo. Él ahora es el revelador del Padre eterno, es el nuevo y definitivo Templo, el lugar de encuentro con Dios, el Sumo Pontífice, el Camino que conduce al Padre, la nueva ley, la definitiva Palabra del Padre que como el domingo pasado nos recordaba la Transfiguración. Hay que escucharlo y seguirlo.
Los cristianos católicos tenemos lugares de encuentro con Dios que llamamos iglesias, capillas, santuarios, donde sobre todo nos reunimos a celebrar la Santa Misa el domingo, día de la Resurrección del Señor. Sin embargo, nuestro culto y adoración a Dios Uno y Trino debe ir más allá de esto y en concreto es recordar que cada uno de nosotros somos templo vivo de Dios, que el verdadero culto que le tributamos al Señor es cuando llevamos una vida en pureza, cuando tratamos de vivir cada día de acuerdo a su Palabra, cuando nos preocupamos por ser coherentes en nuestra forma de pensar, sentir y actuar, cuando le damos cabida a Dios en nuestra vida y vivimos nuestro día a día de cara a Él, viviendo sus preceptos que se resumen en el amor y haciendo el bien a nuestros semejantes. Ir o venir a la misa es algo grande y muy importante, pero al mismo tiempo es un compromiso de saber y recordar que yo soy una “piedra viva” que ahora forma el nuevo y definitivo Israel que es la Iglesia que Jesús quiso fundar en su persona y que está compuesta por cada bautizado que escucha, sigue y vive de acuerdo a las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo.
En definitiva, si queremos encontrar a Dios en nuestra vida necesitamos acercarnos a Jesús, escucharlo, seguirlo y vivir como Él; necesitamos entender también que Dios quiere habitar dentro de nosotros, pero para eso debemos quitar de nuestra vida aquellas cosas que no lo honran, que hacen que el templo de nuestra vida no esté dispuesto para Él. Pidámosle a Jesús que derribe de nuestro corazón el odio, la vanidad, la idolatría del dinero, el poder y el placer, la mentira y tantas cosas que no hacen que le demos un verdadero culto a Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, a quien hay que adorar en espíritu y verdad. (Jn. 4,19-24).
Ida y Retorno
El próximo 13 y 14 de marzo, el Papa Francisco ha invitado a toda la Iglesia cristiana católica a una actividad de oración y acción llamada “24 horas para El Señor”, para que los cristianos católicos tomemos conciencia que debemos luchar contra la globalización de la indiferencia. Por eso, en todo el mundo, en cada diócesis y parroquia se harán oraciones y vigilias de adoración por todo el mundo, por la paz mundial, para que cesen las guerras, la violencia, la corrupción, el odio entre hermanos, para que los que gobiernan lo hagan con conciencia, para que nos preocupemos por los que más sufren y son más vulnerables.

Cfr.José Martínez de Toda (SJ): http://www.homiletica.org/PDF4/aahomiletica019485.html
Ilustración: Jorge Pérez Zerep.

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