jueves, 14 de mayo de 2020

CUADERNO DE BITÁCORA

De todo se  habla en tiempos de pandemia. O casi de todo, porque la sufrimos doble:la del coronavirus del que llegan más noticias del exterior que de la propia casa, sumergidos en una extraordinaria y escandalosa zozobra; y la del régimen que impone sus censuras y represiones, urgida la población de alimentarse,  en medio de los embates de la hiperinflación.

La polémica en otros  países quizá pueda resumirse en los pareceres de un Byung-Chul Han y un Slavoj Žižek, ramificándose por los más disímiles ámbitos políticos, sociales, económicos, culturales, ecológicos, científicos, tecnológicos, etc.  Probablemente, están los académicos muy pendientes de estudiar también  la vida cotidiana y los cambios que el enclaustramiento ha traído. Uno de ellos, el de la intimidad personal.

Por lo menos, en la redes a las que estamos afiliados que, en propedad, refiere a una delimitada comunidad de personas (y también de robots), la sexualidad no es frecuentada como ocurre con otros temas. A lo sumo, hemos visto dos o tres motivos gráficos que dan cuenta de un  asomo erótico, a propósito del  coronavirus.

Pasa por una humorada, aunque haya éxitos y fracasos de difícil acceso a la virtualidad que recrea la herencia de percepciones y convicciones. Empero, algún cambio, alteración, reafirmación o dislocación  ha de ocurrir dependiendo del número de confinados en casa y de las tensiones, preocupaciones o angustias que nos enferma en esta hora venezolana. 

¿Habrá un importante incremento de embarazos, sabiendo de las inmensas dificultades para el parto en las encarecidas clínicas privadas  y en los desasistidos - material y profesionalmente - hospitales públicos? ¿Algún incremento significativo de la violencia en el seno de los hogares? ¿Algún aumento sustancial de la navegación por los portales pornográficos que, suponemos, dada nuestra realidad económica, son los menos rentables acá?

Un internauta difunda la imagen de la ataviada por  senos tapabocas, y una internauta con un ataviado, en Facebook. Acaso, con cautela para evitar equívocos.  Cuando las vimos, recordamos aquél título extraordinario del libro que le dedicó Milagros Mata Gil a la obra de José Balza: cuerpo fluvial. El que fácilmente se supone flotante en los mares del coronavirus al que es indemne cada genital.

Habrá que leer con calma, en pantalla, a Foucault y su historia de la sexualidad en tres tomos para hallar pistas en la materia con esta pandemia que puede prolongarse.

(LB)

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