domingo, 24 de febrero de 2013

SORPRESA

NOTITARDE, Valencia, 24 de Febrero de 2013
La transfiguración del Señor (Lc. 9, 28-36)
Pbro. Lic. Joel de Jesús Núñez Flautes

Transfiguración que en griego sería metamorfosis, significa cambiar de forma y desde el punto de vista bíblico y específicamente desde los evangelios hace referencia al cambio de aspecto físico de Jesús delante de tres de sus discípulos. El hecho está unido al anuncio de la pasión y muerte que en varios momentos el Señor anunció a sus apóstoles y discípulos. Al mostrarles su gloria eterna, estado al que estamos llamados todos los cristianos, reafirmó la fe de sus seguidores de ayer y de hoy. Cristo deja claro que antes de la resurrección viene la pasión y la muerte; pero la gloria final debe ser nuestra esperanza. Porque después de la cruz, viene la resurrección, como decimos en la sabiduría popular: “Después de la tormenta viene la calma”. “Después de la noche sale el sol”.
La Transfiguración del Señor sucedió, según la tradición bíblica, en el monte Tabor, uno de los montes de Galilea, considerado el más alto, que tiene una altura aproximada de 600 metros. Los tres evangelios sinópticos narran este acontecimiento que sucedió en el Tabor y que, por tanto, señala que es un fenómeno que impactó a los seguidores de Cristo o que deja una enseñanza profunda para la vivencia de la fe cristiana.
La Transfiguración tiene su contexto en el desánimo, la frustración y la depresión en la que habían caído los discípulos, porque Cristo había derribado su paradigma que establecía la llegada de un Mesías guerrero, político, que por la fuerza de la violencia liberaría a Israel de la opresión romana; pero al escuchar el discurso donde Jesús se presenta como Mesías pacífico, que se somete a las manos de sus opresores, que tendrá que padecer y morir, esto los lleva a la desesperación. Al mismo tiempo, Lucas resalta que ante la inminente Pasión de Jesús en ese momento de crisis, Él se va a solas a orar con sus discípulos, a encontrar fuerza espiritual en su Padre Eterno, en el Dios Padre Amor que le sostiene en la tribulación. Por esto, Cristo manifiesta su gloria delante de sus discípulos y les invita a participar de su victoria que pasa primero por la cruz. Los tres apóstoles (Pedro, Santiago y Juan) serán testigos de lo que han visto con sus ojos y portarán aliento a aquellos que también siguen a Cristo y que se ven sometidos a momentos de angustias.
Jesús es presentado como el Mesías anunciado por todos los profetas del Antiguo Testamento, es eso lo que atestigua la presencia de Moisés y Elías (la ley y el profetismo) entre los cuales los apóstoles ven a Cristo conversando con ellos; la voz del Padre que habla en medio de la nube y el rostro resplandeciente de Cristo señalan que este Mesías que viene a salvar a la humanidad no es cualquier hombre o cualquier personaje suscitado entre el pueblo, sino que es el “Hijo predilecto de Dios Padre”, al que todo hombre debe y necesita escuchar y seguir, como lo harán luego y con más decisión los apóstoles y discípulos.
El mensaje es claro para nosotros: muchas veces llega a nuestra existencia el pesimismo, la decepción, la desesperanza, la depresión, el sinsentido de la vida, el fracaso, la derrota, la cruz… que nos hacen sentir oprimidos y sin ilusión frente al futuro. Pues bien, para el cristiano estas cosas vistas desde Cristo, que ya antes las padeció para enseñarnos a nosotros, nos dice que si es posible esperar y creer en un cambio, en que hay una nueva posibilidad, que no todo está perdido, que al final del túnel brilla siempre una luz, que siempre hay una salida y lo mejor de todo, es saber que Dios siempre nos acompaña con su amor, con su cercanía, con su ternura y con la fuerza de su Espíritu nos capacita para vencer aquello que nos oprime y desalienta. Dios no abandona al ser humano, si bien lo creó libre, no lo deja desamparado, se mantiene atento a las necesidades de sus hijos y si como humanos atraviesan áridos valles, luego con su amor de Padre los lleva a recostar en verdes prados. Así es Dios, así vivió, nos dejó ejemplo mientras pasó por este mundo y así nos invita a tomar la cruz de cada día, pero con la certeza de la resurrección, de la vida eterna que comienza desde esta vida, con la seguridad, la convicción y la certeza de que todo pasa y se supera, que es posible alcanzar la felicidad y encontrar el camino que nos conduce a buen término. Jesús nos invita a orar, a dialogar con Dios y a encontrar en Él, fuerza para el camino, para superar la adversidad.
Ida y retorno
En esta semana importante para nuestra Iglesia Católica, no dejemos de orar por el Santo Padre Benedicto XVI, para que Dios recompense sus afanes y su entrega al Pueblo de Dios y para que desde ya nos regale el Papa que no sólo necesita la Iglesia en estos momentos, sino el mundo. Que el nuevo Papa siga guiando al rebaño, como lo ha hecho Benedicto XVI, a puerto seguro, que la Iglesia salga fortalecida ante tantas calumnias, intrigas, exageraciones y de sus propias debilidades, al estar compuesta por seres humanos. Que triunfe la santidad de los hijos de Dios, por encima del pecado y del mal.

Ilustración: Rick Silva.

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