Luis Barragán
La Mesa de la Unidad está en trance de reestructuración y, naturalmente, genera fuertes cuestionamientos que incluye a algunos de sus propulsores. Tratamos de una iniciativa tardía que, en la búsqueda de una mayor eficacia, tiene el necesarísimo propósito de legitimar una básica concertación de planteamientos, iniciativas y tareas.
Afortunadamente compleja y plural, la oposición requiere de una instancia de conducción convincente y eficientemente democrática, por lo que reiteramos la necesidad de ampliarla, dando con mecanismos de decisión que atajen los afanes burocráticos, a objeto de acometer la vasta empresa de una decisiva alianza estratégica de los sectores medios y populares que aceleren y celebren la transición pacífica y constitucional que sintetiza su mejor empeño. Largamente reiterado, los sectores estudiantiles, gremios profesionales, el empresariado, los trabajadores, los intelectuales, los vecinales, entre otros, urgen de un cupo que resulta imposible negar para garantizar una etapa de la post-dictadura, haciéndola viable. No obstante, por lo pronto, tres grandes escollos revelan la intensidad del esfuerzo.
Al terco empeño de aquellos factores partidistas que desean controlar y prolongar a la MUD como un ventajoso frente electoral, relegándola a la peregrina exigencia de los comicios regionales y, más tarde, municipales, al pasar impunemente la página del proceso revocatorio, se une la hipoteca pretendida sobre la secretaría ejecutiva. En lugar de auspiciarla como una experiencia de equilibrio entre las distintas fuerzas y corrientes, procuran anudarla a circunstanciales y particulares objetivos e intereses, desinstitucionalizándola hasta convertirse en una oportunidad y ensayo para la navegación personal del titular que procura y procurará sobrevivirle, desarrollando una agenda propia.
Hay factores que legítimamente ponderan la posibilidad de abrir tienda aparte, aunque aparentemente luzca desaconsejable en la coyuntura actual, mereciendo la inquietud un debate de fondo, como es el que muy pronto dará Vente Venezuela con el urgentísimo balance de los escenarios que tan grave decisión implica no sólo para sí, sino para el destino de toda la oposición. Sobran las predisposiciones a favor o en contra de una postura de delicadas consecuencias, aunque – pendiente nuestra definitiva posición en la materia – no se la entendería de no haber una discusión seria, madura, profunda y responsable, como la que ha de dar la MUD para la anunciada y desconocida reestructuración que nos lleva – para salvar el mecanismo – al pleonasmo del momento: reestructurar la reesructuración.
Luego tenemos por obstáculo la incomprensión misma de un dispositivo común de dirección, pues, en 2016 confundimos la instancia política y estratégica con la dirección de la Asamblea Nacional, una herramienta para el despliegue táctico; recordamos, en días pasados, que, al caer Pérez Jiménez, suscrito el Pacto de Punto Fijo, se diluyó la Junta Patriótica para dar paso a una coalición de defensa del régimen democrático frente a otra coalición antipuntofijista más fragmentada, pero – respectivamente, en un caso – no se confundió el gabinete ejecutivo o el Congreso con la conducción de los factores coaligados, así –en el otro - hubiese el empeño de apalancarse también con la cámara de diputados – bajo control opositor, desde 1962 – o las municipalidades y asambleas legislativas controladas. La realidad actual apunta mucho más allá de un frente electoral que luce como una derivación o consecuencia de la coyuntura, la que puede tentar y autorizar Maduro Moros: es necesaria una MUD ampliamente concursada, con una dirección política y estratégica al igual que una secretaría ejecutiva eficiente y consciente de sus responsabilidades. Sin embargo, de dividirse, sincerando las posiciones, el mundo no se acabaría, pues, tarde o temprano, sincerada la confrontación contra el régimen, purgada de todo colaboracionismo voluntario o no, habría que entenderse para el capítulo final y el inicio de la transición.
13/02/2017:
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