EL MUNDO, Barcelona, 18 de febrero de 2017
Parlamento útil y vivo
Miguel Ángel Heredia Díaz
En 2010 se cumplieron 100 años de la entrada en el Congreso de los Diputados del primer parlamentario socialista, el fundador del PSOE, Pablo Iglesias. Para recordar las voces socialistas en el Parlamento durante ese siglo se editó un libro, en cuyo prólogo, quien era entonces el portavoz y presidente del Grupo Parlamentario Socialista, José Antonio Alonso, que nos dejó este triste febrero, resumía a mi entender qué fortísimo hilo ideológico nos une a los parlamentarios socialistas que en diferentes etapas hemos ocupado un escaño: "En este largo recorrido hemos cometido aciertos y errores. Pero entre las páginas de este libro sí que es posible comprobar cómo los parlamentarios y parlamentarias socialistas han mantenido -en circunstancias y tiempos distintos- la coherencia de defender a los más débiles frente a los poderosos; de hacerlo con una profunda ambición reformista, de cambio, de transformación, de progreso, que beneficia al conjunto de la sociedad; y de forjarlo a través del diálogo, del debate, del acuerdo -siempre que ha sido posible- y del voto: en definitiva a través del mejor parlamentarismo".
Casi una década después estas palabras nos inspiran con más fuerza en nuestra labor política en el Congreso y en el Senado en un momento sin precedentes de la historia democrática de nuestro país: un Gobierno en minoría sin pacto con ninguna de las fuerzas del arco parlamentario. Los socialistas comprendemos hoy mejor que nunca el poder del Parlamento. Mientras, los líderes de las nuevas viejas izquierdas proclaman su desprecio por él, por la democracia representativa, lo que no sorprende en nada a quien escribe porque sabemos que enmascaran su devoción por el autoritarismo dogmático con el disfraz de un controlado asamblearismo de plaza o pabellón. No pensemos que en la izquierda se debate entre democracia directa o democracia representativa, más bien el choque se produce entre quienes defendemos una democracia deliberativa que dé soluciones a los problemas de la ciudadanía y mejore la calidad de nuestro sistema mediante el acuerdo, contra quienes quieren caminar hacia sistemas caudillistas con un supuesto favor del pueblo, siempre en el eje de arriba y abajo y no en el de la igualdad y la reforma, que verdaderamente ha dado sus frutos. La deriva populista de algunos no debe contagiar a un partido centenario que encontró en su labor institucional la mejor de las armas para cumplir con su función política. Tanto en el Gobierno como en la oposición, fraguando una alternativa diaria.
El PSOE se abstuvo en la sesión de investidura para que la democracia comenzara a andar mediante la deliberación política, "convencidos del valor civilizatorio de la política democrática", como escribe José Luis Rodríguez Zapatero en el citado volumen. Con un Gobierno en minoría parlamentaria, el mecanismo negociador se activa entre el grupo mayoritario y la oposición, y entre los propios grupos de la oposición, que suma una mayoría de votos suficiente para marcar la agenda parlamentaria. Esto está sucediendo en el Congreso con asuntos que entierran el mito de que los debates parlamentarios están lejos de la realidad. Nunca ha sido así, pero hoy es más que apreciable: las grandes conquistas sociales se han logrado por los votos en sede parlamentaria. La fábrica de progreso está en el Congreso.
Las mayorías absolutas, como la del PP en la pasada legislatura, alumbran gobiernos por decreto ley y el Parlamento se resiente en su principal función. Pero, hoy, el Parlamento centra la política nacional con asuntos de vital importancia directa para la ciudadanía, con el PSOE como el partido central para el acuerdo, impulsor de esos acuerdos. Nuestra utilidad es evidente.
Más que nunca somos una oposición útil. Lo fácil sería procurar un bloqueo permanente, pero ésa no es la razón de ser de un partido como el PSOE. Estamos en los acuerdos necesarios con el Gobierno en una actitud siempre exigente y en los acuerdos contra el Gobierno para avanzar en nuestro programa reformista, para revertir la situación que sufren amplísimos sectores sociales por la crisis y las decisiones del PP que agravaron sus consecuencias. Han sido pactos con la ciudadanía. Esta posición estratégica es irrenunciable para un partido que ganó en eficacia política cuando abrazó el parlamentarismo, es decir, las instituciones como el terreno de juego para reformar el orden establecido. Las revoluciones del siglo XXI se hacen en el Parlamento, aunque algunos trasnochados piensen en caminos alternativos que conducen a callejones sin salida.
La coherencia con los principios fundacionales del PSOE pasa por ser útil para la ciudadanía allí donde ésta con su voto nos situó y en un contexto político complejo. No fue fácil permitir un Gobierno de Rajoy, pero era más difícil dejar que alcanzara un Ejecutivo más fuerte para seguir con su programa político. Los socialistas creemos en el parlamentarismo, estación última del proceso político democrático. Necesitamos que todos los actores democráticos respeten al Parlamento.
La voz del PSOE en el Congreso de los Diputados es la voz de sus votantes y la voz de la sociedad española que confía en nuestra sensatez, coherencia y utilidad para el país. Ha sido sensato, coherente y útil acordar para subir el salario mínimo interprofesional un 8%, iniciar las negociaciones para un pacto de Estado por la educación y suprimir las reválidas, situar al máximo nivel de la agenda política la violencia machista, establecer un mecanismo justo a favor del consumidor en la devolución por las cláusulas suelo, prohibir los cortes de luz a familias vulnerables, garantizar un ingreso mínimo vital, etcétera.
Y seguimos utilizando toda la fuerza que los ciudadanos nos han dado para reclamar la derogación de la Reforma Laboral del PP y elaborar un nuevo Estatuto de los Trabajadores. Queremos obligar al Gobierno a recuperar el diálogo social que abandonó con su mayoría absoluta. Lo mismo haremos con las pensiones: Estamos decididos a impulsar el Pacto de Toledo para garantizar las pensiones mediante un sistema de reparto y de transferencia de renta entre generaciones. Mientras, ya hemos pedido una revalorización para que este mismo año no pierdan poder adquisitivo y evitar así que nuestros mayores sigan empobreciéndose.
El PSOE nació para el cambio y la reforma. En las próximas semanas viviremos dentro del partido una reflexión a la sociedad española y un debate de ideas para rearmar nuestro proyecto de alternativa. Esto será posible manteniendo nuestro firme compromiso con el parlamentarismo, con las instituciones y con el diálogo político. El alimento del populismo es el desprecio a las instituciones, su descrédito por inutilidad hasta que son conquistadas con falsas esperanzas. El proyecto socialista debe vacunarse contra estos riesgos. En este parlamentarismo útil reside una gran parte de nuestro éxito colectivo como país.
(*) Miguel Ángel Heredia Díaz es secretario general del Grupo Socialista en las Cortes Generales.
Fuente:
http://www.elmundo.es/opinion/2017/02/18/58a730cde2704e375a8b459f.html
Ilustración: Sequeiros.
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