Esequib(v)o:
enunciados para una discusión
Luis
Barragán J.
Introducción
Atender el problema esequibano desde una perspectiva
académica y política, implica no sólo el cabal conocimiento que ha de suscitar
tan delicada y compleja materia, sino la preocupación y la posibilidad creadora
de hallar las respuestas más adecuadas. Las que necesariamente deben conjugarse
con un tratamiento responsable por parte de todas las instancias
institucionales, entre ellas Asamblea Nacional, cuya obligación fundamental es
la de oír a todos los sectores del país y, específicamente, no temer a los
aportes de la Academia.
Más allá de las meras circunstancias noticiosas,
reconocemos un problema capaz de provocar tensiones, perturbaciones o ruidos,
reales o artificiales, que ameritan para
superarlos del concurso organizado de la
ciudadanía y – sobre todo – de un enfoque que repare en el laberinto de las
dificultades que pueda generar al propio sistema político. Susceptibles de alcanzar una insospechada gravedad, remiten –
explícita e implícitamente - a determinadas convicciones sobre las demandas que
son o pueden hacerse extremadamente (in) sensibles, provocando no pocos riesgos
y peligros, según los recursos, las oportunidades y las
(in) decisiones adoptadas por las autoridades públicas.
Por ello, el planteamiento del
Proyecto de Ley Especial del estado Esequivo (sic) ha de contextualizarse en una reclamación que
ha sido y aún es, histórica y en las
vicisitudes actuales, sumado el debate escenificado por la Asamblea Nacional,
las cuales enunciamos, conscientes de las responsabilidades que nos competen.[1]
I.- Una básica correlación
Redundando en la historia consolidada de la
reclamación del Territorio Esequibo del cual fuimos objeto de un injusto
despojo, requerimos de respuestas
inscritas en una Política de Estado,
cuya formulación involucre e implique a todos los sectores de la vida nacional,
institucionalizando las coincidencias y las diferencias antaño aceptadas y
procesadas, en el marco de una mayor estabilidad del sistema político, a pesar
de las coyunturas difíciles que confrontó. Más allá del tratamiento formal de
la materia, no olvidemos a una población directamente afectada, además de la
memoria de ingratas experiencias.
a) Despojo e (in) estabilidad
política
Consabido, Venezuela fue víctima de un despojo
deliberado y sistemático del territorio Esequibo por Gran Bretaña, consagrado mediante el Laudo Arbitral
de París de 1899, anegado de abusos e irregularidades. Resulta importante
acotar que la injusta decisión afectó a un país económicamente débil, rehén de
una continua inestabilidad política e institucional retratada por incontables
guerras y escaramuzas civiles, dato éste que, a nuestro juicio, solemos olvidar
a la luz de una historiografía que suele solamente resaltar las arbitrariedades
de las grandes potencias del mundo, por entonces.
En 1949, Otto Schöenrich, en representación de
Severo Mallet-Prevost, uno de los defensores de Venezuela en el juicio arbitral,
reveló públicamente el contenido de un memorándum mediante el cual, denuncia la componenda de París. Poco antes y
mucho después, el dictamen no sólo propició el continuo y profundo estudio
jurídico del caso, sino también la sucesión de iniciativas parlamentarias y
gubernamentales que, a la postre, lo orientaron hacia una Política de Estado: enunciemos, pronunciamientos del Congreso venezolano,
1944; denuncia ante la XIX Conferencia Interamericana de Bogotá, 1948;
reafirmación de nuestras aspiraciones ante
la IV Reunión de Consulta de los Ministros de Relaciones Exteriores en Washington,
1951; ratificación en la X Conferencia Interamericana de Caracas, 1954;
posición de una delegación parlamentaria en su visita a Londres, 1960;
distintos pronunciamientos de Cancillería y de la Cámara de Diputados,
incluyendo la expresa solicitud de nulidad del Laudo ante el Comité Político
Especial de la ONU, 1962; como otras posturas y labores sostenidas hasta 1999,
pacíficamente relacionadas por la literatura existente, añadido el decisivo
Acuerdo de Ginebra de 1966.[2]
Interesa acentuar tres notas
esenciales: la efectiva reclamación del Esequibo coincide con un período de
estabilización política e institucional del país en el siglo XX, relativamente
afectada por los cambios de régimen, dándole una considerable continuidad y
perfeccionamiento a nuestros alegatos jurídicos. Vale decir, hay una suficiente
consolidación en los campos historiográfico y jurídico, sin que sepamos de
variaciones sustanciales en uno y en otro, excepto las de naturaleza eminentemente
política de los últimos años.
b) Dimensión
humana del problema
Importante hito, a finales de 1968 y principios de
1969, cuaja un movimiento insurreccional en la Zona del Rupununi, cruelmente
reprimido por Georgetown, con el propósito de separarse de Guyana e integrarse
a Venezuela. Apenas celebrados los comicios presidenciales en nuestro país, se produjo
una impacto polémico en torno a la posición adoptada por Caracas, cuyo gobierno
no dio todo el apoyo abierto y expreso
que algunos sectores políticos esperaban, incluidos los insurrectos; y, a lo
sumo, ceduló a los refugiados.
Transcurrido el tiempo, se diluyó
el interés de la opinión pública venezolana
por la citada insurrección y, a pesar de los esfuerzos realizados por la
Academia, todavía – de sobrevivir – no hay toda la documentación desclasificada
que aclare y avale a un movimiento que aún
queda en la memoria histórica de los habitantes de la zona. Lo peor, ha
disminuido la atención respecto a sus habitantes, con expectativas de convertirse
en venezolanos y, aun formalmente, ostentando la nacionalidad, herederos de los
antiguos refugiados, no gozan del mínimo interés por nuestras autoridades.
Irrenunciable realidad humana, agreguemos
que las comunidades indígenas de la región esequibana, soportan una calamitosa
situación social, económica y de salubridad, amén del delito organizado
derivado de las actividades mineras, entre otras. Por consiguiente, colegimos,
no ha existido una Política de Estado
para la población esequibana, en contraste con la que suscitó la reclamación
territorial.[3]
c) Una clave
para la actualización del problema
El 17 de febrero de 1966, es suscrito el Acuerdo de
Ginebra entre Venezuela y Gran Bretaña, meses antes que ésta le concediera la
independencia a Guyana, obligando a las partes a buscar una solución para la
controversia. Por cierto, lo reseña la prensa de la época, la delegación
venezolana estuvo también conformada por representantes de todos los partidos,
añadidos los de una inequívoca oposición al presidente Raúl Leoni, cuyo
gobierno estaba sometido a las más variadas y fuertes tensiones internas, sumadas
a las francamente subversivas.
La suscripción del Acuerdo gozó de un apoyo difuso
que no impidió el planteamiento de las diferencias en la opinión pública y en
los debates parlamentarios, sobre ésta y – con mayor razón y fuerza – otras
materias afines. Breve digresión conceptual, la decisión adoptada, como toda la
discusión generada, nos habla de un equilibrio constitucional en el que
concursaron los actores políticos con el empleo de los recursos disponibles[4], irrepetible en el curso del siguiente siglo por lo que respecta a la
separación de los órganos del Poder Público y el reconocimiento cabal de la
opinión pública, así como de los grupos de interés.
Acotemos, el Acuerdo sugiere la
concepción de una política pública en el ámbito exterior, por no citar su
directa o indirecta relación con la gobernabilidad, clave para actualizar el
problema esequibano. En tal sentido, hoy pecamos de la doble perspectiva del
historicismo y del juridicismo, cultivándolos como si bastara para responder a
los hechos concretos que la dinámica política impone, necesitados de soluciones
creadoras.
II.-
Vicisitudes, iniciativas y diligencias del tiempo presente
La conducta y posturas de la bancada oficialista que
dominó el parlamento nacional hasta el 10 enero 2016, autocalificada como
heredera del remoto antipuntofijismo parlamentario, aventajada por el
desequilibrio de los poderes, rechazó la más modesta inquietud y, con mayor
razón, el abierto cuestionamiento de las políticas vinculadas con la materia
esequibana. Desconocida hasta la visión
misma que tiene de sí el vecino país, no sólo evadió el problema, sino que las
respuestas que intentó la bancada opositora, cuyas diligencias y preocupaciones
– sospechamos – intimida a los partidarios del régimen, les resultan «incomprensibles».
a) Heredad
antipuntofijista
De tratarse de alguna novedad histórica, debemos
referirnos – por ejemplo – a los debates parlamentarios de la década de los
sesenta del siglo XX, subrayando las posiciones asumidas por los sectores que podemos
tildar de la oposición antipuntofijista,
no adscritos al pacto de 1958, supuestos o reales predecesores del movimiento
liderado en la siguiente centuria por Hugo Chávez y Nicolás Maduro.
Particularmente, el historiador Hernán Castillo,
ilustra la subordinación de los intereses nacionales a los partidistas por el Partido
Comunista de Venezuela «corta
visión política»,
aquejados todos los congresistas por la «tradicional falta de realismo de la
política exterior venezolana».
Sin embargo, precisamos que, a la
predominante animadversión sentida hacia el régimen por entonces prevaleciente,
se sumó una suerte de complejo: tratando de salvaguardar las convicciones
anticolonialistas, por cierto, común en los parlamentarios de los más variados
partidos, confundieron los procesos del reclamo esequibano y de la
independencia guyanesa, sobre la cual no deseaban dejar duda alguna,
impidiéndoles la consideración de otras alternativas al problema.[5]
Circunstancia paradójica, pues,
décadas más tarde, los pretendidos herederos, ciertos o inciertos, tendrán que
afrontar la materia y, padeciendo un complejo semejante, a pesar de las serias
responsabilidades de gobierno que les compete, los integrantes de la bancada
oficialista del actual período, optan por evadir sistemáticamente su
planteamiento, al igual que justifican y
respaldan inequívocamente las posiciones y gestiones presidenciales. Salvo un
muy reducido elenco que apela a voces históricamente significativas, en lo
esencial, relacionadas con el colonialismo y el imperialismo, el resto de los
diputados gubernamentales del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV)
corean las consignas que apuntan al entreguismo, intriga y subversión
opositora, temiendo – además – concretar cualquier consideración de fondo que
pueda contradecir al Ejecutivo, incapaz de consultarlos.[6]
Problemas previsibles o
sobrevenidos, suscitados durante el período legislativo (2011-2016), no saben
de un directo y oportuno tratamiento en las sesiones plenarias de la Asamblea
Nacional, rechazadas cualesquiera mociones de modificación del Orden del Día
que procuraba hasta indirectamente ventilarlos, aunque la oposición logró
hacerlo a propósito de otros y diferentes puntos agendados.
Excepto el único debate
escenificado en el año 2015, luego del largo monólogo del presidente Nicolás
Maduro, se evidencia el desequilibrio inconstitucional en el tratamiento de las
demandas políticas que manifiesten la preocupación o, mejor, angustia por la
incompetencia manifiesta de la Cancillería, las concesiones petroleras en aguas
venezolanas del Atlántico, la ausencia de respuestas formales e inmediatas
frente al gobierno de Georgetown, los decretos sobre la Fachada Atlántica, la
delimitación de áreas pendiente con las Antillas Menores, el fallecimiento del Buen Oficiante y el
nombramiento de un representante venezolano a tiempo completo ante su oficina,
el padecimiento social y económico de los habitantes del territorio reclamado y
sus aledaños, las condiciones de insalubridad reinantes, la precaria situación de los esequibanos en
Venezuela, la ilegal explotación minera en la zona y otras prácticas
abiertamente delictivas, la injerencia cubana, los excesos de Petrocaribe, el peso de la Commonwealth, entre otras
facetas y aristas, por no mencionar la dudosa posición del gobierno de Caracas sostenida
en más de década y media sobre el propio Acuerdo de Ginebra que los guyaneses
pretenden desconocer.
b) Proselitismo
y realidades
Privilegiadas las relaciones bilaterales, obviando
el reclamo territorial, las visitas de Chávez Frías y Maduro Moros a la vecina
Guyana ha servido a los fines meramente proselitistas de una política exterior
que, con escaso realismo, desea aprovecharse de sus precarias condiciones
sociales y económicas, como si fuesen suficiente para enmarcarla y adscribirla
a los propósitos e iniciativas contempladas en el llamado Plan de la Patria.
Condiciones a la que se suma un particular sistema político que ha de responder
a las ya sempiternas divisiones raciales, acentuada ahora la reclamación como
causante de sus males: David Granger, mandatario guyanés, señaló ante la 36°
Cumbre del Caricom, que somos una «carga insoportable», convertida en un «mono a la espalda».[7]
Es de suponer que el actual, como
el anterior gobierno, procura atraer las inversiones capaces de coadyuvar al
desarrollo económico de los guyaneses. Por ello, las concesiones petroleras otorgadas
en aguas del Atlántico que las intuimos como una promesa de redención, aunque –
he acá el problema – también coincidentes con las áreas en reclamación.
Concesiones suficientemente
denunciadas por la oposición venezolana, no recibieron la debida atención del
gobierno venezolano y la de su bancada asamblearia, la cual quiso amurallar con
su displicencia cualquier perturbación complementaria a las que afrontaba o,
mejor, confrontaba. Será con la captura y posterior liberación del «Teknik
Perdana»
por la Armada, que la opinión pública apunte al bloque Stabroek y al anuncio
del hallazgo de un importante yacimiento por la Exxon Mobil que condujo a la
revalorización de la reclamación esequibana, como a la torpe ofensiva del gobierno que
protestó a la transnacional en lugar de Georgetown, pasando por alto las
vicisitudes internas de un país que estrenó a David Granger como gobernante, un militar de carrera menos discreto que su
inmediato antecesor.
c) La inevitable
relevancia de un problema
Omitida o administrada por su sucesor, quien ha
intentado preservar el legado, pesa la sentencia emitida por Chávez Frías en
2004, durante su visita guyanesa: «El Gobierno venezolano no será un
obstáculo para cualquier proyecto a ser conducido en el Esequibo, y cuyo
propósito sea beneficiar a los habitantes del área (…) El asunto del Esequibo
será eliminado del marco de las relaciones sociales, políticas y económicas de
los dos países».[8]
Grave dictamen que
ocasionó reacciones en la oposición parlamentaria de entonces, apagadas o
diluidas luego, en el marco de una aparente normalización de las
relaciones, señalando un rumbo diferente
a la política que se hizo tradicional en defensa de nuestros legítimos
intereses.
La materia quedará relegada a un
plano secundario, en los años siguientes, frente a las imperativas condiciones
políticas internas y, luego de los comicios parlamentarios de 2010, dijo
abrirse una ventana para la consideración más sobria de sus implicaciones. Por
imposición de la mayoría oficialista, el nuevo parlamento no tramitó solicitud
alguna para su consideración, indiferente ante la iniciativa de un grupo de
parlamentarios opositores que marcaron una pauta diferente al visitar la zona
esequibana.
En efecto, liderado por la diputada
María Corina Machado, el grupo – integrado por otros diputados y dirigentes
políticos – viajó por tierra hasta Etherimbang.[9] E, incluso, trabajando responsable e
intensamente la materia, en los días siguientes celebró una rueda de prensa
frente a Casa Amarilla, sede de la Cancillería en Caracas, en demanda del
nombramiento de un representante a tiempo completo por ante la Oficina del Buen
Oficiante, e introdujo un Proyecto de Ley para la Defensa y Desarrollo de la
Fachada Atlántica que jamás ha considerado la plenaria de la Asamblea Nacional.
III.-
Trámite parlamentario
Hay suficientes testimonios de los esfuerzos
realizados por la bancada opositora, como del tratamiento dispensado por el
oficialismo ante el problema esequibano.
Éste, renunciando a las misiones y funciones esenciales de la Asamblea
Nacional, no impide la aparición y multiplicación de nuevos problemas con
Guyana, evitando que prosperen soluciones alternas.
a) La
insuficiencia de un libreto
Todavía impactada la opinión pública por el anuncio
de la Exxon Mobil y la captura del «Teknik Perdana»,
al igual que por las declaraciones impertinentes del presidente guyanés, la
mayoría oficialista no permitió discusión alguna de los problemas, aunque no
pudo evitar que, a propósito de los planteamientos de una distinta naturaleza, se colaran en el
hemiciclo. El día 07/04/2015, resulta expresamente negado el debate sobre el
Esequibo; el 09/06/15, más de treinta diputados de la oposición infructuosamente
exigen por escrito hablar en el seno de la Comisión Permanente de Política
Exterior respecto al tema; el 16/06/15,
al plantear un proyecto de acuerdo en solidaridad con la reclamación argentina
de Las Malvinas, al diputado ponente y
militante del PSUV, le fue inevitable la alusión esequibana; el 06/07/15,
diferido varias veces el compromiso, el presidente Nicolás Maduro acudió a la
Asamblea Nacional para un largo monólogo. Y, por fin, el 16/07/15, la plenaria
asume la discusión de un asunto tan insólitamente postergado.
Desaparecido el enlace de las redes
que remitió a la transcripción no revisada de las intervenciones, digamos que
los voceros de ambas bancadas enfatizaron, amén de los antecedentes históricos
del asunto, por un lado, los innumerables problemas que comprometen las
relaciones venezolano-guyanesas, las diligencias pendientes en el ámbito
internacional y algunas propuestas concretas; y, por el otro, denunciaron la
manipulación imperialista y conspirativa del caso, cuestionaron la conducta del
gobierno de Georgetown, relacionaron las acciones de la Cancillería,
concluyendo en el afianzamiento de la Comisión Presidencial para los Asuntos
Fronterizos. Citemos, los voceros del
PSUV y PCV, esgrimieron un folleto o libreto previamente distribuido entre
ellos, con la versión presidencial del problema.[10]
En la bancada opositora, al exigir
una Política de Estado, también
surgieron tres propuestas concretas, ratificando el Proyecto de Ley para la
Defensa y Desarrollo de la Fachada Atlántica, e impulsando el de creación del
estado Esequivo (sic) y el de la ampliación del Consejo de Defensa de la
Nación. Previendo cualquier escaramuza de sabotaje o bloqueo, los diputados proponentes
del Proyecto de Ley Especial del estado Esequivo, lo consignaron por secretaría
minutos después de iniciada la sesión, difiriendo la presentación del Proyecto
de Ley de Reforma Parcial de la Ley Orgánica de Seguridad de la Nación.
b) Proyectos
normativos
El Proyecto de Ley para la Defensa y Desarrollo de
la Fachada Atlántica, consignado a finales de 2013, por un grupo de diputados
encabezados por María Corina Machado, fundado en el artículo 10 de la
Constitución, tiene por objeto la «adopción de normas y medidas amparadas
por el Derecho Internacional Público y el Derecho Interno» para la defensa y
desarrollo del área comprendida por el estado Sucre, el estado Delta Amacuro y
el territorio ubicado al oeste del Río Esequibo, añadidos los espacios
terrestres e insulares, aéreo y aeroespacial, marinos y submarinos. Establece
las medidas específicas para la salvaguarda de la fachada, el fortalecimiento
de la soberanía y reclamo territorial, nacionalidad, desarrollo integral, la
adscripción y autoridades competentes.
El Proyecto de Ley de Reforma Parcial de la Ley
Orgánica de Seguridad de la Nación, versa sobre una modificación puntual del
articulado, relacionada con la ampliación del Consejo de Defensa de la Nación.
Demasiado evidente, la oposición al gobierno nacional, debidamente representada
en la Asamblea Nacional, no tiene
ocasión de participar en tan elevada instancia, a pesar de las habituales
y gravísimas circunstancias que invoca
el Ejecutivo Nacional.
El Proyecto de Ley Especial del estado Esequivo,
tiene por objeto el de crear la entidad federal partiendo del municipio
Sifontes del estado Bolívar, integrándole el territorio esequibano,
estableciendo el Poder Público Estadal, el Poder de Control de Gestión y la Representación Parlamentaria Nacional.
Redactado por el abogado constitucionalista Sergio Urdaneta, fue impulsado por
los diputados Andrés Velásquez, Freddy Marcano, Américo de Grazzia, José Manuel
González, Juan Pablo García, Omar González, Leomagno Flores y quien suscribe.
c) Docilidad y
servilismo de un parlamento
Es obvio el control ejercido por el gobierno sobre
la Asamblea Nacional hasta enero de 2016, reprimió la abierta y libre discusión
de los problemas del país. E, incluso, las comisiones permanentes, como las de
Política Exterior, Política Interior y Defensa, competentes para abordar la
reclamación del Esequibo, tampoco ejercieron cabalmente sus funciones en
cumplimiento de una directriz política. Por ejemplo, resultó hasta impensable
que la Canciller o cualesquiera funcionarios relacionados, fuesen interpelados
en cámara plena o en las comisiones de trabajo.
A pesar de los obstáculos, añadidas la censura y el
bloque informativo, la oposición, o un sector de la oposición, insistió e
insiste en sus acciones y planteamientos. Ciudadanos de buena voluntad,
especialistas o no, han contribuido a tamaño esfuerzo.
Lamentablemente, el Diario de Debates de la Asamblea
Nacional no se publica desde principios de siglo, ni siquiera en el portal web inundado
por una propaganda tan sectaria, como superflua. Ojalá la nueva Asamblea
Nacional adopte las medidas correspondientes para la publicación convencional o
no de los debates del presente período, a sabiendas que es difícil documentar
todas las actuaciones asamblearias a través de las redes digitales en continuo
cambio noticioso.
IV.-
Ley Especial del estado Esequivo (sic)
Iniciativa concreta, el Proyecto de Ley intenta
aportar a la existencia y reordenamiento de una Política de Estado, fronteras adentro, que coadyuve al esfuerzo
necesario de realizar fronteras afuera. Hasta la fecha, no ha entrado en el
circuito administrativo de la Asamblea Nacional.
a) Proyecto
Propuesta que debe someterse a la más amplia
discusión, es necesario crear una entidad federal a la que pueda integrársele –
más que anexarse – en un futuro, el Territorio Esequivo (sic), por todas las
ventajas que supone la cooperación con el Poder Público Nacional para la
atención y solución ordenada de sus problemas, además de reforzar el alegato de
inejecutabilidad de un hipotético fallo internacional adverso a nuestros derechos.
Se ha dicho que los estados Sucre y Delta Amacuro pudieran cumplir mejor el
papel, pero – apartando el que ya desempeñan por su ubicación hacia el
Atlántico – luce mejor alternativa otro, distinto al inmenso estado Bolívar,
localizado hacia el sur que pueda asumir los retos de una región que espera
reivindicar todavía los más elementales derechos humanos, añadida la seguridad
personal y calidad de vida, cuyas riquezas naturales saben de una explotación
frecuentemente delictiva.
Puntualicemos que no hay obstáculo jurídico alguno
para elevar a un municipio o territorio a la condición de estado, pareciendo el
más adecuado el municipio Sifontes del estado Bolívar al que se incorporará,
cuando sea materialmente posible, el Territorio Esequivo (sic) en clara atención
al principio consagrado por todas las constituciones republicanas (uti possidetis iuris). Asimismo, hay un
doble elemento simbólico, pues, por una parte, el cambio de «Esequibo» a «Esequivo», constituye un tributo
a Juan de Esquivel, cuyo apellido originó el nombre del río y el de toda una
extensa región; y, por otra, Domingo Antonio Sifontes fue un exitoso defensor
militar del lugar, frente al poderoso invasor, a finales el siglo XIX, que no
merece el olvido.
El Proyecto de Ley Especial del Esequivo (sic), fue
consignado en la Secretaría de la Asamblea Nacional, en fecha 16/07/2015, y hasta la fecha no ha sido incorporado al
sistema automatizado de acuerdo al artículo 103 del Reglamento Interior y de
Debates de la Asamblea Nacional. Previendo tan precario estatus, los diputados
proponentes remitieron sendas copias al Presidente de la República y al
Presidente de la Asamblea Nacional, como a los presidentes de las comisiones
permanentes de Política Exterior, Política Interior y Defensa de la Asamblea
Nacional, al igual que a los Ministros del Poder Popular para las Relaciones
Exteriores y de Defensa, como a los comandantes generales de los distintos
componentes de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana.
b) Sifontes
Ascender legalmente a la estadidad al hoy municipio
Sinfontes del estado Bolívar, supone el desarrollo de una faceta de la
reclamación del Esequivo (sic) como
Política de Estado, orientada inicialmente al reordenamiento de los extensos y
problematizados espacios que el Poder
Central no logra atender siquiera en los términos más elementales. Espacios que
naturalmente forman parte del más amplio ámbito esequivano (sic), cuyos
habitantes padecen las consecuencias de la precariedad económica, la
insalubridad, el atraso y la criminalidad.
Setenta mil habitantes que hablan español, pemón y
portugués, con elevadísimos casos de paludismo respecto a toda América Latina,
entre otras enfermedades endémicas, (sobre) viven de las actividades agrícolas
y pecuarias, como de la minería (i) legal. No se trata únicamente de solventar
una deplorable situación que experimentan otras localidades del país, sino de
inscribir y abrir la zona en una estrategia de irradiación del desarrollo
político, económico, social y cultural que coadyuve a la definitiva y pacífica
integración de todo el Esequivo (sic) a nuestra vida republicana.
El reordenamiento político-territorial propuesto, ha
de orientarse en los términos de lo que
constitucionalmente se entiende como
federalismo descentralizado, actualizando
y respondiendo asimismo a un innegable
problema de carácter geopolítico y geoestratégico. Sugiere inaugurar una
experiencia de gobernabilidad y gobernanza que, ahora, desconoce la región.
c) Afirmación
trascendente
La iniciativa legislativa puede explicarse a través
de la denominada tesis de la afirmación
trascendente que, conforme al trabajo realizado por un equipo adscrito al
Instituto de Geografía y Desarrollo Regional (Universidad Central de
Venezuela), entre 1979-1988, dirigido por Isabel Sequera Tamayo, aconseja la
canalización de recursos y acciones para la ocupación y desarrollo de los
espacios conlindantes con el Esequibo.[11] Por supuesto, tratamos de un aspecto contrario a la asunción del
problema, en los últimos años, como exclusivo a las diligencias burocráticas de
la Cancillería.
La materia anuncia otras facetas
pendientes, como la de las vías fluviales, el puerto de aguas profundas en la Boca
del Orinoco, la salida hacia la fachada
atlántica, la delimitación pendiente de áreas marinas y submarinas con las
Antillas Menores (eficazmente resuelta con el resto de El Caribe entre las
décadas de los ochenta y noventa del XX), las proyecciones marítimas de los
estados Sucre y Delta Amacuro, entre otras. Sin embargo, área vital, recordemos
la importancia no sólo del Complejo Hidroeléctrico de El Guri o la de la Faja
Petrolifera del Orinoco, sino la de los habitantes hacia el sur del país,
sumados más de quince mil indígenas que aspiran de nuestro auxilio (akawaios, makushis,
wapishanas, patamonas, waiwais, lokonas, kariñas).
La estadidad de Sifontes que será
la de todo el Esequivo (sic), la propiciará mejor un cambio de modelo económico
y estrategia en Venezuela, como contexto. Empero, es factible económicamente el
reordenamiento político-territorial de garantizarle, como entidad federal, los
ingresos que ordena el artículo 167 de la Constitución de 1999.
V.-
Política de Estado
La política exterior venezolana urge de una mínima y
convincente institucionalidad interna para su formulación y control, derivando
en una específica Política de Estado
para la histórica reclamación del Territorio Esequibo. Supone la consideración
de una materia ahora confusa como espinosa, como la de seguridad y defensa de
la nación al igual que, reivindicado el Acuerdo de Ginebra, la disposición
hacia fórmulas justas y pacíficas de solución de la controversia.
a) Palpable y
sonante
En los últimos años, se ha evidenciado un
debilitamiento del interés y la continuidad de esfuerzos respecto al reclamo
esequibano, debido a los específicos objetivos del régimen prevaleciente en
Venezuela que ha generado preocupación, angustia y descontento en los sectores
más avisados. Y esto, no por la tardanza de una solución definitiva, rápida y
contundente, sino por el tratamiento mismo que el gobierno le ha dispensado, remitiéndonos a la deficiente o inexistente
institucionalidad interna de la política exterior, presumiéndola bajo el
exclusivísimo privilegio del Presidente de la República, susceptible de
explicarse hasta por sus características personales.[12]
Subestimando la histórica reclamación
y asimilándola a la banalidad de las consignas, los gobiernos de Chávez Frías y
Maduro Moros hicieron de una alianza continental el objetivo prioritario,
procurando atraer a los países que integran la Commonwealth, entre ellos
Guyana, por ejemplo; desoyeron las opiniones, observaciones y exigencias de los
especialistas e, incluso, activistas – esequibanos o no – caracterizados por el
seguimiento tenaz del problema; y, por supuesto, desestimaron los
planteamientos de los parlamentarios de la oposición que lograron una relativa
articulación de las demandas. Por ello, éstos,
reivindican la necesidad de una Política de Estado, con la
responsabilidad, la sobriedad y la participación que, al presumir el sentido
patriótico de todos los actores, lleve a un mínimo de consenso o concertación,
señalado por Easton como una premisa ética.
De un modo u otro, tímida o
decidida, hubo una Política de Estado
respecto a la controversia esequibana, palpable – bajo la Constitución de 1961
– en los encendidos debates de la opinión pública y del viejo Congreso de la
República, bajo circunstancias políticas como las de la subversión, la
austeridad económica o la crisis de las alianzas gubernamentales. No la hay, sonante – bajo la Constitución de
1999 – en el ambiente de persecución, censura y bloqueo informativo, como el
provocado por la docilidad y subordinación de la Asamblea Nacional que estuvo
bajo la férula del gobierno, al amparo de la mayor concentración de poder y de
los más elevados ingresos petroleros en todo nuestro historial republicano.
b) Seguridad y
defensa
Quienes sostenemos que el régimen, modelo y
estrategia actualmente prevaleciente encamina a la quiebra de Venezuela en
todos sus niveles, advertimos asimismo del peligro que representa para la afectación
y pérdida de su integridad territorial y autodeterminación nacional, derechos
irrenunciables de conformidad con el artículo 1 de la Constitución de 1999.
Adquirido un insólito valor de presunción, la división efectiva de los órganos
del Poder Público la que remite a un sistema de pesos y contrapesos que atajen
el problema, se traduce – parafraseando a Easton – en un desequilibro
patentemente inconstitucional, bajo el dominio absoluto del Ejecutivo Nacional
que muy bien ilustra la reclamación del Esequibo, fallando la debida
retroalimentación con la adicional carga – expresa y tácita – de tensiones y
agravamientos.
La nuestra no parte de una simple visión
apocalíptica de la materia, sino de la constatación de una realidad que habla
del nada complementario enfoque de los decisores públicos, palpablemente
desarticulados, siendo omnímoda la
jefatura de la política exterior que coincide con el ejercicio de la jefatura
de la institución castrense, confundida – en definitiva – la del gobierno con
la del Estado, con dos severas implicaciones. Inexistente, nula o
insignificante la debida retroalimentación, por una parte, hace nugatorio el
principio de corresponsabilidad del Estado y la sociedad civil en el ámbito de
la seguridad y defensa, establecido en el artículo 326 constitucional; y, por
otra, como lo ha advertido el historiador Luis Alberto Buttó, solemos confundir
las propias nociones de seguridad y defensa, o – peor – los civiles con
responsabilidades de poder, por el deficiente conocimiento y manejo, sean
capaces de incurrir en «errores
garrafales a la hora de diseñar y poner en práctica políticas relacionadas con
el sector defensa».[13]
Entre mayo y junio de 2015,
levantando una justificada polémica, fue decretada la creación de las Zonas de
Defensa Integral Marítimas e Insulares (Zodimain), a objeto de cubrir el
espacio acuático jurisdiccional de la República, una de ellas correspondiente a
la fachada atlántica, cuyo mapa hubo de corregirse otro decreto presidencial.
En su largo monólogo, aireados temas aún ajenos al motivo de una obligada,
inevitable y tardía comparecencia, debido a la presión de las circunstancias,
Nicolás Maduro acudió a la Asamblea Nacional y ventiló públicamente el error y
las correcciones realizadas, en un batiburrillo – con el cual se identificó el
principal partido de gobierno – que, es lo aconsejable, debió concebirse como
un mensaje lacónico, preciso y convincente que conjurara cualquier riesgo de
interpretación.[14] Y, necesaria acotación, convierte al régimen
mismo, en una vulnerabilidad en términos de seguridad y defensa, por no citar
un caso concreto: otrora transnacional acreditada y eficiente, hoy PDVSA no
puede acometer siquiera los trabajos de exploración realizados por la Exxon
Mobil en la fachada atlántica.
c) Reafirmación
de un acuerdo
Entonces, la reclamación de Esequibo amerita de una Política de Estado y la consiguiente
institucionalidad interna para realizar la política exterior venezolana, sin
incurrir en la ya acostumbrada banalización de los más importantes problemas
que nos aquejan, ofreciendo opciones reales y creadoras, discutidas y expuestas
por los actores políticos, evaluadas y adelantadas por los decisores públicos
sujetos al legítimo control. A veces,
tenemos la impresión que se plantea como novedad, la explotación
conjunta de la zona por Venezuela y Guyana, o el propio historial de la
reclamación, cuando – la una – fue sugerida desde el primer momento en la
Comisión Mixta derivada del Acuerdo de Ginebra, con la variación de fórmulas en
los años siguientes, gracias a los líderes de opinión, y – la otra – da ocasión
a una repetición incansable, con una soporífera redundancia de los argumentos
jurídicos que, como puede verse en la exposición de Maduro Moros en la Asamblea
Nacional, tampoco tiene justificación pedagógica alguna para un ex – canciller
que todavía confunde laudo y tratado, marcando un retroceso en el tratamiento
del tema.
La conducta asumida por el gobierno guyanés,
comprensible en pocos aspectos y, en muchos, irresponsables, puede traducirse
en la pérdida de una gran oportunidad para el vecino país de alcanzar la
modernización socio-económica, al acodar el desarrollo junto a Venezuela de la
región, reconocida previamente nuestra titularidad. Asombra los niveles de
precariedad y las contradicciones sociales que, en este lado del mundo, no las
exhibimos con una gravedad alarmante – fundamentalmente – gracias a la renta
petrolera, la que se asoma como promesa e ilusión del otro lado.
La vigencia del Acuerdo de Ginebra no está en discusión,
fórmula indispensable para la misma Guyana que hoy, vacilante, desea retrotraer
el problema a etapas que les resultarían a la postre contraproducentes, aunque
despuntan escenarios que suscitaron coincidencias y discrepancias entre los
venezolanos.[15] El ejercicio de sensatez e imaginación que demandamos para afrontar
el problema, debidamente articulado el proceso de toma de decisión, tiene – hoy
– por premisas, entre otras, la
reafirmación del Acuerdo, el nombramiento de un represente a tiempo completo
ante la Oficina del Buen Oficiante, la reivindicación de instancias de asesoría
especializada y plural a nivel del Ejecutivo y del Legislativo, patrullaje
constante de la Fachada Atlántica amparado por una ley que lo contextualice
adecuadamente, decreto de la plataforma del estado Delta Amacuro, creación del
estado Esequivo (sic), normalización de las relaciones bilaterales,
reconocimiento de las organizaciones de la sociedad civil interesadas en el
problema.
Caracas, 16/02/2016
[1]
Easton, apunta al desempeño funcional de los partidos, grupos de interés
y líderes de opinión para la (re) composición de las demandas, cuya síntesis y
homegeneidad sean capaces de convertirlas en un «programa viable y simplificado de acción» y, procure, simultáneamente, ampliar
las bases de sustentación, a objeto de competir con otras, en el marco de los
más agudos e inmediatos problemas. Vid.
David Easton, Esquema para el análisis
político, Amorrurtu, Buenos Aires: 1965, p. 169.- Respecto al citado foro y otras reseñas
relacionadas, pueden colocarse las voces «Esequibo» y «Esequivo» en el buscador de
lbarragan.blogspot.com, incluyendo los Proyectos de Leyes para la Defensa de la
Fachada Atlántica, la Especial del Estado Esequivo y la de Reforma Parcial de
la Ley Orgánica de Seguridad de la Nación.
[2]
Para
una relación actualizada del diferendo hasta nuestros días, vid. Manuel Donís, Bases históricas de la controversia entre
Venezuela y Guyana sobre el Territorio
Esequibo. Separata revista Montalbán,
Caracas: Universidad Católica Andrés Bello, 2015.
[3]
Vid.
Guillermo Guzmán Mirabal, Del Acuerdo de
Ginebra a la Rebelión del Rupununi. Tres años del proceso de recuperación
de la Guayana Esequiba (1966-1969),
Trabajo de Grado de Maestría en Historia de Venezuela, Universidad Católica Andrés
Bello, Caracas, 2011, disponible en http://biblioteca2.ucab.edu.ve/anexos/biblioteca/marc/texto/AAS2262.pdf.
Para un testimonio personal, cfr. Carlos E. Aguilera A., «A propósito de Guyana: La insurrección
del Rupununi»,
El Nacional, Caracas 22/09/2015, Caracas, disponible en http://www.el-nacional.com/carlos_e-_aguilera_arteaga/proposito-Guyana-insurreccion-Rupununi_0_706129550.html; y, en relación a las comunidades indígenas,
Carlos Díaz, «Entrevista
a Ronny Velásquez»,
La Razón, 22/07/2015, Caracas, disponible
en http://www.larazon.net/2015/07/22/15-mil-indigenas-del-esequibo-estan-abandonados-en-pobreza-y-explotacion
[4]
Un
sistema debidamente retroalimentado, orientado a su auto-transformación
creadora, también habilita a sus actores para «regular, controlar, dirigir, modificar e
innovar» los elementos y
procesos correspondientes. Vid. David Easton, op. cit., p. 182.- La
búsqueda y posibilidad para un equilibrio – además – constitucional, deriva del
poder distribuido «en
un grado aproximado de igualdad (…) y sólo en ese estado del sistema puede
prevalecer la libertad política»,
aunque esa distribución no ha de ser equitativa, provocando restricciones, sino que debe expresar la “tendencia de los
elementos del sistema que interactúan a establecer algún tipo de ajuste». Supone una tácita premisa ética: la
del compromiso o avenencia, concesiones recíprocas, frenos mutuos, propios de
la democracia. Vid. David Easton, «Política moderna. Un estudio sobre la
situación de la ciencia política»,
Letras, México, 1968, pp. 292-305 ss.
Cfr. David Easton, «Categorías
para el análisis sistémico de la política»,
en: Enfoques sobre teoría política,
Amorrurtu, Buenos Aires: 1973, pp. 216-231; y, para una ubicación de la obra de
Easton en el contexto politológico, Gabriel A. Almond, Una disciplina segmentada. Escuelas y corrientes en las ciencias
políticas, México: Fondo de Cultura Económica, 1990, pp. 117-177.
[5]
Por
cierto, el autor reivindica el escepticismo que produjo el Acuerdo de Ginebra
entre otros parlamentarios de distinta afiliación política, quienes preguntaron
sobre las consecuencias del agotamiento del lapso para que las partes
concierten o de la denuncia misma del tratado por los guyaneses. Vid. Hernán
Castillo, «El Congreso de
la República y los problemas de seguridad y defensa en política exterior,
1959-1969», en: Problemas militares venezolanos. FANB y
democracia en los inicios del siglo XXI, Caracas: Universidad Pedagógica Experimental
Libertador- Universidad Católica Andrés Bello, 2009, pp. 29-64.- Entre algunas de las constantes de la
oposición antipuntofijista, en el citado período, a guisa de ilustración, anotamos - por una parte - la celosa defensa de las posturas
anticolonialistas y de respaldo a la independencia guyanesa, acusada de
entreguista la cancillería, objeto de suspicacias, como lo indicó el diputado Raúl Lugo (Movimiento de Izquierda
Revolucionaria). «Quizás
a algunos Diputados del Gobierno les
parezca incómodo que nosotros tengamos que decirles que es muy raro, muy
sospechoso que se escoja este momento para hacer revivir el proceso de la
reclamación de límites de Venezuela»,
en Diario de Debates de la Cámara de
Diputados de la República de Venezuela, Caracas, N° 10 del
02/04/1962). O el intento – por otra
parte – de asumir que «la
lucha por la independencia en la Guayana Británica corre paralela con la lucha
de Venezuela por el rescate de la Guayana Esequiba, dentro del concepto
integral de lograr al final la independencia total, en lo económico y en lo
político, de la América Latina»,
señalado por el diputado José Herrera Oropeza. Éste agrega que el «problema de la Guayana Esequiba no debe
convertirse en escudo para ocultar la realidad del drama nacional, para ocultar
la necesidad profunda de encontrar caminos para la solución de la crisis
venezolana», en Diario de Debates de la Cámara
de Diputados de la República de Venezuela, Caracas, N° 10 del 13/10/1965).
[6] El
vigente Reglamento Interior y de Debates
de la Asamblea Nacional (2010), autoriza a la junta directiva para el
exclusivo relacionamiento formal con el Ejecutivo, cuyos integrantes no tienen la obligación de
responder a requerimiento alguno de los parlamentarios, sin la expresa
autorización directiva. Suele ocurrir,
se enteran por la prensa de las diferentes iniciativas gubernamentales. Por lo
demás, aunque sustancialmente coincidan en las orientaciones, al comparar los
discursos de la bancada afín de la década de los sesenta del siglo XX, con los
de la actual bancada del XXI, por lo menos, en una existió un mejor despliegue
argumental, mientras que, en la otra, se evidencia una grosera simplificación
que repite las consignas en boga. Fenómeno éste que, al permitir la evasión,
manifiesta otro ya generalizado, como el de una deliberada confusión que ayude
a banalizar los temas. Precursoramente observó Lozada: «Las consignas actuales constituyen una
sucesión de agregados, cualquier evento carece de consecuencias, está abierto a
todas las interpretaciones posibles, imputaciones múltiples y aleatorias». Vid. Mireya Lozada, «¿Discurso político o ideología light?», en: El discurso político venezolano. Un estudio
múltiple, Caracas: Fondo editorial Tropykos, 1999, p. 76.
[7] Vid. «Nota de prensa», en El
Universal, Caracas, 02/07/2015 disponible en http://www.eluniversal.com/nacional-y-politica/150702/presidente-de-guyana-dice-que-venezuela-es-una-carga-insoportable .- Luce necesaria una actualización de los
estudios que particularicen a Guyana, cuya vida interna y política
internacional, caracterizando al régimen político, fue de un natural interés
por nuestros servicios de inteligencia y por la academia. Cfr. Guillermo Guzmán
Mirabal, op. cit., p. 55 ss.; Andrés Serbin,
Nacionalismo, etnicidad y política en la
República Cooperativa de Guyana, Caracas: (Editorial Bruguera, 1980; y Sadio
Garavini di Turno, Política exterior de
Guyana, Caracas: Universidad Simón Bolívar, 1988.
[8]
Theis,
Reyes, «Chávez
dio el giro a la política venezolana sobre el Esequibo»,
El Universal, Caracas, 10/09/2013, disponible en http://www.eluniversal.com/nacional-y-politica/130910/chavez-dio-el-giro-a-la-politica-venezolana-sobre-el-esequibo.
[9]
Theis,
Reyes, «Diputados
realizaron un inédito acto de soberanía», El Universal, Caracas, 12/11/2013, disponible en http://www.eluniversal.com/nacional-y-politica/131112/diputados-realizaron-un-inedito-acto-de-soberania.
El periodista, también parte de la expedición, suscribió otros reportajes
afines.
[10]
Presidencia de la República, La verdad
sobre el Esequibo, [citado el 14 de febrero 2016] disponible en http://www.presidencia.gob.ve/Site/Doc/pdf/La_Verdad_del_Esequibo.pdf
[11]
Vid.
Isabel Sequera Tamayo, et al. Guayana Esequiba, espacio geopolítico, Caracas:
Academia Nacional de Ciencias Económicas, 1992.
[12]
Cierto,
el Presidente de la República dirige la política exterior, pero no menos lo es
que, como política pública, está sujeta al control parlamentario de acuerdo al
ordinal 3° del artículo 187 de la Constitución vigente, entre otros controles.
Desde una perspectiva sistémica, en un texto ya clásico, Josko de Guerón
asentaba: «Para comenzar a
comprender la actuación del Congreso no basta conocer sus atribuciones
constitucionales: es preciso examinar los insumos que éste recibe y, en
especial, las demandas o incitaciones para que el Poder Legislativo actúe o
deje de actuar, de determinada manera frente a problemas de las relaciones
internacionales».
Vid. Eva Josko de Guerón, (1978) «El
Congreso y la política exterior en Venezuela», en: Politeia, N° 7, 1978, Caracas; Cfr. María J. Roca, (1999) «El control parlamentario y
constitucional del poder exterior»,
en: Revista Española de Derecho
Constitucional, N° 56, Madrid. Por consiguiente, constitucionalmente
competentes, los diputados oficialistas y, con mayor razón, los opositores,
agregadores y procesadores de demandas, legitimándolas y canalizándolas,
institucionalizan el concurso de los sectores interesados en la materia, como
el académico, el gremial, el de opinión pública, y el resto de la sociedad civil
organizada que defienda fines específicos. Algo difícil desde el paradójico
subterfugio de la «diplomacia
de los pueblos»
que, al restarle valor a la participación organizada desde su más elemental
formulación, cree inexpugnable a todo evento la jefatura de la política
exterior. Además, Nicolás Maduro carece del «carisma y capacidad de improvisación
creativa del líder que ya no está»
y, respecto a iniciativas como Petrocaribe, siendo Guyana uno de los
beneficiarios del programa de solidaridad energética, al agotamiento de los
recursos se suma – inferimos – una lamentable incompetencia para aplicar el «esquema de subimperialismo». Al respecto, vid. Félix G. Arellano
P., (2013) «Política
exterior bolivariana: un legado de contradicciones», en: Simón Bolívar Analytic, N° 28,
Sartenejas.
[13]
Vid.
Luis Alberto Buttó, Civiles y militares.
Manual indispensable, Caracas: Negro Sobre Blanco, 2015, p. 108. Apuntemos, el trabajo de Guzmán Mirabal, ya
citado, ejemplifica un interesante proceso para la toma de decisiones respecto
a la zona esequibana.
[14]«La
verdad sobre el Esequibo», [citado el 14 de febrero 2016]
disponible en http://www.psuv.org.ve/wp-content/uploads/2015/07/Especial_CuatroF_GuyanaEsequibo.pdf
[15]
A
los efectos de las presentes notas, aceptamos lo dicho por Easton: «… Hablar de la vida política como un
proceso constante de desequilibrio sugiere de hecho que lo estamos comparando
con una condición hipotética de equilibrio».
Vid Política
moderna, p. 292. Así, nuestra condición hipotética, como hemos
visto, apunta a los viejos debates del Congreso de la República y de la libre
prensa.- Tenemos que la polémica que despertó – a favor y en contra – la suscripción del Acuerdo de Ginebra en
1966, lo ilustra muy bien, los Diarios
de Debates y los periódicos y magazines, como – décadas después - el ciclo de conferencias que promovió la
Academia Nacional de la Historia y – editándola - la de Ciencias Políticas y Sociales, con el
concurso de varios ex – cancilleres. Vid. Tomás Enrique Carrillo Batalla, La reclamación venezolana sobre la Guayana
Esequiba, Caracas: Academia de Ciencias Políticas y Sociales, 2008. Por cierto, Saythenton Sawh, embajador de Guyana
en Venezuela, a mediados de la década de los noventa del siglo XX, recordó el
Acuerdo de Ginebra como una apertura insustituible para el diálogo, aunque
observó según la versión periodística: «Sawh
manifestó también su percepción de que la dirigencia venezolana no está
pendiente de la controversia sobre el Esequibo. Explicó que con el fin de la
Guerra Fría muchos países han cambiado y no hay bloques. Esto implica que
Venezuela y Guyana no tienen los mismos enfrentamientos del pasado, sino más
bien tienen más en común».
Vid. Josefina Blanco, «Reportaje», El
Nacional, Caracas 18 de febrero de 1976. Ahora bien, por una parte, para
las dudas que produjo la citada suscripción, de acuerdo al sondeo periodístico
de Néstor Mora, lucía natural que, por
ejemplo, el senador Edecio La Riva Araujo
pidiese la interpelación del Canciller (El Nacional, Caracas, 20 y 23 de febrero de 1966); y, por otra, en
una rápida verificación, teniendo por muestra las ediciones correspondientes al
18 o 19 de febrero de cada año, las ediciones de El Nacional entre 1976 y
2006, revelan el progresivo desinterés por el Acuerdo, gracias al impacto de
otras noticias
Vid.
Briceño Monzón, Claudio A. / Buttó, Luis Alberto / Olivar, José Alberto (Coordinadores) "La cuestión Esequibo: Memoria y soberanía". Universidad Metropolitana - Universidad Simón Bolívar - Universidad de Los Andes. Caracas, 2015: 279-305.
Cfr.
http://www.opinionynoticias.com/opinionpolitica/28929-barragan-
Cfr.
http://www.opinionynoticias.com/opinionpolitica/28929-barragan-
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