Luis Barragán
La política internacional del gobierno parece sintetizarse en los viajes que realiza Maduro Moros - de vez en cuando - al exterior, la absurda escena que protagonizó la canciller a las puertas de Mercosur, las reacciones verbales que suscita Trump, o las vicisitudes personales de quienes tienen cuentas pendientes con las autoridades extranjeras. Sólo aparentemente, lo más lejos que llega el ciudadano común es a constatar en las redes sociales la inconstitucional anulación del pasaporte de los diputados que necesitan viajar para el mejor desempeño de sus funciones.
Es de tal magnitud la crisis humanitaria que atravesamos, condenados a largas horas de arriesgadas colas madrugadoras para intentar algún insumo básico, que la participación venezolana en la comunidad internacional constituye un dato secundario. Además, no ha sido posible que el gobierno informe de lo que hace o no hace, obstinado en ocultar la gravísima y criminal crisis que atraviesa PDVSA después de rifada en el fuerte oleaje de la corrupción, como lo probó un reciente informe parlamentario.
Esta semana se cumplen 51 años de la suscripción del Acuerdo de Ginebra y, excepto la oposición que llamará la atención al respecto, el gobierno dará un saludo a la bandera, si es que ese día despierta con menos pereza para hacer lo que – sencillamente – desde hace rato debió. Explicación alguna ha dado ni dará en torno a la negligente conducta asumida frente a la declaración decembrina del saliente Secretario General de la ONU, por supuesto, adoptada por el entrante, ni la campaña difamatoria del gobierno guyanés, las concesiones petroleras que reportan sus hallazgos en la fachada atlántica o el ecocidio al que es sometido el territorio esequibano.
¿Para qué?, dirá Nicolás, porque acá a nadie le interesa el extenso territorio oriental y se aguantan que, en la Venezuela superficial y profunda, el hampa domine ciudades, pueblos y caseríos, o haya un ejército cubano de ocupación, imperceptible, silencioso, pero eficaz para sostenerlo en Miraflores. Lo importante es que Raúl le responda el teléfono en La Habana, Daniel en Managua, Juan Manuel o Timochenko en Bogotá, y el caso de los llamados narco-sobrinos sea debidamente atendido en el norte, generosamente financiado, mientras calla más celosamente lo que hay detrás, muy detrás, en conexión con el terrorismo internacional.
Además, reparte el Carnet de la Patria como no lo hace con la cédula de identidad para los esequibanos. ¿Para qué?, dirá quien ordenó al TSJ “reformar” la Constitución a objeto de garantizarle a él, confesándola, su estancia miraflorina con la doble nacionalidad.
13/02/2017:
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