domingo, 11 de septiembre de 2016

TRAZOS DE PAÍS

Del invulnerable patrimonio espiritual
Luis Barragán


Nadie pretende una versión idílica, pero solía ocurrir en el pasado más o menos remoto. Por ejemplo, hubo un Museo de Arte Contemporáneo – aparente pleonasmo – al día que, además de sus servicios, estando cerca de la Cinemateca Nacional y del Ateneo de Caracas,  abría las ventanas al disfrute y a la reflexión estética, tan gratuitamente como la galería privada que abría las suyas,  aspirando a colocar sus piezas, en Las Mercedes, Bello Monte o El Bosque.

No era tan fácil y aceptable que a alguien se le ocurriese asaltar y hasta acabar con  la vida ajena en la intranquila ciudad de todas las horas, o, desde la Cárcel Modelo o el Retén de Catia, monitorear al posible comprador de una obra que, por cierto, frecuentemente, lo hacía a nombre propio.  En aquellos autobuses en los que también se fumaba, mastodontes lentos y torpes de sonoros tubos de escape, pero más confiables y  cómodos que las busetas de ahora, regresaba a casa la satisfecha curiosidad sembrada  por la madre del muchacho, gustosa de la pintura, siendo pintora aficionada: varias veces, él acudía con las páginas del Papel Literario de El Nacional a sus clases en el Liceo de Aplicación, en ese bachillerato distinto que tenía a una profesora de historia del  arte como Julia Tarazona.

Desde aquellas postrimerías de la década del setenta, data la familiaridad con el trazo constructivista de Julio Pacheco Rivas, convertido en trazo de soldadura de luces y sombras atadas en la aún novísima centuria. Digamos, no se tenía en casa ninguna de sus piezas, pero era como tenerlas al saberlas visitables en algún lugar de la ciudad.

Hace poco, sacando tiempo de donde ya no se tiene, pudimos aprovechar una reciente muestra del artista, como ocurría normalmente en la vieja y notan ajada Caracas. El primero de agosto, la inauguración en los espacios culturales del BOD contó con un recorrido en el que el propio creador fue explicando cada obra, después de la introducción hecha por Susana Benko, la curadora, permitiéndonos fotografiar todo lo que se pudo en un ambiente de absoluta cordialidad, antes de proseguir el camino a las farmacias en la inevitable búsqueda de las pastillas para la tensión. Y, luego, el día 27, un día antes de la clausura, ambos compartieron el panel con María Luz Cárdenas, Bélgica Rodríguez y  Perán Erminy, en un estupendo foro que una concreta actividad proselitista y parlamentaria, nos forzó a abandonar en sus minutos finales.

A diferencia de los remotos tiempos, el catálogo está en línea (http://susanabenko.blogspot.com/2016/06/julio-pacheco-rivas-el-color-del-cristal.html), accesible a todo interesado y podemos, incluso, explorar un poco más la trayectoria de Pacheco Rivas y sus críticos en la red, constatando la exitosa incursión en uno de los sectores populares de Petare que le concede el inadvertido privilegio de una mirada a la muchachada. No sabemos si los liceístas contarán con la entusiasta orientación del docente apurado, aunque – tan expuestos al inmenso basurero iconográfico de los días que corren – tenemos la certeza que llegará el momento, cercano o lejano, que la novedosa imagen de Pacheco Rivas saldrá del subconsciente que tienen por escondite, descubriéndose en un país con precariedades que jamás vulnerarán el patrimonio espiritual que lo explica.


12/09/2016:
http://class987fm.com/2016/09/12/del-invulnerable-patrimonio-espiritual-escrito-por-luisbarraganj/

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