EL NACIONAL - Martes 06 de Noviembre de 2012 Escenas/2
Lihie Talmor
ESTO ES LO QUE HAY
ARTES VISUALES
LORENA GONZÁLEZ
Tal vez una de las circunstancias más recónditas de nuestro arte venezolano haya sido la poca visibilidad que el campo de las artes gráficas ha tenido dentro de la historia nacional. Presente y activa, pero caminando siempre en un paralelo disminuido frente a los grandes relatos de la pintura, la escultura, el video o la instalación, la obra sobre papel parece haberse desplazado con delicadeza en los terrenos de nuestras referencias, asumida como un discurso que acompaña la labor del artista dedicado a otras empresas de mayor envergadura y pocas veces asumida como el tema central de una metodología de trabajo.
En el caso de Lihie Talmor, la gráfica ha sido su norte y su principio, al encontrar en el grabado, la litografía y otras técnicas una fuente infinita de reconstrucción e inserción visual; revisiones del sentido con las cuales ha logrado trasladar las sutiles procedencias de una imagen herida y multiplicada en su capacidad de repercusión individual y social. Incluso en varias de las experiencias escultóricas desarrolladas por esta creadora venezolana-israelí desde los años ochenta, son la madera y los elementos estructurales las cápsulas de contención que le dan una nueva forma de expansión al trabajo gráfico, albergando otros desplazamientos para los reveses de la luz, las sombras y las cadencias del espacio.
Desde el domingo 23 de septiembre y hasta el 4 de noviembre, la galería G Siete, en el Centro de Arte Los Galpones, presentó su más reciente exposición. Con el título Makom y con la curaduría de María Elena Ramos, Talmor profundiza en la fotografía digital como discurso, acompañando el proceso de las artes gráficas con esa otra forma de aprehensión de las variables de la luz sobre el papel. Piezas actuales y varias obras fundamentales que funcionan como ejes referenciales del trabajo inédito concretaron un nutrido espacio museográfico donde esa topografía buscada, esperada y anhelada aparecía de pronto para convertirse en un territorio abstracto, sonoridades de un tiempo que desde el espacio interior se expanden hacia la amplitud perenne de un terruño tan cercano como impersonal.
En el texto del catálogo, la curadora destaca un aspecto primordial de esta doble vía con la cual la artista aborda la necesidad de ese lugar: "La integración de sus percepciones individuales con las de la memoria colectiva". En la gráfica es la intimidad de lo perdido y las capas de lo oculto, de lo recordado, las aristas que reconstruyen lapsos de reflexión que transforman la referencia directa en una textura múltiple, enlaces que se conectan prestos a proteger los vacíos de aquel que mira. En el caso de la fotografía, es la amplitud de un panorama desértico, etéreo y circunstancial, la marca que disuelve las particularidades: grandes explanadas, caminos en la nieve, zanjas, cielos, juegos con una imagen que se libera de su propia escala, cromatismos vaporosos que hacen de esa zona desconocida el periplo de la ausencia y la totalidad.
En la obra de Talmor se tiene la sensación de que hay algo que aún está por suceder, tiempo ancestral que se va reescribiendo entre las páginas nunca develadas de una historia trazada hacia el infinito: letra redactada por otro pero siempre desconocida, imagen que en la espera de la representación se imprime sobre cada una de las poéticas vitales que genera su encuentro con la nada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario