"Les Amants du Flore" de Ilan Duran Cohen (2006): Cine para televisión. Tarifados los antes gratuitos portales de cine, recurrimos a la red abierta y la conseguimos en https://www.youtube.com/watch?v=w4h7qUEenSw. El reporte señala a Chantal de Rudder y Evelyne Pisier, como guionistas (https://fr.wikipedia.org/wiki/Les_Amants_du_Flore), lo fundamental de la obra. Es de suponer que Simone de Beauvoir es tan protagonista como Jean-Paul Sartre, pero la una complementa al otro en su principalísimo rol. Es la intención expresa. Él es el eje de la película, mientras que ella una pieza que le da relieve. Fallido, porque ocurre implícitamente al revés. Buen actor, Lorànt Deutsch, luce superado por Anna Mouglalis. En el fondo, ella es la que pone el acento en la contradictoria y desleal conducta de él.
Comenzando por una escena de la ordenada biblioteca, empañada por una pelea caprichosa, el enunciado de los esfuerzos intelectuales de ambos no logra transmitir la hondura de la novedad alcanzada. Cada libro se asoma como una banalidad más en el transcurso de la película en la que coinciden o desfilan los grandes intelectuales del momento. Prevaleciendo la instantaneidad, por más que la insistan en exponer a Beauvoir tomando apuntes por siempre, pareciera que la publicación de los títulos constituye un mero y gratuito motivo de satisfacción, porque un diálogo corto y mecánico entre ambos, no logra comunicar - más que el contenido - las tensiones intelectuales que los identificaron. Hay algo que deja la sensación de celebrar la elaboración y publicación de un libro, como si se tratase de una bolsa de cotufas.
El Sartre del film, acumula defectos. Desde el primer momento es arrogante, grosero, autosuficiente y arbitrario. Jura lealtad o consecuencia con pactos que ha meditado, ensayándose a sí mismo, como con la mescalina, para traicionarlos. Con trampas, triquiñuelas. La Beauvoir cede al acoso, luego amargada, paciente y apegada a la palabra empeñada. Resultan de una conducta tan convencional como aquella que condenan. Un acuerdo o pacto de libertades, incluso, en el campo amatorio.
Él la engaña con Carmen Colombia, mestiza según la refirió, no porque se acueste con ella, contemplada ya la cláusula, sino porque la simula como una relación intrascendente, mintiéndole a la Beauvoir. Y ésta, más consecuente, a pesar de la cláusula, no puede hacerlo con otro hombre, porque es o se siente más fiel al mitómano Jean-Paul. E, incluso, prefiere incurrir en el lesbianismo, aún con menores de edad, antes que traicionarlo. Todo ocurre hasta que viaja a Estados Unidos, donde bordeando los 40 años, conoce a alguien que, finalmente, confesará que la ama. Con él experimentará el primer orgasmo, por lo menos, el que recuerde. Empero, concluyendo la película, lo desechará y, a propósito de unas gráficas para la publiicidad, supuestamente la fama puede más que ese amor real; o la fama la arrastra más que la propia atracción que siente por Sartre, de quien es dependiente. Por cierto, dependencia, subordinación o atadura que denunciaba cuando creyó que todo lo resolvía con no casarse, criar hijos, cuidar del marido, como hizo la madre que se liberó con la muerte del padre.
Imaginamos a Simone de Beauvoir, forzada a sonreir para las fotografías de ocasión, tal como la representa Anna Mouglalis. De una sobriedad, convicción, serenidad, reciedumbre que, a la vez, fue elegancia. Así lo transmite la actriz y, aunque no hemos visto otros de sus trabajos, expone un dominio histriónico que, a lo mejor, así parezca absurdo, es la escritora, filósofa o socióloga (a pesar de considerar la sociología como una disciplina menor), quien la imita. Hay detalles, gestos y miradas de una persona metida en su papel.
La musicalización es extraordinaria, oportuna, decidora de la época. O... existencialista, bohemia, festiva, despreocupada. Escenas disímiles, algunas buenas al lado de otras pésimas. Pudo hacerlo, pero el director no abusó del erotismo, administrándolo. Posiblemente hubo mejores oportunidades para el oximoron fílmico, como casi simultáneamente, en la misma fiesta, lloriquean la muerte de Toledano, siendo tan sobreactuado el reproche, e inmediatamente Camus informa de la invasión a Normandia: dolor y júbilo en un segmento. Definitivo, Mouglalis y la banda sonora explican la obra.
LB
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