lunes, 19 de noviembre de 2012

LA ESPERA EN FAMILIA

NOTITARDE, Valencia, 18 de Noviembre de 2012
"Caminando con Cristo"
El regreso del hijo del hombre (Mc.13, 24-32)
Pbro. Lic. Joel de Jesús Núñez Flautes

Estamos en el penúltimo domingo del año litúrgico y está cerca el adviento y por eso las lecturas de hoy ya tienen ese tono escatológico; es decir, lo que tiene que ver con el fin de todas las cosas, con el juicio final y la plenitud de los tiempos. Estos temas, conforme a la tradición bíblica son tratados de forma apocalíptica; de hecho, el mismo evangelio de Marcos, en su capítulo 13, presenta a Jesús como el Hijo del Hombre; aquella figura que aparece en el libro de Daniel y que representa la esperanza mesiánica del Pueblo de Israel y cuyo cumplimiento se realiza en Cristo como Mesías y Salvador de la humanidad. De este capítulo se lee el texto de hoy y que nos presenta dos partes. La primera, se da una proclamación y características de la segunda venida del Señor, del Hijo del Hombre que viene con poder y majestad. La descripción es de un tono apocalíptico, que no busca dar miedo, sino abrir a la esperanza cristiana, a la fe del creyente que espera y anhela el regreso de su Dios y Salvador. Este mundo en que vivimos, con sus muchas cosas buenas y con sus muchas cosas malas, es efímero, es finito, tiene su tiempo y existencia; mientras que el Dios creador de todas las cosas es eterno, es Amor, es Vida sin fin y hacia Él se dirigen los pasos del cristiano, del que ha sabido reconocer en Jesús al Hijo de Dios, al Ungido del Padre Eterno.
El cristiano que vive de la fe, la esperanza y sobre todo del amor, no debe vivir el futuro, lo que viene, lo que Dios promete en su Palabra de forma angustiante, lleno de ansiedad o terror; porque el Dios de los cristianos no es un Dios de terror, de angustia, sino de paz y amor; que quiere la salvación de sus hijos y nos lo ha manifestado en Cristo Jesús, su Hijo. El cristiano, por tanto, que anhela la llegada de Dios, el retorno de Cristo, su manifestación total, necesita vivir el presente con la certeza de que Dios está presente entre nosotros, que su Espíritu Santo guía a la Iglesia, que Cristo está presente en medio de nosotros en la Eucaristía y demás sacramentos, que su Palabra es viva y eficaz. Que a pesar de lo duro del camino, el cristiano sabe que Dios camina en la historia, que Él se ha encarnado en medio de los hombres y Él mismo conduce y acompaña a sus hijos hasta el fin, hasta que se manifieste tal cual es a toda la humanidad.
La segunda parte del evangelio de hoy, nos presenta a Jesús hablando del fin de los tiempos con la parábola de la higuera, para resaltar el discernimiento de la vida cristiana y la espera vigilante que debe vivir el cristiano; es decir, el cristiano que en la vida cotidiana sabe discernir muchas cosas, como humano que es, gracias a que está dotado de la razón; apoyado en esa misma razón, pero ahora teniendo como base la fe; su creencia en la Revelación y mensaje de Dios manifestado en la vida de Nuestro Señor Jesucristo, está capacitado por el Espíritu Santo, para discernir los signos de Dios, para saber descubrir a Dios en la vida cotidiana, en el presente de todos los días, aprendiendo del pasado, para poder proyectar el futuro y estar siempre preparado, atento a la manifestación plena de su Señor. Nadie sabe ni el día ni la hora, sólo el Padre y por eso hay que estar preparados.
La espera, la vigilancia del cristiano esencialmente tiene que estar en el amor. Aquí está el núcleo de la vida cristiana, quien ama a Dios y al prójimo, quien vive en el amor, estará siempre preparado, vigilante, despierto, ante la llegada y el retorno del Hijo del Hombre. Y ¿cómo se despierta el amor en nosotros?, acercándonos a la fuente del Amor mismo que es Dios y esto lo podemos hacer a través de la oración (que es ese diálogo sincero y confiado con Dios), de la lectura de la Palabra de Dios, la participación activa en la Santa Misa, purificando la vida a través del sacramento de la confesión y sobre todo con el servicio y la caridad con el hermano, que es presencia de Cristo para nosotros, sobre todo el hermano pobre y necesitado.
Ida y retorno: Unas líneas y oración especial por y para la profesora insigne del Seminario Nuestra Señora del Socorro de Valencia, la consagrada fiel, mujer creyente, la secretaria ejemplar, prudente, diligente e inteligente de varios obispos de nuestra Arquidiócesis, la maestra exigente del Colegio de Lourdes, la religiosa estricta, como estricta es la vida cristiana y la mujer que hasta el último momento de su vida terrena, nos enseñó, como buena pedagoga, lo que es más importante para la vida del cristiano, del laico, del sacerdote, de la religiosa, de los seminaristas: Cristo. Qué hermoso testimonio nos legó en la ordenación de los cuatro nuevos sacerdotes y del nuevo diácono y que intercesora hemos ganado ante Cristo, Nuestro Salvador. Qepd Rosario Clemente.
El próximo 25 de noviembre, será el Domingo Familiar en el Seminario, comenzaremos con Misa a las 8.30 am.

San Marcos, 13: 24-32

Larga y grata homilía no apuntada, la del Padre Ramón (*) ayer se centró en la familia. Emotiva, versó sobre los valores que ahora se realizan y los correctivos que se emplean, al igual que la situación de parejas y la forzada coexistencia con aquellas del mismo sexo que equivocadamente se llaman “matrimonio”. Respeto, solidaridad, tolerancia, comprensión, y hasta una nalgada – interpretamos – estratégicamente necesaria, fueron aspectos ventilados por el sacerdote.

(*) No supimos el apellido.
  
LB

Fotografía: El Padre Ramón, durante el oficio (Caracas, 18/11/12)

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