El martes próximo pasado, nos
detuvimos para intentar algunas fotografías de la pieza de Jesús Soto que se
encuentra en la estación de Chacaíto del Metro de Caracas, en el deplorable
estado que se ha hecho costumbre. Acordonada, lamentablemente acordonada, pues, invita a sentarse, como ocurría antes,
pero los espacios para departir se reducen: la incompetencia para combatir el delito,
nos conduce a esa reducción como castigo. Sin embargo, a un costado, nos
sorprendió y conmovió el bebé que cuidaba de su madre. Tuvo la osadía de
sentarse en el lugar, iluminándola e iluminándonos.
Escasas horas después, en la
autopista, a la altura de Parque Central, tuvimos otra sorpresa y otra
conmoción: la madre irresponsable llevaba a la niña (rosado inconfundible),
apretada contra el conductor. Impotencia frente a los motociclistas de veredas
rápidas que, cargando de urgencias ajenas a la prole, la condenan. Iban relativamente
despacio, aunque preferimos el disparo tardío de la cámara del móvil antes que
el grito desesperado para sordos de conveniencia.
Ciudad insegura, revuelta,
peligrosa. Por fortuna, son pocos los casos de negación, porque el hábito es
ceder el asiento en el transporte público a quien tenga un niño en los brazos.
Niños que nos cuidan, nos
abrigan, nos enternecen. Y, a medida que crecen, pueden perder la sonrisa en la
ciudad insegura, revuelta, peligrosa.
LB
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