De la vieja y nueva prensa
Luis Barragán
Independientemente de la línea de investigación que desarrolle, el lector consuetudinario de la vieja prensa venezolana suele percatarse de los cambios experimentados, progresiva o regresivamente, en relación a formas y contenidos, atisbando sendos ciclos. Éstos, obviamente, dependerán de la restricción o flexibilización de las libertades públicas, permitiendo medir la franqueza de las reseñas, informaciones y opiniones, aunque también revelarán ciertas adhesiones estéticas de las publicaciones regulares, según la tendencia o escuela en boga.
El diseño y la diagramación, constituyen una curiosidad que merece la atención de los tesistas en el área de la comunicación social, por no mencionar las otras disciplinas afines. Luce notorio un triple impacto histórico en la presentación y organización de las revistas y periódicos, por lo menos caraqueñas, con la inclusión de la fotografía y la propia calidad de la impresión, que – al hacerse de la coloración – dijo justificarse en sí misma; la recia influencia del arte óptico, concretamente el cinetismo, preponderando Jesús Soto, a partir de los sesenta; y hasta las fuentes y puntos de letras, respecto al lenguaje informático e internetiano que, por cierto, no ayudó a la economía del espacio físico disponible, obligando al empleo del convencional, como ha ocurrido en las postrimerías del siglo pasado, y en el presente.
Por añadidura, en otros tiempos, la rentabilidad del medio fue directamente proporcional al número de los compradores que literalmente lo leían. Ahora, privilegiada la versátil publicidad, ésta es decisiva en un negocio que utiliza el periódico y la revista como un pretexto gratuito para las masas que, a lo sumo, prefieren el mundo virtual.
Precisamente, a modo de ilustración acogemos algunas muestras de la – ya por muchos años – extinta revista “Élite” de Caracas, pues se atrevió a emplear una fuente y punto de letra para intitular reportajes y secciones de interés general, hecho manualmente, olvidando el molde de imprenta. Así, “Francia y el mundo” (nr. 1016 del 24/03/45), o “Consultorio sentimental” (1022 del 05/05/45), cuentan con una disposición y una dimensión de caracteres que no resultan fáciles de leer físicamente, a menos que nos distanciemos como seguramente lo hizo el lector de esa década.
Más adelante, con “Mil y una cosas en torno…” (nr. 1027 del 09/06/45), la presentación luce un poco más prudente, aunque será muy después, avanzados los sesenta, que la diagramación tendrá que hacerse convencional para resaltar el diseño psicodélico o, en propiedad, cinético (Momento, Caracas, nr. 546 del 01/01/67). Valga la coletilla, hubo periódicos que, posiblemente, por el exceso de las buenas fotografías, las agruparon y hasta recortaron para superponerlas en un espacio donde tradicionalmente cabría dos gráficas (El Nacional, Caracas, 05/02/50 y 09/09/52).
Presumimos que el antiguo lector asimiló, casi inadvertidamente, las modalidades estéticas de la vanguardia, o las que se decían tales. Las modificaciones recurrentes en la primera mirada del material, generando una costumbre que no afectaba el objetivo esencial, no otro que leer, comprueba lo referido por Alejo Carpentier en un artículo de antaño, o por un personaje de la novela “Los felinos del canciller”, de Rafael Humberto-Moreno Durán: antes de la formal presentación y degustación en los salones o museos, la tal vanguardia artística llega y se consolida a través de las vitrinas de los comercios o las cajas de galletas.
En los últimos tiempos, los impresos de relativo éxito incurren en muy discretos atrevimientos, con diseños más parecidos a los de la televisión comercial que a los digitales. Imposibilitados de la hipertextualidad que sintetiza la atracción y la necesidad generalizadas por el noticiario y el opinario en línea, aquellos podrían competirle despiadadamente si vuelven – con robusta sencillez – al texto, a los contenidos. Esto es, decir algo en lugar de fingirlo.
Fuente: http://opinionynoticias.com/opinionnacional/13352-de-la-vieja-y-nueva-prensa
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