lunes, 5 de noviembre de 2012

FULANIZACIÓN

De la política de personalidades
Luis Barragán


Los venideros comicios regionales están llamados a la realización y consagración de la política de las personalidades en nuestro país, adulterando la naturaleza y  la funcionalidad de los partidos. Una cuota mínima y real de poder territorial, presupuestario y opinático, hará el cupo en la difícil y también riesgosa escena pública.

La quiebra de la institucionalidad partidista, como la de las otras expresiones de la sociedad civil, tramitada por varios años,  privilegiará las relaciones primarias en detrimento de cualesquiera otras. Relaciones de simpatía o antipatía personales, con sus correlatos, sintetizarán las tácticas del supremo e inmediato interés del donante.

El ejercicio del poder se convertirá definitivamente en una literal donación de tiempo y recursos, con independencia de toda iniciativa organizada y estructurada que sugiera un elenco de derechos y garantías para sus miembros. Inmovilizados y hasta pulverizados, gremios como los profesionales, sindicales, empresariales, y vecinales, al igual que los partidos, estatizada toda vinculación a través del comunalismo, tendrán por únicos referentes la gratitud y el malestar que susciten en el ánimo de Chávez Frías, y – hasta nuevo aviso – de los gobernadores y alcaldes que dispense el sorteo electoral.

Los mandatarios regionales del oficialismo, entusiastas procónsules del poder central, aventajarán a los parlamentarios y ediles resultantes de los comicios semicompetitivos, resignados a la aprobación de toda solicitud que hagan en espera de una pronta contraprestación. Excepto la junta directiva de la Asamblea Nacional y la cúpula superministerial, aunque haya sospechas del relegamiento a favor de los efectivos mandos militares, no habrá más actor – por definición, secundario – en el firmamento político que el nombrador de cargos y asignador de recursos, por modesto que fuese, incapaz de disgustar al consabido protagonista principal.

La política de las personalidades tiene por requisito ineludible, el ejercicio del poder o el de sus cuotas, y, por ello, el PSUV es un inmenso artificio en el que importan más los nexos verosímiles con los decisores del Estado que el abolengo y la trayectoria desplegada en el aparato partidista. Por lo demás, hoy, retrotraídos a la premodernidad, tal política constituye una insólita manifestación extrema y exitosa de todos los partidos construidos desde el gobierno: presupuestarios, luce impensable algún porvenir fuera de la órbita del Estado (rentista). Valga la coletilla, distinto al trillado modelo inglés, por notables que fuesen sus integrantes, ya para finales de los sesenta, Uslar Pietri abandonó al partido que inmediatamente nació al calor del fenómeno electoral de 1963, entre otros motivos, por el  agotamiento de la llamada Ancha Base.

Los gobernadores regionales de la oposición, sobrevivientes y emergentes, que cierta y corajudamente se resistan, soportarán la tentación de una radical fulanización de la política. Los muchos o pocos elegidos, resueltamente por el empuje heroico de los partidos de la unidad democrática que demuestran que toda depresión puede superarse, serán – por siempre - más importantes que sus propulsores de acuerdo a la visualización impuesta por la regresiva cultura política, casi exclusivamente sensorial.

Liderizando la alianza de los partidos democráticos, además del propio, evidenciarán la crisis estructural que los corroe y enfermizamente postergan, comenzando por la legitimidad de los cuadros de conducción. Más allá de la resistencia medianamente exitosa frente a los usos y abusos del poder central, cuya oferta será la de concederles una estelaridad que pueda administrar, la experiencia y la imaginación los hará epicentros de una futura transición democrática. Empero, por lo que respecta a la transición – meta de toda oposición convincente – caben tres observaciones.

De un lado, siendo obvias las perspectivas presidenciales, el gobernador que resultare más acreditado a pesar o muy a pesar del poder central, debe anunciar esa transición, haciéndola sustentable. Descomunal esfuerzo para tan breve lapso, contraste con la demolición que rebasa la década, ha de ayudar a reconstruir en lo posible todo el tejido político y social que la afiance, pues, como lo señalamos en una reciente asamblea de socialcristianos, realizada en San Antonio de los Altos, sobra la amarga queja de las clases medias, supuestamente críticas e ilustradas, las que no podrían ni siquiera comprar un boleto de avión para marcharse del país declarado oficialmente marxista-leninista, frente a los consejos educativos,  a los que no puede contraponer la experiencia y convicción lograda por las sociedades de padres y representantes, por no mencionar el silencio de los gremios aún cuando sus dirigentes hagan (cómoda) vida de partido.

Por el otro, el gobernador más promisorio será el que se resista a esa tendencia fulanizadora, promoviendo la recuperación de los partidos sincerados por la fatalidad, si apuesta a las graves responsabilidades que adquirirá en la transición, en lugar de la efímera celebridad que autorice el poder central. Obliga a los partidos a una franqueza sin precedentes, pues, al agudizarse el curso del totalitarismo, la mentira acelera el suicidio: he acá una viva contradicción, porque lucen inevitables las divisiones ante la estupidez, la improvisación y la inconsciencia del momento que se vive, pero igualmente resulta aleccionadora el aplazamiento del trauma interno, como hizo  – luego – llamado  el grupo ARS al saldar cuentas en AD,  más de una década después del derrocamiento de Gallegos.

Luego, está un dato fundamental: nos hemos hecho parte de la cultura política del oficialismo, adueñándonos también de sus predisposiciones, hábitos, posturas, pensamiento, estilos, acciones y reacciones. Y recuperar la autenticidad, confianza, optimismo, y hasta el sentido de la trascendencia, nos orienta a un gigantesco esfuerzo moral que convierta a la oposición social y políticamente viable en el marco de ese rentismo trepidante y lesivo: no deseamos a un pontífice, pero sí a líderes lo más cercanamente irreprochables que motoricen principios y valores irrenunciables.

Fuente: http://www.opinionynoticias.com/opinionpolitica/13165-de-la-politica-de-personalidades
Fotografía: Tomada de la red.

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