Una polémica extemporánea
Luis Barragán
Hay quienes, razonablemente, manifiestan hoy su desacuerdo con el desconocimiento a las inmunidades parlamentarias, e, irrazonablemente, equiparan tan grave amenaza con lo ocurrido a principios de los sesenta con los otrora militantes del PCV y del MIR. Siendo distintas las circunstancias e intenciones del gobierno que, aún perdiendo el control de la cámara de diputados, permitió al Congreso de la República proseguir el camino que lo llevó a la renovación electoral de 1963 y 1968, en el difícil tramo de una década compleja, la equivalencia resulta francamente oportunista.
Por lo pronto, en el presente siglo, en toda la oposición democrática no hay un solo elemento alzado en armas, tentado por la violencia capaz de regar con tachuelas a ciudades y pueblos y, menos, asesinar a inocentes en un paseo campestre de fin de semana. Por septiembre de 1963, acaeció la tragedia de El Encanto y ha sido suficiente, desde entonces, el debate en torno a un hecho que es, incontrovertiblemente, histórico y, decididamente, impertinente.
Excepto se trate de un enfoque moral, los representantes, o los que se dicen tales, del sector político e ideológico que impulsó la subversión, al alegar aquellos hechos del consabido paseo, incurren en un revanchismo gratuito y acomodaticio. A falta de mejores argumentos, pretender el desconocimiento de las inmunidades por el sonado precedente, además de revelar sus incapacidades políticas, nos interna en el terreno de un moralismo insólito, pues, si fuere aplicable la receta, a ellos también se les podría amoldar fórmulas extravagantes para terminar de descomponer y degenerar la propia discusión política.
Al respecto, nos parece que sólo cabe el interés histórico donde la coyuntura política del nuevo siglo nada puede hacer. Y tenemos la impresión que el allanamiento o desconocimiento de las inmunidades de más de medio siglo atrás, tardaron a pesar de las evidencias; las acciones señaladas, históricamente han sido constatadas en la mayoría de los casos; e, incluso, explicando la contradictoria y ensoberbecida dinámica de entonces, al lado de los condenables excesos represivos, hubo también paciencia para dar oportunidades a los promotores del guerrillerismo. Valga la coletilla, Rafael Caldera y COPEI, por ejemplo, se resistieron a aceptarlo hasta que, luego de El Encanto, se produjo la orden de detención de los parlamentarios del PCV y del MIR, provocando la aplicación del criterio sobre el delito militar que prevalecía sobre las novísimas previsiones constitucionales de entonces.
Una polémica extemporánea sobre aquellos allanamientos, abiertas las puertas de un oportunismo moralista y enceguecedor, obviamente no encuentra cupo en los episodios de ahora. Simplemente, es un expediente para arremeter contra la oposición parlamentaria, firmemente democrática, que – además – acompleja a un gobierno de perdidas habilidades políticas.
Fotografía: Fusión de imágenes de Juan Carlos Briceño, para Caracas en Retrospectiva / Facebook.
No hay comentarios:
Publicar un comentario