SOL DE MARGARITA, 14 de Noviembre de 2012
Cultura y sector privado
Las circunstancias son penosas, por no decir alarmantes, pero sin el concurso privado en Cultura, cuya vocación de apoyo es histórica, la creación, la formación y los programas culturales de muy diversa índole desparecerán del panorama y nos hará más pobres, espiritualmente hablando.
ANTONIO LÓPEZ ORTEGA
En 1993 se contabilizaban en Venezuela 168 fundaciones empresariales, el 60% de las cuales destinaba las dos terceras partes de sus recursos a programas educativos y culturales. Dicho en pocas palabras, la Cultura ha sido vista por el sector empresarial como un sector de interés: daba no solo reputación y brillo, sino que también se veía en él un área para
desarrollar talento de muy distinto tipo y origen. Dos décadas han pasado ya desde esas fechas, y el panorama luce muy distinto. Son contadas ahora las empresas que programan o financian Cultura. Se diría que el síndrome de atomización que reconocíamos en el sector ha puesto a las empresas enmudecidas o disminuidas, sin saber qué hacer, abandonando sus perfiles institucionales de otras épocas. Solo que como pocos cambios se pueden esperar en estas nuevas etapas (las prioridades responderán a un programa político que solo vela por sus intereses), un renacimiento de los patrocinios privados será necesario si no queremos ver al sector muerto de mengua después de muchos años de resistencia.
Las circunstancias son penosas, por no decir alarmantes, pero sin el concurso privado en Cultura, cuya vocación de apoyo es histórica, la creación, la formación y los programas culturales de muy diversa índole desparecerán del panorama y nos hará más pobres, espiritualmente hablando. El riesgo es el de desaparecer del mapa: sin figuración, sin connotación, sin intercambios, sin reconocimientos, sin agregar valor a la sociedad. Ya de esto hemos tenido en los lustros anteriores, por lo que nada nos permite pensar que cambiará. Lejos de ello, el país depauperado, manirroto e inconsciente que ya tenemos encima no tendrá medios ni interés en reconocer a nuestros artistas ni fomentar programación cultural que no esté sesgada por los discursos doctrinarios.
Sin el mínimo complemento que en años anteriores daba el sector privado a la cultura -sumando fundaciones, programaciones propias, patrocinios, donativos, subvenciones, becas de formación, etc.-, podemos esperar un panorama francamente sombrío, que nos haría desaparecer internamente y nos terminaría de extipar internacionalmente: si hoy en día poco somos en seminarios, congresos o ferias internacionales, nuestro destino ahora es llegar a la nada, que es lo que muchos han deseado para buena parte del país.
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