Justos y pecadores dejan constancia de sus opiniones en las redes digitales. Incluyendo los gráficos más insólitos, como si sintetizaran todo el ocio de la cuarentena al diseñarlos. Los eventos de Macuto y de Petare originan sendas notas editoriales que cualquier medio convencional envidiaría. El Estado Criminal está en vitrina, exhibiéndose. Así de simple. No se requiere de un profundo conocimiento de las artes militares y policiales para diferenciar lo ocurrido en los estados Vargas y Miranda, por no son mencionar la masacre penitenciaria de Guanare.
Incluso, hay un buen humorismo circulando. Uno, anónimo ventila la invasión por el río Caroata; el otro, suscrito por Ana Black, deja constancia de las disculpas de un piloto que sabe que llega tarde. Por la aplicación de WhatsApp corre hasta videos editados de la más múltiple ocurrencia, sobre estos y otros temas, también pésimos y reveladores no tanto de los ánimos, sino del momento histórico y cultural que atravesamos.
Transcurren los días, agigantándose la sospechosa de una maniobra pandemial del régimen. Se an relajando los controles, pero afianza aún más el Estado de Excepción.
Días atrás, murió Marcos Mundstock, llamado frecuentemente el narrador de Les Luthiers. Era mucho más que eso.
La “banda sonora” del humor, por lo demás, escrutador, interrogador y audaz, por lo visto, ha hecho un esfuerzo de difundir por las redes sus viejas obras. Ya envejecidos, recibieron y reciben el justo homenaje, incluso, de los medios académicos allende los mares.
Los escuchamos desde mediados de los ’70 del ‘ XX y los presenciamos en los ochenta y noventa en todo lo que fue posible. A veces, ceemos, fuimos por largo tiempo una mezcla de Octavio Paz, Alfredo Bryce Echenique, Serrat y Les Luthiers. Algunos folletos y cupones de entrada sobreviven entre nuestros papeles.
Originales, realmente originales. Al parecer, preparan el relevo. Da gusto escuchar buena parte de las entrevistas hechas a los integrantes históricos de la banda, aunque otras lucen trilladas –acaso – por el descnocimiento del entrevistador.
Habría que indagar cómo llegaron y cuál fue la Venezuela que lo recibió. Y, aunque Renny Ottolina los presentó en la televisión, el culto lesluthiersino se ubicó en los sectores medios ilustrados. Unos, casi con levita y pumpá de reflejos, los disfrutaron en el Teatro Teresa Carreño. ëpoca ahora insospechada, la radio y la televisión contaban con muy populares programs cómicos. ¿Cuál fue ese humor que contrastó - seguramente - con el de los argentinos? ¿Cómo y en qué condiciones prosperó el culto? ¿Cuál éxito de las ventas disqueras aún sabiendo de eso que llaman "spoiler"?
Apuñaladoel país por la tragedia humanitaria, ¿habrá ocasión para un humor que trascienda la obscena burla, descalificación, insulto que ha sembrado la dictadura en veinte años? ¿El umor es un recurso para el combate contra el apesadumbramiento sistemático y feroz de un régimen que se divierte con nuestras desgracias?
Johan Sebastian Mastropiero se queda cada vez más solo.
(LB)
No hay comentarios:
Publicar un comentario