Luis Barragán
Desde 2011, las investigaciones del llamado caso Nóos comprometen a Iñaki Urdangarin, esposo de la hija del otrora rey Juan Carlos de España. Recientemente, ha sido condenado a un poco más de seis años de cárcel, afincadas las cámaras noticiosas sobre el regreso de la infanta Cristina a Ginebra, varias veces cuestionada – incluso – por el costo de mantenimiento que su propia seguridad implica en la localidad suiza.
Lejos quedaron las amables reseñas de las revistas frívolas, por cierto, las que fueron tan cotizadas en la Venezuela saudí. Por mucho que perteneciera al circuito de la realeza, el asunto no escapó del estrado judicial y, además, el propio rey, igualmente señalado por una divertida cacería de elefantes en África, finalmente abdicó a favor del príncipe de Asturias.
Del hecho estamos astronómicamente más distanciados los que habitamos la República Bolivariana, donde campea la impunidad, admitido el tsunami de la corrupción por los mismos gobernantes de todos estos años. No hay ni habrá juez que se atreva a dar un paso importante y ejemplificador en la materia, como difícilmente un medio de comunicación pueda sobrevivir al referirse aun a la más liviana vicisitud e inquietud que los vástagos del poder naturalmente provocan.
En el Reino de España, por lo visto, existen menos privilegios, una convincente división de los poderes y una mayor libertad de prensa para ventilar los más espinosos problemas que atañen a un destino compartido. Puede decirse, de una curiosa monarquía republicana al compararla con el califato que se ha impuesto de hecho entre los venezolanos, relegada la Constitución a la ornamentalidad de estilo.
Toda una paradoja que también invita a una reflexión actualizadora de los sistemas políticos, pues, no siendo partidarios de la monarquía, sentimos que faltan perspectivas y categorías que sinceren nuestras realidades. Valga acotar, con todas sus fallas, la Constitución ibérica los tienta a una reforma que olvida muchísimas de sus bondades, mientras que, acá, la nuestra, soporta la interpretación realmente constituyente de una Sala Constitucional fruto de los más descarados intereses del poder.
27/02/2017:
Cfr.
http://elpais.com/elpais/2017/02/19/opinion/1487535872_831624.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario