lunes, 12 de noviembre de 2012

LEGÍTIMA INTERPELACIÓN

¿Existen las juventudes políticas?
Luis Barragán


Quizá la última, acaso única, masiva y continua evaluación que se hizo del liderazgo político juvenil venezolano, fue la larga serie de entrevistas que celebró el desaparecido periodista Eduardo Delpretti para un diario de circulación nacional, a mediados de los ochenta. Desde entonces, atravesando varias etapas, ha desaparecido de la escena, con la salvedad testimonial de algunos opositores y la estridencia propagandística de los gubernamentales, por estos años.

Avecindándonos al Día del Estudiante, creemos oportuna la interpelación. El ya tradicional y ridículo desprecio hacia los partidos, tiene un elevadísimo costo que nos ha llevado a la despolitización con el peso de una doble paradoja: la efectiva ultrapartidización del Estado que se traduce en una militarización de la sociedad, como la debilidad del esfuerzo por combatirla  en nombre de una puerilidad ideológica tan exaltada.

Por lo pronto, importa recordar lo ocurrido en las lejanas postrimerías de 1957, enfatizar el rápido proceso de reorganización política de las juventudes de entonces, y traer sucintamente a colación nuestra propia experiencia por estos años. Ojalá que contribuya un poco más al debate que creemos necesario, en torno al curso que toma la desocialización política en nuestro país.Venezuela.

La movilización estudiantil

Reabierta la emblemática Universidad Central de Venezuela por 1953, la política represiva de la dictadura fue sincerándose hasta minimizar no sólo a los partidos que sociológicamente podían tomarse como tales, distintos a las organizaciones creadas al calor del régimen, sino a los gremios estudiantiles y juveniles que fueron relevantes en las décadas anteriores. Procurando plebiscitarse Marcos Pérez Jiménez, el día 21 de Noviembre de 1957, en medio de unas jornadas internacionales de cardiología, estalla la protesta en la casa de Villanueva que distintos hechos, supuestamente aislados, como los del liceo “Fermín Toro”, anunciaban.

Obviamente, la prensa de la época no reporta la inicial campanada de disconformidad estudiantil, al igual que la feroz persecución y encarcelamiento de los protestatarios que supieron de la sede de la Seguridad Nacional y de La Modelo. El tránsito es de la movilización precursora al firme compromiso político, pues toda iniciativa estudiantil lo es así no traspase el umbral de la disciplina partidista.

Reorganización juvenil

Sobreviene la caída del régimen desarrollista, y  - necesariamente – el activismo estudiantil deriva en la institucionalización de un compromiso más duradero y exigente. Tengamos en cuenta dos datos fundamentales: por una parte, que la muchachada participante – acaso – había iniciado el bachillerato cuando Pérez Jiménez se consagró en 1952, por lo que – de alguna manera – puede decirse que la “escolarizó políticamente”; y, por otra, coexistiendo con vigorosas expresiones de la llamada sociedad civil, los partidos experimentaron una reorganización de cuadros y estructuras que no podían desconocerla, en el particularísimo año de 1958.

Importa recordar, como una de las consecuencias de las jornadas del 21 de Noviembre de 1957, la constante y decidida movilización de los jóvenes harto motivados por las circunstancias. Y, celebrando la propia existencia de las juventudes políticas que concedían nuevos horizontes a la otrora movilización estudiantil, perfilando identidades, la capacidad de discutir y concertar posiciones.

Hacia noviembre de 1958, representantes de los sectores juveniles partidistas acuerdan un documento de constitución del Comando Nacional de Defensa de la Democracia, consensuando sus principios, proclamando el respeto de los resultados de los comicios presidenciales pendientes y precisando un conjunto de demandas de carácter programático.  Intervienen en su redacción y definitiva aprobación: José de la Cruz Fuentes y Leonardo Certad, por la Juventud Revolucionaria Copeyana (JRC); Héctor Suniaga, Luis Hilario Figuera e Iván Lucas (Vanguardia Juvenil Urredista); Lino Martínez, Gumersindo Rodríguez, José Rafael Múñoz, Américo Martín y Héctor Pérez Marcano (J-AD); Héctor Rodríguez Bauza, Freddy Múñoz y Germán Lairet (Juventud Comunista); Rafael Poleo (PRT); y Néstor Ávila (J-Partido Socialista de los Trabajadores).

Por esos días, la prensa versa sobre el pleno nacional que ratificó al buró juvenil de Acción Democrática (Gumersindo Rodríguez, Rómulo Henríquez, Rafael José Múñoz, Américo Martín, Héctor Pérez Marcano). La fracción socialcristiana de la Universidad Católica Andrés Bello, con José de la Cruz Fuentes, secretario juvenil nacional, y José Rafael Urbáez,  atiende materias como la relación de la política y la eficiencia estudiantil, la nomenclatura legal de las universidades y el presupuesto educativo, condenando a la agresiva dictadura china, saludando al III Congreso Nacional de Trabajadores, y disponiéndose a cooperar con los comités parroquiales y de barrios del partido en el ámbito de la formación doctrinaria. Acotemos, los socialcristianos eligieron como  representantes al pleno nacional universitario jotarrecista, a Joaquín Silva, Jorge Fanianos, Clara Illaramendi, Rafael Acosta, y Humberto Njaim, suplidos por Eduardo Fernández, Alfredo Rojas, Domingo Mariani, Ramón Fuguet y Hugo Briceño Salas.

La celebración del Día del Estudiante Venezolano, decretada por la Junta de Gobierno, propuesta por Régulo Arias Moreno (JRC),  en 1958, es distinta al segundo aniversario. Las severas amenazas golpistas, siendo la más destacada y angustiosa la del general Jesús María Castro León, quien se encontraba fuera del país, traduce otro de los difíciles contextos de una época de permanentes y urgidas movilizaciones.

Anotemos, hoy como curiosidad, que el 21 de Noviembre de 1959 tuvo como figuras estelares del acto a Rolando Cubela (presidente de la Federación Estudiantil de la Universidad de La Habana),  y René Anillo (Secretario General del Directorio Revolucionario), quienes – uniformados – ejemplifican cuán lejos llegó la identificación, el entusiasmo, y – comentado por Julio Moreno – la sensualidad que provocó la revolución cubana en Venezuela. Fidel Castro no pudo llevarse gratuitamente el petróleo, pero se hizo de nuestro imaginario político, aunque – observado por Orlando Albornoz, en una posterior obra especializada – el movimiento estudiantil de la isla definitivamente naufragó con la aún imperante dictadura.

El desarrollo ulterior de las juventudes políticas, revela una sorprendente vivacidad que muchas veces las llevará al drama. A modo de ilustración, soportadas por la influencia efectivamente ejercida en el medio estudiantil, a partir de los sesenta, llegando moribundamente a los noventa, a grandes trazos son los jóvenes adecos los que logran la primera división del partido; los socialcristianos, los que le inyectan una ya legendaria vitalidad ideológica; los comunistas, quienes ponen el acento de lo que fue el MAS, hasta que, acuñándose como símbolo de lo que es el actual régimen, el denominado Movimiento 80 (UCV) enmascara propósitos y pretensiones que también lo convierten en fundador de la llamada antipolítica en Venezuela.

¿Cuáles juventudes políticas?

Ingresamos a la juventud socialcristiana a mediados de los setenta, siendo muchas las peripecias acumuladas en un largo y difícil itinerario. Nunca fuimos devotos de la tesis generacional, aunque – como promoción – obviamente vivimos tiempos distintos a los actuales. No obstante, hubo una juventud y unas juventudes políticamente organizadas y estables que, no pocas veces contrapuestas a las directrices partidistas, dejaron un testimonio que ojalá los muchachos de ahora fuesen capaces de conocer y superar.

De acuerdo a nuestra modesta experiencia, fue importante construir una trayectoria juvenil que comprobara y avalara toda vocación y promoción dirigencial. Incluso, en los comicios internos que, acentuémoslo, regularmente celebraba la JRC, una circunstancial derrota no significaba la liquidación política inmediata, sino que se entendía como parte de una lucha mínima y democráticamente reglada que exponía otras oportunidades.

Cada convención juvenil desembocaba en una secretaría general y un directorio, como instancias máximas de conducción. La colegiación de las decisiones guardaba correspondencia con la de los otros organismos funcionales (trabajadores, profesionales, mujeres y agrarios), añadido el comité nacional, por lo que – reglamentariamente – sesionaba semanalmente el directorio que se hacía representar con voz y voto en el elenco ejecutivo del partido a nivel nacional, regional, municipal y parroquial.

El directorio juvenil ponderaba y nombraba al secretariado administrativo, asegurando un desarrollo institucional – por ejemplo – en el campo estudiantil con el empuje de la Democracia Cristiana Universitaria (DCU), la que gozaba de autonomía funcional. Ésta, a su vez, resultaba de los plenos reglamentariamente realizados en cada centro de enseñanza, facultad y escuela, con su dirección política y administrativa.

Baremo indispensable y básico, cabe preguntarse si existen ahora las juventudes políticas en Venezuela, legitimadas democráticamente, aunque la respuesta jamás la podrán dar las oficialistas, adedadas burocráticamente en el marco de las generosidades presidenciales. Juventudes que sepan de un largo historial, convencidas éticamente, comprometidas ideológicamente, susceptibles de solventar las diferencias agonalmente, dispuestas a una contestación innovadora, despiertas al aprendizaje mutuo, multiplicadas por una vivencia institucional, calibradoras de vocaciones.

Nunca el pasado será mejor cuando sobra porvenir, pero – con todas las fallas, imperfecciones e ingratitudes – hay ese historial que nos enorgullece. Por ello, existen miles de personas que no desertarán, porque se afincan en una profunda experiencia y vivencia, y así como – otro ejemplo – los jóvenes socialcristianos hicimos el encuentro ideológico nacional, por cierto, previendo las amenazas autoritarias que por entonces se dibujaban; el de la dirigencia estudiantil de Barquisimeto, marcando orientaciones; o, presos y ferozmente reprimidos, protestamos el acuerdo de refinanciamiento de la deuda externa, hacia 1986, otras entidades podrán exhibir credenciales parecidas.

El Día del Estudiante también es el del compromiso político de las juventudes venezolanas, las que comprenden cabalmente la misión siempre perfectible de los partidos. Y, mal que bien, ellos manifiestan un compromiso ciudadano que se hace de comprobado coraje, pues – no olvidemos – aceptaron, acudieron y se resistieron en actos como El Petarazo y El Catiazo, en esta misma década del XXI, a sabiendas de lo que les esperaba.

Una juventud que le sea afín, contribuye al empuje institucional de los partidos, mas no la vanidad aislada de los muchachos que tienen la suerte de hallar un cupo en la televisión. El convencimiento doctrinario, ideológico y programático; el sentido estratégico y la orientación táctica; la organización y la estructuración de voluntades; la disposición al riesgo personal; la más modesta voluntad de reunirse y discutir los problemas que trasciendan a la fulanización de la vida política, constituyen los mejores valladares al intenso y enmascarado proceso de despolitización que hemos sufrido en la era del chavezato: debemos hacer una pública y sincera evaluación para afrontar la definitiva militarización de nuestras vidas. 

Fotografía de García, en la que aparecen los por entonces dirigentes universitarios Héctor Pérez Marcano, Héctor Rodríguez Bauza, José de la Cruz Fuentes,  Héctor Suniaga Pérez y Joaquín Silveira, informando de los actos del primer aniversario de los hechos del 21/11/57 (El Nacional, Caracas, 20/11/58).

Fuente:
http://www.noticierodigital.com/2012/11/%C2%BFexisten-las-juventudes-politicas/

1 comentario:

  1. A este tema muchos le tenemos un afecto especial, porque nuestra militancia juvenil la podemos definir como el proceso que nos ha hecho lo que somos, gacias a una escuela de democracia que comienzó con los centros de estudiantes y enseñó muchas cosas para quienes serían gerentes de la sociedad venezolana: comprender que las cosas no se pueden imponer, que hay que construir consensos, que nadie está por encima de nadie como persona, que son los votos quienes definen qué posición ocupará cada uno durante cierto tiempo. Las reuniones tocaban todos los temas de la vida pública, se aprendía a hablar en público e interactuaba con colegas de todo el país provenientes de diversas extracciones sociales y con diferentes formas de ver las cosas, lo que serviría más adelante para saber escuchar, comprender y razonar con todo tipo de gentes en los diversos ambientes donde tocaría desempeñarse. Las escuelas de formación complementaban la cosmovisión, y lo hacían con una eficacia admirable, llenando así el vacío relativo a la educación cívica que el sistema formal de educación del Estado fue diluyendo a partir de los años '70. Las juventudes partidistas eran las únicas que formadas cívicamente, porque el resto de los jóvenes no fueron sensibilizados en esto en sus planteles, y ese desapego e ignorancia política el país lo ha pagado caro. El punto débil lo constituían los dirigentes de la estructura partidista que veían los comités juveniles como eventuales apoyos a sus planes y a los secretarios juveniles como simples votos, por lo que la manipulación era una tentación muy grande. Militar en la juventud de un partido además sembraba la sensibilidad social en el trabajo, y eso se evidencia cada vez que comparamos las formas de gestión de esos jóvenes con quienes nunca militaron en nada : unos consensuan, transan, ceden, y hasta son más ineficientes de lo que deberían, pero logran los objetivos con una suerte de satisfacción más o menos general; los otros, van únicamente con los criterios técnicos y financieros por delante, olvidando que somos gente, y que el respeto sin un mínimo de empatía hacia el jefe no conduce a mayor eficiencia ni a mayores logros, cosa ya aceptada hasta en los entornos laborales más impersonales del mundo desarrollado.
    Si además de tener esa escuela política se tiene talento profesional, todos verán al dirigente como alguien capaz, pero además con lo que se llama "peso específico propio", a diferencia de quienes son talentosos pero no lo tienen y que ocuparán posiciones de responsabilidad social solo si quienes tienen ese "peso específico" los designan para ello.
    Ser dirigente juvenil implica sacrificio; mientras los futuros gerentes y dirigentes que no se meten en esas cosas se van a la playa, los militantes están en un autobús o pidiendo cola para ir a visitar un municipio o una comunidad. Eso templa el espíritu, y al final se nota en la conducta adulta de cada uno. Pero mala cosa ha sido ver como tantas veces ese sacrificio fue vano para quien lo hacía -no así su labor proselitista- en especial si se trataba de alguien con pocos recursos, cuando a la hora de eleborar listas de candidatos o premiar mediante ascensos internos, era apartado. Es parte del juego, y con todo, pocos dirigentes juveniles cedieron ante el reconcomio, aprendiendo una lección de vida que indica que el esfuerzo a veces no basta, sino qué amigos tienes y cuanta suerte te puede tocar en determinado momento.
    Por ello los partidos deben fomentar la organización juvenil en sus bases aunque muchos partidos de hecho son dirigidos por jóvenes, mientras que en nuestra época juvenil ya los cuarentones estaban al frente del partido -y nunca aflojaron- por lo que la división entre dirigencia juvenil y adulta era algo más neta que ahora. Pero ello es cuestión de saber organizar y saber abrir vias de desarrollo de liderazgo. Lo deben hacer, si es que quieren que la democracia venezolana siga respirando.
    Gracias por traer este tema a tu página.
    Hermann

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