sábado, 1 de agosto de 2015

LATIDOS

EL IMPULSO, Caracas, 31 de julio de 2015
Ciudades vivientes
Claudio Beuvrin

Los arquitectos, por deformación profesional, solemos ver a las arquitecturas y las ciudades como objetos que pueden ser analizados racionalmente, esto no es condenable por se, pues es inevitable en la práctica profesional
Una visión exclusivamente técnica convierte a la ciudad en un objeto congelado,vacío como ruinas de las que solo vemos formas, dejando de ver lo más significativo: como la gente vive en ellas, como las usa; lo que las ciudades y la arquitecturas le hacen a la gente y como estas reaccionan modificando la ciudad. Si el profesional no es capaz de ver esta dinámica simplemente no entenderá a la ciudad, y tampoco entenderá mucho de la gente. De aquí la importancia de saber acerca de las muchas cosas que las escuelas de arquitectura y urbanismo no difunden porque simplemente el tiempo no alcanza para divulgar todos los conocimientos que se requieren.
Por supuesto, sociología, economía, historia, etc. son lecturas obligantes para entender las ciudades. Desde Jane Jacobs a Jan Gehl la ciudad moderna ha sido descrita como la contradicción entre lo que los arquitectos y urbanistas suponen como debe funcionar y como ella funciona realmente y podría citar muchos autores que andan en esa tendencia. Pero hay otras maneras de complementar nuestro entendimiento de lo que es la ciudad: desde la literatura, la crónica y la poesía.
Las ciudades venezolanas tienen sus ángeles guardianes en personas como Marco Negrón, Federico Vegas, William Niño, Rafael Cartay y quedan muchos por citar. Uno de estos ángeles guardianes es Rubén Monasterios y sus "Caraqueñerias”, publicado en el 2003 pero que solo ahora logré comprar. Rubén hace precisamente lo que ayuda a entender a la gente en la ciudad: habla de los monumentos errantes; de los nombres de sus esquinas; de lo que comen los caraqueños. Nos habla de sus muchachas y de como antes se utilizaban las ventanas para el coqueteo amoroso pero también como se aliviaban en las áreas públicas las emergencias eróticas siempre a riesgo de ser descubiertos por la autoridad. Nos habla también de sus fantasmas, personajes que –añado yo- desaparecieron de la ciudad para refugiarse en las listas de votación del CNE. Hay que leer de Ítalo Calvino, Las Ciudades Invisibles, del que recomiendo la nota preliminar en la cual dejar ver qué difícil es captar la ciudad y describirla adecuadamente.
Si estuviera a mi alcance, propondría que en las escuelas de arquitectura, antes de entrar en materias técnicas, los estudiantes pasen un año aprendiendo a ver cómo la gente usa las arquitecturas y las ciudades. No faltará quien diga que perdemos un año para el pensum pero ganaríamos varios años de sabiduría.

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