NOTITARDE, Valencia, 25 de Noviembre de 2012
Jesucristo, rey del universo (Jn.. 18, 33-37)
Joel Núñez Flautes
Con la solemnidad de Jesucristo rey del universo, litúrgicamente, los cristianos católicos, llegamos al final del Año litúrgico y sobre todo proclamamos ante el mundo que Jesús de Nazaret, muerto y resucitado por la humanidad, es verdadero rey universal; es decir, que lo que Él ha realizado abarca y comprende a todos los hombres del mundo entero y de todos los tiempos.
La celebración de la solemnidad de hoy se enmarca dentro del lenguaje apocalíptico, escatológico. Es decir, por una parte se utiliza el recurso literario que viene del Antiguo Testamento (libro de Daniel), que a través de símbolos, imágenes, números, etc, nos transmite una verdad de fe, un mensaje de salvación que se cifra sobre todo en la esperanza, en el inmenso amor que Dios tiene por la humanidad, por cada uno de los seres humanos. Por tanto, apocalipsis, no tiene nada que ver con el miedo, con un Dios del terror, con un Dios tirano, destructor, sino un Dios amor que se nos ha revelado en Cristo que es el príncipe de la paz, el rey de reyes. La escatología es parte de plan de salvación de Dios sobre los hombres. Hemos sido creados por Dios, por medio de Él y en Cristo hemos sido redimidos, en Él y a través de su Espíritu Santo caminamos hacia la esperanza y promesa de la vida eterna, de la vida en Dios, de la plenitud de la felicidad, del gozo de ver a Dios cara a cara y encontrarnos con nuestros seres queridos que ahora viven en la presencia del Altísimo y anhelamos su retorno, su manifestación total al final de los tiempos, cuando Él con su poder soberano venga a juzgar al mundo, a cada hombre según su conducta. El último enemigo a vencer será la muerte y llegará el momento que Cristo entregue todas las cosas a Dios Padre y aquellos que han vivido según los mandamientos de Dios, sobre todo amando a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo, entrarán a disfrutar la vida que no tiene fin, de la eternidad con Dios, según nos lo reveló Jesús en su vida pública.
Hoy, los cristianos católicos, reconocemos que Jesús es verdadero rey y su forma de reinar es distinta a la del mundo; su reino es eterno y universal y pasa por la humildad, la pobreza, la paz, el servicio, la apertura a los paganos, a los pecadores, a los enfermos, testimoniando la verdad, la autenticidad de vida; sobre todo su reinado es de amor y pasa por el sacrificio y la inmolación en la cruz. Dicho de otra manera, Jesús reina desde el madero, allí demostró el inmenso amor de Dios por cada ser humano y allí en el sacrificio del Calvario venció a la muerte y al pecado; venció al mal y rescató con su sangre a la humanidad pecadora, permitió que cada hombre y mujer, de cualquier raza o cultura o cualquier condición social y de cualquier época, pueda tener, para siempre, acceso a la Salvación, a la felicidad eterna; ya Él nos mostró y enseñó cuál es el camino para lograrlo: el amor, que es el distintivo del cristiano.
Los seguidores del rey de reyes, no son aquellos que como los fariseos o los jefes religiosos de la época de Jesús caen en un legalismo, los que saben de memoria las Escrituras, los que se quedan en un mero ritualismo, los que creen que ser religiosos o cristianos es sólo saber mucho de teología o doctrina bíblica; sino aquellos que viven como Jesús y sobre todo que actúan como Él, viviendo lo esencial del cristianismo que es el amor; sin amor la vida cristiana es pura máscara, sin amor, el cristianismo es pura ideología, si amor, la vida cristiana es falacia. (1Cor. 13). Así, que quien sigue al verdadero Mesías y Señor que es Cristo, necesita inmolarse, entregarse, darse a Dios y a los demás como lo hizo el mismo Jesús. Quien vive así, forma parte del Reino de Dios, vive y valora el sacrificio de Cristo en la cruz. Los cristianos católicos sabemos y creemos que ese sacrificio se actualiza, se rememora en la Eucaristía; pues bien, quien come y bebe el Cuerpo y la Sangre de Cristo, necesita y está llamado a vivir en el amor, como expresión de aquel a quien recibe en cada comunión, sino, se queda en un mero ritualismo y cae en lo que es más grave en un antitestimonio de vida.
IDA Y RETORNO: Me preguntan: ¿Qué debemos hacer los cristianos católicos en la Venezuela de hoy? En palabras sencillas, dar testimonio de verdad y autenticidad; que seamos coherentes con lo que predicamos, que anunciemos a Cristo como Camino, Verdad y Vida. Pero en específico necesitamos educarnos y formarnos en valores, en principios, en virtudes; que se han perdido en nuestro país, para poder educar y formar a otros. Aquí está la clave para la nueva generación que tenemos por delante, para salvar a Venezuela, para poder avanzar y progresar integralmente, sino nos quedaremos estancados y retrocediendo a la prehistoria.
Cfr. www.homiletica.org/PDF9/aahomiletica024546.pdf
Ilustración: Serge Poliakoff.
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