Cuán difícil es tomar las fotografías en las peligrosas calles, pasarlas a la pc, clasificarlas, publicarlas. Obviamente, quita tiempo. Fue más fácil tomarlas con motivo de la llamada toma de Caracas. Y, al respecto, nos permitimos una breve reflexión, aunque se deja constancia nuevamente de la existencia del Rafael Barrios.
Por lo menos, más de un millón de gráficas - profesionales o no - se toman en eventos semejantes, desde ángulos privilegiados o no. Suele ocurrir que, al buscarlas en las redes, pocas logran cotizarse. Resultan escasas las que pueden sobrevivir al bombardeo de aportes. Y no sólo ingresan al vasto cementerio de las redes a favor, incluso, de las más banales, perdiéndose quizá para siempre, sino que muy pronto se confunden las supervivientes co las imágenes de otros eventos. De modo que, por muy meritorias que fuesen y muy sentidos los actos, se traspapelan en la memoria colectiva y personal, diluyéndose hasta perderse.
Además, las hay muy demostrativas de la espléndidez o fracasos del evento, según la intención del fotógrafo. Al lado de otras que son, por decirlo de alguna manera, parte de la cotidianidad del acontecimiento. Cotidianidad que se explica, por una parte, con las gráficas celebrativas del reencuentro entre familiares y amigos, cuando no el ya sempiterno selfie que queda casi como una constancia notarial: "Yo estuve ahí", es la leyenda implícita.
Por otra, están las tomas aleatorias. En propiedad, las de la cotidianidad. Habla del transcurrir normal del acto, desde sus entrañas. Incluyendo un humilde homenaje a Juan Gabriel, recientemente fallecido.
Varias veces, hemos visto el viejo edificio cercano a la sede del SUDEBAN. Impecable por fuera. Parece completamente residencial. Al irnos de la concentración, pasamos cerca y fue inevitable apuntar y disparar el movil celular. Las terrazas no tienen rejas exteriores. Algo excepcional. Algo significativo en la arquitectrua caraqueña.
LB
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